domingo, octubre 30, 2005

Las invasiones bárbaras

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Pocas veces uno se sienta delante de una pantalla y disfruta viendo 99 minutos de metraje en los que no se le trata como a un verdadero idiota. Si bien la inteligencia en el cine de hoy es un bien escaso, Denys Arcand, compatriota de Cronenberg, demuestra que con ella se puede hacer una película sencilla y mayúscula al mismo tiempo. Y ese es el caso de Las invasiones bárbaras.


La historia de un profesor de universidad que se encuentra al final de su vida tras conocer el diagnóstico de un cáncer incurable, es, al contrario de lo que se podía esperar, un relato optimista y lleno de vida, en el que su protagonista, joven de corazón decide compartir esos últimos momentos con sus amigos, ex amantes, ex mujer y ex hijo, un capitalista triunfador amante de los videojuegos al que ya no reconoce. Será el momento de cerrar heridas, reconciliarse con el mundo, lanzar sus últimos discursos y debatir con sus colegas de profesión el concepto de inteligencia en el mundo como un fenómeno colectivo que surge en momentos señalados de la historia. El cretinismo, el apagón cultural, la decadencia del mundo occidental y las invasiones bárbaras en las fechas posteriores a un septiembre de 2001 que presumía del inicio de una nueva era. Sorprende y resulta agradable encontrar un recodo en el celuloide donde hablar de estos temas sin asomo de pedantería y recurrir a otros como la eutanasia sin reparos y como expresión del derecho inalienable del individuo, más aún de un individuo libre como pocos, pensador y vividor que se encuentra desamparado y desconsolado ante la hora de su muerte. Rémy es un personaje entrañable, renegón y tremendamente inteligente, socialista convencido y completamente convencido de la tragedia que supone morir sin haber dejado una huella, al menos al nivel de uno mismo, haberlo intentado. El círculo de amigos que le rodea es el último reducto cultural y de vida donde resistir a la incomunicación, a la absorción de una sociedad inhumana y tremendamente aburrida, representada en su hijo, Sébastien. Ambos mantienen una relación de amor-odio por lo diferente de sus vidas, por el rumbo que cada uno tomaron, caminos separados el uno del otro pero al final no tan distantes como parecían.



La labor de Rémy Girard y de los demás actores es decisiva para construir esta obra sin pretensiones, alegre y nada tediosa, capaz de filosofar y de hablar abiertamente del mundo que nos rodea. Sus interpretaciones son tan sencillas y tan sólidas como la película misma, le dan un soplo de aire fresco a pesar de lo serio del tema que aquí se trata. Además, se trata de los mismos personajes que acompañaron a Arcand en su debut y acaso predecesora de Las invasiones..., y realizada 16 años antes, El declive del imperio americano, con lo que hay que entenderla como parte de una pequeña gran obra dedicada al estado de nuestro mundo y la cultura vistos a través de la mirilla de unos cuantos personajes. Los diálogos, brillantes, les acompañan a lo largo de una película que se deja ver con facilidad, da que pensar y encima, deja un buen sabor de boca. Una asignatura pendiente para cualquier cinéfilo que no la haya visto.
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Les invasions barbares. Canadá y Francia. 2002. 99'.
Director: Denys Arcand.
Guión: Denys Arcand.
Música: Pierre Aviat.
Fotografía: Guy Dufaux.
Montaje: Isabelle Dedieu.
Intérpretes: Rémy Girard (Rémy), Stéphane Rousseau (Sébastien), Marie-Josée Croze (Nathalie), Marina Hands (Gaëlle), Dorothée Berryman (Louise), Johanne Marie Tremblay (Constance).
Puntuación: 9
Más sobre esta película bárbara...
http://www.golem.es/lasinvasionesbarbaras/ (web oficial en España)
http://www.zinema.com/pelicula/2003/lasinvas.htm (sobre la película)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2026.html (crítica)
http://www.filasiete.com/invasbarbaras.htm (otra crítica)
http://www.dfait-maeci.gc.ca/latinamerica/wn-04-canadian-films-es.asp (sobre Denys Arcand)

