lunes, enero 28, 2008

Promesas del este



El cine de David Cronenberg se sitúa en el oscuro recodo del arte donde tantos maestros son renegados u olvidados. El director canadiense perteneció antaño a los marginales, incomprendidos o furiosamente reprendidos por unos planteamientos intolerables para buena parte del espectro crítico y académico. Las premisas de su cine son las pertenecientes a la Nueva Carne, una corriente ilustradora del sublimado miedo del hombre a ver su cuerpo abierto, deformado hasta la desintegración de su identidad, que con frecuencia era rápida y simplistamente condenada como grotesca, gratuita o de extremo mal gusto. Hoy Cronenberg es un cineasta de creciente respeto al que muchos se apuntan a constatar su "madurez" con películas como Promesas del este, como si su pasado estuviera lleno de productos de serie B destinados a rellenar las estanterías de los videoclubes esperando adolescentes sedientos de sangre y vísceras. Y aquí no ha pasado nada.

Lo que Promesas del este desprende en sus imágenes es la sabiduría cinematográfica de su realizador, no una madurez que alcanzó mucho tiempo atrás y que dejó en su haber obras del calibre de La mosca, Videodrome o eXistenZ. Su última película, sin embargo, continúa alejándose del terror biológico que le hizo autor de culto y se emparienta con Una historia de violencia como una evolución lógica de una filmografía que no ha experimentado una súbita transformación, sino que se halla en una constante evolución en la que el canadiense nunca perdió sus señas de identidad. En Promesas del este, vuelve a fijarse en la naturaleza del ser humano y vuelve a hacerlo con Viggo Mortensen. Parece que el director hubiera visto en Mortensen el perfecto representante del hombre de naturaleza tranquila que desencadena una explosión de violencia delatora de su animal instinto. En su última película esa liberación de violencia contenida da como resultado una de las mejores escenas de su filmografía: una lucha visceral, animal que tiene lugar en unas termas y en la que Nikolai (Viggo Mortensen), desnudo y desprevenido, debe batirse cuerpo a cuerpo con dos asesinos que deben saldar una cuenta. Una secuencia que dispone en pantalla hombres luchando con salvaje primitivismo, animales cuyo instinto y sangre se unen en una furiosa batalla por la supervivencia, resultando esta en la extrema crueldad del contendiente triunfante para con el otro.



Cronenberg, con una narración contenida y de la que domina cada resorte, cuenta la historia de hombres y mujeres de muy distinta naturaleza y envueltos en un mismo conflicto generado por el diario de una joven prostituta rusa que muere en el hospital en que trabaja Anna (Naomi Watts) no sin que antes su hija sea extraída de su útero y salvada. El diario, caja de Pandora de los secretos y atrocidades de una familia que ostenta el poder de la mafia rusa londinense, supone el desencadenante de amenazas, traiciones y venganzas que completan una narración que bebe del cine negro modelándolo a las preferencias personales de un director que dota de oscuridad y complejidad moral a sus personajes, que gusta de hacernos temer al más terrorífico asesino para luego convertirlo en un improbable ángel de la guarda y sumergirnos en una opresora claustrofobia construida con miedo, silencio y gestos. En el último apartado, el simple gesto de Mortensen clavando sus dedos en el cuello en señal de amenaza es suficiente para infundir más terror que cualquier villano de turno.

