Yo no tenía ninguna esperanza, y sin embargo vivía de esperanzas; desde que ella había desaparecido, no me quedaba otra cosa. No sabía qué descubrimientos, qué burlas, qué torturas me aguardaban aún. No sabía nada, y me empecinaba en creer que el tiempo de los milagros crueles aún no había terminado.
Stanislaw Lem, Solaris
Por los milagrosos desencuentros que propicia el cine para con sus referentes. Por Tarkovsky y su más cruel milagro: el final de Solaris.
Provoca ver la cinta.
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