jueves, octubre 27, 2005

Una historia de violencia

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Tal vez sea la crítica más difícil con la que me he enfrentado desde que abrí el blog... Vuelvo a hablar de Cronenberg, por el que no oculto mi devoción, y lo vuelvo a hacer con una película que me dejó un extraño sabor de boca y sobre la que, horas después de verla, aún seguía meditando. A algunos supuestos fans del director les será muy difícil aceptar Una historia de violencia, en el sentido en que el canadiense ha optado por demostrar que su cine puede prescindir perfectamente de la ciencia-ficción, el terror biológico y las realidades paralelas y seguir teniendo su inconfundible sello, con el mérito añadido de hacerlo en una película de encargo.


Si uno se enfrenta por primera vez a su cine, no creo que este sea el mejor punto para comenzar. Desconociendo la inteligencia de un cineasta capaz de rodar películas como eXistenZ, complejas hasta el extremo, su última película puede resultarle decepcionante, engañosamente simple. Y digo engañosamente, porque efectivamente, esconde mucho más de lo que aparenta decir. La historia es la de Tom Stall, padre perfecto de una familia perfecta y llena de amor, con niños perfectos y una educación perfecta en su casa perfecta de un pueblecito tranquilo y gobernado por el Sheriff prototípico de cualquier película típica americana de medio pelo. Es el sueño americano reproducido con exactitud. Entonces, ¿qué es lo que falla? ¿se ha vendido Cronenberg al americanismo más arraigado en el cine, a los tópicos típicos dictados por Hollywood?
La paz familiar se ve alterada cuando dos asesinos despiadados irrumpen en el pueblo y entran en la cafeteria de Tom. Cuando uno de ellos intenta matar a una de sus empleadas, Tom actúa de manera instintiva y en un acto heroico consigue matarlos. Es el héroe americano. La prensa lo alaba, su familia lo quiere más aún. Él sólo quiere olvidarlo y a otra cosa. Ya tenemos el sueño americano y el heroe americano ¿Qué más se puede pedir?
Entonces llegan otros tres matones al pueblo e insisten en que conocen a Tom, al que llaman Joey, y del que conocen un pasado mucho más oscuro que el escondido bajo su burbuja de felicidad. A partir de aquí el argumento se ha acabado, o mejor dicho pasa a ser una sola palabra: Violencia.
Violencia genera violencia. No es la violencia gratuita una característica de esta película, sino la razón de la misma, el hilo conductor, hasta tal punto que poco o nada sabemos del pasado de Stall y el argumento se reduce a más bien poco. No es casualidad que se nos haya presentado la película en su primera parte como un producto pastelón de sobremesa, y de ello nos damos cuenta cuando el viaje oscuro de Stall desencadena una espiral inacabable de violencia y descubrimos, en algún punto, que ya no es un héroe, sino un asesino. Y eso es ni más ni menos la reinvención del héroe americano. Un héroe que mata, un héroe que asesina, que tiene una escopeta en casa y que quiere proteger a su familia a base de rebentar cabezas y derramar sangre de los que amenazan su seguridad. Un héroe que responde a sus instintos, los instintos de un animal comunes a todos los seres humanos, un héroe que golpea y folla a su mujer en la escalera de su casa y que después de organizar una gran masacre se redimirá ante Dios y volverá a casa donde le esperará un plato en la mesa. Si con el último plano alguien no es consciente de lo repugnante y lo terrible de todo lo que acaba de ver, entonces vale la pena que no piense más y se ponga a ver películas made in Bruckheimer.


Si bien es de lo que menos me ha interesado de Cronenberg, no puedo evitar pensar en esta película como una radiografía de la violencia que se ajusta a una de las estructuras básicas de su cine: una primera parte en el que se nos presenta lo real, el estado presente y una segunda parte en la que se nos lleva a la deformación de la realidad o descenso a los infiernos del personaje principal. Y sin embargo eché de menos un guión mucho más consistente (no en cuanto a historia, sí en cuanto a diálogos) que la pusieran a la altura de otros logros de su carrera. Además, algunos de los clichés reproducidos no me parecieron entrar en la ironía del director, sino que los entendí como tales, pero es difícil discernir la frontera de lo que es intencionado o no. La música de Howard Shore es otra de las cosas que no me gustaron, tanto por la música en sí como en lo inoportuno de su uso.


