martes, febrero 28, 2006

Capote

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Capote, genio y figura. Escritor único y excéntrico, admirado y brillante hasta la médula. "Retengo el 94% de lo que leo. Lo he comprobado". El hombre que inventó la novela de no ficción, y que escribió uno de los libros más grandes del siglo XX: A sangre fría. Su mito va unido irremediablemente al de su obra maestra, capaz de cambiar las tendencias y formas de escribir de la literatura norteamericana. Él lo sabía y era consciente del monstruo que estaba creando ("cuando pienso en lo bueno que será mi libro, me falta el aire") , un fascinador retrato del choque entre dos mundos, de las dos Américas (la de la familia unida del pueblo tranquilo y la de los descarriados que huyen de estado en estado) en la sangrienta noche del 14 de noviembre de 1959 en Holcomb, Kansas.

Capote es ni más ni menos que la puesta en escena de la construcción de aquel mito literario y, de paso, el retrato fidedigno de su autor en su descenso a los infiernos. Es todo un homenaje merecido a A sangre fría, es una apasionante narración del momento más trascendental de la vida del escritor y periodista, es una nada complaciente y genial película capaz de poner a sus pies a cualquier espectador con la sola presencia de un Philip Seymour Hoffman inmenso. Sin exagerar, el eterno secundario ha desempeñado la más impresionante actuación vista en un actor americano en muchos años. Sus gestos son medidos pero naturales y resulta imposible encontrar fisuras en una actuación que desborda brillantez en su representación del cinismo, de la ironía e inteligencia, del carácter sensible de Truman Capote. Hoffman es un gran actor que ha encontrado su sitio gracias a un papel para el que pareció nacer, pese a que se deje caer a posteriori en productos como Mission Impossible: 3. Una interpretación que, pese a su altura, está acompañada por una serie de actores y actrices que le rodean con gran solvencia. Desde Catherine Keener en el papel de la escritora e íntima amiga de Capote Nelle Harper Lee, hasta Cliffton Collins Jr. que se pone bajo la piel de Perry Smith, todos ellos denotan un gran trabajo interpretativo y una gran dirección de actores por parte de Bennett Miller que borda una película alejada de los cánones del biopic. Si algo hay que agradecerle a Miller es centrarse en el momento cumbre de la vida del personaje, aquellos años decisivos en los que forjó aquella obra por la que pasaría a la posterioridad y en la que tan implicado se vio hasta el punto de ser la última que finalizaría.

Pocas veces se ha tratado un personaje con tanta elegancia y sabiduría, acompañándolo de una historia que es paralela a la historia de A sangre fría, que apasiona a sus lectores y a sus no lectores, que demuestra la humanidad de los personajes implicados y que logra momentos soberbios, como el de la revelación de los hechos en la noche del asesinato o la ejecución final de Perry Smith y Dick Hickock. En una escena concreta de la película, la lectura de unos pasajes del libro ante un público asombrado y emocionado es un espejo de lo que vive la sala de cine ante un mito resucitado en pantalla. Un guión fuerte y de buenos diálogos, acompañados de un ritmo que nunca decae o aparenta endeblez, configuran un producto final perfectamente acabado y empaquetado con apenas unas manchas en el papel de regalo. Tal vez la homosexualidad de Capote no figure entre los objetivos principales de ese retrato, pero en cierta manera adolece de una ambigüedad que resulta incomprensible si la ponemos al nivel de la honestidad que defiere el resto de la película. Tampoco el arranque resulta del todo prometedor, con una rápida solución de lo que fue el crimen de los Clutter que, sin embargo, luego se revela como una reserva que más tarde concederá lo que echamos en falta de la noche de la matanza. Poco menos que conmóvedor resulta el momento en que Perry Smith narra aquellos hechos y un Capote contenido ante el horror, pregunta cuánto dinero consiguieron robarles. "40 dólares", contesta él.

