domingo, septiembre 21, 2008

El rey de la montaña



La propuesta en sí ya es motivo de celebración. Que El rey de la montaña finalmente se haya estrenado es más que una buena noticia para un cine español que en los últimos tiempos ve brotar, pese a las dificultades, talentos que se catapultan y obtienen el reconocimiento fuera de nuestras fronteras mientras en nuestro país han de luchar angustiosamente por elevar el número de salas donde se exhibe su película (Fresnadillo o Vigalondo serían el paradigma del ejemplo). En el caso del director madrileño Gonzalo López-Gallego, esta su segunda película le ha proporcionado alegrías en el reciente Festival de Toronto y ya le ha valido su billete para dirigir en Estados Unidos Solo.

La trama que se nos presenta en El rey de la montaña es harto impactante. Un hombre se encuentra, tras una serie de desventuras, solo en medio de un territorio cuasi salvaje en el que alguien, sin motivo aparente, le dispara sin cesar. Quim (Leonardo Sbaraglia) es ese hombre que se encuentra de repente en una prueba de supervivencia junto a Bea (María Valverde) una misteriosa chica de la que ni sabremos de dónde viene ni a dónde va. Este planteamiento, bien llevado por una realización a la que nada hay que reprocharle, se revela como sumamente atractivo y sin embargo, también como su mayor handicap. Le proponía Hitchcock a Truffaut en su celebérrima entrevista que se imaginara una trama en la que se descubriera, a principio de la película, un barco fantasma a la deriva, sin un alma. Hitchcock lo hizo para demostrar a Truffaut que nunca podría haber realizado una película así, pues cualquier resolución que le diera a la historia iba a quedar muy debajo por las gigantescas expectativas creadas al principio. La pequeña anécdota viene al pelo para señalar que la mayor contradicción de El rey de la montaña es que, pese a su arrebatadora y cautivadora proposición, a pesar de ser el vehículo perfecto para un relato angustioso de principio a fin, sabemos que concluirá con las expectativas rebajadas en una resolución difícilmente satisfactoria. La sospecha se cumple y la pirueta narrativa nos deja un final donde la pretensión es realizar una dolorosa crítica a la violencia y su promoción mediática, pero donde queda en evidencia que el escogido es el contexto más improbable para que esa intención crítica tenga una auténtica resonancia.



Sin duda lo más interesante de El rey de la montaña es tanto la angustiosa atmósfera que López-Gallego consigue imprimirle a su película como la inteligente configuración de los personajes: Quim es lo más alejado a un héroe, un ser que se encuentra en un entorno hostil que pone a prueba su instinto de supervivencia y que deja en evidencia su cobardía; Bea es inescrutable, un personaje del que intuimos y no sabemos, que aglutina doloroso pasado e incierto presente. Son dos personajes intencionadamente indefensos, civilizados sometidos a una situación extrema en un medio en el que se encuentran desvalidos. En este sentido El rey de la montaña es una honrosa discípula de la magnífica Defensa (Deliverance, John Boorman, 1972) y enfrenta al ser humano a una naturaleza agresiva remitiéndonos a Herzog y Kinski, si bien los resultados quedan muy lejos de aquellos. Difiere la película de López-Gallego en optar por un ritmo narrativo más frenético que en aquellas, más incansable que triunfa en su objetivo de angustiar al espectador, pero que sin embargo descuida el desgaste psicológico de los personajes. Sin embargo, el mayor fallo de El rey de la montaña nada tiene que ver con estos aspectos, sino que señala directamente hacia un vicio tristemente extendido en el cine y del cuál deja de perderse noción: la funcionalidad del plano. Hay una ansiedad latente en introducir el más virtuoso plano, elevar la cámara cuando no es necesario o colocarla en lugares imposibles cuando lo que sucede menos lo requiere. En definitiva, una ansiedad de aglutinamiento de planos a cada cuál más estilizado que acaban por olvidar el sentido de los mismos. Es de recibo decir, sin embargo, que en su empeño por sorprender con la cámara López-Gallego logra algunos pequeños triunfos, a saber el acertado punto de vista subjetivo en algunos momentos de la escena final para emular la sensación de shooter.

El cómputo general nos dice que El rey de la montaña es una película sorprendente en su propuesta y en su factura. Proyectos así son los que necesitan una mayor confianza de parte de la industria para empujar al espectador a las salas y no esperar a que sea la lista de premios y reconocimientos foráneos los que despierten el interés. Si bien El rey de la montaña no está exenta de carencias, sí que es una película a tener en cuenta por su valentía y originalidad, amén de sus logros como thriller netamente intenso. Por tanto, podemos congratularnos por un pequeño triunfo, uno más, camino de una alternativa necesaria a los perfiles que la rígida estructura de la industria cinematográfica estipula en nuestro país.
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El rey de la montaña. España. 2007. 90'.
Director: Gonzalo López-Gallego.
Guión: Javier Gullón y Gonzalo López-Gallego.
Música: David Crespo.
Fotografía: José David Montero.
Montaje: Gonzalo López-Gallego.
Dirección artística: Peio Villalba.
Vestuario: Tatiana Fernández.
Producción: Juan Pita, Juanma Arance, Miguel Bardem, Elena Manrique y Álvaro Augustin.
Intérpretes: Leonardo Sbaraglia (Quim), María Valverde (Bea), Pablo Menasanch (guardia joven), Francisco Olmo (guardia mayor), Manuel Sánchez Ramos (empleado gasolinera).
Puntuación: 6
El rey de la montaña en la red...
http://www.labutaca.net/films/57/elreydelamontana.php (sobre la película)
http://www.cineando.com/entrevistas/gonzalo-lopez-gallego-el-rey-de-la-montana-no-te-deja-indiferente/ (entrevista a López-Gallego)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1832.html (sobre Leonardo Sbaraglia)
http://es.wikipedia.org/wiki/Mar%C3%ADa_Valverde (sobre María Valverde)

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