Una barca navega a través de un riachuelo con dos amantes a bordo. Ambos se encuentran tumbados, mirándose con desbordado amor y una ternura infinita mientras la poderosa partitura clásica de Alain de Rosnay suena de fondo. La escena en sí es una alegoría a la pasión, una manifestación exaltada del enamoramiento que se acentúa con las palabras de los dos amantes: "te quiero... eres guapo... te quiero...". Y la barca se pierde entre la maleza...
Ella es una aburrida burguesa, cansada de la monotonía de su matrimonio con un aburrido periodista que ya no la toca. La única aventura que queda en su vida es la de visitar a su amiga en París los fines de semana y aprovechar la estancia para lanzarse a los brazos de Raoul, un apuesto y pretendido campeón de polo del que cree estar enamorada. Son esos (escasos) los días de libertad y de pasión que llenan la vida de Jeanne (Tournier en la ficción, Moreau en la realidad).
Y entonces la sospecha creciente de su marido la obliga a celebrar una velada a la que asistan sus dos amigos. El destino fuerza a Jeanne a sufrir una avería de camino a esa cena, cruzándose en su camino con un desconocido que acabará convergiendo con los demás actores de la trama en lo que acaba convirtiéndose en una siniestra velada: insufribles silencios y conversaciones rellenas de palabras vacuas, insolencias de un amante celoso y falsedad manifiesta de un marido con tal de no admitir duda respecto a lo que es suyo. De repente Jeanne odia todo lo que le rodea, odio profundo y aburrimiento soberano de nuevo. El vacío absoluto.
Ese vacío que no le deja dormir, que reconduce sus pasos y la lleva al exterior de la casa en la madrugada. Allí espera el arqueólogo, el desconocido que la recogió. Juego de miradas, esquivas primero y furtivas después, juego del deseo, el hombre y la mujer solos ante la naturaleza y solos el uno ante el otro, descubriendo aquello que no supieron ver a la luz del día, despertando una tormenta de sentidos que les invaden y que explotan en la unión de un beso. Los amantes se sumergen en el trance absoluto e inician un paseo que resucita sus vidas y sus corazones. Eso debe ser el amor, piensan, eso debe ser enamorarse... y Louis Malle lo pone delante de nuestros ojos para que lo comprendamos.
Pero salta a la vista que Les Amants no es una película genuina de la Nouvelle Vague. No hay transgresiones, ni un guión desmontado y rupturista, ni violencia y desorden en el montaje o los planos. Más bien Les Amants muestra un completo respeto por la narrativa y estética clásica del clásico cine francés, por lo menos hasta que descubrimos dos elementos: la aparición del bohemio y latin lover, que va y viene a ninguna parte y que simboliza la aventura, la última oportunidad para el corazón desgastado de Jeanne, y el lírico y casi onírico final, donde el enamoramiento significa también un dudoso futuro y, por tanto, un final abierto. Malle nunca fue el autor arrebatador y genuino que fueran Truffaut o Godard, pero fue de los primeros en atreverse, en romper con el clásico conservadurismo del romanticismo en el cine y de hacerlo al servicio de dos amantes que explotan su deseo en la noche, pero que con la llegada del día descubren la incerteza de su futuro. Tras hacer el amor y dormir juntos pese a la amenaza de su entorno, el cielo da paso a una nueva aurora y el día a las nuevas incertidumbres. Jeanne está segura de haberse enamorado, pero duda de sus actos al despedirse de su hija dormida, y vuelve a hacerlo tras dejar atrás la mansión, cuando ambos huyen en el coche y ella llora. Jeanne se apresura a decir que está segura de lo que hace, que no sabe qué le pasa y que le perdone. Él, serio y meditabundo mira a la carretera mientras recita la más bella frase de Les Amants:
"...desearía que siempre fuera de noche..."
SABES DE ALGUN TORRENT ACTIVO PA BAJARLA?
ResponderEliminarO SITIO...?
Es difícil, aunque puedes probar en demonoid.com, suelen tener bastantes torrents de películas clásicas. Creo que hay que registrarse, pero el registro es rápido. Quizás ahí la encuentres. Suerte.
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