En unos tiempos cada vez más dado a los biopics en serie, es de recibo hacer justicia a un drama tan portentoso y fascinante como Capote. Una de esas películas que gusta ver una y otra vez y que uno disfruta desde la admiración. Un trabajo que habla de lo mucho que promete Miller, y de lo grande que es Hoffman, un actor de pinitos que estaba en el momento y lugar oportuno para revelarse como lo que es: un auténtico camaleón. Genio y figura, Hoffman.
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Capote. Estados Unidos. 2005. 110'.
Director: Bennett Miller.
Guión: Dan Futterman; basado en la novela "Capote" de Gerald Clarke.
Música: Mychael Danna.
Fotografía: Adam Kimmel.
Montaje: Christopher Tellefsen.
Diseño de producción: Jess Gonchor.
Vestuario: Kasia Walicka Maimone.
Intérpretes: Philip Seymour Hoffman (Truman Capote), Catherine Keener (Nelle Harper Lee), Clifton Collins Jr. (Perry Smith), Chris Cooper (Alvin Dewey), Bruce Greenwood (Jack Dunphy), Bob Balaban (William Shawn), Amy Ryan (Marie Dewey), Mark Pellegrino (Dick Hickock).
Puntuación: 8
La web también está "encapotada"...
http://www.capotefilm.com/ (web oficial de la peli)
http://www.imdb.com/name/nm0000450/ (sobre Philip Seymour Hoffman)

lunes, febrero 20, 2006

Funny Games

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La ironía brutal que pone el título a la película de Haneke es el primero de los motivos para enfrentarse a ella con una óptica diferente. Esto es, desde la reflexión, la observación y la convicción de que se está a punto de ver una de esas películas que marcan, a sabiendas de que esos "juegos divertidos" son muchas cosas, pero en ningún caso divertidos. Cuando los fotogramas retenidos en la memoria de la persona y la escalofriante sensación de incomodidad ante una potencial situación de peligro se instalan en ella más allá de la algo más de hora y media de película, uno puede estar seguro de que el impacto cinematográfico de la misma es mayor del que podía esperar.

Puede sonar a tópico comparativo, pero es más que cierto que cuando vemos, hablamos, o incluso escribimos de Funny Games es inevitable pensar en La naranja mecánica. De alguna forma, ambas películas logran romper con la tranquilidad del espectador y exponen la conciencia del mismo a la serie de salvajes actos de sus protagonistas contra el orden social, el status quo que es quebrantado en dosis desmedidas de violencia. La película de Kubrick fue un hito demoledor, de esos que pasaran décadas y décadas de cine sin que pierda su capacidad de horrorizar, sorprender o transgredir, y que sigue siendo un ejemplo más que dejó el maestro de cómo hacer una película (casi) perfecta. 30 años de censura en Reino Unido y la carrera al traste de Malcolm MacDowell, su brillante protagonista, sólo sirvieron para alimentar su mito. Funny Games es La naranja mecánica de los 90, no me cabe ninguna duda. Y lo digo consciente de sus diferencias notables; lo digo pensando en la novena sinfonía de Beethoven y la siniestra sonrisa de MacDowell; lo digo pensando en la calma inusitada de Arno Frisch, el psicópata más escalofriantemente amable que un servidor ha conocido; lo digo, incapaz de olvidar la imagen de una televisión ensangrentada o la de un niño con una bolsa en la cabeza que apenas le deja respirar.
Haneke no descubre nada que no sepamos. No hurga en los motivos de la extrema violencia, no busca las razones ("¿por qué?", pregunta el padre de família; "¿por qué no? le responde el psicótico Paul), pero hace indigeribles las muertes que vemos por doquier y de forma contínua sin que la vida tenga ningun valor en tantas y tantas películas. Para ello, se sabe más que capaz de provocar la incomodida más extrema en el espectador desde la primera escena: en ella, la familia va en el coche camino a su chaletito de los fines de semana jugando a adivinar óperas (¿otra ironía del título?), cuando de repente irrumpen los créditos con una música atronadora, grunge extremo que resulta absolutamente irritante para los oídos. Poca música más oiremos a partir de ahí, porque precisamente una de las armas preferidas de Haneke será la total ausencia de música incidental, dejando en su lugar protagonismo a largos silencios o insoportables gritos de dolor y rabia.

La sensación de horror, de peligro, de agobio que le invade a uno cuando ve Funny Games tiene doble valor cuando en una maniobra de transgresión y de habilidad cinematográfica, Haneke es capaz de provocarla sin mostrar de forma directa al espectador los actos de mutilación, acuchillamiento, y asesinato que forman parte de los juegos. La cámara se encuentra, en esos momentos, enfocando como Arno Frisch está en la cocina preparándose un tentempié o fijando el plano sobre una Anna que asiste horrorizada y amordazada a las torturas aplicadas sobre su marido. La violencia sigue siendo insoportable hasta lo indecible, presente pero no expuesta, y acompañada por largos planos (incluso demasiado) que muestran de forma indirecta las desoladoras consecuencias emocionales que han resultado de esos actos. A todo esto hay que sumarle la ruptura de los esquemas clásicos cinematográficos que Haneke desempeña haciendo que el mismo Frisch se dirija al espectador en ocasiones o que, en un momento determinado, cuando se produce un brote de heroísmo fuera de lugar en su guión de horror y muerte, este coja el mando a distancia y se encargue de rebobinar la cinta para inflijir el castigo correspondiente.

