jueves, abril 27, 2006

Syriana

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Hace ya muchos años desarrollé una efímera pero intensa afición: los puzzles. Horas y horas pasaba frente a una mesa en la que se agolpaban piezas en número no inferior a mil esperando a que mis manos las encajaran para formar unos pocos centímetros de cielo azul o un diminuto pedazo de césped. Hacer puzzles puede ser frustrante, desesperante, inútil y una buena retahíla de adjetivos no demasiado positivos. Sin embargo, al encajar la última de esas mil piezas uno siente una inefable satisfacción que no puede explicar con palabras a aquel que le mira como a un bicho raro. Un orgullo que te pertenece sólo a tí y que acaba dibujándote una sonrisa al final del final. La anécdota en sí no tiene más trascesdencia que la del mismo puzzle, pero me vale para establecer el paralelismo perfecto para con lo que es la película que aquí me ocupa: Syriana.

En el año 2000, Steven Soderbergh llevó a cabo una de las mejores películas de principio de siglo. Se trataba de Traffic, una ambiciosa y coral producción sobre el mundo de la droga que reflejaba toda su realidad, desde aquellos que la plantaban hasta los que la consumían, pasando por los distribuidores y por gente de diferente clase y condición. Traffic resultó ser una película con unas coordenadas muy claras: imperaba el estilo visual impuesto por Soderbergh, de imágenes crudas, utilizando la cámara en mano y dando un realismo meridiano a cada plano y escena; el ritmo narrativo resultaba apasionante pese a la casi entera ausencia de escenas de acción; la historia reflejaba una problemática social y venía presentada como un auténtico mosaico de personajes y vidas paralelas, tangentes o encontradas que tenían ese punto en común. De esas señas de identidad que hicieron de Traffic una película imprescindible, eran tan culpables Steven Soderbergh como Stephen Gaghan. El guionista presentó sus credenciales con un guión absolutamente brillante, complicado pero no trillado, también marcado por el fraccionamiento y por la conciencia social. Aquel trabajo hizo que su nombre fuera recordado y que se presumiera, tarde o temprano, un prometedor debut en la dirección que no llegó con La desaparición de Embry (2002), una opera prima que pasó demasiado desapercibida. Su segunda película, sin embargo, es otra cosa.

Cuando Gaghan se pone detrás de la cámara, cabe advertir en él que, efectivamente, le gusta el estilo de su amigo Soderbergh. Desde los mismos patrones visuales parte Syriana que Traffic, contando el añadido de un reclamo actoral como es George Clooney como fueron en su día Michael Douglas o Benicio del Toro. Es, sin embargo, el milimetrado guión lo que hace de Syriana un proyecto mucho más personal. Para empezar, se trata de un guión fundamentado en una un proceso de investigación titánico centrado en el escenario internacional del mercado del petróleo, así como de la trama política y de intereses involucrada en el mismo. De hecho la palabra "Syriana" la define el propio Robert Baer (al que interpreta Clooney en la película) en su libro See no evils (en que se ha basado Gaghan para escribir su guión), como "un lugar ficticio, un término que se utiliza para describir el rediseño de las fronteras del Oriente Medio para que se ajusten a nuestros intereses (los de Estados Unidos)”. Tomando la historia de Baer como punto de partida, Gaghan escribe una historia llena de personajes relacionados o no entre sí, pero todos afectados de una manera u otra por esa guerra del petróleo, una historia de la que supondría un acto temerario escribir una sinopsis en este mismo post y de la que ya dan buena cuenta algunos de los links que dejo al final del mismo.
Y es que el guión de Gaghan es complejo, muy complejo. Complejísimo. Es un reto lanzado al espectador, un desafío que propone un intenso devaneo de sesos y le obliga a no bajar la guardia en ningún momento. Eso hace de Syriana un puzzle de más de mil piezas, una propuesta complicada de entender y agravada por los múltiples saltos geográficos y líneas argumentales desarrolladas, pero al fin y al cabo un ejercicio enormemente gratificante para aquel que logra el objetivo y que, además, induce a la reflexión de un problema vigente y de actualidad.

Tiene, además, la virtud de mantener la tensión sin recurrir al artificio, de buscar la atención del público mediante un guión sin golpes de efecto, y con un elenco envidiable de grandes actores como Clooney, Plummer, Hurt o Cooper. Pese a que es una película difícil como pocas, es alentador encontrarse con un thriller político como Syriana, de disimulada pero no oculta ideología, crítico con la política de su país en el marco internacional de las negociaciones del crudo y con temas adyacentes al mismo como el terrorismo islámico o el tráfico de armas. Es por eso que, pese a las dificultades para mantener un ritmo constante e interesante para el espectador, Stephen Gaghan sale airoso y acaba firmando dos buenas horas de cine político. Bien es cierto que algo más de sencillez y un mensaje más directo hubieran hecho ganar a Syriana puntos de cara a la gran película que aspira a ser, pero su empeño por lo complejo, por lo enrevesado de la trama (eso sí, en sacrificio de cualquier forma de impacto) es un punto en común con el caos que está describiendo y que no es sino la realidad de corrupción e intriga que invade la industria mundial del petróleo.

