sábado, noviembre 25, 2006

Robert Bernard Altman (20.02.1925 - 20.11.2006)

Muere Altman, y con él se va uno de los grandes maestros del cine. Altman el inconformista, el director siempre al márgen y a contracorriente de Hollywood, eterno crítico e incómodo creador de obras tan originales e hirientes como MASH, Nashville, Los vividores o El juego de Hollywood. Un legado de más de 30 películas que, por descontado, nunca contaron con el favor de la Academia hasta su tardía justificación con el oscar honorífico de 2005. Su carrera estuvo siempre llena de altibajos, películas de autor y alguna sorprendente incursión en el mundo del cartoon (Popeye) o el de la moda (Prêt-à-porter). Rarezas a parte, Altman será recordado por su particular maestría para retratar Vidas Cruzadas, manejarlas a su antojo en encuentros y desencuentros corales donde desnudaba hacia vulnerables a sus personajes ante el espectador. Altman, incansable trabajador, siguió haciéndolo hasta que su corazón dejó de latir el pasado lunes, dejando como testigo de su paso por el cine una de las filmografías más interesantes (y a la vez personales) de la segunda mitad de siglo XX. Este es, pues, un pequeño y merecido homenaje rendido en un pequeño rincón dedicado al cine. Descanse en paz.

sábado, noviembre 18, 2006

Coe(n)táneos


Bienvenidos al particular universo del asombroso director bicéfalo. Su imaginario les maravillará y transportará a través del más variopinto catálogo de sensaciones y estímulos. Desde las extravagantes rarezas 'freak' a los homenajes al cine negro de los Bogart y Huston. Incluye el recorrido la revisión de los clásicos de Homero en tono ameno y distendido sin olvidar a los más pequeños, que tendrán la diversión asegurada con sus cartoons preferidos. Bonitas postales y añoranza de antiguos romances de cine les esperan, todo con un toque de distinguido humor, algo negro a veces si usted me permite la licencia. Es, no lo pueden negar, una oferta innegablemente atractiva, cortesía del asombroso director bicéfalo que muy gustosamente le presentaré en las siguientes líneas.

Corrigo. 'Les' presentaré. Sus nombres, Joel y Ethan, Ethan y Joel. Contemporáneos del cine, coetáneos y bandera del cine independiente norteamericano, autores con mayúsculas e identidad propia forjada desde su opera prima, los hermanos Coen nunca quisieron hacer muchas películas, pero sí hacerlas bien. Pocos casos se han dado en el séptimo arte de miembros de una familia prodigados en el arte de crear y filmar historias, pocos más allá de la actuación donde sí tienen mención linajes como el de los Fonda o los Baldwin. Los Coen son un bicho raro, en singular, porque son uno: el director bicéfalo. El apodo no lo he inventado yo, y responde a la compenetración que muchos de los actores de sus películas aseguran tienen, hasta el punto de recibir la misma respuesta de ambos a una pregunta sobre el guión o su personaje.

Llegados a este punto, prescindiré de más anécdotas y haré lo propio con los datos biográficos que podréis leer en cualquiera de los links que os esperan al final del post. La mejor explicación posible a los Coen es su inexplicable e imposible cine, y por aquí empezaremos. Trasgresión e inconformismo, surrealismo y estilo, sustantivos que sirven de coordenadas para un cine inclasificable que encierra mil y un recovecos que no caben en este párrafo. Sólo un repaso a los títulos dirigidos por Joel y Ethan Coen da una idea de la complejidad de su filmografía, tan aparentemente divergente y a la vez tan coherente. Ninguna de sus películas tiene nada que ver con la anterior y, salvo contada excepción, hace alarde de una frescura y estilo visual incomparables en el cine norteamericano desde que estos dos hermanos entraron en su escena. Es el sello Coen, que permanece en películas muy alejadas entre sí pero que en su heterogeneidad componen una carrera brillante en constante tira y afloja entre el gran público y los sectores más críticos.