A pesar de ello, la oscuridad y lo oculto de los personajes y las historias de este fantástico (en su doble sentido) creador no nos han abandonado en esta película, y ahí está su secreto. En ser oscura sin abandonar los lugares luminosos, sin dejar de lado lo cotidiano...
Es extraña, muy extraña, a veces uno tiene la impresión de que Cronenberg se está burlando del espectador, otras que es un verdadero genio, otras que no sabe dirigir actores y otras que los lleva con genialidad hasta la caricatura (no olvidemos que Una historia de violencia está basada en una novela gráfica), en especial el personaje de William Hurt. Uno piensa, también, que es capaz de seguir siendo único sin reproducir rasgos de su filmografía que llevan a unos cuantos papanatas a tratarle de director encasillado, y que es uno de esos que seguirá haciendo la película que le de la gana, de encargo o no, mientras su mente inquieta se lo permita.
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A history of violence. Estados Unidos y Canadá. 2005. 96'.
Director: David Cronenberg.
Guión: Josh Olson; basado en la novela gráfica de John Wagner y Vince Locke.
Música: Howard Shore.
Fotografía: Peter Suschitzky.
Montaje: Ronald Sanders.
Intérpretes: Viggo Mortensen (Tom Stall), Maria Bello (Edie Stall), Ed Harris (Carl Fogarty), William Hurt (Richie Cusack), Ashton Holmes (Jack Stall).
Puntuación: 7
Más cosas sobre esta historia de violencia...
http://www.labutaca.net/films/33/ahistoryofviolence.htm (sobre la película)
http://www.historyofviolence.com/ (web oficial)
http://usuarios.lycos.es/cronenberg/ (sobre David Cronenberg)
http://www.fotogramas.wanadoo.es/fotogramas/CRITICAS/10245@CRITICAS@0.html (una critica)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2833.html?topic=4 (otra crítica)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1607.html (sobre Viggo Mortensen)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1502.html (sobre Maria Bello)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1673.html (sobre Ed Harris)

miércoles, octubre 26, 2005

21 gramos



Cuenta pendiente saldada. La vi hace unos días y aún me dura el nudo en el estómago. Una de esas películas que golpean la vida de una persona de forma inesperada y dura, y que, a pesar de todo, se hace querer y uno no puede sino tener el deseo de verla otra vez.

Y es que 21 gramos es una gran película, trágica hasta lo indecible, poderosa, dolorosa y humana como pocas. El primer fotograma es toda una declaración de intenciones, con Sean Penn sentado al borde de una cama donde duerme desnuda la bellísima Naomi Watts, y un silencio sepulcral que encierra dolor. Una caja de pandora en la que se han metido tres vidas desconocidas entre sí pero unidas por la fatalidad del destino. Un hombre enfermo (Penn), que espera un trasplante de corazón y que ve como su vida y su matrimonio se acaban, un ex presidiario (del Toro) ahora reconvertido y religioso, amante de su familia, y una mujer (Watts) feliz con su marido y sus dos hijas. Un accidente trunca esas vidas y las cambia para siempre, para unos en forma de segunda oportunidad, para otros como la evidencia de un perdón imposible, para otros el más inconcebible de los dramas.

Tremebunda, genial, narrativamente perfecta, un puzzle que se pone a disposición del espectador y cuyas piezas van encajando a medida avanza el metraje mediante un meticuloso y magnífico montaje. Y por supuesto, imposible no hablar de unos actores que rozan el cielo en su actuación. Sean Penn presenta su candidatura a uno de los mejores actores de estos comienzos del siglo XXI, interpretando a ese enfermo de corazón que ve su vida terminar y al que un giro inesperado le devuelve la razón de su existencia y una segunda oportunidad. Benicio del Toro, el ex presidiario, o la búsqueda de la redención en un hombre que lo da todo por su familia, pero al que ese accidente de coche le recuerda la condición de castigado por la eternidad y acaso por un Dios inclemente en el que ya no sabe si creer. Una actuación soberbia, que me recordó al grandísimo actor que vi en Traffic. Y Naomi Watts, mujer hermosa que lo tiene todo y que todo lo pierde del día a la noche: "Dicen que la vida sigue, pero no es verdad... la vida ya no sigue de la misma manera". De alguna manera, Watts consigue enamorar a la cámara a pesar de su desgracia, su personaje nos muestra un alma desnuda y rota en mil pedazos, y lo hace tan bien que resulta imposible imaginar a cualquier otra en su papel.

