El lunes por la tarde, mientras media Valencia invadía las playas y el tráfico se colapsaba en los alrededores de las mismas, un grupo de viejos maestros del cine nos regalaron, en la terraza del Centro Cultural Bancaja, un coloquio inolvidable para los escasos periodistas y aficionados que nos acercamos hasta allí movidos por la admiración y unas ganas irreprimibles de aprender de los más grandes. Allí se encontraban, ante nuestros ojos Richard Lester, Jerzy Skolimowski, Michael Serna, y Jirí Menzel como cuatro amigos compartiendo una agradable tarde de verano levantino y dispuestos a contarnos un buen puñado de anécdotas y alguna que otra opinión sobre Cannes 68, la revolución y el devenir de los festivales y el cine independiente después de aquella marcada fecha en el calendario tanto histórico como del séptimo arte. Rafa Maluenda, director del festival, ejerció funciones de moderador, el periodista francés Philip Bergson, de entrevistador y el crítico español Carlos García Aranda, de traductor.
De izq. a der.: Philip Bergson, Richard Lester, Rafael Maluenda,
Michael Serna y Jirí Menzel
Fue un coloquio de apenas dos horas en la que estos cuatro directores explicaron sus opiniones respecto a la cancelación del celebérrimo festival de cine francés hace exactamente cuatro décadas y dónde se encontraban cada uno de ellos en la noche en el que los artistas se rebelaron y subieron al escenario para impedir que el telón se abriera. El único que reconoció haber estado realmente en el lugar de los hechos el mismo día de la cancelación fue Michael Serna, quien iba al festival con la primera película de estudio que era aceptaba a competición en el certamen galo, Joanna (1968), lo cuál tildó Serna de un "dudoso honor" a la vista de en lo que se ha convertido hoy el festival y su política aceptante de numerosas películas de estudio. Serna contó una divertida anécdota en la narró como él, al contrario que varios de los cineastas allí presentes que no tenían película ese año (Godard o Truffaut, por ejemplo), sí que quería que aquel telón se abriese y el festival continuase su curso, aseverando que llegó a enzarzarse con Godard a quien, asegura, tiró fuera del escenario. Cuando el debate pasó a centrarse en contestar a la pregunta de qué cambió tras mayo del 68, todos coincidieron en aseverar un sentimiento que fue explícitamente expresado por Richard Lester con dos palabras pronunciadas en perfecto español: "Absolutamente nada."
En el centro de la foto: Jerzy Skolimowski
Fue en el apartado de las anécdotas donde más se explayaron y divirtieron las cuatro leyendas. Fueron muchas y todas impagables, pero hubo una que fue un auténtico regalo, y el responsable fue el maestro polaco Skolimowski. Cuenta el director que una de las personas más afables y bellas que había conocido en su larga carrera fue el director inglés John Boorman. Skolimowski contó con todo lujo de detalles como cierta noche en los muelles de Santa Mónica, su amigo John Boorman y el mismísimo Lee Marvin, el legendario Liberty Valance, bebieron hasta emborracharse. Cuando los dos amigos se dispusieron a coger el coche, Marvin comenzó a insistirle a Boorman que quería conducir el coche del cineasta, a pesar de que Marvin había bebido unas cuantas copas más que su amigo. Boorman se negó en redondo y recibió, como respuesta, una estrafalaria petición: que solo aceptaría no conducir él si le dejaba ir en el techo de su coche. Boorman aceptó y, a los pocos minutos, la pareja fue detenida por un control policial. El agente de California se acercó a Boorman y le preguntó: "¿Sabe que lleva a Lee Marvin en el techo de su coche?" Ante lo que el inglés contestó: "sí, ¿pero eso es ilegal?"
El martes por la noche acudimos al ciclo "Jaume Balagueró y Paco Plaza: Cuadernos de Rodaje." La película, una total desconocida para mí de antemano, se convirtió instantáneamente en una de mis películas de terror predilectas. El otro (The Other, Robert Mulligan, 1972) es una fábula de terror fascinante desde el primer plano en el que observamos al niño Niles Perry (Chris Udvarnoky) en el centro de un plano general que enmarca un paisaje bucólico. Desde esta escena, en la que Mulligan ya introduce un sentimiento de inquietud en el espectador dado por los extraños primeros pasos de la película (el lento zoom hacia el niño, el silbido que empieza a oírse), la película consigue inscribir lentamente en su público un temor inexplicable ante la naturaleza de dos gemelos de carácteres completamente opuestos, una polarización del bien y el mal que adopta tintes terroríficos a medida avanza la narración. La sensación infundida de terror crece a medida que Mulligan hace crecer la sensación de la "otredad" y la deriva, de forma sutil y magistral en la evocación expresa de un cuento de terror que ya nos ha sido adelantado y narrado en el transcurso de la película. El otro fascina desde su reflexión sobre una infancia tortuosa en la que tanto están presente los miedos al abandono como la crueldad en los juegos de la niñez, fascina desde su minuciosidad y gusto por el detalle (el candado, sin ir más lejos), como por su capacidad de sorprendernos pese a que nos ha anticipado, de manera sutil, el devenir de los acontecimientos. Una obra imprescindible que nada tiene que envidiar a sus compañeras de cartel esta semana. El viernes, para nuestro disfrute, sesión doble: El increíble hombre menguante (The Incredible Shrinking Man, Jack Arnold, 1957) y Aquella casa al lado del cementerio (Quella villa acanto al cimitero, Lucio Fulci, 1981). Para no perdérselo.
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http://todofestivalesdecine.blogspot.com/2008/06/23-festival-internacional-de-cinema_24.html (crónica del encuentro del blog Todo Festivales)
mmm interesante, a ver si el Festival de Alicante despega tan bien como éste...
ResponderEliminarsaludos!
Estoy seguro de que sí. Por lo que contaste en tu blog, pintaba muy bien... La verdad es que para mí fuera oportunidad única, aunque de partida sólo conocía a Menzel y a Lester y sólo había visto películas de Lester (¡Qué noche la de aquel día!, Superman II y III...). Pero vaya, la verdad es que fue como una charla entre amigos de toda la vida que se recordaban anécdotas divertidísimas y que, de vez en cuando, nos enseñaban algo a los que estábamos allí.
ResponderEliminar¡Saludos!