Sangre Fácil (Blood Simple, 1984) fue su oscuro debut en la dirección*. Oscuro por ser un honroso e intenso tributo al cine negro con tintes del subgénero gore. Temprano encuentro de influencias ya en su primera película, que no olvidaba su etapa de montadores en diversos filmes de terror, a destacar Posesión Infernal, rodada bajo la batuta de Sam Raimi. En Sangre Fácil los Coen ya demostraron urgencia por verter todo el cine que llevaban viendo e imaginando desde siempre. Declaración de intenciones en cuanto a la posición de la cámara y los planos en sí, que contradecían con la naturaleza muerta y austera del cine negro clásico. Su inconformismo también se manifestaba en el montaje, aspecto fundamental de cualquiera de sus obras que aquí firmaron bajo el seudónimo de Roderyck Jaynes. Sangre Fácil sentaba las bases Coen tanto en el apartado estilístico como en el narrativo, donde se desarrollaba una siniestra y turbia historia de celos y asesinato donde ya veríamos a una de sus actrices fetiches y esposa de Joel (el pequeño), Frances McDormand.


Tras entrar con paso firme en el cine independiente y hacerlo con la bendición de la crítica, los Coen quisieron volver a sorprender, y lo hicieron. Arizona Baby (Raising Arizona, 1987) es una película extraña, surrealista y llena de personajes inusuales. La segunda película de los hermanos presentaba un universo 'freak' sin precedentes en una historia con un referente visual muy claro: los cartoons. El estilismo acusado de Arizona Baby hace de ella una película alejado de lo comercial y no tan fácil de digerir, apoyada principalmente en personajes peculiares: el delincuente que intenta reintegrarse en la sociedad pero en el fondo no puede dejar de hacer de las suyas (un gran Nicolas Cage), la policía que se enamora de él (Holly Hunter), un motorista que parece venir desde el mismo infierno y un par de presos fugitivos que enturbian la nueva y apacible vida familiar del protagonista (uno de ellos John Goodman, que se convertirá desde entonces en un indispensable para los hermanos). La suma es una comedia única en su especie que, de nuevo, nada tendría que ver con la siguiente película de los Coen.


Esa fue Muerte entre las flores (Miller's Crossing, 1990). Vuelta al cine negro, negrísimo, en su deseo de recuperar los clásicos en blanco y negro sin dejar de darle su personalísimo toque. Más parsimoniosa que sus dos anteriores propuestas, menos estilista y más rendida a las delicias de una excelente fotografía de Barry Sonnenfeld, otro de los habituales (y futuro director de La familia Addams y Men in Black). Un punto fuerte de Muerte entre las flores es descubrir cómo los Coen desenvuelven una historia de gángsteres absolutamente clásica sin renunciar a sus credenciales, con un guión sólido donde abundan los buenos diálogos. El otro punto fuerte corresponde al reparto, descubriendo de nuevo al que será un nuevo actor fetiche, John Turturro, que al igual que Byrne, Finney o Marcia Gay Harden componen sólidas actuaciones (algo que, por otra parte, raramente veremos desfallecer en la carrera del director bicéfalo, excelente director de actores).


En 1991 llegó la hora de la verdad para los Coen. Barton Fink (1991) es su obra más madura, la más personal y lo más parecido al espejo en el que se podrían mirar. Recibió, además, el merecido reconocimiento en Cannes donde ganó la Palma de Oro ese año. Con Turturro y Goodman a la cabeza del cartel y prácticamente únicos protagonistas, Barton Fink es una mirada interior hacia la crisis creativa del autor. En ella, las paredes empapeladas de la habitación de hotel que constituye casi el único escenario, ejercen una fuerza claustrofóbica sobre el protagonista y el espectador, inmerso en una densa y ambigua atmósfera en la que convive con los demonios del escritor en crisis. Pura creatividad creada a partir de la anticreatividad reposada sobre los hombros de un inmejorable Turturro. En Barton Fink el surrealismo del universo Coen se mezcla con el calor pegajoso y la sensación de agobio que traspasa la pantalla y te envuelve sin remisión. Puro arte.



Pero el inescrutable destino quiso que tras la obra que les consagraba, El gran salto (The Hudsucker Proxy, 1994) acabará de la peor manera posible: en un gran batacazo. No es que la quinta película de los hermanos fuera mala, sino que distaba mucho de estar al nivel que sus predecesoras y, lo que es peor, en su intento de lograr una comedia al más puro estilo capriano con, una vez más, dándole el toque Coen, el despropósito se hizo evidente y se quedó a medio camino de todo. Tras Muerte entre las flores y Barton Fink, en El gran salto Joel y Ethan pisaron el acelerador y el resultado fue una película atropellada, fallida e incluso pretenciosa. De nada sirvió que Tim Robbins y la leyenda viva Paul Newman mantuvieran el tipo en una película menor que, por primera vez desde que iniciaran su carrera como directores quedó por debajo de las expectativas y, de paso, dejó constancia del carácter inimitable del cine de Frank Capra. Un paso en falso que ganaría su redención dos años después.


