jueves, agosto 24, 2006

Piratas del Caribe: el cofre del hombre muerto



Mantener un blog de cine durante el mes de agosto puede ser todo un reto. Sobre todo si te planteas respetar la actualidad cinematográfica y te das cuenta de que el mal cine no se va de vacaciones, sino que viene. Por lo tanto, dos soluciones válidas te puedes plantear: bien te tomas tus vacaciones, bien te refugias en los clásicos pendientes de tu estantería. Y eso hago, palabra. Pero hay veces que el riesgo asumido de ir al cine en meses estivales acaba con tal dosis de encabronamiento que te dices a tí mismo que tanta mala leche no debería pasar por alto en una crítica de tu blog. No hay mejor pretexto para el desahogo.

Jack Sparrow no se ha ido de vacaciones. El se las toma durante el año y vuelve cuando aprieta el calor para explotar su indiscutible filón. Sparrow forma ya parte de los grandes personajes del cine de aventuras, con cada uno de los gestos incorporados por Depp, ese amaneramiento y esos ropajes inspirados en Keith Richards, padre de Sparrow en la tercera por venir (y rodada al tiempo que esta para abaratar costes). Dice Depp que no le gusta verse en pantalla, pero a los espectadores les chifla y abarrotan las salas para disfrutar de él, pese a ser a costa de una inacabable y mediocre secuela. Depp sigue siendo tan genuino como en la primera parte, y sigue siendo lo mejor de la película, aunque pecando por momentos de una cierta exageración de sus gestos. Si a esto le sumamos la desaparición del otro peso pesado del reparto de La maldición de la perla negra, el magnífico Geoffrey Rush, entonces sólo nos queda reírnos de la insípida actuación de Orlando Bloom o admirar la belleza de Keria Knightley. Y ya. Todos ellos vuelven a la misma escabechina de batallas, peleas, explosiones y espectaculares efectos visuales que cuando buscaban la perla negra, sólo que esta vez multiplicado hasta rebentar y alargado hasta agotar.


Uno sabe que si acude a ver Piratas del Caribe no debe tomársela demasiado en serio. Es un acuerdo tácito para con la película: tú me lo haces pasar bien, yo relajo las neuronas y disfruto de tu inofensivo entretenimiento. Todo bien. Así, El cofre del hombre muerto cumple su parte del trato durante la primera hora de película. Ofrece una aventura tan amena como increíble, basándose en la peripecia y en algunos gags más o menos afortunados. Pero ahí se acaba la broma. Verbinski se lo toma en serio y cae en su error fatal. La búsqueda del cofre y la aventura de Sparrow y compañía es una nueva película en la que la fatalidad del destino y los tentáculos de un calamar gigante que se cepilla todo lo que pilla por banda se convierten en los tristes protagonistas. Para entonces, Sparrow pierde protagonismo, las historias de los protagonistas se dispersan de un modo casi innecesario y las apariciones del ejército de Davy Jones (de hombres-pez, o lo que sean) resultan repetititvas. Incluso siendo el Davy Jones un acierto como villano (original es) acaba absolutamente machacado por un doblaje al español que hace que cualquier rastro de imponencia y terror se vayan por la borda.


Al final, resulta que los incansables piratas se tornan cansinos y la intensidad dramática se pierde por completo. A medida que avanza el metraje uno va teniendo más y más ganas de que encuentren de una vez el susodicho cofre y que sea lo que tenga que ser. Apenas la orquestal y espectacular música de Hans Zimmer, a través de los estruendosos sistemas de sondido Dolby de la sala te saca del letargo o la desesperación de la que eres preso. Aquello no se acaba y te das cuenta de que lo que va a durar dos horas y media podían contártelo en 90 minutos. Un error aún más fatal cuando se trata de una película de aventuras: el género exige historias sencillas, directas y que se cuenten rápido y bien. Fórmula eficaz que Verbinski no aprovecha y acaba rematando con un desastroso y trágico final. Si bien no lo desvelaré aquí, es de advertir que Verbinski acaba de cargarse todas las reglas del cine de piratas y ni corto ni perezoso, deja al espectador con un amargísimo sabor que, más que infundir ganas de ver la tercera, le convence de alejarse de los piratas durante un tiempo.


