Poco probable parecía que una trilogía podía ir de menos a más hasta que llegó Bourne. Nadie imaginaba cuando en 2002 se estrenó El caso Bourne (Bourne Identity, Doug Liman) que el personaje creado por Robert Ludlum acabaría convirtiéndose en un referente del cine de acción en general y el de espías en particular, ni que acabara siendo objeto de comparaciones con el agente secreto por excelencia del cine, hasta hora sin rival en la pantalla.
En favor de la positiva progresión de la trilogía ha jugado la baza de que tanto El mito de Bourne (The Bourne Supremacy, 2004) como El ultimátum de Bourne estuvieran orquestadas por Paul Greengrass, curtido en el documental y responsable de United 93. En esta última entrega, Jason Bourne se propone dar respuesta a todas aquellas preguntas que han torturado su amnésica mente durante todos esos años: ¿Quién es? ¿Por qué es uno de los agentes especiales más letales y perfectos sobre la tierra? ¿Quién le convirtió en lo que es? ¿Con qué propósito?
El ultimátum de Bourne toma las virtudes que desprendía El mito de Bourne y las multiplica, constituyéndose como una muy recomendable cinta de acción. Desde el primer plano, Greengrass decide que no nos va a dar ni un segundo de respiro y así será hasta que los créditos finales aparezcan a ritmo de Moby. La tercera entrega de las aventuras del atormentado Bourne es la más frenética de las tres, la más trepidante y también la más internacional, ubicando sus pasajes de acción desbocada en escenarios como la estación Waterloo de Londres, la calle Norte en Madrid o los estrechos callejones de Tánger. Precisamente en la estación de Waterloo, en la que Bourne guía a un acorralado periodista de The Guardian que ha descubierto más de lo que debía, es donde la película alcanza su mayor cota de suspense. La escena es un prodigio de planificación, detalle y posiblemente ofrece la mejor lección de cine que la trilogía haya podido dar.
El ultimátum de Bourne toma las virtudes que desprendía El mito de Bourne y las multiplica, constituyéndose como una muy recomendable cinta de acción. Desde el primer plano, Greengrass decide que no nos va a dar ni un segundo de respiro y así será hasta que los créditos finales aparezcan a ritmo de Moby. La tercera entrega de las aventuras del atormentado Bourne es la más frenética de las tres, la más trepidante y también la más internacional, ubicando sus pasajes de acción desbocada en escenarios como la estación Waterloo de Londres, la calle Norte en Madrid o los estrechos callejones de Tánger. Precisamente en la estación de Waterloo, en la que Bourne guía a un acorralado periodista de The Guardian que ha descubierto más de lo que debía, es donde la película alcanza su mayor cota de suspense. La escena es un prodigio de planificación, detalle y posiblemente ofrece la mejor lección de cine que la trilogía haya podido dar.
Y si esta tercera entrega alcanza el mejor nivel dentro la saga es debido a unos credenciales que ha ido perfeccionando. Mientras Greengrass planifica milimétricamente las escenas de acción, Matt Damon no tiene ninguna dificultad en interpretar un personaje que le viene hecho a medida y que viene acompañado por la veteranía y/o calidad de actores como Albert Finney (Big Fish, Erin Brockovich) o David Strathairn (Buenas noches, buena suerte). Si bien Julia Stiles sigue sin ostentar la suficiente fuerza para interpretar a Nicky, agente encubierta que intenta ayudar a Bourne, es innegable que el reparto raya a un nivel excelente y le hace ganar enteros al producto final.
Pero si decíamos que El ultimátum de Bourne es resultado de un proceso de perfeccionamiento respecto a las anteriores, no es menos de recibo decir que vuelve a reiterarse en uno de sus más irritantes defectos: la shaky cam, o meneo constante y nervioso de la cámara en las escenas de acción. Greengrass pretende una vez más hacernos partícipes del frenesí de la acción a través de los violentos y desbocados movimientos de cámara. En ese intento de contagiar al espectador del ritmo de la escena, muchos movimientos de las peleas de Bourne o de las persecuciones de coches (Ronin, de John Frankenheimer es el mejor ejemplo de cómo deben hacerse) se pierden en la pantalla sin que la retina haya tenido tiempo de incorporarlos plenamente. Esto, que a algunos les pueda parecer una virtud en favor de un rápido y más realista seguimiento de la acción, a servidor le parece un obstáculo para disfrutar de ella.
El caso es que, a pesar de sus defectos, la película que (supuestamente) cierra la trilogía ha constituido a Jason Bourne como uno de los personajes más interesantes del cine de acción, ligado a su condición de víctima a la par que a su condición como máquina de matar. Una identificación que va ligada a su ya también característica banda sonora, un acierto a todas luces del compositor John Powell que ha conseguido de la identificación agente-tema sonoro que en su día lograra otro John, este Barry, con el agente 007.
The Bourne ultimatum. Estados Unidos. 2007. 111'.
Director: Paul Greengrass.
Guión: Tony Gilroy, Scott Z. Burns y George Nolfi; basado en un argumento de Tony Gilroy; sobre la novela de Robert Ludlum.
Producción: Frank Marshall, Patrick Crowley y Paul L. Sandberg.
Música: John Powell.
Fotografía: Oliver Wood.
Montaje: Christopher Rouse.
Diseño de producción: Peter Wenham.
Vestuario: Shay Cunliffe.
Intérpretes: Matt Damon (Jason Bourne), Julia Stiles (Nicky Parsons), Joan Allen (Pamela Landy), David Strathairn (Noah Vosen), Paddy Considine (Simon Ross), Scott Glenn (Ezra Kramer), Edgar Ramírez (Paz), Albert Finney (Dr. Albert Hirsch).
Puntuación: 7
Conoce la verdadera identidad de Bourne...
http://www.labutaca.net/films/53/elultimatumdebourne.htm (sobre la peli)
http://www.bourne.es/ (web oficial España)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1506.html (sobre Matt Damon)
http://videos.cinemavip.com/informaciondecontenido.php?con=672 (video de entrevista a Matt Damon)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article3211.html (sobre Paul Greengrass)