"Sucedió donde nunca sucede nada", reza la frase promocional de Fargo (1996) y de la noche a la mañana, el pequeño pueblo de Dakota del Norte saltó a la fama junto con el mayor triunfo de la carrera de los Coen. 7 candidaturas a los oscar de los que ganó el mejor guión original y mejor actriz (Frances McDormand) y el aplauso unánime de la crítica que la encumbró como una de las obras capitales de los 90. Los paisajes nevados y desnudos de Fargo son el escenario de una historia de asesinatos y miserias humanas que presume de un impresionante guión trasladado con maestría a un thriller que consta de un envidiable pulso narrativo. Es en este punto de la filmografía de los Coen donde se alcanza la perfecta simbiosis entre el cine negro, aquí más policiaco, con ese innato y pícaro humor del que gozan, no exento de una cierta malicia ni tampoco inteligencia. Especulaciones a parte de si el "basado en hechos reales" al que se hace mención en la película fue una broma o no, Fargo se reveló como el compendio de todas las virtudes de los Coen, todo lo mejor de su cine unido en su brillante sexto trabajo. Seguramente, por ella serán recordados.



Y claro, la siguiente se antojaba más complicada con todos las miradas puestas en ellos y las expectativas por las nubes. Llamaron a buena parte de su repertorio actoral favorito (John Goodman, John Turturro, Steve Buscemi, Peter Stormare...) y transformaron a Jeff Bridges en El gran Lebowski (The big Lebowski, 1998), un hippie tirado y vago que accidentalmente se ve envuelto en una trama de secuestro y extorsión a un millonario del mismo nombre. El gran Lebowski supuso una comedia de enredo y/o equivocación que contaba con una galería de personajes otra vez rayantes en lo 'freak', pero que se movían en un contexto cultural y social concreto (la guerra del Golfo) que permitía a los hermanos agudizar su ironía e integrarla plenamente en una sátira en la que cabía hasta un brillante vídeo musical (exquisita banda sonora, con Costello y Dylan entre otros) con delirio alucinógeno de 'el nota' (Bridges) en el que se eleva el surrealismo a la enésima potencia. Bridges desempeñó la mejor actuación de su carrera como el más divertido y absurdo antihéroe de los Coen y Turturro hizo una breve pero magistral aparición (impagable Jesús Quintana bailando a ritmo de Hotel California de los Gypsy Kings). Si hay una película de culto en la filmografía de los Coen, sin duda es esta.


Otra de esas imágenes con las que uno identifica el universo Coen es la de tres presos correteando por los campos de Mississippi. Son George Clooney, Tim Blake Nelson y (como no) John Turturro. Cualquiera diría que están protagonizando una revisión de la odisea de Homero, aunque viendo O, brother where art you? (2000) no es difícil adivinarlo. Elementos no le faltan: el nombre del protagonista (Ulysses Everett McGill), el cíclope encarnado por John Goodman, las tres sirenas que atraen a los fugitivos hacia un oasis de placer y perdición... No deja de ser llamativo que el título de esta adaptación libre del clásico lo deba al nombre ficticio de la película que menciona el héroe de Los viajes de Sullivan, de Preston Surges (1941). En cualquier caso, O, brother... se ganó de nuevo el respeto de Cannes y le valió a Clooney su globo de oro, con lo que se puede decir que salieron triunfantes de una de sus propuestas más arriesgadas. Las claves que le hicieron contar con el aval de la crítica fueron su una vez más brillante estilo visual y su singular reflejo de la época de la Gran Depresión a ritmo de folk.

