Dice Michael Haneke que si ha decidido hacer él mismo un remake de su propia película es porque desea que el mismo mensaje que aquella perturbadora Funny Games de hace una década, aquella patada en el estómago del espectador que fue bautizada por algunos como La naranja mecánica de los 90, tuviera un alcance mayor y llegara a un público más amplio. De este modo, surge la respuesta a la forzosa pregunta de por qué Haneke, diez años después de uno de sus más controvertidos triunfos, decide repetirlo con un reparto internacional y realiza una película idéntica a aquella, plano por plano. Nos encontramos ante la actualización de una obra, en la que Haneke, a diferencia de Gus Van Sant y su ya célebre fotocopia en color del clásico de Hitchcock Psicosis (Psycho, 1998), ostenta el derecho del autor a reeditar su propia obra con una mayor tirada y reevaluar el impacto de la misma en las audiencias de hoy día.
Porque ciertamente, lo que ha cambiado es la reacción del público y no la película de Haneke. La Funny Games de 1997 era una bofetada a la creciente insensibilización de una sociedad ante la violencia. Sin embargo, la condición de autor de Haneke no era un incentivo para que su Funny Games se convirtiera en un severo correctivo para las masas abocadas al creciente consumo de violencia vía televisión. Diez años después la nueva Funny Games, en su idéntico acabado, sigue teniendo esa capacidad de despedazar la seguridad y el bienestar del espectador, amén de su intacto desafío moral al mismo. La cuestión a plantear es si, atendiendo al modo en que las audiencias han continuado alimentándose de violencia gratuita, esta actualización de Haneke es capaz de ejercer sobre el gran público de hoy el mismo devastador efecto que tuvo sobre aquellos que, para bien y para mal, descubrimos su imprescindible obra original en su condición de cine de autor. Y sin quererlo (¿sin quererlo?) Funny Games se ha convertido en un experimento sociológico cuyos resultados probablemente queden en la incógnita.
Así que esta Funny Games sigue conservando los méritos que encumbraron a su predecesora. Sigue siendo el más angustioso retrato de la violencia posible en el que, paradójicamente, la violencia siempre tiene lugar fuera de campo. La brillantez de Haneke reside en su capacidad para crearnos un malestar por momentos insostenible sin mostrar las escenas de tortura y asesinato que tendrán lugar. En su lugar, encontraremos imagenes del sufrimiento del que mira, del espectador que asiste a la violencia (la cámara enfoca a Ann [Naomi Watts] mientras oímos los gritos de su marido George [Tim Roth], siendo acuchillado), planos en los que Haneke mantiene nuestra mirada sobre el dolor indecible que sucede al estallido de violencia, y la impasibilidad de aquellos que se retroalimentan de la violencia sin saber el por qué y la ejecutan con frialdad disfrazada de terrorífica amabilidad. La única excepción en la que la violencia entra dentro de campo es aquella escena en la que Ann toma la escopeta y dispara a Fred (Boyd Gaines), uno de los dos asaltantes. En ese momento su compañero Paul (Michael Pitt), toma el mando a distancia y rebobina la escena hasta el momento preciso en el que cambiar el curso de los acontecimientos. Esta subversiva genialidad con la que Haneke sorprendió a propios y extraños en 1997, entra de lleno en el discurso que domina Funny Games de principio a fin. Sólo basta recuperar la perturbadora imagen del televisor manchado de sangre para entender lo que Haneke trata de decirnos. Y es que diez años después, se puede decir que el proceso de retroalimentación de la violencia activo en la actual sociedad de la información no sólo ha aumentado, sino que se ha exponenciado de manera alarmante. Al alcance de un mando a distancia se encuentra nuestra vía para nutrirnos de ella y regodearnos simplemente dándole al botón de rebobinar o cambiando de canal. Y absorberla, casi inconscientemente, como espectáculo:
George (Tim Roth): ¿Por qué no nos matáis, y ya está?
Fred (Boyd Gaines): No hay que olvidar la importancia del espectáculo...
