Sobran las palabras cuando una de las viejas glorias del cine muere. Las imágenes las ponen los rápidos obituarios dedicados en los noticiarios, que repiten retazos de sus escenas más emblemáticas. El rinconcito que aquí se le dedica no tiene más propósito que decirle adiós recordándole como uno le guarda en la memoria con un puñado de imágenes a través de la retina: como el físico nuclear que escapó de una emboscada en un teatro gritando ¡fuego! en Cortina Rasgada (Torn Curtain, Alfred Hitchcock, 1966); como el inolvidable buscavidas de El buscavidas (The Hustler, Robert Rossen, 1961); como el empedernido timador profesional de El golpe (The sting, George Roy Hill, 1973); como el detective Lew Harper de Harper, investigador privado (Harper, Jack Smight, 1966) y Con el agua al cuello (The drowning pool, Stuart Rosenberg, 1975); y como el crepuscular Harry Ross de Al caer el sol (Twilight, Robert Benton, 1998) y el cansado y despiadado John Rooney de Camino a la Perdición (Road to Perdition, Sam Mendes, 2002), que ha terminado por ser su honrosa película póstuma. Inefable carrera para un actor inefable que despide el cine ya inscrito en sus mitología.
Una vida de cine y muchas obras maestras en ella.
ResponderEliminarSi alguien no sabe muy bien lo que significa tener carisma debería ver una de sus películas.
ResponderEliminarUna pena que ya no vaya a crear ningún nuevo personaje.
R.I.P.