Tras dos acertadísimas comedias, Joel y Ethan sentían la necesidad de volver a su género predilecto, el negro. El hombre que nunca estuvo allí (The man who wasn't there, 2001) estaba protagonizada de nuevo por un Bogart, un Marlowe que debía reunir al tiempo las cualidades indispensables de antihéroe: peluquero, poco habilidoso galán y sólo aparente hombre duro. Billy Bob Thornton fue aquí uno de los mejores protagonistas del que han dispuesto los Coen, haciendo totalmente creíble un Ed Crane asqueado de su vida, que busca por primera vez en su vida la emoción allá donde no debe y acaba pagándolo. Él no es el detective, sino la víctima que se ve envuelta en el homicidio y gradualmente verá como todo lo poco que tuvo se va derrumbando a su alrededor. El hombre que... es una renovación del 'cine noir' que los Coen convierten en el particular drama de un hombre desarraigado. Luces tenues y sombras abundantes (excelente la fotografía de Roger Deakins), el humo del cigarrillo flotando en el blanco y negro, el rostro adusto de Thornton... todo aquí tiene olor a clásico. Un clásico de los Coen y nuestro tiempo.

La fructuosa relación laboral entre los hermanos y Clooney les llevó a repetir asociación en Crueldad Intolerable (Intolerable Cruelty, 2003). Tributo a las 'screwball comedies', las esplendorosas comedias románticas del Hollywood de los 30, ambientadas en la alta sociedad y casi siempre con un enredo de por medio y/o guerra de sexos. Crueldad Intolerable es la película más abiertamente 'comercial' de los Coen y, paralelamente, la que marca un bajón en su filmografía luego acentuado con The Ladykillers. La apuesta por la comedia romántica se quedó en una película simpática, pero nunca entrañable, donde la mayor baza era la innegable química entre George Clooney y Catherine Z. Jones. A pesar de contar con buenos diálogos cargados de acidez e inteligencia, Crueldad Intolerable tiene un acabado frío, distante y previsible que la hace contar entre las obras menores de sus creadores.

Por último, poco que contar de The Ladykillers (2004). Su última película hasta la fecha es, también, la más floja. De nuevo abiertamente comercial, nos pone en alerta del bajón en la trayectoria de los Coen. En el caso de The Ladykillers, ni siquiera se puede defender la idea de la originalidad, puesto que es un 'remake' de la obra homónima de 1955 aquí traducida como El quinteto de la muerte. Cuando dos creadores natos como los Coen recurren al 'remake' de una comedia clásica como recurso, dejando un resultado además muy inferior del esperado, existe motivo para la preocupación. Con Tom Hanks a la cabeza de la banda de atracadores que se hospedan en la casa de una apacible ancianita para planear un golpe maestro al banco, The Ladykillers deja mucho que desear en el momento es comparada con cualquiera de las obras precedentes. Más efectista, menos inteligente y lo que es peor, apenas divertida salvo momentos puntuales, hacen que sea una película para olvidar salvo su (de nuevo) estilizado retrato de la sociedad sureña. Triste manera de celebrar dos creativas décadas de buen cine.


Este es el legado Coen (de momento). No del todo perfecto, no del todo constante, pero sin duda uno de los más importantes en las dos últimas décadas. Próximamente podremos ver Paris, je t'aime, una película coral francesa donde varios directores cuentan una historia con su particular visión de la ciudad de las luces. Sin embargo, los proyectos que pueden hacer olvidar las dos últimas decepciones son Hail Caesar y No Country for Old Men. La primera cierra la idiot trilogy iniciada con O, Brother... y Crueldad Intolerable, situándose en el mundo del teatro. La segunda cuenta con el atractivo de un renovado reparto en el que veremos, entre otros, a Javier Bardem, Tommy Lee Jones y Woody Harrelson. Dos oportunidades más para un reencuentro feliz (y fraternal) con el mejor cine de este par de coe(n)táneos.

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*Aunque en los créditos siempre figure Joel Coen como director y Ethan habitualmente aparezca como responsable de la producción, ambos son responsables de todas las facetas de sus películas. No será hasta The Ladykillers cuando aparezca acreditada por primera vez la dirección compartida.