Promesas del este reviste instintos animales y tramas familiares de tragedias y muerte. Tiene un extraña aura que fascina y atemoriza al mismo tiempo, que debe buena parte a la impecable interpretación de Mortensen y a las excelentes caracterizaciones de Vincent Cassel y Armin Mueller-Stahl. En ellos descubrimos asesinos implacables de extrema impasibilidad (Mortensen), salvajes que se obligan a reprimir su homosexualidad (Cassel) u hombres de familia capaces de cometer actos atroces y convencerse de su nobleza (Mueller-Stahl). Cronenbeg construye con ellos una historia altamente perturbadora a la par que seductora, una historia de héroes y villanos, de hombres condenados a la violencia y de hombres condenados al miedo. Una poderosa fábula en la que deja su buen hacer y perseveran las enormes cualidades de su autor. Para aquel que las quiera ver.
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Eastern promises. Reino Unido, Canadá y Estados Unidos. 2007. 100'.
Director: David Cronenberg.
Guión: Steve Knight.
Fotografía: Peter Suschitzky.
Montaje: Ronald Sanders.
Música: Howard Shore.
Diseño de producción: Carol Spier.
Vestuario: Denise Cronenberg.
Producción: Paul Webster y Robert Lantos.
Intérpretes: Viggo Mortensen (Nikolai Luzhin), Naomi Watts (Anna Khitrova), Vincent Cassel (Kirill), Armin Mueller-Stahl (Semyon), Sinéad Cusack (Helen), Jerzy Skolimowski (Stepan).
Puntuación: 8
Más acerca de Promesas del Este...
http://www.labutaca.net/films/56/promesasdeleste.php (sobre la película)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article3467.html (crítica de la película)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1607.html (sobre Viggo Mortensen)
http://es.wikipedia.org/wiki/Vincent_Cassel (sobre Vincent Cassel)
http://en.wikipedia.org/wiki/David_Cronenberg (sobre David Cronenberg, en inglés)

sábado, enero 26, 2008

Heath Ledger (04.04.1979-23.01.2008)

Lo que son las cosas. Hace unos días me encontraba en el cine viendo el tráiler de The Dark Knight, (la segunda película de Batman que dirigirá Nolan tras la floja Batman Begins) y sinceramente impresionado por la nueva caracterización del archienemigo por antonomasia del superhéroe: el Joker. Deseoso de desvelar el rostro que se encontraba tras esa máscara de maquillaje desecho, acudí a la base de datos nada más llegar a casa y descubrí que Heath Ledger era ese rostro que prometía infundir tanto o más terror que el gran Jack Nicholson en su día.

Varios días después, me golpea la muerte de Heath Ledger. Conmoción por el fallecimiento de una de las estrellas con más futuro del cine. Suicidio o sobredosis de somníferos, lo que importa es que el australiano nos deja con una filmografía de poco más de 20 películas y en el verdadero auge de su carrera. Le conocíamos de ser el hijo de Mel Gibson en El Patriota, de ser uno de los hermanos Grimm o aparecer junto a Billy Bob Thornton y Halle Berry en Monster's Ball. Pero sobre todo, le conocíamos por el nombre de Ennis del Mar, uno de los vaqueros de Brokeback Mountain, papel por el que seguramente quede en el recuerdo y que le valió su única nominación al Oscar. Lo realmente trágico de su muerte es que esta llega en la cima de su carrera, tras interpretar a Casanova y a uno de los cuatro Bob Dylan de I'm not there. La pregunta que ahora asalta a mi mente es si su muerte convertirá The Dark Knight en una película de culto y su papel de Joker en un escalofriante adiós.

miércoles, enero 23, 2008

No es país para viejos



En Texas el desierto se extiende en arenosas llanuras donde los arbustos son arrastrados por el viento, los coyotes corretean en busca de su presa y, más allá de la última carretera secundaria, aún puedes encontrar una vieja cabaña habitada por un no menos viejo solitario. Es lugar para envejecer solo y aprender a apreciar las viejas historias, aprender a escuchar y olvidar el agujero en el que se está convirtiendo el podrido mundo en el que vives. Sitio de arraigos, tumba de animales sedientos y narcotraficantes malparados, los mayores de Texas parecen estar de vuelta de todo y sólo desean afrontar el retiro y dejarse embargar por la melancolía. Algo así como el sentimiento que también embarga No es país para viejos, una joya entre el cine negro y el western fronterizo que ha devuelto tras muchos años de espera a los mejores Coen posibles, aquellos que impregnaron de sangre y pesimismo las nevadas tierras de Fargo, Dakota del Norte.

