Incluso cuando los Coen realizan aquello que llaman una "comedia menor", contrapunto distendido de su severa y trascendente No es país para viejos (No Country for Old Men, 2007) , no deja de tratarse de una magnífica noticia. Los hermanos han demostrado por activa y pasiva que se desenvuelven como pez en el agua en una comedia cuyo cariz es el humor negro remarcado por unos personajes siempre peculiares, acá claramente con una sola vocación: enfatizar la profunda estupidez humana a partir de cada uno de ellos, poco importa si esta se da en un descerebrado monitor de gimnasio (Brad Pitt) o en un refinado e iracundo ex analista de la CIA (John Malkovich).
Quemar después de leer podría resumirse como un complejo chiste que los hermanos construyen a partir de los más improbables personajes, todos ellos estúpidos conductuales o emocionales, metidos en una no menos improbable trama de Guerra Fría en nuestros días. Cierto que el chiste, pese a complejo, no se basa sino en la nada misma que los Coen nunca ocultan (se insiste desde el principio de la película en que las memorias de Cox no tienen relevancia alguna) y, por tanto, no ha lugar a la sensación de hallarnos ante una broma de mal gusto. El divertimento consiste, precisamente, en comprobar como esa galería de personajes juegan (y ciertamente, se lo pasan en grande) a ser espías, chantajistas, extorsionadores o infieles cónyuges a partir de un motivo argumental carente de trascendencia alguna. El juego termina, cómo no, con una ruleta rusa que otorgará a cada uno de sus personajes suertes distintas, menester en el que necesariamente intervendrá el humor más negro de los Coen. Mientrastanto, Joel y Ethan habrán demostrado que, llegados a este punto de su carrera, hoy se revelan más irreverentes que nunca para con hipotéticos márgenes férreos de los géneros, pues resulta casi imposible demarcar Quemar después de leer en unos límites estables de un género determinado. Tanto puede definirse como una comedia de enredo (monumental, por cierto) como una película de espías, como una comedia de situación o un noir ambientado entre gimnasios y dependencias de la CIA. Las fronteras quedaron diluídas hace ya tiempo y su inconformismo, la constante violación de premisas genéricas en tanto que la incorporación revisada de las mismas a su cine hacen de ellos hoy unos autores tan inclasificables como aquellos que sorprendieran en 1984 con Sangre Fácil (Simple Blood).
Decía Howard Hawks que le gustaba cualquier película en la que se pudiera adivinar quién diablos la había hecho, y Quemar después de leer se inscribe en un único género posible: el coeniano. A veces más afortunado en sus manifestaciones, otras veces menos, pero indudablemente único. Constituye un universo tan soberbiamente definido que su autoría fluye sin esfuerzo alguno por las imágenes de cada película: desde los rasgos estilísticos que mucho tienen que ver con el uso de su cámara hasta su envidiable capacidad para dotar a cada personaje de unos rasgos que, independientemente de la severidad de la situación, les hacen deudores del esperpento. En Quemar después de leer existe el toque Coen, más perfeccionado que nunca aunque con menores logros que en sus más excelsas comedias (véase Arizona Baby [Raising Arizona, 1987] o El Gran Lebowski [The Big Lebowski. 1998]. Y lo hace al servicio de una historia menos rica, seguramente, pero cuya gracia reside en el inmenso entresijo que se forma al servicio de unos personajes rocambolescos y paradigma de la tontuna en todas sus formas. Que esto se convierta en un gran chiste de la estupidez humana queda refrendado en dos hilarantes conversaciones entre J. K. Simmons y David Rasche, jefe y subordinado en la CIA respectivamente, que recapitulan atónitos el curso de los acontecimientos en sendas conversaciones, la segunda ejerciendo de un cierre que reniega acertadamente de cualquier pretensión de clímax para la historia aquí contada. Qué hemos aprendido, se pregunta Simmons, y se contesta a sí mismo que a no repetirlo, supone. Pero acto seguido llega la siguiente pregunta: ¿y qué diablos es lo que hemos hecho? Y la pregunta confirma la ausencia de cualquier pretensión de los Coen más allá de ejercer una travesura más, la intención llevada a buen puerto de contar un relato movido por las causas y consecuencias que son fruto del absurdo y de la idiotez de un puñado de personajes que interactúan.