Deprimente y brillante, buenos diálogos y mejor guión. Iñárritu retrata la América profunda y nos mete de lleno en el drama humano, en la desgracia de la vida, y lo hace como nadie. Una película sobresaliente, una de esas que sabes que con el paso de los años envejecerá como el buen vino y será, indiscutiblemente, un referente a tener en cuenta. "Dicen que todos perdemos 21 gramos al morir, el peso de cinco monedas de cinco centavos, el peso de una chocolatina, el peso de un colibrí... o quizá, el peso del alma".
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21 grams. Estados Unidos. 2003. 125'.
Director: Alejandro González Iñárritu.
Guión: Guillermo Arriaga.
Música: Gustavo Santaolalla.
Fotografía: Rodrigo Prieto.
Montaje: Stephen Mirrione.
Intérpretes: Sean Penn (Paul), Benicio Del Toro (Jack Jordan), Naomi Watts (Christina), Charlotte Gainsbourg (Mary Rivers), Melissa Leo (Marianne Jordan)
Puntuación: 9

sábado, octubre 22, 2005

Welfare

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Aún a riesgo de dejar un post con 0 comments, me he propuesto a mí mismo meter este documental en mi blog, y así doy fe de que aún veo películas pese a que continuo con la necesidad imperiosa de un día de 27 horas para devorar toda la cantidad de cine pendiente... Pero a veces créditos y cine son dos caminos que se unen y permiten unir profesión (o algo) con devoción, y eso es lo que ha hecho el Muvim en un ciclo de cine documental, "El presente como historia". En él, pretende dar a conocer distintas realidades sociales en distintos momentos del cine con la idea de no olvidar entender el pasado como requisito indispensable para la comprensión del presente mismo.

Welfare es la tercera película del ciclo (paréntesis para el remordimiento por no haber ido a las dos anteriores) y está dirigida por Frederick Wiseman, analítico y animal sociológico Weisman que nos mete en un centro de la Beneficiencia de Estados Unidos para que vivamos similar exasperación a la que alcanzan los protagonistas, nunca tan anónimos ni tan olvidados personajes en una pantalla, ni tan siquiera de un documental (sociedad ausente, dirían algunos por ahí).
Y de eso se trata, ni más ni menos. Burocracia y asfixia, gente fea, sucia, marginal, residuos sociales, desfilan ante nuestros ojos algunos con inercia, otros con desesperación... Durante casi tres horas de metraje la única acción que dilucidaremos será la de personas acabadas, enfermas, hambrientas, llenas de dolor infligido por una sociedad que algún día prometió ayudarles y sufren la realidad más contundente del "Estado del bienestar". "Ya no existe la clase media", dice uno, "sólo puedes ser ya rico o pobre".

Una mujer embarazada a la que nadie hace caso, una retrasada mental a la que están a punto de echar de un hotel porque la Seguridad Social no le envió el cheque correspondiente para pagar, un viejo racista que advierte a uno de los guardias (negro) que un día les va a matar a todos, un hijo que pide ayuda para su madre, que no tiene ni si quiera qué comer para esa misma noche, una mujer que pierde los nervios al ver que le mandan por enésima vez de una oficina a otra... Ventanillas, formularios, entrevistas, informes, secciones, "vuelva otro día", "vuelva usted mañana" (a Larra le hubiera encantado este documental), "vaya a la otra oficina", "eso se lo tienen que resolver la seguridad social", "no es competencia nuestra", "vamos a aceptar su caso", "le daremos hora para una entrevista", y mi preferida: "no podemos ayudarle".
Resulta incómodo ver la tristeza y la miseria clavada en los ojos de esos fantasmas anónimos que deambulan sin rumbo, de una expresividad sorprendente, donde la cámara es un mero ausente más. Es desesperanzador, tal vez porque Welfare ya no sólo es realismo puro y duro sino que ,dejando de lado adjetivos, nos mete directamente en esa oficina y nos dice que juzguemos nosotros mismos, nos hace sufrir las largas esperas, la imposibilidad de llegar a una solución final, las grietas de un sistema que poco o ningún arreglo tienen ya...

