lunes, enero 11, 2010

Un tipo serio


Los Coen perpetran un insondable (y perverso) juego de posibilidades que buscan la respuesta y panacea a la creciente angustia existencial de su desdichado, malhadado protagonista Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg). La pregunta flota en la narración desde la misma finalización de los créditos iniciales, y se contiene en las primeras frases de uno de los himnos Woodstock por excelencia, el Somebody to love de los Jefferson Airplane que Danny Gopnik (Aaron Wolff) escucha a hurtadillas en medio de una soporífera clase de la escuela hebraica. Lo que en la mayoría de los casos se hubiera presentado como un detalle anecdótico (sabemos que los Airplane fueron condenados por la ficción a ser el eterno acompañamiento de viajes alucinógenos vía su tema White rabbit) aquí adopta una importancia capital cuando esas precisas palabras se convierten en la certificación de la certeza nihilista de los Coen, descacharrantes y trágicas en boca del hasta entonces silencioso rabino Marshak, y también conclusivas de un relato circular al que le pone la puntilla el epílogo más demoledor de cuantos han firmado los realizadores: tras un largo y tendido flirteo con el desastre, todo el terror y abismo existencial, hasta entonces amenazas latentes, se personan en el rostro que se desvela tras todo un metraje de intencionado ocultamiento; probablemente, el mejor plano-símbolo coeniano, y uno de los más sobresalientes del cine reciente.
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