Campamento Flipy es un popurrí salvaje de sensibilidades cómicas en el que tanto cabe escatología como caspa, tanto el humor absurdo e hipervitaminado desde una estética visual pretendidamente cartoon (lejos, muy lejos de Javier Fesser) como pinceladas de gross comedy (Algo pasa con Mary es, una vez más, la referencia). Es más, en sus diferentes gradaciones de humor se hace difícil imaginar al público que quedará plenamente satisfecho ante el experimento: baste la pueril introducción animada en la que, pese a lo pueril, un Flipy de dibujos animados lanza el chiste más cafre de la película (a propósito de un perro en coma). Pero esto, como su avalancha indiscriminada de gags, como su nada esmerada continuidad (el intermitente rabo de cerdo) o como su total despreocupación geográfica (la aparición repentina del parque temático de Don Carcajón), es sólo un signo más que apunta la cercanía del producto a un vocacional espíritu trash.
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