Son casi tres horas de gente hablando y experimentando la ineficacia burocrática, la complicada maraña institucional que no lleva a ninguna parte y que desmorona las esperanzas de cualquiera de ellos. Pero Wiseman realmente no necesitaba esas tres horas, me dió la impresión de que al finalizar la primera hora y media ya había visto todo lo que tenía que ver, ya había visto la película. A partir de ahí, solo hay lugar ya para la reiteración, la repetición de situaciones una, y otra, y otra vez, algunas de ellas absolutamente eternas, como es el caso de la mujer retrasada que va a ser echada de su hotel. Si bien hay que valorar Welfare por su realismo y su denuncia social, también hay que increparle su excesiva e innecesaria duración, que hace que el espectador ya no se sienta incómodo, sino deseoso de alcanzar los créditos finales. De hecho, la sala del Muvim era abandonada de forma progresiva hasta un número reducido de asistentes que llegamos a visualizar esos créditos. Hubiera sido un acto de fe quedarme al coloquio posterior, pero no soy hombre de fe, e iba a perder el metro y la paciencia, así que bastante hice ya.
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Welfare. Estados Unidos. 1975. 167'.
Director: Frederick Wiseman.
Puntuación: 7
Mis disculpas si no pongo mucha información, pero es todo lo que he encontrado...
http://www.geraldpeary.com/interviews/wxyz/wiseman.html
(sobre Wiseman)

sábado, octubre 15, 2005

Good bye Lenin

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Cine europeo de calidad, pequeña gran película como otras perlas que de cuando en cuando se cuelan en las pantallas y conecta con el público. Película de mentirosos y homenajes, ilusiones deshechas y mundos idealizados con tal de esbozar una sonrisa en el ocaso de la vida de una madre luchadora y valiente.


Daniel Brühl es Alex, un joven alemán que vive los años de la decadencia socialista en Alemania bajo el modelo de una madre idealista, fuerte, que adora a sus hijos y se entrega en un acto que, años más tarde será devuelto por el propio protagonista y su hermana. Una madre que entra en coma poco antes de la caída del telón de acero y despertará ocho meses después, ignorante del nuevo mundo que le rodea. En un desesperado intento de darle la felicidad en el final de su vida, él creará para ella una realidad que siempre creyó posible, la ilusión de una sociedad mejor y más tolerante, que se acaba más allá de las paredes de la habitación en la que convalece.


Good bye Lenin es una historia de amor hacia una madre y un espejo en el que se mira la Alemania posterior a la caída del muro. Un reflejo social fiel y genuino, con una historia emotiva y humana que, si bien alguna vez peca de efectista (el helicóptero que lleva la estatua de Lenin) consigue ser recordada por su ternura, su imaginación y por una factura impecable en su realización. Es el secreto de esta película de Wolfgang Becker, un director que saca lo mejor de sus actores y nos descubre a Daniel Brühl, un Alex tímido e idealista, e inolvidable en su empeño creador de un mundo mejor.


Algunas curiosidades:


- Hay una pifia más que considerable. En la escena en la que Dennis le enseña un vídeo a Alex, éste primero lleva una camiseta de... ¡Matrix!


- Las referencias a Kubrick son constantes durante la película. El protagonista comparte nombre con el de La naranja mecánica, y en una escena en la que Dennis y Alex redecoran una habitación, Becker acelera la acción a ritmo vertiginoso, al igual que una escena de aquella película en la que Alex tiene una sesión de sexo con dos chicas, compartiendo las dos escenas la misma música. Además (esto no lo vi, pero lo leí en un artículo) en un momento dado aparecen algunos penes de cerámica, exactamente el objeto con el que el Alex de Kubrick agredía a una mujer. Por último y más evidente, es el momento en el que el mismo Dennis nos explica el paralelismo entre la escena de un vídeo de boda y la mismísima 2001: Una odisea del espacio.