Aún habrá, sin duda, quien vuelva a hablar de recuperación del género, de brillante entretenimiento, de esa saga que hace historia donde quiso decir dólares. Depp es la motivación principal y casi única. Un actor que dejó de ser promesa y que sigue brillando aun en la mediocridad que le rodea. Los responsables de esa mediocridad son otros, son los Verbinski, los Bruckheimer, aquellos que conocen perfectamente la industria y saben, como nadie, hacer el agosto...
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Pirates of the Caribbean: Dead man's chest. Estados Unidos. 2006. 150'.
Director: Gore Verbinski.
Guión: Ted Elliott y Terry Rossio; basado en los personajes creados por Ted Elliott, Terry Rossio, Stuart Beattle y Jay Wolpert.
Música: Hans Zimmer.
Montaje: Craig Wood y Stephen Rivkin.
Fotografía: Dariusz Wolski.
Diseño de producción: Rick Heinrichs.
Vestuario: Penny Rose.
Intérpretes: Johnny Depp (Capitán Jack Sparrow), Orlando Bloom (Will Turner), Keira Knightley (Elizabeth Swann), Stellan Skarsgard (Bill), Bill Nighy (Davy Jones), Jack Davenport (Norrington), Kevin R. McNally (Gibbs), Jonathan Pryce (Gobernador Weatherby Swann), Naomie Harris (Tia Dalma), Tom Hollander (Lord Cutler Beckett), Lee Arenberg (Pintel), Mackenzie Crook (Ragetti), David Bailie (Cotton).
Puntuación: 3,5
Sigue pirateando por la red...
http://www.piratasdelcaribe2.com.es/ (página web en España)

viernes, agosto 11, 2006

La sombra de la sospecha



Y mira que era de esperar. No hay excepción que confirme la regla: los cines multisalas son un lugar nefasto durante el mes de agosto. No hay excepción que confirme la regla. Ni tan sólo rebajando tu nivel de exigencia, ni siquiera aceptando el mínimo exigible, ni siquiera automotivándote sabiendo de la presencia de uno de tus actores favoritos en la película. Ni siquiera.

La sombra de una sospecha no es la excepción que confirma la regla. Tras ver y rever buenas películas en mi reproductor de DVD, mi vuelta al cine no hizo sino corroborar la sospecha de lo que me iba a encontrar. Hombres valientes y sumamente inteligentes, los del servicio secreto, que demuestran su valentía y aptitudes para proteger a su presidente de una malévola conspiración para matarlo. Incluso el traidor se retracta de sus actos en un acto valeroso en el epílogo de la historia. No faltan ninguno de los tópicos: malos de europa del este, el falso culpable encarnado en esta ocasión por Michael Douglas, alguna que otra banderita americana ondeando y acción que rellena a mansalva el metraje de la película con muy poca fortuna. Ver La sombra de una sospecha es ver una película con un guión tan endeble que uno no hace sino encontrar contínuamente fallos en la historia que cuenta. Los personajes llevarán chaleco anti-balas sólo cuando le convenga a la acción, les localizarán las llamadas sólo cuando le apetezca a Clark Johnson, y el suspense se reduce tanto a la mínima potencia que sus mayores aspiraciones podrían limitarse a ser emitida en el peliculón de Antena 3.

Sin negar la evidencia del entretenimiento que proporciona, la flaqueza del guión es continua y eso al final se hace más evidente, cuando el caos se apodera de las imágenes y vale todo. No sirve que Johnson intente darle un toque más estilizado y misterioso introduciendo extrañas cortinillas en las que oímos amenazas al presidente en forma de voces, fragmentos de cartas y por supuesto, música estruendosa. Más bien resulta un intento desesperado por impregnar de suspense aquello que no lo tiene. Tal vez en manos de otro, la sombra de Hitchcock no hubiera sido tan alargada y podría haber logrado un digno entretenimiento. Elementos tiene, sobre todo si tenemos en cuenta la buena química entre Douglas y Sutherland y pasamos por alto la insulsa interpretación de Kim Basinger como mujer del presidente. Michael Douglas anda curtido ya en estos papeles y domina todos sus resortes, mientras que su compañero de reparto Kiefer Sutherland sabe elegir el papel que le conviene pero no en la película idónea (su personaje resulta tan implacable como el Jack Bauer de 24, un auténtico depredador). Lo de Eva Longoria es otra cosa. Su papel es tan intrascendente que sólo se entiende su presencia como el imponente reclamo publicitario que significa para la película.

