lunes, febrero 25, 2008

Cloverfield (Monstruoso)



Bajo la bendición del nuevo gurú de la televisión J. J. Abrams, sinónimo de Lost y sinónimo de misterio exponencialmente comercial, Cloverfield se presenta como una refrescante renovación de las coordenadas del género de la monster movie. Esto es innegable cuando echamos la vista atrás y establecemos comparaciones con sus compañeras de género de las que difiere muy notablemente, desde el protagonismo otorgado a su bestia al tratamiento que sus personajes vayan a recibir.

Pero empecemos por el principio y digamos que Cloverfield ha presentado una de las campañas de marketing más brillantes del cine reciente. Dicha campaña se articuló favoreciendo la ansiedad de curiosos y ajenos en torno a la figura del monstruo: ¿cómo era? ¿a qué motivaciones respondía? ¿se trataba de una bestia de implicaciones post-nucleares y anti-occidentales como Godzilla? ¿o algo más romántico en plan King Kong? La estrategia a seguir era la de guardar casi todas las respuestas y ofrecer un jugoso cebo: la estupenda escena en la que vemos rodar la cabeza de la Estatua de la Libertad por las calles de Manhattan. Ese inteligente punto de partida le basta a Matt Reeves para cumplir de largo las expectativas comerciales y presentar lo que realmente se esconde tras el envoltorio. Como muy acertadamente comentaba J. P. Bango en la blogosfera, no es una película de monstruos en el sentido estricto, sino más bien de pérdida y la búsqueda, o de supervivencia y amor. Dos conceptos clave convergen para darle sentido a esta afirmación: en primer lugar, la relegación del monstruo a un foco secundario, aún fuente de las catástrofes que definen su género propio, pero sólo contemplado en el modo en que estas repercuten sobre particulares dramas humanos (verdaderos protagonistas de la película); en segundo lugar, la cámara subjetiva como herramienta principal para desmarcarse de las convenciones del género.



Hace poco veíamos cómo la utilización del recurso de la cámara subjetiva daba excelentes resultados en una película de peculiarísimas características como es [Rec] (Jaume Balageró y Paco Plaza, 2007). Allí el punto de vista subjetivo se adhería perfectamente a la creciente atmósfera claustrofóbica y tensión insostenible, haciéndonos privilegiados testigos de un caos de herméticas condiciones y salidas vetadas. En Cloverfield la cámara vuelve a ser esa herramienta que, en este caso, media entre la odisea particular de un grupo de amigos y la catástrofe que el monstruo de marras genera en la Gran Manzana. Tras una estiradísima introducción que nos presenta muy por encima a los asistentes de una fiesta de entre los que saldrán los cuatro seleccionados que conformen la trama, pasamos a la irrupción de la bestia en las aceras neoyorquinas con la mencionada y celebrada decapitación de la Estatua de la Libertad. Desde ese momento, la cámara y por ende nosotros espectadores, somos introducidos en el caos y la anarquía como statu quo. Esa cámara se revela como testigo nervioso que corre entre la confusión, se esconde ante una enorme avalancha de polvo y escombros o filma asustada la repentina aparición ante su lente de un ejército abriendo fuego contra el monstruo. En su carácter testimonial, su objetivo se convierte en valioso canalizador de ansiedades y miedos en directo pero, paradójicamente, también interfiere cuando corre y se adentra en la confusión, en mostrarnos aquello de lo que estamos huyendo.



Cloverfield es una estimable propuesta, renovadora e interesante que, sin embargo, se queda a mitad de camino en sus propósitos. La cámara subjetiva demuestra agotarse y agotar al espectador en su empresa personal, que aquí se refiere a héroes anónimos y perfectamente vulnerables tratando de salvar las personas a las que aman. Y a pesar del pretendido realismo que adopta la narración a través de dicha cámara, es inevitable pensar que el drama particular que ese pequeño grupo de personajes viven chirría en unas interpretaciones que se quedan en la suficiencia pero nunca implican al espectador. En el otro extremo, esa misma cámara es la que relega las apariciones del monstruo a contadas escenas y, por tanto, establece la paradoja de una monster movie en la que el monstruo apenas sí gana entidad alguna. Esta es la principal contradicción de Cloverfield, la que la deja en un apreciable intento de redefinir las convenciones de su género que no acaba de funcionar. Quizás la redefinición no era el camino a seguir, sino la subversión que tan bien se le dio a Bong Joon-ho en The Host (2006), película que con el tiempo parece estar ganándose el título de película con monstruo de la década.

Quienes busquen en Cloverfield lo inédito, a ciencia cierta lo encontrarán. Sin ocultar su vocación netamente comercial, la propuesta presentada por Reeves bajo la tutela de Abrams es sin duda original y valiosa en sus planteamientos, aunque no todo lo efectiva que se esperara de ella en sus resultados. Cloverfield funciona como entretenimiento pasajero a la vez que queda lejos de la película en la que nos regodeamos viendo al monstruo de turno arrasar con todo aquello que se le pone por delante. Y quizás, aunque vano, sea eso lo que acabemos echando de menos en ella.
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Cloverfield. Estados Unidos. 2008. 85'.
Director: Matt Reeves.
Guión: Drew Goddard.
Producción: J. J. Abrams y Bryan Burk.
Fotografía: Michael Bonvillain.
Montaje: Kevin Stitt.
Diseño de producción: Martin Whist.
Vestuario: Ellen Mirojnick.
Intérpretes: Lizzy Caplan (Marlena), Jessica Lucas (Lily), T.J. Miller (Hud), Michael Stahl-David (Rob), Mike Vogel (Jason), Odette Yustman (Beth).
Puntuación: 6
Cloverfield en la red...
http://www.labutaca.net/films/59/monstruoso.php (sobre la película)
http://www.cloverfieldmovie.com/ (web oficial)
http://www.cloverfieldmovie.com/intl/es/ (web oficial España)
http://blogs.elpais.com/nachovigalondo/2008/02/a-propsito-de-c.html (A propósito de Cloverfield, por Nacho Vigalondo)
http://es.wikipedia.org/wiki/J._J._Abrams (sobre J. J. Abrams)

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