Ni nosotros, que somos cómplices del mismo. Paul (Michael Pitt) nos pregunta de qué lado estamos y, en más de una ocasión mira a la cámara y nos sonríe (sustituyendo al guiño de Arno Frisch en la anterior Funny Games). Y a propósito de Arno Frisch, destacar a Michael Pitt y su perturbadora interpretación como el frío asesino sin motivos ni objetivos aparentes. Como él, el resto del reparto está a la altura de las circunstancias y hace que, incluso en el apartado actoral, Funny Games se equipare a su predecesora, consiguiendo que ningún personaje pierda un ápice de tanto el terrorismo disfrazado de serenidad e impasibilidad caracterizado por los dos intrusos como el horror ante lo desconocido y lo impensable por parte de una familia modelo (todo sea dicho, servidor sigue prefiriendo la escalofriante calma de Arno Frisch a la extrañeza algo más repulsiva que posee el Paul de Michael Pitt).
Funny Games sigue siendo tan necesaria como en 1997, pero sin embargo el impacto es diferente cuando uno ya ha conocido las dos películas gemelas de Haneke. Uno no puede evitar sentirse anticipado a todo lo que viene por delante y, pese a que no ha perdido la fuerza de su mensaje, sí se hecha de menos el mismo espíritu de ruptura y subversión que podrían haber otorgado más ricos matices a esta nueva revisión.
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Funny Games. Estados Unidos. 2007. 111'.
Dirección: Michael Haneke.
Guión: Michael Haneke.
Fotografía: Darius Khondji.
Montaje: Monika Willi.
Producción: Chris Coen y Hamish McAlpine.
Diseño de producción: Kevin Thompson.
Vestuario: David Robinson.
Intérpretes: Naomi Watts (Ann), Tim Roth (George), Michael Pitt (Paul), Brady Corbet (Peter), Devon Gearhart (Georgie), Boyd Gaines (Fred), Siobhan Fallon Hogan (Betsy), Robert LuPone (Robert), Susanne Haneke (cuñada de Betsy), Linda Moran (Eva).
Puntuación: 7
Sigue jugando...
http://wip.warnerbros.com/funnygames/ (web oficial)
http://www.labutaca.net/films/60/funnygames.php (sobre la película)
http://es.wikipedia.org/wiki/Michael_Haneke (sobre Michael Haneke)
http://es.wikipedia.org/wiki/Michael_Pitt (sobre Michael Pitt)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1526.html (sobre Naomi Watts)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1598.html (sobre Tim Roth)
Porque ciertamente, lo que ha cambiado es la reacción del público y no la película de Haneke. La Funny Games de 1997 era una bofetada a la creciente insensibilización de una sociedad ante la violencia. Sin embargo, la condición de autor de Haneke no era un incentivo para que su Funny Games se convirtiera en un severo correctivo para las masas abocadas al creciente consumo de violencia vía televisión. Diez años después la nueva Funny Games, en su idéntico acabado, sigue teniendo esa capacidad de despedazar la seguridad y el bienestar del espectador, amén de su intacto desafío moral al mismo. La cuestión a plantear es si, atendiendo al modo en que las audiencias han continuado alimentándose de violencia gratuita, esta actualización de Haneke es capaz de ejercer sobre el gran público de hoy el mismo devastador efecto que tuvo sobre aquellos que, para bien y para mal, descubrimos su imprescindible obra original en su condición de cine de autor. Y sin quererlo (¿sin quererlo?) Funny Games se ha convertido en un experimento sociológico cuyos resultados probablemente queden en la incógnita.