No es país para viejos adapta la novela homónima de Cormac McCarthy. Se trata de la primera adaptación para la pantalla que los hermanos Coen realizan, seguramente sabedores de que la novela ofrecía un valioso material para su particular imaginario. Pesimista, sí. Y también dotada de un excelso abanico de personajes de ademanes cansados, unos, y de naturaleza deshumanizada, otros. La historia narra la huída de Llewelyn Moss (Josh Brolin), un veterano de Vietnam que pasa sus horas cazando en el desierto hasta que encuentra, durante una cacería, los restos de una masacre. Allí, en medio de la nada, un intercambio infructuoso de un cártel del narcotráfico ha dejado como saldo varios cadáveres, un perro muerto y un maletín lleno de dinero que Moss se lleva. Pero como bien sospecha, no es el único pretendiente de susodicho maletín y pronto aparecerán en su búsqueda Anton Chigurh, un sociópata de ridículo pelo y escalofriantes procedimientos cuya arma predilecta es una bombona que dispara aire comprimido (Javier Bardem), un emisario del dueño del dinero que reclama su pertenencia (Woody Harrelson) y un sheriff al borde del retiro (Tommy Lee Jones) que vaga con desgana tras la pista de la matanza junto a su ayudante novato y de pocas luces (Garret Dillahunt). Este abanico de personajes que Joel y Ethan Coen trasladan del papel a la pantalla disfrutan de una riqueza pocas veces presente en el cine contemporáneo: desde Llewellyn al sheriff, todos ellos pueden ser leídos como estados de ánimo que se derivan y complementan con su entorno, escenarios desérticos en pleno desierto o en la noche de un pueblo fantasma, lugares comunes para hombres chapados a la antigua, cansados y que de alguna manera intuyen el día del juicio final a la vuelta de la esquina.



Noir tejano de un detallismo extremo, No es país para viejos supone toda una redención para unos autores de capa caída en los últimos tiempos que vuelven a demostrar su excepcional capacidad e inteligencia para contar historias en la pantalla. Su película es una pesimista exploración del ser humano y sus motivaciones en un contexto hostil, favorable al abandono y la soledad al que cada uno de sus implicados está condenado. Es también algo muy cercano a una obra maestra, edificada desde el gusto por el detalle y la posibilidad de reeducar el cine en el uso de los silencios. Los personajes de No es país para viejos no hablan si no tienen nada que decir, y nos golpean con una descarga de pesimismo cada vez que lo hacen. El sheriff cuenta historias sólo para recordarse melancólicamente los viejos tiempos en el ocaso de su vida. Cuando no hay palabras de por medio, los sonidos llenan y otorgan sentido a la narración con magisterio, y la ilustración de una de las escenas más brillantes basta para demostrarlo: Moss, refugiado en la habitación de una hotel y arma en mano, espera sentado en la cama frente a la puerta esperando a que su perseguidor aparezca; sospechando que algo ocurre, Moss llama a recepción mientras Chigurh se acerca por el pasillo, de manera que escuchamos en la lejanía un teléfono que nadie contesta, el sonido de unas pisadas y el pitido del indicador de Chigurh, que acelera su frecuencia a medida se acerca donde Moss; cuando ambos están frente a frente, a sendos lados de la puerta, y Moss puede ver los zapatos de Chigurh por debajo del hueco, el ligerísimo sonido que produce su arma al ser cargada es respondido con los pasos de Chigurh que pasan la puerta de largo y, finalmente, el sonido de una bombilla siendo desenroscada, previo al inicio del tiroteo. Establece así, esta escena, un diálogo entre sonidos diegéticos y extradiegéticos con significado propio capaz de establecer por sí solo una tensión insostenible.



Minuciosa en otorgar a cada imagen sentido y significación, No es país para viejos consigue poner al espectador en lenta y permanente hipnosis en su fascinación y descubrimiento de una gran película a través de los pequeños detalles. La meticulosidad largamente demostrada en todo su metraje merece ser observada en más de un visionado y lleva, en un momento concreto del mismo, a establecer la que es una de las mejores, si no la mejor elipsis en muchos años de cine, la cuál, para no desvelar ninguno de los gratificantes secretos que la película atesora, sólo añadiré que se encuentra en los zapatos de Bardem. Y hablando del actor español, sólo queda reafirmar los elogios que largamente ha recibido en su interpretación de un asesino más allá de cualquier estereotipo atribuido al adjetivo, más allá de las motivaciones, más allá de cualquier criterio y mucho más allá de cualquier tipo de locura. Chigurh ha superado todas esas fases y mata por inercia, curiosidad o por cumplir su palabra consigo mismo. Y cuando Chigurh mata, Bardem hiela la sangre con una extraña expresión que combina tranquilidad, amabilidad y sadismo. Sencillamente aterrador, aterradoramente perfecto y digno batiente de un Tommy Lee Jones que parece no necesitar interpretar para ser un sheriff cansado y afrontando su jubilación, crecientemente consciente de que su tiempo ya ha pasado. En un grado menor de magnificencia pero no menor solidez, Josh Brolin y Woody Harrelson cumplen sobradamente sus cometidos y completan un reparto lleno de interpretaciones sin fisuras, acordes con el perfeccionista acabado de la película de los Coen. Por supuesto, no falta todo un elenco de secundarios que, menos marcados pero siempre presentes, ejemplifican el gusto de los hermanos por los personajes de subrayadas peculiaridades, cuando no freaks, que pueblan en mayor o menor densidad todas y cada una de sus películas.

