lunes, septiembre 06, 2010

Ideas desordenadas a propósito de Origen


1.    Probablemente la mejor lectura (y la más exhaustiva) en torno a Origen sea el análisis propuesto por David Bordwell y Kristin Thompson. Uno de los puntos imprescindibles de su exposición es la asunción de que la película de Christopher Nolan, su motivación, es la de la metanarrativa, el sueño dentro del sueño dentro del sueño dentro del… esas muñecas rusas que configuran un clímax final de unos 45 minutos en el que las narraciones incrustadas a través de las que nos movemos (hacia dentro y hacia fuera, nunca atrás y adelante, como viene siendo habitual vía el uso del flashback) se dan mientras la furgoneta permanece en caída libre durante ese tiempo.

2.    En definitiva, dos palabras definen a Origen mejor que ningunas otras: estructura y exposición. Se trata, tal como Nolan reconoce, de un relato determinantemente expositivo: en todo momento sus personajes nos guían a través de esa ciencia del sueño, en ocasiones explicando repetidas veces puntos varios. Su objetivo: forzar al espectador a su acompañamiento a través de las distintas capas de esta heist movie (película de gran golpe), evitar que se pierda. El resultado es eficaz: Origen tiene una estructura compleja (quizá no tanto como otras películas de Nolan [El truco final], pero sí con más capas), un prodigio de arquitectura narrativa casi insultante en su genialidad; pero su perfecta exposición de mecanismos la hace relativamente fácil de seguir. Con todo, el número de cuestiones que plantea y enigmas irresolutos es considerable y suficiente para permitir su discusión casi de forma indefinida.

3.    Mi relación de amor-odio con el cine de Nolan empieza a virar (de forma definitiva, espero) hacia el amor. Como narrador, ha revocado con creces la torpeza que demostró en Batman Begins (2005); también como ilusionista tramposo e innecesariamente denso, el que se dejaba entrever en El truco final (2006). En Origen, pese a echar de menos más pasajes cautivadores, más imágenes grabadas en la retina, sí encontré a un prestidigitador visual en la escena del hotel. La pelea (en dos partes) entre Joseph Gordon-Levitt y los enemigos que va encontrando a gravedad cada vez más inestable, supone una escena arrolladora en su potencia, indiscutible en su identidad, pese a las visibles deudas a Matrix (Andy y Larry/Lana Wachowski, 1999). El asalto a la fortaleza en la nieve, sin embargo, demuestra que Nolan dista de ser un buen director de escenas de acción: embarullada, caótica y sin una gramática limpia y control del espacio que permitan al espectador seguir la escena más allá de su aturullamiento. No obstante, confieso que me pareció deliciosa la concesión a la saga Bond en esa persecución sobre esquíes.


4.    Recopilación y suma de referencias, guiños e influencias reconocidas y atribuidas a Origen. La fórmula sería algo así: Origen = el Jorge Luis Borges de El milagro secreto + Matrix, de los Wachowski (las capas de realidades) + The Dream of a Lifetime!, de Don Rosa (véase Bordwell y Thompson) + Intolerancia, de D.W. Griffith + Solaris, de Andrei Tarkovsky (la memoria y recreaciones de la esposa muerta) + James Bond onírico + Ciudadano Kane, de Orson Welles (el multimillonario atribulado por la presunta falta de amor de su padre, el objeto en la caja fuerte) + Michael Mann (la caligrafía de la persecución en la ciudad remite al director de Heat como ya lo hiciera la escena-apertura de El Caballero Oscuro) + Stanley Kubrick (probablemente la afirmación más gratuita y menos sostenible; Alvy Singer lo explica perfectamente en su texto sobre el filme).

5.    SPOILERS. El final de Origen es, antes que un golpe de efecto, la pieza que falta para que el puzle encaje a la perfección. Podría valer incluso para justificar, más allá de convenciones del género, el porqué sólo llegamos a adentrarnos en la psicología de Cobb y en lo enfermizo del recuerdo de su mujer, mientras los demás personajes aparecen más como comparsas en ese gran golpe onírico: el relato cobra incluso más sentido si se entiende que ya estamos dentro de un Inception que el personaje de Leonardo DiCaprio se ha inducido para poder expiar su culpa por la muerte de su mujer (SEGUNDA CAPA DE SPOILERS, sorprenden, cuanto menos, las similitudes en este punto con Shutter Island [Martin Scorsese, 2010] , la otra película que DiCaprio ha estrenado en lo que va de año). No es extraño, pues, que ese presunto Inception pueda encontrar de forma tan inmediata y fácil a Ariadne (Ellen Page), la mejor arquitecta de la mente, y que sea esta precisamente la que le acompañe hasta ese submundo del subconsciente en el que la mujer de Cobb aguarda (es la perfecta proyección elegida para ese cometido). O que la propia empresa de Saito lleve el apellido del protagonista en su nombre, o el hecho de que el tiempo no haya hecho mella en los hijos de Cobb. Pero esto, claro, sólo son conjeturas surgidas del espacio a la interpretación (más grande de lo que parece) que Nolan deja más allá de su racionalista, inmenso, desafiante, prometedor sueño multi-capa.
En la imagen: Fotograma de  Origen – Copyright © 2010 Syncopy, Warner Bros. Pictures y Legendary Pictures. Foto de Melissa Moseley. Distribuida en España por Warner Bros. Pictures International España. Todos los derechos reservados.

1 comentario:

moonriver dijo...

Y, sin embargo, siempre nos quedará la duda. ¿Y si no estuviéramos dentro de una Inception de DiCaprio? Al fin y al cabo, justo antes del fundido en negro, la peonza (por llamarla de alguna forma) empieza a temblar. Si la película durara dos segundos más, ¿acabaría parándose, demostrando que todo es real?