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Algunos links de interés:

http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1924.html (sobre los Coen, en general)

http://es.wikipedia.org/wiki/Joel_Coen (sobre los Coen, en general)

http://www.cinestrenos.com/cinefilia/temas/coen/1.htm (sobre Sangre Fácil)

http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article432.html (sobre Arizona Baby)

http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article914.html (sobre Muerte entre las flores)

http://cinefilia.bloxus.com/historias/8521 (sobre Barton Fink)

http://www.miradas.net/0204/estudios/2002/05_jcoen/gransalto.html (sobre El gran Salto)

http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1773.html (sobre Fargo)

http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article722.html (sobre El gran Lebowski)

http://www.lenguaensecundaria.com/resenas/obrother.shtml (sobre O, brother...)

http://www.labutaca.net/49sansebastian/themanwhowasntthere.htm (sobre El hombre que...)

http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1688.html (sobre Crueldad Intolerable)

http://www.labutaca.net/films/22/theladykillers5.htm (sobre The Ladykillers)

miércoles, noviembre 15, 2006

Hijos de los hombres




Esta es posiblemente la crítica más difícil de realizar de cuantas he hecho. Este dato ya debería decir bastante en favor de Hijos de los hombres, una película compleja, con grandes destellos de calidad tras la cámara y poco margen para mi locura. Por eso ya pido perdón de antemano a mi psiquiatra por no desfasar.

Mentiría si afirmara ser admirador de Alfonso Cuarón, director del film, puesto que solo he visto de sus películas Harry Potter y el prisionero de Azkaban, la cual probablemente haya sido moneda de cambio para este proyecto. Por suerte es la única de Harry Potter que no me he dormido. Así que sólo puedo decir que acudí al cine con las buenas críticas que habían llegado a mis oídos y me encontré gratamente sorprendido. Hijos de los hombres debe sus excelentes resultados en pantalla a la buena mano de Cuarón, que ha sabido combinar una dirección impecable junto con la adopción de notables riesgos tras la cámara. Los puntos álgidos de la película han sido rodados con espectaculares (y no por efectos digitales) planos secuencia.

Y llegado este punto debo descubrirme muy especialmente ante un plano secuencia cercano a los 10 minutos en los que la cámara sigue las acciones de Theo (Clive Owen) mientras se ve devorado por la erupción del conflicto bélico en las calles de una demacrada ciudad de inmigrantes británica. La secuencia reviste una gran complejidad en efectos especiales y tensión dramática, por lo que no se limita a un aburrido plano secuencia en el que la cámara apenas se desplaza unos metros, la película merce la pena sólo por ver este momento. Pero no se trata de una secuencia aislada sino que diversos momentos clave son narrados de igual forma y con idéntica destreza por Cuarón.

Por cierto que casi mejor si comento brevemente la trama, puesto que se trata del punto más flojo de la cinta. Hijos de los hombres nos emplaza en el año 2027, 18 años desde que naciera el último humano poor causas desconocidas. Se intuye el caos imperante en el mundo y el decadente Reino Unido en el que casi la mayoría de la población forma parte de los "fugis" (refugiados), terriblemente perseguidos y marginados por el gobierno británico. Sin embargo, el contexto presentado adolece de muchas incógnitas que no son resueltas en la película, que quizá se centre demasiado en la historia de Theo y Kee.



También merecen su mención honorífica el buen hacer del elenco de actores, pese a qe en su mayoría son grandes desconocidos para el gran público. No obstante, en la película podremos reconocer rostros como los de Peter Mullan, Michael Caine o Julianne Moore. Pero el protagonista indiscutible es Clive Owen, que en los últimos años se está abriendo un importante hueco con sus apariciones en films como Sin City, Plan Oculto o la propia Hijos de los hombres.

Por último de todo cabe comentar que, pese a tratarse eminentemente de un drama, Hijos de los hombres incluye importantes dosis de buen humor negro que puede salpicar incluso a la persecución más angustiosa, algo que considero un importante acierto. Y solo me queda pedir que no comente nada el usuario anónimo y que Jordi no me envíe a Ling-ling a casa en venganza por la tardanza.
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Hijos de los hombres (Children of men). Reino Unido y USA. 2006. 109'.
Director: Alfonso Cuarón.
Guión: Alfonso Cuarón, Timothy J. Sexton, David Arata, Mark Fergus y Hank Ostby; basado en la novela Children of men de P.D. James.
Fotografía: Emmanuelle Lubezki.
Montaje: Alex Rodríguez y Alfonso Cuarón.
Música: John Tavener.
Diseño de producción: Jim Clay y Geoffrey Kirkland.
Vestuario: Jany Temime.
Intérpretes: Clive Owen (Theo), Julianne Moore (Julian), Michael Caine (Jasper), Chiwetel Ejiofor (Luke), Charlie Hunnam (Patrick), Claire-Hope Ashitey (Kee), Peter Mullan (Syd).
Puntuación: 8
Si consigues escapar del campo de refugiados...
http://www.labutaca.net/films/44/childrenofmen.htm (sobre la peli)
http://bango.blogia.com/2006/110701-los-hijos-de-los-hombres-desgarradora-vision-del-futuro-de-la-humanidad-con-la-r.php (crítica de la peli)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article3218.html (más críticas de la peli)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1961.html (sobre Alfonso Cuarón)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2284.html (sobre Clive Owen)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1470.html (sobre Julianne Moore)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1518.html (sobre Michael Caine)

