Iba a empezar diciendo que Death Race es el remake infructuoso de Death Race 2000, película mitiquísima apadrinada por Roger Corman en los 70 y antonomasia de la película de culto donde las haya. Pero no. Decir que Death Race es una revisión de aquella es una falta a la verdad desde el momento en que nada tienen en común ambas películas más allá de los nombres de dos personajes y algún que otro punto a añadir de poca o nula importancia.
Para aquellos que no conozcan el precedente, Death Race 2000 era una producción de bajo presupuesto y mucha desfachatez que dirigió Paul Bartel en 1975. Partía de la nada un proyecto del todo inconcebible, con el alarde de tirar por la borda cualquier convención moral, cualquier destello de planteamiento ético para idear una carrera de la muerte en un futuro en el que la sociedad americana saluda como héroes a corredores que deben acumular puntos atropellando a la población civil o deshaciéndose los unos de los otros. Con este brochazo bastará para suponer que un remake fidedigno de aquella Death Race 2000 habría puesto hoy el grito en el cielo de la DGT (10 puntos por atropellar una mujer, 40 por un hombre, 70 por niños de menos de 12 años y 100 por ancianos de más de 75) y de manifiesto que, una vez más, Hollywood se empeña en realizar remakes de películas que no lo necesitan. Pero es que también está el sentido del humor. Un humor insano, bestia y sin tapujos en una película que nunca se tomó en serio a sí misma y que no pretendía más que ser una celebración por todo lo alto del cutrerío en forma de espectáculo circense para (futuribles) masas protagonizada por a cada cuál más grotesco personaje que conducían uno de los catálogos de coches más inefables de la historia del cine. Una irrepetible galería de automóviles transformados que uno antes situaría en cualquier caravana de carrozas temáticas en fiestas de pueblo que en una futurista carrera a vida o muerte. En definitiva, el compendio daba como resultado lo más parecido que el celuloide a dado a los Autos Locos (Wacky Races) invadiendo la pantalla con malos modales y alevosía.
Nada hay de esto en la Death Race de Paul W. S. Anderson. No hay sentido del humor, sino la mera voluntad de continuar la cadena de montaje de productos extremadamente comerciales de target preferiblemente adolescente, preferiblemente descerebrado. Anécdotico y triste es, pues, que el nombre de Roger Corman aparezca remotamente asociado a la producción de esta película tan rápida como su consumo, cuyo objetivo no es más que empacar el mayor número de carreras realizadas en el mayor número de planos para una vez más, llevarnos hasta un espectáculo agotador y repetitivo hasta la saciedad. Si Death Race 2000 era hija de la exploitation, de la serie B más excelsa, Death Race lo es de la era del videoclip (la aparición de las despampanantes copilotos en viciado slow motion a ritmo de sucedáneo de Destiny's Child) y los videojuegos (las armas que son activadas al pasar el coche por encima del correspondiente botón), debiéndole más a la serie Need for Speed que a cualquier referente cinematográfico. Si aquella disfrutaba de una excelente planificación de planos de persecución que la hacía honrosa coetánea de Vanishing Point (Richard C. Sarafian, 1971) o Gone in 60 seconds (H.B. Halicki, 1975), esta prefiere la técnica Bruckheimer y vomitar planos casi imperceptibles al ojo humano mientras se proclama orgullosa continuadora de la funesta saga de A todo gas (The Fast and the Furious). En definitiva, todo se ha perdido en un burdo producto de acción que asquea por su corrección moral (las carreras se realizan en una prisión de alta seguridad, alejada de la sociedad civilizada a la que se remite en alguna ocasión), que hastía por sus tópicos a mansalva y desespera por una previsibilidad absoluta.
Nada ni nadie salva el desaguisado absoluto que nunca debió haber visto la luz. Jason Statham es un héroe de acción plano (quizás sólo John Carpenter o Guy Ritchie sean capaces de imprimer algún matiz a sus personajes) y Joan Allen es una parodia irrisoria de la mujer implacable que tan bien sabía ejecutar en la saga Bourne. Al final, todo queda resumido en la sentencia que el personaje de Ian McShane espeta en un momento dado: "Es cuestión de audiencias. Chicas bonitas, coches rápidos".
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Death Race. Estados Unidos. 2008. 105'.
Dirección: Paul W.S. Anderson.
Guión: Paul W.S. Anderson y J.F. Lawton.
Producción: Jeremy Bolt, Paul W.S. Anderson y Paula Wagner.
Música: Paul Haslinger.
Fotografía: Scott Kevan.
Montaje: Niven Howie.
Diseño de producción: Paul Austerberry.
Vestuario: Gregory Mah.
Intérpretes: Jason Statham (Jensen Ames), Joan Allen (Hennessey), Tyrese Gibson (Machine Gun Joe), Ian McShane (Coach), Natalie Martinez (Case), Jacob Vargas (Gunner), Fred Koehler (Lists), Robert LaSardo (Grimm), Justin Mader (Travis Colt), Max Ryan (Slovo Pachenko), Jason Clarke (Ulrich).
