De entre las muchas aproximaciones que el cine ha llevado a cabo al mundo del circo, Agua para elefantes viene a sumarse a la vertiente más melodramática del tema, aquella que encontrara su estandarte en la ampulosa, fastuosa —y en cualquier caso, interesante— El mayor espectáculo del mundo (Cecil B. DeMille, 1952) y sucesoras como Trapecio (Carol Reed, 1956): en común tienen el triángulo amoroso, las pasiones que fluyen en los protagonistas como el espectáculo lo hace bajo la carpa, el gusto por formalismos más tradicionales que desviados. Descartados, pues, los microcosmos grotescos —de La parada de los monstruos (Tod Browning, 1932) a Balada triste de trompeta (Álex de la Iglesia, 2010)— o las miserias ambulantes —Noche de circo (Ingmar Bergman, 1953), La strada (Federico Fellini, 1954)—; descartada, por supuesto, cualquier nota de humor —Una tarde en el circo (Edward Buzzell, 1939)— a costa de un show que el cine ya sólo entiende en su decadencia o desde la nostalgia por los días mejores.Leer crítica completa en LaButaca.net
En la imagen: Fotograma de Agua para elefantes, película distribuida en España por Hispano Foxfilm © 2011 Fox 2000 Pictures, 3 Arts Entertainment y Flashpoint Entertainment. Todos los derechos reservados.
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