Los expedientes de Springfield es uno de los mejores episodios que ha dado Los Simpson en su larga y todavía inconclusa historia. Argumentos los hay a cascoporro. Desde la condición de parodia de Expediente X que envuelve a todo el episodio (empezando por la pizarra, en la que se puede leer "La verdad no está allá fuera") a su refinado amor por el absurdo, pasando por ese gusto por la referencia que da pie a una de las imágenes más insólitamente divertidas de la serie, la rueda de reconocimiento extraterrestre:
Por si fuera poco, la trama apunta a la paranoia colectiva con la misma excelencia que lo haría cualquier episodio de South Park, para terminar rematándola con un número musical salido de tiesto. Tras descubrir que tras el extraterrestre de marras sólo se ocultaba un alucinado y fosforescente Señor Burns, el pueblo de Springfield, junto con Leonard Nimoy, Chewbacca, Mulder y Scully, se arrancan a cantar Good morning starshine. Un tema, por cierto, procedente de ese musical emblema de la cultura hippie de los 60 que era Hair, luego adaptado por Milos Forman al cine. En otras palabras, Springfield se apropia del tema en lo que es una celebración espontánea (y deliciosamente sin sentido) de alegría final.
Hair (Milos Forman, 1979)
Los expedientes de Springfield (Steven Dean Moore, 1997)