martes, junio 30, 2009

Chandler odiaba a Hitchcock

Yo, ignorante de mí que vi Extraños en un tren con los ojos de quien imagina la comunión perfecta entre director y escritor. Yo, que desconozco la obra de Patricia Highsmith más allá de El talento de Mr. Ripley y no sabía de los abusos y favores de la pantalla sobre el texto. Yo, que no podía pensar en la película de Hitchcock como otra cosa distinta a una alineación inefable de gigantes. Y resulta que no, que Extraños en un tren es hija de violentas desavenencias, odio proclamado del autor de El sueño eterno hacia el de Vértigo. ¿Hasta qué punto? Hasta el de llamarle "gordo cabrón".


Though there is much talk of 'doubling' and shared guilt in the novel, Highsmith's well-known misanthropy lets no one off the hook. (...) The film, by contrast, discriminates very clearly between guilt and innocence: despite the suggestions, especially in the first half of the film, that Guy is somehow tainted by or complicit in Bruno's schemes, and that Bruno carries out Guy's unrealised desires in murdering Miriam, Guy remains basically 'good'. At the end of the film he is cleared of all explicit guilt.

Hitchcock worked on an initial treatment of the script with his usual collaborators at this time, his wife Alma Reville and Whitfield Cook. He then hired Raymond Chandler to prepare the finished script. Chandler enjoyed considerable prestige in Hollywood at the time, not only for his fiction and the films made from it such as The Big Sleep (1946), but for his succesful collaboration with Billy Wilder on the script of Double Indemnity (1944), and for his own original script for The Blue Dahlia (1945). After some preliminary conferences, however, relations between the two men began to sour, and Chandler withdrew to work alone, with only occasional input from Hitchcock's.

Though Chandler didn't much like the book, he wanted to remain as close to it as possible and became increasingly irritated by Hitchcock's attempts to move it towards a more voncentional and commercially acceptable formula. Always a prolific letter writer, Chandler complained to his British publisher, Hamish Hamilton, and to friends, that Hithcock cared little for dramatic and character logic and was always prepared to sacrifice these for a striking camera angle or an unusual location ("wanting to do a love scene on top of the Jefferson Memorial or something like that"). Relations fianlly broke down after one of their rare script conferences when Hitchcock overheard Chandler referring to him as a "fat bastard" as he left. Chandler's script was immediately discarded and he was replaced by the relatively inexperienced Czenzi Ormonde, who had worked in a research capacity for Ben Hecht and David O. Selznick, but had no major screen credits on her own. When Chandler saw the final script, he was appalled and wrote a lengthy (but unsent) letter to Hitchcock, in which he accused him of approving "such a flabby mass of clichés, a group of faceless characters, and the king of dialogue every screen writer is taught not to write -the kind that says everything twice and leaves nothing to be implied by the actor or the camera." His veredict on the finished film was equally unkind.
Petrie, Graham. "Transfer of Guilt", en Sight & Sound. Juny 2009

sábado, junio 27, 2009

La serie (casi) perfecta

El apogeo de la ficción televisiva norteamericana ha resultado en el desbordamiento del espectador. Nunca antes fuimos tan urgidos a no perdernos la última gran serie, nunca resultó tan imposible procesar la apabullante cantidad de ficción, el flujo que lejos de remitir se acelera temporada tras temporada mientras crece la desubicuidad, o la sensación de ella. Por supuesto esta nueva era toma conciencia de las nuevas realidades de su público, y ahí entra la adaptación de sus formatos: queda anticuada, caduca, la serie de largo recorrido, estirada hasta la extenuación de la fórmula; se impone la serie como concepto perfectamente delimitado, como relato calculado y apelativo a un público más segmentado, tendente a la estandarización de la duración (42 ó 53 minutos). Las hay que se sustentan en todo el carisma de su protagonista, hasta el punto de que este le da nombre al invento (Dexter, House), las hay que marcan su revolución de la narrativa fantástica en torno a una pregunta (¿qué es la isla?), un misterio ante el que se subyuga todo un alud de enunciados epatantes y subtramas no necesariamente conclusivas (es decir, Lost). Otras, apuntan a esa revolución de los cánones narrativos desde su uso de la acción en tiempo real (24), y no faltan las que incluso cuentan con cierta complicidad freak para su triunfo (The IT crowd). Y luego está Los Soprano.

Creada en 1999 por David Chase, guionista con muchas tablas en el medio, Los Soprano nace bajo una premisa endiabladamente atractiva: la historia de un capo del crimen organizado de New Jersey y sus dificultades para conciliar sus menesteres familiares con los de la otra familia. Pero es sólo la premisa, y Los Soprano, durante seis temporadas que emite la HBO hasta 2007, pone en bandeja apasionantes disquisiciones: la doble crisis de la figura paterna y la patriarcal, el peso del liderazgo, los remordimientos de un gángster, la erótica del poder y temas varios de diván a tratar con la doctora Jennifer Melfi. Sumemos una cinefilia patente, extraordinarias dotes para la parodia (y la autoparodia), un elenco en permanente estado de gracia y una narrativa superdotada. Convendremos entonces en que sí, probablemente Los Soprano sea la serie perfecta. O casi.