Así que esta Funny Games sigue conservando los méritos que encumbraron a su predecesora. Sigue siendo el más angustioso retrato de la violencia posible en el que, paradójicamente, la violencia siempre tiene lugar fuera de campo. La brillantez de Haneke reside en su capacidad para crearnos un malestar por momentos insostenible sin mostrar las escenas de tortura y asesinato que tendrán lugar. En su lugar, encontraremos imagenes del sufrimiento del que mira, del espectador que asiste a la violencia (la cámara enfoca a Ann [Naomi Watts] mientras oímos los gritos de su marido George [Tim Roth], siendo acuchillado), planos en los que Haneke mantiene nuestra mirada sobre el dolor indecible que sucede al estallido de violencia, y la impasibilidad de aquellos que se retroalimentan de la violencia sin saber el por qué y la ejecutan con frialdad disfrazada de terrorífica amabilidad. La única excepción en la que la violencia entra dentro de campo es aquella escena en la que Ann toma la escopeta y dispara a Fred (Boyd Gaines), uno de los dos asaltantes. En ese momento su compañero Paul (Michael Pitt), toma el mando a distancia y rebobina la escena hasta el momento preciso en el que cambiar el curso de los acontecimientos. Esta subversiva genialidad con la que Haneke sorprendió a propios y extraños en 1997, entra de lleno en el discurso que domina Funny Games de principio a fin. Sólo basta recuperar la perturbadora imagen del televisor manchado de sangre para entender lo que Haneke trata de decirnos. Y es que diez años después, se puede decir que el proceso de retroalimentación de la violencia activo en la actual sociedad de la información no sólo ha aumentado, sino que se ha exponenciado de manera alarmante. Al alcance de un mando a distancia se encuentra nuestra vía para nutrirnos de ella y regodearnos simplemente dándole al botón de rebobinar o cambiando de canal. Y absorberla, casi inconscientemente, como espectáculo:
George (Tim Roth): ¿Por qué no nos matáis, y ya está?
Fred (Boyd Gaines): No hay que olvidar la importancia del espectáculo...
Ni nosotros, que somos cómplices del mismo. Paul (Michael Pitt) nos pregunta de qué lado estamos y, en más de una ocasión mira a la cámara y nos sonríe (sustituyendo al guiño de Arno Frisch en la anterior Funny Games). Y a propósito de Arno Frisch, destacar a Michael Pitt y su perturbadora interpretación como el frío asesino sin motivos ni objetivos aparentes. Como él, el resto del reparto está a la altura de las circunstancias y hace que, incluso en el apartado actoral, Funny Games se equipare a su predecesora, consiguiendo que ningún personaje pierda un ápice de tanto el terrorismo disfrazado de serenidad e impasibilidad caracterizado por los dos intrusos como el horror ante lo desconocido y lo impensable por parte de una familia modelo (todo sea dicho, servidor sigue prefiriendo la escalofriante calma de Arno Frisch a la extrañeza algo más repulsiva que posee el Paul de Michael Pitt).
Funny Games sigue siendo tan necesaria como en 1997, pero sin embargo el impacto es diferente cuando uno ya ha conocido las dos películas gemelas de Haneke. Uno no puede evitar sentirse anticipado a todo lo que viene por delante y, pese a que no ha perdido la fuerza de su mensaje, sí se hecha de menos el mismo espíritu de ruptura y subversión que podrían haber otorgado más ricos matices a esta nueva revisión.
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Funny Games. Estados Unidos. 2007. 111'.
Dirección: Michael Haneke.
Guión: Michael Haneke.
Fotografía: Darius Khondji.
Montaje: Monika Willi.
Producción: Chris Coen y Hamish McAlpine.
Diseño de producción: Kevin Thompson.
Vestuario: David Robinson.
Intérpretes: Naomi Watts (Ann), Tim Roth (George), Michael Pitt (Paul), Brady Corbet (Peter), Devon Gearhart (Georgie), Boyd Gaines (Fred), Siobhan Fallon Hogan (Betsy), Robert LuPone (Robert), Susanne Haneke (cuñada de Betsy), Linda Moran (Eva).