Llena de sabiduría cinematográfica y con el sabor de las grandes historias encontradas allá donde nadie las busca, No es país para viejos es una obra perteneciente al mejor cine de los Coen y hermanada con la igualmente excepcional Fargo, de la que sólo se distingue por su enfatizada melancolía y la menor incidencia de un humor negro que, si bien no desborda el metraje como en aquella, ciertamente salpica algunos pasajes con gran acierto (el trío de mariachis cantándole una ranchera a un Llewelyn herido, casi moribundo). Incluso esa suerte de duelo de banjos marcados por el tiempo de un reloj, ese regalo para los oídos compuesto por Carter Burwell y aunque de partitura bien distinta, tiene los mismos aires pesimistas que sonaban en la banda sonora de Fargo. Signo, por otro lado, de la perfecta compenetración y entendimiento de los hermanos con el equipo humano que se encuentra tras la cámara en cada uno de sus trabajos y que es capaz, en su mayor rendimiento, de ofrecer cine de muchos, muchos quilates. Como este.
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No country for old men. Estados Unidos. 2007. 122'.
Director: Joel y Ethan Coen.
Guión: Joel y Ethan Coen; basado en la novela de Cormac McCarthy.
Montaje: Roderick Jaynes.
Fotografía: Roger Deakins.
Diseño de producción: Jess Gonchor.
Música: Carter Burwell.
Producción: Joel Coen, Ethan Coen y Scott Rudin.
Intérpretes: Josh Brolin (Llewelyn Moss), Tommy Lee Jones (sheriff Bell), Javier Bardem (Anton Chigurh), Woody Harrelson (Wells), Garrett Dillahunt (Wendell), Kelly Macdonald (Carla Jean), Tess Harper (Loretta Bell).
Puntuación: 9
Más información...
http://www.nocountryforoldmen.com/ (web oficial)
http://www.nocountryforoldmen.co.uk/intl/es/ (web oficial España)
http://www.labutaca.net/films/54/nocountryforoldmen.htm (sobre la película)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1437 (sobre Javier Bardem)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2965.html (sobre Tommy Lee Jones)
http://en.wikipedia.org/wiki/Josh_Brolin (sobre Josh Brolin, en inglés)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1924.html (sobre los hermanos Coen)
http://www.carterburwell.com/main/home.shtml (sobre Carter Burwell)

miércoles, enero 16, 2008

Lock, stock and two smoking barrels



Entre lo inclasificable y lo descarado, entre lo explosivo y lo inteligente... en algún lugar entre esos adjetivos se sitúa el Guy Ritchie de Lock, stock and two smoking barrels, como se sitúa el Guy Ritchie de Snatch, cerdos y diamantes. El inglés es un extraño caso, poco prodigado en el cine en la última década al que le ha dado tiempo a despertar admiraciones de su mágica fórmula de noir de bajos fondos londinenses, de humor socarrón y planteamientos de enredo que tan bien explotara en aquellas dos películas antes de ceder a los caprichos de su bien conocida esposa en aquella Barridos por la marea (Swept away, 2002).