Puntuación: 2
Death Race en la red...
http://www.deathracemovie.net/ (web oficial)
http://www.universalpictures.es/sites/deathrace/ (web oficial España)
http://www.labutaca.net/films/61/death-race.php (sobre la película)
http://www.horrorphile.net/death-race-2000/ (sobre Death Race 2000, en inglés)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article3623.html (sobre Jason Statham)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2152.html (sobre Joan Allen)
Para aquellos que no conozcan el precedente, Death Race 2000 era una producción de bajo presupuesto y mucha desfachatez que dirigió Paul Bartel en 1975. Partía de la nada un proyecto del todo inconcebible, con el alarde de tirar por la borda cualquier convención moral, cualquier destello de planteamiento ético para idear una carrera de la muerte en un futuro en el que la sociedad americana saluda como héroes a corredores que deben acumular puntos atropellando a la población civil o deshaciéndose los unos de los otros. Con este brochazo bastará para suponer que un remake fidedigno de aquella Death Race 2000 habría puesto hoy el grito en el cielo de la DGT (10 puntos por atropellar una mujer, 40 por un hombre, 70 por niños de menos de 12 años y 100 por ancianos de más de 75) y de manifiesto que, una vez más, Hollywood se empeña en realizar remakes de películas que no lo necesitan. Pero es que también está el sentido del humor. Un humor insano, bestia y sin tapujos en una película que nunca se tomó en serio a sí misma y que no pretendía más que ser una celebración por todo lo alto del cutrerío en forma de espectáculo circense para (futuribles) masas protagonizada por a cada cuál más grotesco personaje que conducían uno de los catálogos de coches más inefables de la historia del cine. Una irrepetible galería de automóviles transformados que uno antes situaría en cualquier caravana de carrozas temáticas en fiestas de pueblo que en una futurista carrera a vida o muerte. En definitiva, el compendio daba como resultado lo más parecido que el celuloide a dado a los Autos Locos (Wacky Races) invadiendo la pantalla con malos modales y alevosía.
Nada hay de esto en la Death Race de Paul W. S. Anderson. No hay sentido del humor, sino la mera voluntad de continuar la cadena de montaje de productos extremadamente comerciales de target preferiblemente adolescente, preferiblemente descerebrado. Anécdotico y triste es, pues, que el nombre de Roger Corman aparezca remotamente asociado a la producción de esta película tan rápida como su consumo, cuyo objetivo no es más que empacar el mayor número de carreras realizadas en el mayor número de planos para una vez más, llevarnos hasta un espectáculo agotador y repetitivo hasta la saciedad. Si Death Race 2000 era hija de la exploitation, de la serie B más excelsa, Death Race lo es de la era del videoclip (la aparición de las despampanantes copilotos en viciado slow motion a ritmo de sucedáneo de Destiny's Child) y los videojuegos (las armas que son activadas al pasar el coche por encima del correspondiente botón), debiéndole más a la serie Need for Speed que a cualquier referente cinematográfico. Si aquella disfrutaba de una excelente planificación de planos de persecución que la hacía honrosa coetánea de Vanishing Point (Richard C. Sarafian, 1971) o Gone in 60 seconds (H.B. Halicki, 1975), esta prefiere la técnica Bruckheimer y vomitar planos casi imperceptibles al ojo humano mientras se proclama orgullosa continuadora de la funesta saga de A todo gas (The Fast and the Furious). En definitiva, todo se ha perdido en un burdo producto de acción que asquea por su corrección moral (las carreras se realizan en una prisión de alta seguridad, alejada de la sociedad civilizada a la que se remite en alguna ocasión), que hastía por sus tópicos a mansalva y desespera por una previsibilidad absoluta.
Nada ni nadie salva el desaguisado absoluto que nunca debió haber visto la luz. Jason Statham es un héroe de acción plano (quizás sólo John Carpenter o Guy Ritchie sean capaces de imprimer algún matiz a sus personajes) y Joan Allen es una parodia irrisoria de la mujer implacable que tan bien sabía ejecutar en la saga Bourne. Al final, todo queda resumido en la sentencia que el personaje de Ian McShane espeta en un momento dado: "Es cuestión de audiencias. Chicas bonitas, coches rápidos".
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Death Race. Estados Unidos. 2008. 105'.
Dirección: Paul W.S. Anderson.
Guión: Paul W.S. Anderson y J.F. Lawton.
Producción: Jeremy Bolt, Paul W.S. Anderson y Paula Wagner.
Música: Paul Haslinger.
Fotografía: Scott Kevan.
Montaje: Niven Howie.
Diseño de producción: Paul Austerberry.
Vestuario: Gregory Mah.
Intérpretes: Jason Statham (Jensen Ames), Joan Allen (Hennessey), Tyrese Gibson (Machine Gun Joe), Ian McShane (Coach), Natalie Martinez (Case), Jacob Vargas (Gunner), Fred Koehler (Lists), Robert LaSardo (Grimm), Justin Mader (Travis Colt), Max Ryan (Slovo Pachenko), Jason Clarke (Ulrich).
Puntuación: 2
Death Race en la red...
http://www.deathracemovie.net/ (web oficial)
http://www.universalpictures.es/sites/deathrace/ (web oficial España)
http://www.labutaca.net/films/61/death-race.php (sobre la película)
http://www.horrorphile.net/death-race-2000/ (sobre Death Race 2000, en inglés)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article3623.html (sobre Jason Statham)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2152.html (sobre Joan Allen)
yo es que cada vez más veces pienso que para algunas cosas estoy muy mayor, no se que pinta esta película a estas alturas, es la fiebre del remake señores.
ResponderEliminarSaludos...
Un remake innecesario más. Y lo peor es que la cosa parece no tener fin. Es más que fiebre, es una rutina ya plenamente integrada en la industria de Hollywood, para desgracia nuestra...
ResponderEliminarSaludos