Ha pasado tiempo más que suficiente para que El orfanato haya sido asimilada por el público, tanto como fenómeno comercial puntual que, un año más, supuso la salvación del año para el cine español, como película en sí. Raras son las producciones nacionales que alcanzan la bendición y suerte que ha alcanzado El orfanato, máxime cuando se trata de una opera prima como es el caso. En este caso es el nombre de Guillermo del Toro el que se anuncia bien grande en el cartel, con la seguridad de difundir a los cuatro vientos el apadrinamiento de la película por el mejicano e incluso propiciar una "sana" confusión de autoría que se acompaña con sentencias tan descaradas y tan faltas a la realidad como decir "La nueva El laberinto del fauno."
Más allá de las conveniencias de sus estrategias de márketing, la ventajosa posición de la que partía la cinta de Bayona debería ser tanto motivo de alegría por el bienvenido impulso que le da al mercado nacional como recordatorio del precario estado del cine en nuestro país y la necesidad de establecer un sistema de financiación que ofrezca, si no igualitarismo, al menos incremente la posibilidad de acceder al pequeño pedazo de pastel que sistemáticamente es negado a la inmensa mayoría. Que no todos los días al señor del Toro le gusta tu guión y pone el dinero encima de la mesa. Y quede claro que en ningún momento es una crítica a la concepción de este producto que, si en algo puede ser alabado, es en su impecable factura técnica y visual. Decir que está muy bien rodada sería quedarse muy corto, pues lo que Bayona y su equipo han hecho es aprovechar los medios en su mano para desarrollar una película que revela una pericia visual y una meticulosidad en el apartado técnico que se hallan al alcance de pocos proyectos en el cine español.
Centrándonos en la película, El orfanato es una historia de fantasmas hábilmente contada, eficaz y atmosféricamente envolvente en algunos de sus pasajes. Presenta una narrativa eminentemente clásica, constante en su manutención de un ambiente, cuando no de tensión, al menos enrarecido. Bayona ha firmado una película rícamente salpicada de los suficientes elementos para establecer una entidad propia (la máscara de trapo del niño o el personaje de la medium), pero altamente deudora de compañeras y clásicos del género a las que no escapa. Sin ir más lejos, en ciertos momentos existen generosas similitudes con Poltergeist (Tobe Hooper, 1982) o evidentes (incluso en cierta sucesión de planos de la casa) respecto a Los otros (The others, Alejandro Amenábar, 2001) la cuál asegura Bayona que es posterior a la escritura de su guión. Pero lejos de cualquier barata acusación de "corta y pega", lo máximo que se le puede atribuir sería el término "cajón de sastre", el cuál no le impide forjar una identidad propia, pero tampoco le impide apartarse una vaga sensación de dejà vu. De lo previsible de algunas situaciones y mecanismos repetidos mil y una vez, Bayona saca, no obstante, ventaja para llevar la atención del espectador al terreno que realmente le interesa: el de la pérdida. Es el vacío que deja la repentina desaparición de una persona querida (persona que, en pro de acentuar ese dramatismo, estará condenada de antemano) el que deja el hueco y la soledad enfatizados por el propio orfanato abandonado en el que vive el trío protagonista. Ese sentimiento de soledad funciona cuando deja honda huella psicológica en ese triángulo actoral que, sin embargo, falla en una de sus aristas: Fernando Cayo no está a la altura ni de la reveladora actuación del niño Roger Príncep (Simón), ni de la excelente encarnación de Belén Rueda interpretando a Laura. Será la química o será él, pero el matrimonio formado por ambos resulta harto forzado y, el personaje de Carlos, en su supuesta importancia y participación en la trama, es de largo el más desdibujado, casi prescindible desde que no se nos cuenta nada sobre él y su relación con Laura queda lejos de ayudar a profundizar en la huella que deja en una pareja la desaparición de su hijo. Rueda, sin embargo, se basta y se sobra para cargar con toda la fuerza dramática y hacernos creer la angustia de una madre o la erosión psicológica del personaje ante la insistencia de la paranormal. En un momento dado, la explosión de dolor consecuencia de este proceso revela el estado de gracia de un actriz que, con un grito es capaz de hacernos sentir cómo un alma se rompe en pedazos. Un momento tan indeciblemente trágico como brillantemente interpretado, un alarido de dolor tan incontestable como el de Angelina Jolie hacia el final de Un corazón invencible (A mighty heart, Michael Winterbottom, 2007).