Lock, stock and two smoking barrels es una demostración que uno de los cineastas ingleses más prometedores hacía de su talento para desarrollar narrativas paralelas donde la condición peculiar, estúpida o inexperta de los diferentes criminales interventores y la tangencia de las líneas argumentales que conllevaban daban como resultado un mosaico hilarante. Ritchie se desenvuelve con frescura e inteligencia en un contexto favorable al humor negro, creando un conflicto de intereses entre distintos grupos de delincuentes de poca monta, matones venidos a menos y una parodia de rey del porno y del hampa en un suburbio cualquiera de la capital inglesa. El director se mueve de uno a otros a través de un estilo visual rabioso, de vocación videoclipera por momentos (la escena inaugural o la partida de póquer), que alterna la cámara lenta y su posterior aceleración (la borrachera de los cuatro amigos) y estiliza la imagen a su gusto con algunas semejanzas que remiten a sus contemporáneas Trainspotting (Danny Boyle, 1996) y Corre Lola Corre (Tom Tykwer, 1998). Visualmente, Lock, stock and two smoking barrels sorprende gratamente e insufla un ritmo trepidante acorde con una narración que se mueve a través de un guión sumamente inteligente y unos diálogos afilados y viperinos como pocos. Entre las virtudes a enumerar, quizás esta última sea la más meritoria por ser el cuerpo constituyente de un humor eminentemente verbal, exponenciado y plenamente aprovechado durante todo el metraje de la cinta y muy especialmente en las conversaciones de cuatro amigos desesperados que deben encontrar 500.000 libras en una semana o afrontar la pérdida de sus dedos.



Un reparto de poco conocidos actores ofrecen interpretaciones nunca brillantes pero incuestionablemente efectivas, incorporando personajes que Ritchie tiene completamente definidos en su propio imaginario y a los que recurrirá en Snatch, cerdos y diamantes como una continuación de los mismos (en el caso de Vinnie Jones, supone la repetición de su personaje). Todos ellos son manejados a la perfección y antojo de Guy Ritchie hacen funcionar una propuesta que, por definición, se debe a la interacción de sus personajes y sus múltiples líneas argumentales, las cuales se abren en momentos tan inesperados como en los de su conclusión (un tipo envuelto en llamas sale de un pub). Y es que una de las cualidades de las que puede ineludiblemente presumir Lock, stock and two smoking barrels es su constante capacidad para sorprender, efectiva desde el primer hasta el último minuto. Eso hace de ella una película modelo que pocos pueden seguir y que recoge, sin imitar ni envidiar, tarantinescas similitudes con Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994). Es, en definitiva, la película con la que cualquier jovenzuelo pretencioso de talento y desparpajo quisiera debutar y triunfar.

La equiparación presupuesto-éxito de Lock, stock and two smoking barrels se saldó aquí con el justo y creciente culto que la película ganó en su día y acrecentó posteriormente tras el estreno de Snatch, cerdos y diamantes, una repetición de la fórmula con un generoso aumento de presupuesto, tras la cuál no pocos acudían al videoclub en busca de la anterior película de aquel tipo casado con Madonna. Un talento al que añadir a la bienvenida lista de directores ingleses que en la última década trajeron nuevos aires a su cinematografía, tipos como Danny Boyle, Edgar Wright o Neil Mashall, a los que valió la pena darles una oportunidad.
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Lock, Stock and two smoking barrels. Reino Unido. 1998. 106'.
Director: Guy Ritchie.
Guión: Guy Ritchie.
Fotografía: Tim Maurice-Jones.
Música: Varios.
Intérpretes: Jason Flemyng (Tom), Dexter Fletcher (Soap), Jason Statham (Bacon), Steven Mackintosh (Winston), Nicholas Rowe (J), Charles Forbes (Willie), Nick Marcq (Charles), Vinnie Jones (Big Chris).
Puntuación: 8
Sigue apostando...
http://www.imdb.com/title/tt0120735/ (sobre la película)
http://en.wikipedia.org/wiki/Lock,_Stock_and_Two_Smoking_Barrels (sobre la película, en inglés)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1955.html (crítica de la película)

sábado, enero 12, 2008

Momentos de cine (XI): Gold Diggers (1933)


Durante los nefastos años de la Gran Depresión el musical de Hollywood vivió su época dorada, regalando al mundo algunos de los mejores ejemplos del género. El musical no era tanto una vía de escape a los tremebundos problemas de la sociedad norteamericana (que también) sino un recurso inestimable para politizar, sexualizar el complejo mundo en el que se inscribía y dar voz a los marginados (actores negros como los hermanos Fayard y Harold Nicholas disfrutaron entonces de una excelencia que les era denegada fuera de la pantalla) siempre bajo la inquisidora mirada de una industria redefinida bajo los términos del Código Hays.