Brillan en el elenco grandes nombres y habituales (o ambos, caso de Clooney), que definen sus personajes con mayor o mejor fortuna, pero siempre acordes a lo que se nos cuenta. Aquí se trata de ejercer la caricatura para inscribirse en ese toque Coen, algo que Clooney ya demostró hacer efectivamente en O Brother! (O Brother, Where Art Thou?, 2000) y Crueldad Intolerable (Intolerable Cruelty, 2003) y que sigue desempeñando aquí con soltura para regocijo del espectador. Lo mismo sucede con McDormand, otra habitual aquí interpretando encantadoramente a un personaje desencantado. Malkovich por su parte y en su debut con los Coen, se muestra hilarante como el irritable ex analista de la CIA y un actor que se ajusta como un guante a las preferencias de los autores. No ocurre así con Swinton, desempeñando el posiblemente menos coeniano de los personajes o Brad Pitt, aquí un idiota absoluto que más parece un objeto de burla que un intérprete idóneo para inscribirse en el particular repertorio de pintorescos personajes al que los hermanos nos acostumbran en cada película. Quemar después de leer los pone a todos al servicio de las travesuras de los firmantes, quienes a su vez nos disponen un enredo sin más pretensiones que el mero divertimento a costa de los anteriormente citados, pero que secretamente sabremos erigido con las experimentadas herramientas de dos de los mayores artesanos del cine actual.
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Burn After Reading. Estados Unidos. 2008. 96'.
Dirección y guión: Joel Coen y Ethan Coen.
Producción: Joel Coen y Ethan Coen.
Música: Carter Burwell.
Fotografía: Emmanuel Lubezki.
Montaje: Roderick Jaynes.
Diseño de producción: Jess Gonchor.
Vestuario: Mary Zophres.
Interpretación: George Clooney (Harry Pfarrer), Frances McDormand (Linda Litzke), John Malkovich (Osborne Cox), Tilda Swinton (Katie Cox), Richard Jenkins (Ted), Brad Pitt (Chad Feldheimer), Elizabeth Marvel (Sandy Pfarrer), J.K. Simmons (jefe CIA).
Interpretación: George Clooney (Harry Pfarrer), Frances McDormand (Linda Litzke), John Malkovich (Osborne Cox), Tilda Swinton (Katie Cox), Richard Jenkins (Ted), Brad Pitt (Chad Feldheimer), Elizabeth Marvel (Sandy Pfarrer), J.K. Simmons (jefe CIA).
Quemar después de leer en la red...
http://www.filminfocus.com/focusfeatures/film/burn_after_reading (web oficial)
http://www.quemardespuesdeleer.es/ (web oficial España)
http://www.labutaca.net/films/61/burn-after-reading.php (sobre la película)
http://cinelandia.blogspot.com/2006/11/coentneos.html (repaso a su filmografía en Cinelandia)
http://www.elcultural.es/Historico_articulo.asp?c=24063 (crítica de la película)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1924.html (sobre los hermanos Coen)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1407 (sobre George Clooney)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1342 (sobre Brad Pitt)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1404 (sobre Frances McDormand)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1458 (sobre John Malkovich)
http://es.wikipedia.org/wiki/Tilda_Swinton (sobre Tilda Swinton)
esta semana la liquido, que tengo ganas de verla!
ResponderEliminarel sello coen para mi es garantía suficiente y si no fuera de ellos tb la vería porque, me encanta el cartel!!
El cartel es genial. A mí la estética me recordó rápidamente (y salvando las distancias) a Saul Bass y a tanto algunos de sus créditos como al cartel de "Anatomía de un asesinato". Es un atractivo más de la película, desde luego.
ResponderEliminar"La estupidez humana" de estos pobres infelices no se merece tales castigos. Los Coen se pasan de vez en cuando. Pero en fin, me alegro que a alguien le haya gustado.
ResponderEliminarLa película lleva el sello de los Coen, eso está claro. Pero a mí, hasta el ecuador de la historia, la película no me atrajo mucho, la verdad.
ResponderEliminarVeo ciertas similitudes con Fargo y, aunque ésta sea mucho más comedia sobre el papel, me parece que en Fargo la ironía resultaba muchísimo más efectiva.
Además, Swinton pasa desapercibida, Brad Pitt me resulta algo irregular y Frances McDormand está hipersuperextra-sobreactuada para mí gusto. Clooney bien y Malkovich es un crack.
Yo justificaría el 7 por la resolución y el final típicamente coeniano.
Qué serio, coño.
Acertado con lo de Coeniano si con eso te refieres a despojarse de complejos y hacer un cine inteligente, divertido y original con una pizca de crítica sútil e irónica. Porque los papeles de perdedores y oportunistas le van que ni pintados a un porcentaje muy alto de la sociedad.
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