En cuanto a los personajes tangentes al trío principal, los secundarios no brillan en demasía y pasan, en sus escasos minutos, con más pena que gloria. Y a propósito de Geraldine Chaplin, uno no puede dejar de pensar cómo ese aura de medium inquietante (recurso no menos aprovechable que un exorcista inquietante), se diluía por completo con aquella frase de "La policía mola." Y ojo, que aquí es el personaje el desaprovechado y no Geraldine Chaplin la mal actriz, lo cual no es y la cual cumple sobradamente en su papel de medium maja y algo rara (característica inanienable de estos personajes).
Así pues, El orfanato sería algo así como una nueva historia de fantasmas nada nueva, brillantemente acabada y cuidada al detalle, de una factura técnica impecable y una actriz principal consistente y completamente canalizadora de la tristeza que desprende su historia. El orfanato no será ni la más original ni refrescante, no será la que más miedo da y no tendrá un final gloriosamente espectacular como el de El sexto sentido (The sixth sense, M. Night Shyamalan, 1999), pero ejecuta con calculada precisión un cuento de misterio que nos induce a la tristeza y a la soledad o, al menos, invita a reflexionar sobre ellas. Y ese es su gran triunfo. Bravo por él.
------------------------------------------------------------------------------------El orfanato. España. 2007. 100'.
Director: Juan Antonio Bayona.
Guión: Sergio G. Sánchez.
Producción: Joaquín Padró, Mar Targarona y Álvaro Augustín.
Profucción ejecutiva: Guillermo del Toro.
Música: Fernando Velázquez.
Montaje: Elena Ruiz.
Fotografía: Óscar Faura.
Dirección artística: Josep Rosell.
Vestuario: María Reyes.
Intérpretes: Belén Rueda (Laura), Geraldine Chaplin (Aurora), Fernando Cayo (Carlos), Roger Príncep (Simón), Mabel Rivera (Pilar), Montserrat Carulla (Benigna), Andrés Gertrudix (Enrique), Edgar Vivar (Balabán).
Puntuación: 6,5
Explora el orfanato...
http://www.clubcultura.com/clubcine/clubcineastas/guillermodeltoro/elorfanato/ (web oficial)
http://www.labutaca.net/films/54/elorfanato.htm (sobre la película)
http://www.cine.fanzinedigital.com/3411_1-Juan_Antonio_Bayona_director_de_%E2%80%98El_Orfanato%E2%80%99.html (entrevista a Juan Antonio Bayona)
http://www.elmundo.es/metropoli/2007/01/12/teatro/1168556439.html (entrevista a Belén Rueda)
http://es.wikipedia.org/wiki/Bel%C3%A9n_Rueda (sobre Belén Rueda)
Laura:
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en que Fernando Cayo, el actor que interpreta al marido, deja muchísimo que desear. Su actuación es bastante forzada y, por si alguien lo recuerda, ha sido uno de lo primeros monologuistas en pasar por la Paramount Comedy española, sin pena ni gloria.
Y en cuanto a la historia en sí, me encanta cómo nos llevan entre lo paranormal y lo real. Y no sigo que no quiero desvelar nada...
Al margen de la crítica. "Lo" de la segunda imagen me recuerda a unos dibujos que veía de muy pequeño.
ResponderEliminarGonzov83 dice:
ResponderEliminarPara mi es una peli del monton que solo destaca por la publicidad que ha recibido...
Te la venden ademas como una peli de miedo, y es mas un dramon con fantasmas que otra cosa...
Me parecio excesivamente tipica y obvia