viernes, noviembre 10, 2006

Scoop



Segunda película dentro de la etapa londinense del director Allan Stewart Konigsberg. A Woody le ha gustado Londres, claro está, pero no se quedaría a vivir allí por dos razones que bien explica su personaje en Scoop, Sidney Waterman. La primera, por el idioma. La segunda, porque conducen por el lado incorrecto de la calzada (detalle irónicamente importante en la resolución de la película).

Scoop, exclusiva, vuelta a la comedia de Woody Allen tras la notable tragedia que fue Match Point. Seguimos a película por año y no vale la pena ya deshacerse en elogios hacia un hombre que ha dedicado su vida al cine mientras descubría las entrañas de su alma y la nuestra a golpe de diálogos afilados y manías y miedos existenciales de una personalidad que a estas alturas conocemos muy bien. Basta con decir que si bien Scoop no es ni de lejos una de sus grandes películas, un servidor con permanente sonrisa dibujada se percató en un momento concreto de la película de lo mucho que algún día le echaría de menos. Espero que ese día quede muy lejos.

Como decía antes de ponerme sentimental, Woody vuelve con una comedia, más ligera y menos exigente para consigo mismo, con lo cual se agradece aquí la colaboración del espectador si no la compara con joyas como Desmontando a Harry o Annie Hall, respecto a las que queda en clara evidencia. En Scoop, Allen decide mezclar el mundo de los muertos (muerte, tema recurrente en su filmografía) con el mundo del periodismo. Tras su muerte, un prestigioso periodista descubre en su viaje al más allá (estupendas las escenas en ese barco capitaneado por la parca) una relevante información que descubre al adinerado y guapo hijo de un lord inglés (Hugh Jackman) como el 'asesino del tarot', un peligroso serial killer al que Scotland Yard no consigue echarle el guante. El periodista en sí decide aparecerse ante una inexperta e inocente estudiante de Periodismo (Scarlett Johansson). Con la ayuda de un extravagante, pesimista e histérico ilusionista (¿hace falta decir quién?) se sumergirán de lleno en una investigación para desenmascarar al aristócrata en la que, evidentemente, la chica acabará rendida a sus encantos.

A partir de esta premisa, tan rara como sencilla, Scoop es un vehículo de humor tan hilarante como intrascendente. Pasa por ser una película menor del realizador, lo que en su caso nunca significa una mala película. Scoop rebaja el listón del humor al que nos tiene acostumbrados Woody Allen, alternando escenas que nos recuerdan lo mejor de él mismo (“Yo me crié en la religión israelita, pero al crecer me convertí al narcisismo”), con otras en las que encontramos golpes de efecto o chistes forzados que, aunque con cierta gracia, nos sorprenden por su facilidad (el chiste de Mercedes es el mejor ejemplo). No asistimos al Woody que explora el alma humana, está obsesionado con la muerte y no entra el cine si los créditos iniciales de la película ya han comenzado. Es un Woody menos trascendente y maniático, más simpático y que durante su (brillante) actuación prefiere hacernos reír a hacernos pensar y reflexionar. Nada que recriminar, nada que perdonar. Scoop es divertida y se pasa en un suspiro, goza de una exquisita y clásica banda sonora que recuerda en la obertura a Match Point y una Scarlett Johansson tan bella como eficaz en su papel. También gusta un Ian McShane, breve pero grande en su papel de Joe Strombel, el implacable periodista muerto que da la exclusiva. No convence sin embargo un Hugh Jackman que, fuera de sus papeles de héroe duro, se pasa de encantador y acaba endulzando en exceso su papel de niño rico.