En 1933 Mervin LeRoy hizo de Gold Diggers uno de los musicales más grandes de la historia. Segundo musical de una saga homónima iniciada por Warner Brothers y cuyas tres películas fueron respectivamente estrenadas en 1929, 1933 y 1935, LeRoy no perdió la oportunidad de rubricar su película con un número de proporciones tan inmensas como lo era su calado social. Tras la finalización de la Primera Guerra Mundial, miles de veteranos del conflicto se vieron en la calle, sin reconocimiento ni trabajo alguno y a las puertas de una crisis económica que acabaría por hundir el país en la miseria. En 1932 los veteranos iniciaron en Washington la llamada "The Bonus March", la cual acabó con los marchantes siendo sofocados por el cuerpo militar bajo las órdenes del presidente Hoover. Humillados y olvidados durante más de una década, sólo tuvieron que esperar un año para que fuera el cine el que se acordara de ellos y Joan Blondell cantara y demandara su recuerdo. "Remember my forgotten man..."

martes, enero 08, 2008

El sueño de Cassandra



Completa la trilogía de Londres y supone la continuación de la transformación que Woody Allen parece someter a su filmografía. Película número 38 de su carrera, para hablar de El sueño de Cassandra quizá haya que empezar por decir que el cineasta que se esconde tras la cámara sigue brindándonos, a sus 72 años, la asombrosa media de una película por año, máxime cuando ese compromiso ha dado como frutos algunas de las joyas cinematográficas más valiosas de las últimas décadas. Tras recordarnos lo afortunados que somos de asistir un año más a la cita con Allen, cabe entonces analizar El sueño de Cassandra como una propuesta de nuevo renovada, que difiere en mucho de la clásica fórmula de la comedia alleniana que antaño generara tan valiosas cintas. Una fórmula que hoy se sustituye por una revisión de algunos de sus temas preferidos, pero con una pérdida de aquel humor excelso que le caracterizara y que parece alejarse a medida el autor se aleja de la gran manzana.

Con perdón de la simplicidad de la comparación, El sueño de Cassandra viene a erigirse como la hermana menor de Match Point. Un tragedia de reminiscencias griegas aquí con diferente resultado, aquí móviles distintos pero con los mismos fundamentos y la igual recurrencia a los temas de la ambición, el asesinato, la culpabilidad y el castigo. Ian (Ewan McGregor) y Terry (Colin Farrell) son dos hermanos que pasan por dificultades económicas que deciden obviar para comprar un velero de segunda mano llamado "El sueño de Cassandra". Las dificultades económicas se tornan en críticas cuando Terry pierde una gran cantidad de dinero en una partida de póquer. Es entonces cuando aparece su tío Howard (Tom Wilkinson), un millonario de viaje alrededor del mundo que decide pasar unos días en Londres. Este escucha su desesperada llamada de auxilio, pero a cambio demanda un precio alto por saldar sus deudas y situarlos en una permanente estabilidad económica: matar a uno de sus empleados antes de que saque a la luz los trapos sucios del pasado.



A partir de esta premisa, Woody Allen desdobla el poderoso personaje de Chris Wilton en Match Point y asigna al personaje de Gregor la frialdad y ambición propias de aquel sin resultar ni tan efectivas ni tan sobrecogedoras, mientras que otorga a Terry, acá ejecutado por un convincente Colin Farrell, el peso de la culpabilidad multiplicada hasta devastadoras consecuencias. El sueño de Cassandra propone un relato aparentemente simple pero de severas connotaciones, midiendo en una balanza el precio de la felicidad contra el peso de la culpa, pero descargado de las valiosas referencias que Match Point apuntara respecto al Crimen y Castigo de Tolstoi. Esa ausencia se puede hacer extensiva a la casi totalidad del metraje, no por innecesaria, sino porque a los que adoramos las películas más agudas e ingeniosas del genio neoyorquino se nos hacen imprescindibles aquella extensísima referencialidad cultural insertada en afilados diálogos que versaban en torno a la muerte, el sexo o el psicoanálisis. Aquí las intenciones de Allen parecen ser bien distintas en cuanto a que filma una historia tan desnuda en cuanto a su narración como en sus propósitos: El sueño de Cassandra es una historia sucia, gris y dolorosa, como lo es la manera en la que mira la capital inglesa: un triste mosaico de calles lluviosas, talleres y bares lúgubres o plazas desangeladas que son el perfecto escenario en el que hundir las ilusiones de sus dos protagonistas. Sólo cuando ambos hermanos se encuentran a bordo de su barco, son libres de su carga vital y son capaces de olvidar, de contar unos sueños que sólo entonces se iluminan. Y esta es una metáfora que en El sueño de Cassandra funciona como un reloj suizo.

