domingo, julio 23, 2006

La princesa Mononoke


Por una vez quisiera huír de los rodeos. Huyo porque hablo de una película que hace lo propio. No sorprendo a nadie si vuelvo a decir que tras ver tres de sus películas me apunto a los que consideran a Miyazaki un auténtico maestro de la animación, así que sobran los apelativos para un cineasta que ya ha encontrado su lugar entre los grandes y que será recordado por auténticos lienzos en movimiento, obras de arte que desenvuelven una imaginación desbordada y embrujadora, capaz de infundir recuerdos deliciosos. Me pasa cuando pienso en El viaje de Chihiro y lo hago acordándome de una fábula embelesadora sobre la infancia, o cuando me emociono al recordar las bellísimas imágenes de El Castillo Ambulante al compás del perfecto vals compuesto por Joe Hisaishi. Hoy tengo una joya más que añadir al colectivo de imágenes inolvidables residente en mi memoria.

La princesa Mononoke es tanto una película legendaria (por su marcado significado dentro del cine japonés en general y el de animación en particular) como una leyenda. Y es todo lo que debería ser entendido como una leyenda, acogiendo todos sus ingredientes y haciéndolos suyos para aderezarlos de sensibilidad y auténtico cariño por cada personaje, cada imagen y cada momento. Desde el primer momento de la película, el espectador queda atrapado sin darse cuenta, con un ritmo de arranque sensiblemente más elevado que el de otras producciones de Miyazaki. Ya en esa primera escena vamos directos al conflicto: un jóven príncipe de unas tierras lejanas que salva a su pueblo del ataque de un soberbio monstruo, un jabalí transformado en demonio al que el príncipe Ashitaka, guerrero valiente y apuesto como mandan los cánones en las leyendas, da muerte en una lucha encarnizada. En esa batalla Ashitaka sale herido y una infección producida por el espíritu de ese demonio le condenará a una muerte lenta y dolorosa. En una carrera a contrarreloj contra su fatal destino, el príncipe a lomos de su alce iniciará un largísimo viaje a las tierras de donde procedía aquel monstruo, en busca desesperada de una cura que se antoja imposible. Allí donde llegará, encontrará un nuevo mundo en el que humanos y las distintas razas del bosque junto al que habitan (jabalís, monos, lobos y algún que otro dios) se precipitan hacia una guerra de proporciones catastróficas para el bosque. En ese clima hostil, Ashitaka intentará actuar sin éxito como elemento conciliador de ambos mundos, chocando en ese propósito con la princesa Mononoke, una guerrera criada en el bosque junto a los lobos.

En ese universo, si cabe, un punto más sencillo que en el de otras ocasiones, Miyazaki hace más evidente que nunca las metáforas que se esconden detrás de cada una de las imágenes. La necesidad de convivencia entre humanos y naturaleza centra los esfuerzos de Ashitaka y de su creador, que insiste en la armonía y la colaboración como única manera de llegar a la conciliación y a la paz. El mensaje ecológico también se hace notar en tanto que su película habla en favor de un respeto por esa naturaleza, y se complementa con el sacrificio y valentía de su protagonista en un esfuerzo titánico por unir a todas las razas bajo un mismo hábitat. Loables intenciones las de Miyazaki que en esta ocasión hacen que La princesa Mononoke sea más clara y sencilla que otros hitos de su filmografía, pero no por ello menos destacable. Muy al contrario, con esta princesa logra dejarte segundos después de los créditos en un extraño estado que combina la reflexión con la fascinación de haber visto una aventura increíble, una leyenda maravillosa por su belleza, por su carisma y emoción, por su manera de mimar a todos y cada uno de los personajes que componen ese cuadro, sea cual sea la importancia que juegan en él, por su perfecto dominio de los tiempos que logra que dos horas y cuarto de película pasen en un suspiro... Una auténtica delicatessen de gourmet y, dicho sea de paso, un placer más adulto que de costumbre, una concesión menos disimulada a la tradición del cine manga más generoso con la violencia que no impide a Miyazaki desarrollar hasta la última de sus virtudes. La princesa Mononoke no es una película infantil y es evidente su destinación a un público más consciente de los problemas que plantea en su argumento, lógico cuando es ese público el aún capaz de hacer algo por encontrarles alguna solución.



Las otras coordenadas que componen la solidez y genialidad de La princesa Mononoke son, de nuevo, un gusto por el detalle exquisito. Tanto en las técnicas de animación, donde vemos algunas de las escenas más espectaculares vistas en la filmografía de Miyazaki, como en cuanto a salpicar la historia de pequeños caprichos como es esa fascinación por los cerdos y familiares cercanos del porcino animal (aquí los jabalíes). Luego viene esa banda sonora impecable que siempre acompaña y de la que, una vez más, Hisaishi es responsable y autor, indispensable para acompañar cualquiera de los mundos creados por Miyazaki y recrear su magia... Magia. Magia es la palabra favorita del creador de Chihiro y Mononoke, y magia no vuelve a faltar en esta ocasión, aunque no en el grado de El viaje de Chihiro o El Castillo Ambulante, donde los personajes cambiaban de forma sin previo aviso y de forma caótica. Aquí se centra en el espíritu del bosque, el cuál constituye uno de los personajes fundamentales de la película al ser esa especie de dios en cuya mano se encuentra la vida de cada uno de los habitantes del bosque.

Sin ser la película perfecta, resulta muy difícil descubrirle defectos notorios a La princesa Mononoke, y nada fácil resistirse a sus muchos encantos. Miyazaki tuvo con ella la habilidad de dar un primer salto al público occidental, prepararlo para su creatividad inagotable y hacer si cabe más grande su presencia como maestro del anime. No es casualidad que La princesa Mononoke sea menos extravagante que sus hermanas, menos compleja, pero tan poética y fascinante como ellas. Todo un regalo para los sentidos y el alma.
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Mononoke Hime. Japón. 1997. 134'.
Director: Hayao Miyazaki.
Guión: Hayao Miyazaki.
Producción: Studio Ghibli
Puntuación: 9
El universo Miyazaki no acaba aquí...
http://www.terra.es/personal/lca027507a/ (completísima página sobre la película y su autor, muy interesante)

6 comentarios:

Sus dijo...

Increible, como lo es 'el viaje de Chihiro'. Dices en el post que 'desde el primer momento de la película, el espectador queda atrapado sin darse cuenta' y es lo que me pasó a mí.

No soporto otro tipo de películas de fantasía como por ejemplo la saga 'Harry Potter' pero la trilogía de la que hablas es caso aparte. Un 8'5 merecido.

PD: Te va a caer una Moretti, eh... ;)

Jordi Revert dijo...

Bienvenida será, como vosotras ;)

Anónimo dijo...

Ayyy esas morettis, ke las voy a echar de menos. Casi tanto como las Fink Brau.

Jordi Revert dijo...

Borracho...

Anónimo dijo...

Yo siempre fui más de Carboni... (donde andaba Jorge para hacerla??)

Luke dijo...

Es que no me gusta repetir mis propias gracias...

O algo así que me excuse.