La esencia de Allen sigue presente en Scoop, máxime a través de diálogos mordaces que salpican la película de buenos momentos. Bien es cierto que Sydney Waterman no es Alvy Singer, aquel que se para a hablar con el espectador sobre Groucho Marx o la naturaleza humana, el mismo que saca Marshall McLuhan de la cola de un cine para hacer callar a un pedante bocazas. No es el mismo, pero su esencia de ser construido desde la ironía y la inseguridad sigue perviviendo. Y sabe, como nadie, hacer que nos riamos de las pequeñas y no tan pequeñas miserias de la vida. Su inmenso legado cinéfilo le avala y avalará siempre, garantizándonos, como bien cita uno de los personajes de Scoop, que tenemos una eternidad para disfrutarlo. Aunque sea desde el más allá.
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Scoop. Reino Unido. 2006. 96'.
Director: Woody Allen.
Guión: Woody Allen.
Fotografía: Remi Adefarasin.
Montaje: Alisa Lepselter.
Diseño de producción: Maria Djurkovic.
Dirección artística: Nick Palmer.
Vestuario: Jill Taylor.
Producción: Letty Aronson y Gareth Wiley.
Intérpretes: Woody Allen (Sid Waterman), Hugh Jackman (Peter Lyman), Scarlett Johansson (Sondra Pransky), Ian McShane (Joe Strombel), Romola Garai (Vivian), Matt Day (Jerry Burke), Charles Dance (Sr. Malcolm), Anthony Head (detective).
Puntuación: 6
¡Extra, extra!...
http://www.labutaca.net/films/43/scoop.htm (sobre la peli)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article3225.html (critica de la peli)
http://www.scoopmovie.net/ (página web oficial)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1615.html (sobre Woody Allen)
http://www.onpictures.com/peliculas/scoop/entrevista_woody.htm (entrevista con Woody Allen)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1748.html (sobre Scarlett Johansson)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1425.html (sobre Hugh Jackman)

sábado, noviembre 04, 2006

Pequeña Miss Sunshine



A veces las historias más insospechadas pasan a ser las más exitosas. Díganle a un productor que quieren hacer una película de una familia más bien freak con suicida homosexual, abuelo heroinómano y adolescente resentido con el mundo haciendo voto de silencio incluidos. Luego díganle que la trama de la película no va más allá de la peregrinación de la familia en una cochambrosa furgoneta amarilla y blanca a un concurso de belleza donde quiere participar su pequeña Olive. Tal vez les mire raro o ni siquiera les mire. Jonathan Dayton y Valerie Faris no tuvieron este problema. El matrimonio, colaborador en más de 75 proyectos cinematográficos, televisión, publicidad y vídeos musicales (los han hecho para los Red Hot Chili Peppers, Smashing Pumpkins o REM, entre otros), atesoraba ya una considerable capacidad creativa y un renombre que les permitía acudir con cierto riesgo a la cita de su definitivo debut cinematográfico.

Y así, a golpe del boca-oreja la pequeña Miss Sunshine empieza a darse a conocer en los cines y acaba convirtiéndose en uno de los estrenos más rentables de 2006. El bajo presupuesto de esta producción con tintes de indie clásico y su reparto poco o nada conocido para el gran público hacen más meritorio el éxito que ha ido acumulando esta producción independiente. Se trata de una propuesta original, una road movie y una reflexión, película de carretera y retrato de una sociedad obsesionada con el éxito que nos hace esbozar una sonrisa al recordarnos las ventajas de ser un perdedor. A partir de un argumento tremendamente simple nos cuenta la historia de los Hoover, una familia tan inusual como desmembrada. Un poco como los Tenenbaums, pero algo más graciosos y bastante menos triunfadores. En el caso de los Hoover, su historia funciona porque la suya es una comedia de carretera donde confluyen muchas comedias: la comedia inteligente que recurre a la ironía y el sarcasmo como mejores armas ("El sarcasmo es el refugio de los perdedores"), la comedia de los gags y los golpes de efecto, la comedia negra, la desenfadada, la comedia de la vida... la de unos personajes que buscan su lugar en el mundo. Una historia mil veces contada, pero pocas con tanta gracia.