Una gran experiencia visual que induce al espectador a una reflexión posterior sobre su mensaje. La crudeza e inseguridad transmitida por Funny Games obliga a recordar el absurdo de la violencia y a poner de manifiesto su instalación en la cuna de la sociedad del bienestar, irrumpiendo en brotes aislados pero alarmantes que, como un ciclón, acaba destrozando lo que encuentran a su paso. Toda una invitación a destapar miedos y asistir a la ruptura del orden, de la monotonía burguesa destrozada en mil pedazos por la visita inesperada de dos jóvenes amables e inofensivos que solo querían un par de huevos. Una invitación para la que ganas y estómago se necesitan.
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Funny Games. Austria. 1997. 108'.
Director: Michael Haneke.
Guión: Michael Haneke.
Música: Georg Friedrich Haendel, Pietro Mascagni, Wolfgang Amadeus Mozart y John Zorn.
Fotografía: Jürgen Jürges.
Montaje: Andreas Prochaska.
Intérpretes: Susanne Lothar (Anna), Ulrich Mühe (Georg), Arno Frisch (Paul), Frank Giering (Peter), Stephan Clapcynski (Schorschi), Doris Kunstmann (Gerda), Christoph Bantzer (Fred), Wolfgang Glück (Robert), Susanne Meneghel (Gerda Schwester), Monika Zallinger (Eva).
Puntuación: 9
Para seguir jugando, pincha por aquí...
http://www.elcultural.es/HTML/20040520/Cine/CINE9593.asp (entrevista MUY INTERESANTE a Haneke)

domingo, febrero 12, 2006

Buenas noches, y buena suerte

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Quién mejor que George Clooney para encarnar a ese actor que alguna vez se perdió. Ese galán y guaperas que deja atrás los papeles hechos como trajes a medida para ponerse serio y demostrar ser más que una cara bonita. Ese Cary Grant inteligente que alterna comedias ligeras con proyectos grandes y acaba convirtiéndose en más que una estrella es un espejo en el que Clooney podría mirarse. Tras su debut con Confesiones de una mente peligrosa, Buenas noches, y buena suerte se desvela como la personal confirmación de su director en forma de tributo a una de las figuras más carismáticas y relevantes del periodismo norteamericano de los años 50: Edward R. Murrow.

Uno de esos periodistas de pura cepa. Hombre convencido e intratable en su medio, capaz de ganarse el aprecio y la admiración de una opinión pública y poner contra las cuerdas a aquel obstinado McCarthy empecinado en la cacería de los fantasmas del comunismo. El retrato de Murrow es un retrato distanciado pero fiel, más pensado en la narración de su empresa contra el senador que en los detalles morbosos de su vida particular. Si algo se le puede agradecer a Clooney no es sólo su buen tratamiento de la cámara y la fidedigna reproducción de un momento y lugar apasionantes (merecen mención los decorados que construyen la redacción y plató de Véalo ahora, así como las instalaciones de la CBS), sino sus ganas de dejar para la posterioridad el retrato de un fragmento de la historia reciente estadounidense sin recurrir a parafernalias, pretensiones y artificios. Tanto que la narración se mantiene en un cierto grado de interés para el espectador que se mantiene constante, pero en ningún momento pasa a volverse apasionada y linda peligrosamente con el tedio. Tal vez la corta duración sea otro de los aciertos que, siendo de otra manera, le hubieran hecho perder muchos enteros a una obra calculada, medida del primer al último minuto, plano a plano, perfeccionista, competente en su guión así como su puesta en escena. Clooney se apunta un tanto como guionista y sube otro escalón en su carrera como director con la ayuda de un gran elenco de actores a los que sabe (y muy bien) dirigir. La impresionante actuación de David Strathairn recoge todos los silencios, miradas, y gestos medidos que serían el auténtico homenaje a Murrow, pero además le secundan buenos actores llamados Robert Downey Jr. (del que desearía estar asistiendo a una resurrección como actor), Patricia Clarkson, Frank Langella o incluso un sorprendente (y algo cebado) Jeff Daniels. Como si se vieran inmersos en aquella época y aquel equipo dispuestos a salir adelante al amparo de su carismático líder, siguen a su director para dar lo mejor de sí y componer un espectro sólido de actuaciones.