ATENCIÓN: SPOILERS

Espero ansioso que resucite Elitevision para seguir sumergiéndome en deliciosos análisis episódicos. Mientras tanto, dejo aquí una prueba fehaciente de lo que vengo diciendo. Aparcamiento prolongado es el capítulo en el que veremos morir a Adriana La Cerva (Drea de Matteo). Tras revelarle su posición de confidente del FBI a Christopher (Michael Imperioli), este sale del apartamento dejándola a ella y alguna que otra promesa de escapar definitivamente a la "familia". Poco después, Adriana recibe una llamada de Tony Soprano (James Gandolfini) comunicándole una noticia nefasta: Christopher ha intentado suicidarse y se encuentra ingresado en el hospital. Soprano le anuncia que Silvio irá en breve a buscarla para llevarle al hospital a ver a su prometido. Y una vez en el coche...

1. Silvio (Steve Van Zandt) se desvía de la carretera principal. Todo bien hasta aquí.



2. Adriana, más serena, escucha al consigliere, tan imperturbable como de costumbre. En un primer plano, vemos a Silvio decirle que no se preocupe por Christopher, que es un chico fuerte.





3. Pero entonces pasamos a primer plano de Adriana. La serenidad ha desaparecido. Empieza a sollozar. ¿Angustia por Christopher?



4. No. El fatal destino de Adriana se anuncia con un solo contraplano. Vemos el bosque e inmediatamente sabemos cuál ha sido la decisión de Christopher y qué es lo que pasará a continuación. El camino tomado no es el del hospital, sino el del matadero. Sobran las palabras y cualquier giro afectado de espectacularidad. Basta un solo plano de unos cuantos árboles para darnos un vuelco como espectador. Y demostrar una vez más porque Los Soprano es lo más cercano a una serie perfecta.



Aquí la escena entera.


En las imágenes: Fotogramas de "Los Soprano" - Copyright 1999-2007 HBO. Todos los derechos reservados.

miércoles, junio 24, 2009

El primer día del resto de tu vida



Desde su prólogo mismo, la cinta de Rémi Bezançon demuestra prodigiosa capacidad para conjugar, en el seno del relato fragmentado, un estilo visual arrollador y hasta temerario, en el que la pauta la dan los insultantemente brillantes enunciados de cada capítulo, y el ritmo, las modélicas transiciones. En este último apartado, el catálogo de exquisiteces que acompañan desde la banda sonora encuentra perfecta complicidad con el montaje, a saber una canción que empieza sonando en una suerte de prom infantil para saltar a los cascos de la adolescencia. Suenan David Bowie, The Divine Comedy y Lou Reed. Padre e hijo buscan en una conversación el mejor solo de guitarra, y llegan a la probable conclusión de Freebird (Lynyrd Skynyrd).
Leer crítica completa en La Butaca

lunes, junio 22, 2009

De reestreno

Pues sí, reabrimos Cinelandia. Medio año de ausencia, toneladas de trabajo en La Butaca y un final de vida universitaria que nunca es lo que uno espera. Se vuelven a dar las circunstancias casi perfectas para que aniquile el tiempo libre que vuelvo a disponer con la reapertura del blog, y en ello estamos. Eso sí, con retoques varios. He decidido desmadrarme y dar rienda suelta a todo tipo de devaneos que van más allá del cine y que aún no tengo claro dónde llegarán. Lo contrario, esto es, escribir más críticas de las que ya escribo, podría acabar convirtiéndome en un tipo muy aburrido. También me he prometido abrir secciones altamente irregulares y disquisiciones que no sé como abordar. En resumen: contenidos nuevos, con la medianía de siempre.

Para empezar:

- Un año más, Cinema Jove. Y van 24. Es un festival pequeño, pero del que te puedes llevar algunos de tus mejores recuerdos frente a una pantalla. Yo descubrí a Lucio Fulci ahí. Este año los Cuadernos de Rodaje vienen con Welles, Walsh y dos noches de órdago: la del cazador y la de Halloween. Todo con el discreto encanto de un cine de verano plantado en medio de los Viveros, con bocatas de sobaquillo y todo.



- Especial Terminator en Miradas de Cine. Siempre son una buena noticia sus especiales, pero este es doblemente exquisito cuando entre sus páginas firman titanes como Pablo Muñoz (Alvy Singer) y Tonio L. Alarcón. Yo, erre que erre, he vuelto a la tecnofobia.



- Entre plomizos manuales y apuntes prestados, este mes he devorado Torso, de Brian Michael Bendis y Marc Andreyko. Necesitaré más lecturas para asimilarlo, pero de momento me quedo con la hostia estética, que no es poco. Si lo de Fincher resucita, esto podría desembocar en un romance espectacular entre viñetas y fotogramas.



- ¿Quiere usted ser productor? Por un módico precio de 2 euros, le enviarán el certificado y aparecerá en los créditos. La película, por cierto, se llama "El cosmonauta". Vigalondo está en el ajo, y ya se emplea a fondo en una campaña de marketing viral que ríanse de Abrams y de Stiller. Y en la banda sonora suena Remate, que por cierto se pasará por Valencia en octubre. A mí me han ganado con la reseña de Alberto Olmos del libro. Eso, y la solución soviética que espero junto a mi certificado.