Impregnada de una latente melancolía subrayada por la conseguida música de Philip Glass y cargada de buenas pero no destacables actuaciones (se echa en falta una mayor presencia de ese gran actor y gran desconocido para el público que es Tom Wilkinson), El sueño de Cassandra es una película sorprendentemente gris, ocupada en desarrollar una trama que subraye de sobremanera los temas expuestos, pero ni lo bastante intensa ni lo bastante hipnótica para aferrar al espectador al nivel que Allen había alcanzado en Match Point, película con que comparte similitudes más que evidentes. Cabe ahora estar atentos a la evolución de Allen en Vicky Cristina Barcelona, cuarta película europea de su filmografía y primera tras su etapa inglesa. Cambio de ciudad, cambio de aires y vuelta a su musa más reciente, Scarlet Johansson. Esperemos pues, y de nuevo, lo mejor de nuestra cita anual con el maestro.
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Cassandra's dream. Reino Unido. 2007. 108'.
Director: Woody Allen.
Guión: Woody Allen.
Producción: Letty Aronson, Stephen Tenenbaum y Gareth Wiley.
Fotografía: Vilmos Zsigmond.
Montaje: Alisa Lepselter.
Diseño de producción: Maria Djurkovic.
Vestuario: Jill Taylor.
Música: Philip Glass.
Intérpretes: Ewan McGregor (Ian), Colin Farrell (Terry), Tom Wilkinson (Howard), Hayley Atwell (Angela), Sally Hawkins (Kate), John Benfield (padre), Clare Higgins (madre), Ashley Medekwe (Lucy).
Puntuación: 6,5
Sigue navegando en el Cassandra's dream...
http://www.labutaca.net/films/55/cassandrasdream.htm (sobre la película)
http://www.laoffoffcritica.com/criticas/critica_cassandrasdream.html (crítica de la película)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1369 (sobre Colin Farrell)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1401 (sobre Ewan McGregor)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1615.html (sobre Woody Allen)

viernes, enero 04, 2008

American Gangster



Viendo American Gangster, última película del siempre irregular Ridley Scott, la memoria llama a no pocas referencias. Escenas grabadas a través de la tradición del mejor cine de género, aquí el de los gangsters con su correspondiente ascensión, poder y decadencia consiguiente. La gran tradición que ha dado algunos de los mejores momentos del celuloide ha sido ahora continuada y sustentada por un director que ha vuelto a dar lo mejor de la calidad que atesora como cineasta y que, si antaño había sido incuestionable (Alien, Blade Runner, Gladiator), fue puesta en tela de juicio por los no pocos fiascos de los últimos años (La teniente O'Neil, El reino de los cielos y Un buen año). Scott vuelve a firmar una obra notable, una película que resulta difícil delimitar entre el cine de gangsters y el más puro policiaco, y que sin entrar en el club más selecto del cine negro, se erige como una firme continuadora del mismo.

Anunciada como un gran duelo entre sus dos grandes cabezas de cartel y no menos grandes actores, American Gangster contrapone dos historias paralelas que, por cierto, nunca son tangentes hasta alcanzar los minutos finales de la cinta. A un lado, Denzel Washington encarna a Frank Lucas, el primer gran gangster negro del celuloide, un capo del crimen al que observamos desde el momento en que hereda el trono de las calles de Nueva York a principios de los 70 tras la muerte de su jefe. En el otro lado, Russell Crowe es Richie Roberts, policía poco popular entre sus compañeros de departamento, de fundamentos éticos inapelables y obcecación por limpiar unas calles que nadie parece estar interesado en limpiar. Ambos ofrecen brillantes actuaciones, cargadas de matices que los convierten en dos figuras opuestas más que creíbles que acaban rubricando en un duelo interpretativo en el que las únicas armas son las enormes cualidades interpretativas de dos de los mejores intérpretes del panorama actual. Es por eso que, aunque American Gangster no ofrece nada que no se haya visto ya, solo por asistir a un intenso drama épico en el que Washington y Crowe despliegan su genialidad durante el casi 100% del metraje, habrá valido la pena ya.