Sin aburrir pero sin convencer, La sombra de una sospecha no cuenta nada nuevo, intenta impresionar sin resultado con trucos y trampas que de nada sirven, y se muestra débil ante el espectador con numerosas escenas "de relleno" que además presentan poderosas incoherencias. Incluso los diálogos menos importantes en una película de este tipo deberían ser cuidados con un mínimo de interés, y eso es algo que Johnson no consigue entender ni hacer. Nada nuevo y más de lo mismo, en otro envoltorio. Nada imponen sentencias publicitarias que nos digan que nunca haya habido un traidor en 141 años de servicio secreto, nada sirve cuando la película dice tan poco que en 5 minutos ya la has olvidado y se suma a la lista de intrascendentes estrenos del verano.
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The sentinel. Estados Unidos. 2006. 108'.
Director: Clark Johnson.
Guión: George Nolfi; basado en la novela de Gerald Petievich.
Fotografía: Gabriel Beristain.
Montaje: Cindy Mollo.
Vestuario: Ellen Mirojnick.
Diseño de producción: Andrew McAlpine.
Música: Christophe Beck.
Puntuación: 4
Sigue sospechando...

http://www.labutaca.net/films/42/lasombradelasospecha.htm (sobre la peli)
http://es.wikipedia.org/wiki/Kiefer_Sutherland (sobre Kiefer Sutherland)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1519.html (sobre Michael Douglas)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1486.html (sobre Kim Basinger)
http://es.wikipedia.org/wiki/Eva_Longoria (sobre Eva Longoria)

jueves, agosto 03, 2006

La soga



En este verano bien parecido a lo que sería un infierno en la tierra, me encuentro en una verdadera encrucijada. Prontó hará dos meses que no voy al cine. Por un lado, no tengo tiempo para ello. Por otro, me asusta la cartelera que te puedes encontrar en el periódico. Verano aciago (uno más), que tengo que compensar de alguna manera. El poco espacio que me queda para ver películas me obliga a ser más selectivo que de costumbre. No acepto cualquier cosa en mi dvd y es por eso que echo la vista atrás y soy consciente de las contínuas alabanzas que he ido lanzando a las últimas películas que he ido digeriendo. Menos tiempo, mejor elección, y más probabilidad de encontrarte con alguna gran película. O incluso, vete a saber, con una obra maestra. Como La Soga.

Repito: obra maestra, como La Soga. Tuve la suerte de crecer viendo películas de Hitchcock. Pasé horas revisando junto a mis padres viejas películas de VHS cargadas de suspense, terror y fascinación. Se llamaban Con la muerte en los talones, Frenesí, Los pájaros, Cortina Rasgada, Topaz, El hombre que sabía demasiado, Encadenados, Rebeca... y sobre todo, Vértigo (De entre los muertos). James Stewart y Kim Novak fueron para mí dioses menores a merced de una deidad suprema llamada Hitchcock capaz de alucinarme con su más perfecta y onírica obra jamás realizada. Desde el primer momento supe que aquella sería una de las películas de mi vida, insultantemente sólida, misteriosa hasta lo indecible, perturbadora y necrofílica, Vértigo maneja al espectador como una marioneta y le hace partícipe del más diabólico pacto entre el amor y la muerte. Cuando encuentras una película que te marca tanto, resulta si no difícil imposible extraer sus defectos y no etiquetarla con el tópico de obra maestra.
Pasaron algunos años y muchas más cosas. Volví a Hitchcock hace poco recuperando una de mis pendientes más vergonzantes, Psicosis, para más recientemente rescatar Extraños en un tren, de la que aquí di buena cuenta. Hace unos días vi La Soga. Y me ha vuelto a pasar.