A que nos creamos a esos personajes ayuda un elenco de actores en estado de gracia. Partiendo de un Greg Kinnear haciendo de padre obsesionado por inculcar la cultura del éxito en su familia, hasta el abuelo vividor, enganchado a la heroína y malhablado que interpreta entrañablemente Alan Arkin. Pero sin desmerecer ni a Toni Collette (de madre desbordada por la situación) ni a un Paul Dano de asombroso parecido con Leo Messi, la palma se la llevan un divertidísimo Steve Carell y una brillante Abigail Breslin. El personaje del tío Frank, erudito, homosexual y de tendencias suicidas es absolutamente insólito dentro de las familias que solemos ver en la gran pantalla. El 'segundo' experto en Marcel Proust de los Estados Unidos logra la comicidad desde su estado absoluto de depresión y desgracia, momento crucial en el que se incorpora a una familia en la que deja de ser incomprendido por entrar a formar parte de un grupo tanto o más incomprensible. Lo de Abigail Breslin es otra cosa. Pocas pequeñas actrices hay de su tamaño. Su interpretación como la pequeña Olive Hoover es encandiladora, llena de inocencia e inseguridad propias de una niña de su edad y a la vez poderosamente convincente. Breslin desfila ante la pantalla (nunca mejor dicho) como si la cámara nunca hubiera estado allí, pura naturalidad que hacen de ella un diamante en bruto y que consigue emocionar y enamorar en la escena más bella de la película, aquella en la que le pregunta a su abuelo si es guapa.



Para no endulzar en exceso la crítica, advertiré rápidamente de que Pequeña Miss Sunshine dista mucho de ser la comedia perfecta. Innegables son su originalidad, excepcionales actuaciones o comicidad como lo son su excesivo alargamiento a partir de una idea excesivamente simple el bajón en puntuales escenas, su poco sólido y definido final que además deja el destino de los Hoover en suspensión o, lo que es lo mismo, inmerso en la crisis. La película de Dayton y Faris explota al máximo sus recursos y apela directamente al corazón de los espectadores, lo que muchas veces funciona como efecto pantalla para hacernos olvidar que detrás de determinadas escenas se encuentra la necesidad de encontrar una parada o un gag para hacer continuar el camino.

Al fin y al cabo, los altibajos forman parte de ese viaje como lo hacen de la propia vida de los Hoover o la nuestra. De eso se trata, del viaje donde todo el mundo se descubre a sí mismo, algo representado por activa y por pasiva. No es eso lo que hace especial a Pequeña Miss Sunshine. Es ese sabor agridulce que nos deja y esa simpatía permanente que se torna en tristeza en la siguiente para romper en una carcajada en la posterior. Es la impresión de haber abierto un regalo y haber encontrado tras el envoltorio aquello que estábamos deseando.
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Little Miss Sunshine. Estados Unidos. 2006. 101'.
Director: Jonathan Dayton y Valerie Faris.
Guión: Michael Arndt.
Música: Mychael Danna.
Fotografía: Tim Suhrstedt.
Montaje: Pamela Martin.
Diseño de producción: Kalina Ivanov.
Vestuario: Nancy Steiner.
Intérpretes: Greg Kinnear (Richard), Toni Collette (Sheryl), Steve Carell (Frank), Paul Dano (Dwayne), Abigail Breslin (Olive), Alan Arkin (abuelo).
Puntuación: 7,5
Sigue el viaje por aquí...
http://www.labutaca.net/films/44/pequenamisssunshine.htm (sobre la peli)
http://www.septimovicio.com/criticon/little_miss_sunshine_por_david_lopez/ (crítica de la peli)
http://www.fox.es/pequenamisssunshine (página web oficial España)
http://sansebastian.mister-i.com/galerias2006/pelicula_es.jsp?id=540148 (sobre la peli, página del Festival de San Sebastián)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1893.html (sobre Greg Kinnear)
http://www.cinetecanacional.net/cgi-bin/ampliar.cgi?clave=5466 (entrevista y datos de Jonathan Dayton, Valerie Faris, además de crítica de la peli)
http://www.imdb.com/name/nm1113550/ (sobre Abigail Breslin)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1603.html (sobre Toni Collette)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2746.html (sobre Steve Carell)
http://es.wikipedia.org/wiki/Alan_Arkin (sobre Alan Arkin)
http://www.imdb.com/name/nm0200452/ (sobre Paul Dano)