Extraterrestre arroja luz alienígena sobre esas zonas omitidas, pasadas por alto en el proceso del galanteo y la relación sentimental. Despertarse en una cama ajena junto a una desconocida aquí no tiene nada de triunfal y sí mucho de una incomodidad casi irresoluble, tróspida quizá. Enamorarse desde ese punto de partida no es accidental —o no es sólo eso—, sino que contiene una épica emocional que se fundamenta en la extrañeza, en la torpeza implícita en todo flirteo y seducción que lleva —o no— a la deseada culminación. En su segunda película, Nacho Vigalondo sitúa la habitual fuente de otredad —la invasión extraterrestre, la nave que asoma entre los edificios de Madrid— al fondo, para subrayar en primer plano la reconocible pero apenas reconocida, el inexplicable encantamiento que produce el rostro de esa otra persona en la pantalla de un televisor —Michelle Jenner, o la belleza de ese OVNI durmiente—, el desconcierto de ese sentimiento cotidiano que nace en condiciones apocalípticas, como aquel que naturalmente despertaba en la pareja protagonista de Monsters (Gareth Edwards, 2010) cuando los monstruos tomaban el paisaje.Leer crítica completa en LaButaca.net
En la imagen: Fotograma de Extraterrestre, película distribuida en España por Vértigo Films © 2011 Arsénico Producciones, Sayaka Producciones y Apache Entertainment. Todos los derechos reservados.