- Uno de los edificios que aparece en la película fue usado también por Billy Wilder para rodar Un, dos, tres...
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Good bye Lenin. Alemania. 2003. 121'.
Director: Wolfgang Becker.
Guión: Bern Lightenberg.
Música: Yann Tiersen.
Fotografía: Martin Kukula.
Montaje: Peter R. Adam.
Intérpretes: Daniel Brühl (Alex), Katrin Sass (Madre de Alex), Chulpan Khamatova (Lara), Maria Simon (Ariane), Florian Lucas (Denis), Alexander Beyer (Rainer), Burghart Klaussner (Padre de Alex), Franziska Troegner (Sra. Schäfer), Michael Gwisdek (Director Klapprath).
Puntuación: 8
http://www.labutaca.net/53berlinale/goodbyelenin.htm (más sobre la película)
http://www.good-bye-lenin.de/ (página web oficial, está en alemán, pero tiene hasta un juego sobre la película...)
http://www.fotograma.com/notas/actualidad/3743.shtml (noticia relacionada con Daniel Brühl y su denuncia del racismo latente en España)
http://www.cinestrenos.com/verbajo.asp?Codigo=63 (sobre Daniel Brühl)

sábado, octubre 08, 2005

Desayuno con diamantes

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Hay momentos, fotogramas acompañados de sonidos, palabras e incluso olores, que atraviesan como un rayo de luz la retina y pasan irreversiblemente a formar parte de nosotros para siempre, a ser un rincón inolvidable más de nuestra memoria. Y algo me dice que ya nunca olvidaré ese momento de Desayuno con diamantes.
Audrey Hepburn, la insegura y solitaria Holly, animal salvaje que se resiste a cualquier tipo de atadura, es amansada por su propio canto, sentada en la ventana tocando la guitarra y cantando esa canción que todos conocemos bien. Y mientras Moon River suena más dulce que nunca, un primer plano enfoca la cara de ella, y el mundo se para, porque el cine ha alcanzado la máxima expresión de la belleza, y yo me he vuelto a enamorar...

Sólo por ese momento, sólo por esos pocos segundos Desayuno con diamantes merece el cielo. Blake Edwards fue un director a veces acusado de falta de talento, y de hecho realizó productos que dejaban bastante que desear y agotó hasta la saciedad el filón de la Pantera Rosa. De hecho, en esta película sobran algunos gags, golpes de efecto pretensiblemente cómicos de los que abundan en su filmografía. Pero debemos tener en cuenta que se trata una película de 1961 y es perfectamente perdonable porque el conjunto de la película acaba sobresaliendo por encima de las demás y dejando esos momentos menores en el olvido.

Y es que Edwards realizó con esta su mejor película, sin duda. Una historia de amor y de desamor, de seres solitarios rodeados de gente y de almas perdidas en un mar de riqueza, hipocresía y aburrida clase alta de Nueva York. Entendió perfectamente y supo plasmar mejor que nadie una premisa básica del ser humano y su naturaleza: la necesidad de amar y de ser amado, y eso es algo que la escena final bajo la lluvia nos explica perfectamente, al son de los compases de la música de Henry Mancini.

Nos encontramos ante una película que bien podría ser un homenaje a su protagonista. Si bien George Peppard dejó su marca (fue la gran película de este actor que luego se dedicó a otras cosas hasta acabar haciendo de Aníbal en el equipo A), no pudo evitar ser eclipsado por la radiante vitalidad, belleza infinita y actuación magistral de Audrey Hepburn. Su cara de ángel no es sólo algo que merece la pena ser recordado, sino un torrente de expresividad como pocas actrices han sabido dar a conocer.