Puntuación: 7
Sigue jugando...
http://wip.warnerbros.com/funnygames/ (web oficial)
http://www.labutaca.net/films/60/funnygames.php (sobre la película)
http://es.wikipedia.org/wiki/Michael_Haneke (sobre Michael Haneke)
http://es.wikipedia.org/wiki/Michael_Pitt (sobre Michael Pitt)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1526.html (sobre Naomi Watts)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1598.html (sobre Tim Roth)
No he visto la peli original, pero la verdad es que este remake de "Funny games" me dejó más que fría. Para mi gusto, el personaje de Tim Roth resulta excesivamente pusilánime como para sufrir por lo que le pueda pasar. Naomi Watts tampoco consiguió conmoverme con su interpretación. Sólo Michael Pitt y el niño que encarna al hijo de la familia perfecta consiguieron que me metiera momentáneamente en la acción de la película. El momento del rebobinado me mató definitivamente e hizo que archivara esta película en uno de los rincones más profundos e inaccesibles de mi memoria. Eso sí, la idea de no mostrar directamente las escenas de violencia, dejando que las perturbadas mentes de los espectadores, ahítos de violencia televisiva y cinematográfica, las imagenen me parece un gran acierto escasamente explotado a través de interpretaciones bastante mediocres, a pesar de la demostrada solvencia de los actores en otros títulos de sus respectivas filmografías.
ResponderEliminar"Dice Michael Haneke que si ha decidido hacer él mismo un remake de su propia película es porque desea que el mismo mensaje que aquella perturbadora Funny Games de hace una década, (...), tuviera un alcance mayor y llegara a un público más amplio".
ResponderEliminarVamos, que quería sacarle más dólares, ¿no? Los que no la pudieron ver en su momento (que sería un target majo) ya pueden pagar una entrada de cine para verla ahora. Y de paso, revaloriza la primera. Jugada redonda.
A mí me gustó. No he visto la original, y no habría visto esta si así fuera.
Jordi, si yo te leyera y no hubiera visto la peli, me lo pensaría dos veces la próxima vez antes de empezar, colega jajaja. Has reventado la trama con un placer por lo gratuito que ni Pumares :D. Sólo te ha faltado decir que mueren todos. Uy.
Añado: el uso que Haneke hace de la música me parece de lo mejor de la película, y la última escena es la mejor prueba. ¿Es la misma que en la original?
Pues sí, también le vale a Haneke para montarse en el dólar, todo sea dicho...
ResponderEliminarSiento si he destripado algo, pero es que es muy difícil hablar de y analizar "Funny Games" sin hablar de la violencia que hay en pantalla (aunque fuera de campo). De todas maneras, mea culpa.
La verdad es que recomendaría a todos la "Funny Games" de 1997, pero dado que son idénticas y habiendo visto esta primero, el impacto no sería tan grande ni de lejos.
En cuanto a la música, me pareció que sí era la misma que en la original. No recuerdo si al principio en el coche cuando juegan a adivinar qué pieza de música clásica es, Haneke toma las mismas que en la anterior "Funny Games" pero la estrepitosa y angustiosa canción que irrumpe cuando aparece el título de la película y, si no recuerdo mal, la que también cierra la película, me parecía que era la misma que en aquella. De todas maneras, ya que la tengo lo miraré.
Lo que más llamó mi atención (ni en sentido positivo ni negativo, simplemente hizo que abriera más los ojos e incluso me extrañara un poco) fue lo mismo que acabó por fascinarme de la película: el montaje. Al principio, el montaje deja entrever algo que se mostrará en su totalidad y que alcanzará su máxima expresión gracias al audio fuera de campo. Es un recurso que me parece brutal en el cine y le pongo un 10 a esta escena en concreto porque la sensación que consigue transmitir es impresionante (me refiero a la escena en la que uno de los dos "rubitos locos" está en la cocina mientras se oyen algo...hmmm..."inquietante" en el salón).
ResponderEliminarYo he visto la del año 97 y la verdad es que creo que no veré la nueva. Con una ya es suficiente. Y no porque no me guste pero quiero que me permanezca el impacto cuando la vi por primera vez. Aún la recuerdo perfectamente como para tener que refrescar la memoria de nuevo :)
ResponderEliminar¿No os pasa a veces que después de ver una película por segunda vez se cambia totalmente de opinión?
Saludos!!