martes, enero 05, 2010

Todos están bien



En Todos están bien, remake de la italiana Están todos bien (1990), Kirk Jones supera el conservadurismo lacrimógeno de Giuseppe Tornatore, dejando a un lado las artificiosas pretensiones de un cierto expresionismo felliniano (recordemos, paseo por el Rímini invernal incluido), para aproximarse más al viaje crepuscular y melancólico de ese viudo jubilado que era Warren Schmidt (Jack Nicholson) en la película de Alexander Payne. Si el original tenía más que ver con el sentimiento de alienación del señor Scuro (magnífico Marcello Mastroianni, pese a la condición caricaturesca de su personaje) a través de una sociedad extraña, irreversiblemente trastornada, el caso del Frank Goode interpretado por Robert De Niro tiene más que ver con la fatalidad de la soledad y la incomunicación (concepto que encuentra aquí la reincidente metáfora-paradoja de los cables de comunicación que Goode ha pasado su vida forrando de PVC a lo largo de miles de kilómetros).

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