Uno puede inferir pistas, ideas remotas de por qué el cine, es en ocasiones, capaz degenerar tan inmensas sensaciones en momentos precisos, particulares. Hay escenas que tienen un poder inaudito. Uno no sabría explicar a ciencia cierta las razones de esa fuerza ciclónica que azota el alma disparándonos la adrenalina o invocando un súbito sentimiento de admiración hacia unas imágenes que han alcanzado el aura de lo irrepetible. La experiencia de asistir a un primer momento de esa pequeña porción de arte tiene no poco de lo que Walter Benjamin suscribiera, esa lejanía de la misma para con el espectador que hace admirarla en su primer contacto hasta límites insospechados. Sin embargo el cine ha demostrado ser excepcionalmente capaz de amortiguar la pérdida de ese aura, proponer escenas que difícilmente pierden esa inusitada fuerza y cuyo desgaste a través de los visionados se reduce a la mínima expresión.
Hay no pocos momentos en ambas mitades de Kill Bill que contienen esa fuerza que desafían como los que más al desgaste de la repetición. Y la entrada y presentación de los 88 maníacos es, sin ningún género de dudas, uno de los grandes candidatos. Desde la fijación tarantiniana antes buñueliana (y los que dejamos en el camino) por los pies al insolente acercamiento de la cámara al grupo en dos golpes acordes a la épica, inmensa Battle without honor or humanity de Tomoyasu Hotei, pasando por la ralentización de la imagen que nos permite observar personajes auténticamente carnavalescos pero temibles, desafiantes en sus miradas a la cámara. La escena es una voltereta estética que sigue remitiendo a la infinita mixtura de influencias de las que bebe Tarantino, un prodigio del montaje que sirve de apertura al último acto de Kill Bill vol. I. Y también una impecable presentación de unos villanos que casi parecen héroes, casi parecen ridículos a nuestros ojos, y sin embargo miran a la cámara con toda la insolencia del mundo, desafiándonos a cuestionar su talla como enemigos. De tamaña apertura de acto, de la descripción de dichos antagonistas, pasamos a una nueva pirueta de la cámara que definirá el contexto, el espacio donde tendrá esa batalla sin honor o humanidad y, en última instancia, el punto donde se encuentra la heroína. Y en medio, los 5, 6, 7, 8'S en un escenario cantando ¿Se puede pedir más?
Hay no pocos momentos en ambas mitades de Kill Bill que contienen esa fuerza que desafían como los que más al desgaste de la repetición. Y la entrada y presentación de los 88 maníacos es, sin ningún género de dudas, uno de los grandes candidatos. Desde la fijación tarantiniana antes buñueliana (y los que dejamos en el camino) por los pies al insolente acercamiento de la cámara al grupo en dos golpes acordes a la épica, inmensa Battle without honor or humanity de Tomoyasu Hotei, pasando por la ralentización de la imagen que nos permite observar personajes auténticamente carnavalescos pero temibles, desafiantes en sus miradas a la cámara. La escena es una voltereta estética que sigue remitiendo a la infinita mixtura de influencias de las que bebe Tarantino, un prodigio del montaje que sirve de apertura al último acto de Kill Bill vol. I. Y también una impecable presentación de unos villanos que casi parecen héroes, casi parecen ridículos a nuestros ojos, y sin embargo miran a la cámara con toda la insolencia del mundo, desafiándonos a cuestionar su talla como enemigos. De tamaña apertura de acto, de la descripción de dichos antagonistas, pasamos a una nueva pirueta de la cámara que definirá el contexto, el espacio donde tendrá esa batalla sin honor o humanidad y, en última instancia, el punto donde se encuentra la heroína. Y en medio, los 5, 6, 7, 8'S en un escenario cantando ¿Se puede pedir más?
No, no se puede pedir más, es la película perfecta. Y eso que en el video quedó cortado el plano secuencia depalmiano a través del antro ese, con la música de fondo de las 5,6,7,8s. En Carrie (una de las pelis favoritas de Tarantino) había un plano secuencia muy parecido, en el baile.
ResponderEliminarY lo más glorioso es que Tarantino sigue entregando escenas antológicas, una tras otra. Acá tengo la masacre de los 88 sin censura y a todo color.
http://denmeceluloide.blogspot.com/2007/11/seleccin-clipera.html
Un abrazo!
Una película que no me canso de recomendar a todo el mundo. Es el universo Tarantiniano exponencialmente (exceptuando el cine más negro del autor).
ResponderEliminarÚna presentación con lenguaje audiovisual más de videoclip que de otra cosa, pero efectiva y sensacional.
Crazy 88's, enormes. Sí, uno de los mejores momentos de la peli, sin duda. Por su ritmo, por el montaje efectista (y efectivo, a tope), por la música que lo acompaña y porque se adueña de tu visión.
ResponderEliminarPero hay tan pocas cosas que no acaben perdiendo el aura...
Que majetes los katos, homenaje aun tipo de cine anterior, pues a mi me gusta más la escena que se supone que sigue a esta.
ResponderEliminarSaludos...
Y que me dices de como la fusion entre las dos canciones separa lo que nunca fue cortado con tijera?
ResponderEliminarmierda.
ResponderEliminarEs un inolvidable compendio de soluciones drásticas, que, en imágenes, son qué sé yo.. probablemente disparos! Me encanta Kill Bill.
ResponderEliminarLo de la fusión es increíble. Después de un alarde de montaje, deja las tijeras y realiza ese milagro. Y la verdad es que por mucho que nos pongamos no descubriremos la fórmula mágica... Al final lo mejor es disfrutar de los disparos.
ResponderEliminarUn saludo
Jordi