Buenas noches, y buena suerte no es película para agrado de masas, una de esas condenadas a escaso éxito y que hace levantar a impacientes espectadores acostumbrados al ritmo frenético y palomitero, tachándola falsamente de aburrida. Su ritmo es pausado y en ocasiones algo lento, pero recupera los tiempos de los clásicos en blanco y negro que también hereda para componer una historia ciertamente y eminentemente periodística que, induce a la reflexión cuando uno vuelve a enchufar la televisión y se encuentra con ciertas cosas. En esa recuperación, también asistimos a un ejercicio de documentación fabuloso que rescata imágenes de aquel vergonzoso episodio en el que la libertad de expresión y pensamiento de artistas, políticos y personajes de relevancia pública fue sesgada y sometida a la retórica hiriente y agresiva de McCarthy.
Por otro lado, es de recibo destacar que se ha renunciado a una introspección social que hubiera dado más profundidad a la película. Esta se centra casi exclusivamente en el ámbito de la profesión periodística de la que se convierte en un verdadero alegato, pero no es un reflejo de la reacción de la opinión pública ni de la época en sí más allá de las paredes de la CBS o del bar que frecuentan Murrow y sus hombres. Algo que tampoco es de reprender a un Clooney cuyo objetivo no es más que el de poner el ojo sobre ese equipo de profesionales que llevaron a cabo aquella proeza en forma de enderrocamiento del poder a golpe de verdades, y de qué manera se enfrentaron a las adversidades, presiones y miedos propios. Algo que, por supuesto, consigue. Y con nota.

En resumidas cuentas, el que antaño se dedicara a vestirse de espantajo y a rondar con Chris O'Donnell por Gotham City ha sabido madurar no sólo como actor (y gracias, entre otros, a sus colegas los Coen), pero también comienza a apuntar maneras de gran director. Y es una buena noticia. El tiempo dirá si esta película fue el inicio de su consolidación o una suerte de conato en el que se le apagaron las luces y, efectivamente, le dijera buenas noches al cine.
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Good night, and good luck. Estados Unidos. 2005. 93'.
Director: George Clooney.
Guión: George Clooney y Grant Heslov.
Fotografía: Robert Elswit (Blanco y negro).
Montaje: Stephen Mirrione.
Diseño de producción: Jim Bissell.
Dirección artística: Christa Munro.
Vestuario: Louise Frogley.
Intérpretes: David Strathairn (Edward R. Murrow), Robert Downey Jr. (Joe Wershba), Patricia Clarkson (Shirley Wershba), Ray Wise (Don Hollenbeck), Frank Langella (William Paley), Jeff Daniels (Sigfried "Sig" Mickelson), George Clooney (Fred Friendly).
Puntuación: 7
Pero aún hay más...
http://www.labutaca.net/films/35/goodnightandgoodluck.htm (sobre la peli)
http://wip.warnerbros.com/goodnightgoodluck/ (web oficial)
http://www.mangafilms.es/buenasnochesybuenasuerte (web oficial España)
http://www.tartcity.com/Strathairn.html (sobre David Strathairn, en inglés)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1407 (sobre George Clooney)
http://downeyunlimited.com/ (web de Robert Downey Jr.)
http://es.wikipedia.org/wiki/Patricia_Clarkson (sobre Patricia Clarkson)

viernes, febrero 03, 2006

Munich

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Enero y Febrero nunca fueron agradables para mí. El buen cine tropieza con los inclementes examenes, mientras parafernalias hollywoodienses se preparan para eternas ceremonias presentadas por graciosillos de sonrisas blanqueadas. Los premios me resultaban antaño divertidos en mi ignorancia, pero la edad despierta a uno una conciencia irrefenable en torno a la dorada farsa yanki que (casi) nunca premió a la mejor película, ni a sus derivadas categorías. El tío Oscar sostiene su espada dispuesto a repartir una justicia de la que nunca pudo presumir. Que se lo digan a Kubrick. O a Scorsese. 25 cm. de glamour y una destartalada réplica en mi estantería no son suficientes para sostener un post, pero sí llaman mi atención cuando Munich resulta ser una de las posibles elegidas a entrar en ese selecto y discutible club.