Como curiosidad, cabe destacar que en la novela original de Truman Capote (quien por cierto, quería a Marilyn Monroe para el papel protagonista), el personaje de Holly era claramente una call girl o señorita de compañía, pero sin embargo Edwards prefirió maquillar esto transformándola en una chica bohemia que vivía de los regalos de los caballeros. Un detalle que sin embargo no mancha el retrato de la clase alta de una sociedad neoyorquina y una historia de amor agridulce perfectamente llevada desde el primer hasta el último fotograma. Bella como pocas.
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Breakfast at Tiffany's. Estados Unidos. 1961. 110'.
Director: Blake Edwards.
Guión: George Axelrod, basado en la obra "Breakfast at Tiffany' s" de Truman Capote.
Música: Henry Mancini.
Fotografía: Franz F. Planer (Technicolor).
Montaje: Howard Smith.
Intérpretes: Audrey Hepburn (Holly), George Peppard (Paul), Patricia Neal (Sra. Failenson), Buddy Ebsen (Doc Golightly), Martin Balsam (O.J. Berman), Mickey Rooney (Sr. Yunioshi), Jose Luis de Villalonga (José da Silva Pereira).
Puntuación: 9

viernes, octubre 07, 2005

El método

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¿Miniciclo de Marcelo Piñeyro? Bueno, más bien una casualidad que las dos últimas películas que he visto sean suyas. El caso es que después de Kamchatka, y con su nombre sonándonos mucho más, estrena El método, película basada en la obra teatral El método Grönholm y que es, irremediablemente, una película de actores.


Y para la ocasión reúne Piñeyro a toda una colección de cromos, grandes actores y caras reconocibles al momento: Noriega, Verbeke, Nimri, Eduard Fernández, Ernesto Alterio, Carmelo Gómez, Adriana Ozores y un invitado menos conocido pero no menos solvente en su actuación, el actor Pablo Echarri. La cosa va de que un grupo de aspirantes a un puesto ejecutivo de una gran multinacional, reunidos en lo alto de un rascacielos mientras una marea humana protesta en las calles contra el FMI. Estos aspirantes se encuentran con un método de selección muy peculiar, en el que pasarán por distintas pruebas con el fin de demostrar su ambición y por tanto, defender que su candidatura es la mejor.


Un argumento atractivo, sin ninguna duda, que comienza con unos primeros minutos prometedores, en el que la pantalla partida nos presenta distintas acciones (o la misma desde puntos de vista) y va metiendo al espectador en la historia. Después de esto nos encontramos con la perturbación de las primeras pruebas, la tensión, y la sorpresa. Piñeyro crea un clima de inquietud que, sin embargo, no va a saber mantener durante toda la película. El problema de El método es que la situación de los personajes encontrados ante un dilema y compitiendo entre sí se acaba siendo recurrente y uno se da cuenta, hacia el final, de que la capacidad para mantener al espectador en tensión se perdió en algún momento del camino, hasta desembocar en un final completamente decepcionante. Es, por tanto, una película que en gran parte se aguanta gracias a su reparto, y que va perdiendo interés en su segunda mitad. Ernesto Alterio y Eduard Fernández son, a mi juicio, los triunfadores de este gran duelo interpretativo, en sus respectivos papeles de Enrique, hombre extraño, inquieto e inseguro y su antónimo Fernando, macho ibérico y cazador, seguro de si mismo y ambicioso como pocos.


Pero ni ellos ni los demás, todos acertados en sus papeles (no me sentí decepcionado con ninguno), consiguieron que no me acordara de Doce hombres sin piedad, aquel clásico entre clásicos que sin salir de una sala de jurado repleta de grandísimos actores, se convirtió en una de las películas más apasionantes jamás realizadas. Algo ha fallado en este método que, a pesar de contar con todos los ingredientes de una gran receta, ha acabado resultando un plato insípido.
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El método. España-Argentina-Italia. 2005. 120'.
Director: Marcelo Piñeyro.
Guión: Mateo Gil y Marcelo Piñeyro, basado en la obra "El método Grönholm" de Jordi Galcerán Ferrer.
Música: Frédéric Bégin y Phil Electric.
Fotografía: Alfredo Mayo.
Montaje: Iván Aledo.
Intérpretes: Eduardo Noriega (Carlos), Najwa Nimri (Nieves), Eduard Fernández (Fernando), Pablo Echarri (Ricardo), Ernesto Alterio (Enrique), Carmelo Gómez (Julio), Adriana Ozores (Ana), Natalia Verbeke (Montse).
Puntuación: 6
Para saber de que va todo esto de el método Grönholm pincha por aquí...
http://es.movies.yahoo.com/050927/184/4ax8i.html (otra entrevista a Marcelo Piñeyro)
http://www.loqueyotediga.net/ellosyellas/archives/001752.html (aquí encontraréis un reportaje sonoro sobre Ernesto Alterio)
http://www.generacionxxi.com/gil.htm (entrevista a Mateo Gil)