Amén de sus dos protagonistas, la película de Ridley Scott pertenece a esa estirpe de dignas pertenecientes al policiaco y el negro que son capaces de retratar una sociedad y un tiempo con inusitada pasión. Las calles de Nueva York son para Scott lugares donde los gangsters quitan y perdonan la vida a sus anchas y los policías corruptos se pasean impunes por las aceras (a destacar el trabajo de un Josh Brolin que cada vez se deja ver más en pantalla). Un escenario cuidadosamente preparado por Scott en su empeño por hacer su gran película del género, un contexto en el que transcurren más de dos horas y media de metraje sin que el agotamiento se haga presa del espectador gracias a una controlada y bien propuesta alternancia entre los progresos de la investigación policíaca de Roberts, el crecimiento y amenazas del imperio de Lucas y los conflictos personales y familiares de ambos. Aderezada con una banda sonora que escucha la música de la época que nos traslada, desde Johnny Lee Hooker a un Bobby Womack que canta un tema que pertenece en la memoria de muchos a cierta azafata llamada Jackie Brown, Ridley Scott tampoco pierde la oportunidad de sostener parte de su extenso retrato de las fechorías y tramas corruptas ejecutadas tanto por unos como por otros con un trasfondo musical que ayuda tanto a revitalizar el ritmo narrativo en ciertos momentos como a un intento de marcar a fuego ciertos pasajes que acaba quedando, valga la redundancia, en un intento.

Y es que American Gangster no desprende una fuerza tan arrolladora como la que exhibieran otras compañeras de género (aunque un tanto injusta la comparación en cuanto a su pertenencia de género, no disfruta de momentos memorables que si encontrábamos en El padrino o en Uno de los nuestros) pero guarda una imagen para la retina que, a juicio de un servidor, no desmerece a ninguna de ellas. Frank Lucas, bajo el marco de la entrada a la iglesia contempla en el exterior una calle empapada de lluvia y totalmente ausente de tráfico. Coches patrulla cercan la calle a su espera y comprende que ha llegado el fin de cuanto era y poseía. La cámara, desde detrás de Washington, da un ligero paso hacia la derecha y allí, en la profundidad del plano y a pie de calle, está Richie Roberts esperándole. La disposición definitiva de un enfrentamiento pocas veces fue tan brillantemente reducida a un solo plano.
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American Gangster. Estados Unidos. 2007. 157'.
Director: Ridley Scott.
Guión: Steven Zaillian.
Producción: Brian Grazer y Ridley Scott.
Fotografía: Harris Savides.
Montaje: Pietro Scalia.
Diseño de producción: Arthur Max.
Vestuario: Janty Yates.
Música: Marc Streitenfeld.
Intérpretes: Russell Crowe (Richie Roberts), Denzel Washington (Frank Lucas), Chiwetel Ejiofor (Huey Lucas), Cuba Gooding Jr. (Nicky Barnes), Josh Brolin (detective Trupo), Carla Gugino Laurie Roberts), John Hawkes (Freddie Spearman), Ted Levine (Lou Toback), Armand Assante (Dominic Cattano), Common (Turner Lucas), John Ortiz (Javier Rivera).
Puntuación: 7,5
Si quieres más...
http://www.labutaca.net/films/54/americangangster.htm (sobre la película)
http://www.miradas.net/2007/n69/actualidad/americangangster.html (crítica de la película)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article3531.html (crítica de la película)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2548.html (sobre Ridley Scott)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1379.html (sobre Denzel Washington)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1564.html (sobre Russell Crowe)
http://en.wikipedia.org/wiki/Steven_Zaillian (sobre Steven Zaillian)