Si La soga no es una película perfecta, se le parece mucho. Inscrita en su filmografía como el mayor capricho del británico, se trata de una película con un único escenario (el interior de un apartamento) que Hitchcock (quien por primera vez se hacía cargo de la producción en solitario) pretendió rodar con un único plano y en tiempo real. Dicha pretensión hacen de La Soga una particularidad en su obra y, por cierto, la primera en color. El resultado final de este complicado reto que se propuso Hitch fue exitoso sólo en parte: La soga está rodada en 10 planos secuencias de 8 minutos, justo la cantidad de película que podía soportar la cámara. Las transiciones entre dichos planos son sutiles durante el metraje de la película, utilizando elementos como las chaquetas de los actores. Dada la ambición de querer rodar La Soga en tiempo real, el director inglés apremiaba a su equipo de rodaje para hacer el cambio de rollo lo más rápido posible. A estas circunstancias se le agregó el problema de la luz natural, ya que la fiesta en la que se centra la narración comienza al final de una tarde y acaba en plena noche, teniendo que compensar la puesta de sol con una trabajada iluminación dentro de las habitaciones donde se rodaba. Finalmente, La soga no culminó su objetivo de transcurrir en tiempo real (en 80 minutos transcurren lo que serían algo más de 100), ni tampoco resultó estar grabada en un único plano-secuencia (de hecho, varias escenas tuvieron que ser repetidas), pero revisionarla casi 60 años después sigue resultando tan especial y divertido como en 1948.

Sinopsis: dos compañeros de piso y estudiantes, Brandon y Phillip (John Dall y Farley Granger), asesinan (con una soga, por supuesto) a su otro compañero de piso, David (Dick Hogan), para demostrar que el crimen perfecto es posible. Tras el asesinato, ocultan el cuerpo en un baúl, poco antes de que empiece la fiesta que habían organizado en su apartamento a la que están invitados, entre otros, los padres de David, su prometida, y el ex novio de la misma y amigo común. Un invitado destacará por encima de los demás. El antiguo tutor de instituto de los tres compañeros, Rupert (James Stewart) es un hombre extréncico y extremadamente inteligente, el único realmente capaz de llegar a sospechar algo de un asesinato milimétrico y cuidado al detalle. A medida transcurre la fiesta y todos los invitados se preguntan dónde esta David, las sospechas empiezan a despertarse, el ambiente se enrarece y los nervios se desatan... El resultado es, como cabría esperar de Hitchcock, una velada inolvidable.

Y eso es La soga. Tan simple, y tan perfecta. Apenas un puñado de actores y una trama sencilla pero brillantemente desarrollada, apoyada en la pericia técnica de su autor, que una vez más demuestra hasta qué punto es capaz de ejercer el control sobre su película y sobre las emociones del espectador. La soga es inusualmente intensa, capaz de incrementar progresivamente la tensión hasta alcanzar ritmo de taquicardia, superando cualquier expectativa que cabría esperar... No sería así si buena parte de ese suspense no estuviera sostenido sobre esos actores que demuestran bien una solidez y fuerza innatas (caso de John Dall o Farley Granger, que además apuntillan sus papeles con ese toque de ambigüedad sexual que tienen Brandon y Phillip) o una veteranía que desborda la pantalla (inmenso, irónico, genial James Stewart). Todos ellos son partícipes de una pequeña y magistral adaptación de las tablas al cine (está basada en la pieza teatral Rope's end de Patrick Hamilton) que se rebela violentamente contra el apelativo de "película menor".

Un desafío para Hitchcock. Un desafío a la moral del público. Un desafío interpretativo... Desafíos resueltos con éxito y sin fisuras. Desafíos que sorprenden y gustan. Desafíos que te enganchan desde el primer plano y te dejan patidifuso en el último. Un legado que desafió y sigue desafiando a todos aquellos que pretendieron la sucesión en el trono del suspense. Y con ese aún no ha podido nadie.
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Rope. Estados Unidos. 1948. 80'.
Director: Alfred Hitchcock.
Guión: Hume Cronyn, basado en la obra teatral Rope's end de Patrick Hamilton.
Intérpretes: John Dall (Brandon), Farley Granger (Phillip), James Stewart (Rupert), Dick Hogan (David), Cedric Hardwicke (padre de David), Joan Chandler (Janet)
Puntuación: 10
Si aún no te aprieta la soga...