Y es que no es la más indicada para hacerlo. No por su calidad, que me parece evidente, sino porque se trata de una película poco académica. Hollywood no gusta de polémicas y películas poco agradecidas para con su patria. El glamour se lo dejó Spielberg vete a saber donde, porque esta historia de una venganza es de todo menos agradable a la vista de los señores miembros de la Academia. No quedan bien parados los americanos, y tampoco quedan mucho mejor los israelíes, encarnados en un grupo de matariles siempre más cercanos a la chapuza y a la sangría que a la sofisticación y limpieza "made in Bond". Munich narra la consumación de una venganza cruel y poco digerible a lo largo de dos horas y media de una película falsamente acusada de polémica. Las percepciones en torno a una película son tan diferentes como irreconciliables en cuanto a las ideologías que marcan una persona u otra dentro de una misma sala de cine. A nadie se le pide la objetividad absoluta por imposible, y por extensión no es reclamable a un cineasta que ya dejó en La lista de Schindler el retrato del sufrimiento de su pueblo y ahora aferra con ambas manos y sin miedo un tema tan delicado como omitido hasta la fecha. Por eso es de agradecer que, con su condición de descendiente de judíos, Spielberg no haya optado por convertir Munich en un instrumento de propaganda sionista que trate de justificar nada, sino en un producto que retrata la espiral de violencia inacabable creada a partir del horripilante atentado perpetrado en la villa olímpica de dicha ciudad en el 72. Judíos y palestinos son, en esta película, asesinos a sueldo contratados y que trabajan para naciones terceras que alimentan su odio mútuo. Si bien el protagonismo corresponde a los primeros, es más por necesidad de hilvanar una historia que por intenciones panfletarias de las que queda muy lejos. Los judíos aquí son protagonistas como son los palestinos de Paradise Now (otra de las sorpresivas candidatas al tío Oscar), más cuando la razón y mensaje de Munich son manifiestos en un epílogo en que los propios protagonistas reconocen la inutilidad de su venganza (si cae uno, otro peor ocupará su puesto...).

El rey midas sabe lo que se hace y vuelve a demostrar una profesión que muchos le discuten por su incuestionable capacidad para generar dólares a mansalva. Los minutos iniciales en los que se retrata el atentado y su impacto mediático alcanzan la maestría y con diferencia, son los mejores de esta película muy cercana a la perfección técnica a la que nos acostumbra su autor. Rápidamente se nos sitúa en la acción: un grupo encubierto formado por diversos especialistas aplicados en materias diversas (véase explosivos, conducción temeraria, limpieza de pruebas o falsificación documental) deberá recorrer distintas ciudades europeas con una lista de nombres a los que eliminar. Lo que en principio se trata de un "acto de justícia" se acaba tornando en una matanza continuada y sinsentido que hará pasar a sus responsables por el odio, la indiferencia, la inercia y el miedo final que les hace saberse objetivos. Eric Bana encabeza correctamente ese grupo secundado por unos magníficos secundarios (en especial unos Daniel Craig y Mathieu Kassovitz soberbios) que por ocasiones solapan su relativo protagonismo. En su sangrienta ruta, Spielberg tendrá ocasión para ofrecer grandes momentos de cine (el atentado en el hotel chipriota) que rubrica con su pericia técnica en el uso de la profundida de campo y los movimientos medidos de su cámara, acompañados por la, más que nunca, dramática y dolorosa música de John Williams.

Sin embargo, los "peros" de Munich hacen que todo esto no sea suficiente para llegar a la obra capital que pudo ser. La historia logra su función, pero adolece de un desgaste evidente hacia la última media hora. Por entonces ya se nos ha contado todo lo que había que contar y la estructura viaje-asesinato-reunión con el jefe o contacto acaba resultando repetitiva y su metraje, excesivo. El ritmo sufre un decaimiento considerable que le hace perder un pulso narrativo que hasta el momento había mantenido con eficacia y que acaba desembocando en un final que da la impresión de no acabar donde debería. A pesar de todo, esos minutos finales siguen transmitiendo la misma sensación de incomodidad y un cierto revoltijo estomacal que se genera cuando hemos asistido durante 164 minutos al espectáculo de la violencia irracional, del dolor de los pueblos enfrentados y a un thriller que consigue unir la acción y la tragedia en sus imágenes. Toda una demostración de oficio y clase cinematográfica.
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Munich. Estados Unidos. 2005. 164'.
Director: Steven Spielberg.
Guión: Tony Kushner y Eric Roth; basado en el libro de George Jonas.
Música: John Williams.
Montaje: Michael Kahn.
Fotografía: Janusz Kaminski.
Intérpretes: Eric Bana (Avner), Daniel Craig (Steve), Ciarán Hinds (Carl), Mathieu Kassovitz (Robert), Hanns Zischler (Hans), Geoffrey Rush (Ephraim), Ayelet Zurer (Daphna).
Puntuación: 7
Para ir de turismo por Munich...
http://www.munich.uip.es/ (web oficial España)