sábado, octubre 01, 2005

Kamchatka

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Teniendo en cuenta el buen estado de forma del cine argentino de los últimos años, reviso mi blog y me parece un crimen no haber puesto ninguna película de ese país hasta la fecha. Pero como más vale tarde que nunca, he decidido redimirme con Kamchatka, personalísimo y a la vez universal trabajo de Marcelo Piñeyro.

Y cuando hablo de personalísimo hablo de un cine que entiende la belleza en cada plano y en la mirada de cada personaje, un cine pausado y consciente de la dura realidad social de su país. Pero a la vez universal, porque desde luego que Kamchatka no es la historia de una sola familia argentina obligada a escapar de una dictadura, sino de miles de famílias que viven esa situación aún hoy en nuestros días.

Ricardo Darín y Cecilia Roth son padres de dos niños, Harry y "El Enano", son una familia normal, con una vida normal, que se ve rodeada de circunstancias anormales. La dictadura militar de 1976 estalla y miles de argentinos son perseguidos y secuestrados por oponerse al régimen, con lo cual la familia al completo se ve obligada a huir. Ocultándose en una pequeña finca abandonada, intentan continuar sus vidas y afrontar la adversidad, resistir en su pequeño refugio hasta que les sea posible. Y ese pequeño refugio, esa pequeña casa es Kamchatka, esa península inexpugnable que defiende Ricardo Darín cuando su hijo está ganándole al Risk. De alguna manera, un lugar que hace que se sientan más unidos, y que ese amor familiar sea más fuerte que nunca, porque saben que algun dia puede ser deshecho por la violencia de gente intolerante y autócrata.

Capítulo a parte merecen los actores. Sobra decir que Darín es un grandísimo actor y que no lo son menos ni Cecilia Roth ni Héctor Alterio. Su capacidad para meterse bajo la piel de los personajes es más que evidente cuando durante la visión de la película ya nos hemos olvidado de que son actores y estamos viendo a una familia que vive su drama con coraje.

La ternura con la que Piñeyro narra esta historia es un ejemplo más de como el cine argentino sabe hacer películas de corazón. Sentimentales, nunca sentimentalistas, y de ahí esa facilidad y ese éxito para conectar con el público, sacado de una fórmula tan sencilla y a la vez tan complicada de contar historias sinceras. A todo esto hay que sumarle la bellísima fotografía de Alfredo Mayo y restarle una cierta lentitud hacia el final de la película, cuando parece que el argumento se atasca y no avanza, aunque es algo que Piñeyro resuelve rápidamente y culmina con un emotivo final rematado con una imagen que queda en el recuerdo, con Harry mirando un horizonte pintado de colores cálidos del atardecer.
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Kamchatka. Argentina. 2002. 105'.
Director: Marcelo Piñeyro.
Guión: Marcelo Piñeyro y Marcelo Figueras.
Música: Bingen Mendizábal.
Fotografía: Alfredo Mayo.
Montaje:Juan Carlos Macías.
Intérpretes: Ricardo Darín (Papá), Cecilia Roth (Mamá), Héctor Alterio (Abuelo), Fernanda Mistral (Abuela), Tomás Fonzi (Lucas), Mónica Scapparone (Mamá Bertuccio), Matías Del Pozo (Harry), Milton De La Canal (El enano).
Puntuación: 8
Para viajar a Kamchatka pincha por aquí...
http://www.koolpages.com/cinemanias/ (página dedicada a Ricardo Darín)