Este mosaico apasiona o aburre, fascina o produce tedio, interesa o no, pero seguro no deja indiferente a nadie. Paciencia, ingenio e inteligencia son elementos necesarios para hacer este puzzle político, comprometido e incómodo. Syriana es cine que trasciende a la realidad y llama al debate. Cine donde las tensiones y los acontecimientos se precipitan al ritmo vertiginoso con el que el precio del crudo alcanza nuevos máximos día a día.
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Syriana. Estados Unidos. 2005. 126'.
Director: Stephen Gaghan.
Guión: Stephen Gaghan; basado en el libro "See no evil" de Robert Baer.
Música: Alexandre Desplat.
Fotografía: Robert Elswit.
Montaje: Tim Squyres.
Diseño de producción: Dan Weil.
Vestuario: Louise Frogley.
Intérpretes: George Clooney (Bob Barnes), Matt Damon (Bryan Woodman), Jeffrey Wright (Bennett Holiday), Chris Cooper (Jimmy Pope), William Hurt (Stan Goff), Mazhar Munir (Wasim), Tim Blake Nelson (Danny Dalton), Amanda Peet (Julie Woodman), Christopher Plummer (Dean Whiting), Alexander Siddig (Príncipe Nasir).

Puntuación: 7
Sigue explorando Syriana...
http://www.blogdecine.com/archivos/2006/02/28-syriana-breve-guia-para-en.php (sobre la peli)
http://www.labutaca.net/56berlinale/syriana.htm (sobre la peli)
http://www.labutaca.net/56berlinale/syriana.htm (página web en España)
http://www.syrianamovie.com/ (página web oficial)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1407 (sobre George Clooney)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1506.html (sobre Matt Damon)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2137.html (sobre Chris Cooper)
http://www.losguionistas.com.ar/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=123&mode=thread&order=0&thold=0 (sobre Stephen Gaghan)

lunes, abril 24, 2006

Los tres entierros de Melquíades Estrada

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Hay películas silenciosas, discretas que sin hacer ruido y paso a paso reclaman un lugar en la memoria colectiva. Películas que funcionan por el boca a boca, sin demasiada promoción y poco llamativas en principio se convierten en una revelación y que con el tiempo crecen. Al que escribe estas líneas no le cabe ninguna duda de que Los tres entierros de Melquíades Estrada, el notable debut tras la cámara del curtido actor Tommy Lee Jones es una de ellas.

Empezemos por el principio, y esto sería redundante si no hablaramos de un guión bajo el sello de Guillermo Arriaga. Este es, sí, aquel que ya nos deleitó con dos soberbios textos como Amores Perros y 21 gramos, llevados a la pantalla por su complemento perfecto, el mexicano Alejandro González Iñárritu. Uno de los pocos guionistas con tanto peso en la actualidad que por momentos parece superponer su identidad y su mano a la del propio director de la película, capaz de incentivar a la salida del cine el recurrente comentario de "se nota que es del guionista de...". Durante la primera media hora de Los tres entierros de Melquíades Estrada, ese pensamiento invade la mente del espectador y por momentos uno empieza a dudar si en verdad se trata de un síntoma positivo o habla de una dependencia excesiva de los guiones de Guillermo Arriaga. En esa introducción, de nuevo encontramos una narrativa fraccionada, con saltos en el tiempo que confunden (pero de los que en cierta manera ya vamos prevenidos), con la presentación de los personajes y de la historia: Melquíades Estrada es un vaquero mexicano, un "espalda mojada" que cruza la frontera hasta Texas donde conoce a Peter (o Pedro) con quien entabla una estrecha amistad. Por otro lado, un joven y aburrido matrimonio se traslada a vivir al pequeño pueblo debido al trabajo de guardia fronterizo de él (Barry Pepper). Por supuesto, el destino hará que estas historias se entrecrucen y que en un accidental fuego cruzado, el guardia Mike Norton acabe matando a Melquíades Estrada.

Es en este punto donde Los tres entierros... abandona la rotura temporal, los saltos y vuelve a la narración lineal. Es como un acto de rebeldía equiparable al de Pedro ante los deseos de la policía fronteriza de "enterrar" el asunto Melquíades Estrada. Atendiendo a la promesa realizada a su amigo y ante la impotencia de la injusticia pavoneándose ante sus narices, Pedro desentierra a Melquíades y secuestra a su asesino para iniciar un hermoso viaje. Para uno significará el homenaje a una amistad inolvidable. Para otro, su aparentemente imposible redención.
En ese momento de la película de Tommy Lee Jones, la historia sube un escalón de interesante a apasionante y comienza a destapar sus cartas, a desnudarse y a mostrarse como lo que es: un thriller fronterizo y de autor, una suerte de western crepuscular que bebe de las influencias de Peckinpah o Leone y, por encima de cualquier adjetivo, una película humana, tolerante como pocas y que hace una loable reivindicación de la igualdad racial y de los derechos del hombre. Prueba de ello es la transformación renqueante, la salvación del alma (no del todo convincente, más por el personaje que por la buena actuación de Barry Pepper) del guardia Mike Norton que sufre en sus carnes una cura de humildad y que le aboca a aceptar aquellas gentes que en el pasado les infundía desprecio.

La humanidad de Los tres entierros de Melquíades Estrada pasa en buena medida por la exploración de sus personajes, abandonados y solitarios que se sujetan a la vida por una u otra razón o por ninguna en concreto. Pedro vive para llevar y enterrar a Melquíades en su antiguo rancho, Jiménez, allá donde algún día despertó sus ilusos deseos de amar y tener una familia, allá donde Pedro siente necesidad de empezar una vida con Rachel, la desilusionada camarera de su pueblo abandonada al sexo con cualquiera que se acerque a la acogedora cafetería que regenta con su marido Bob. El guardia Mike, de alma intoxicada, iracundo y despreciable, es obligado a un co-protagonizar una odisea que no entenderá hasta llegar a su destino final y en la que se toparán con otras almas errantes, véase un viejo ciego abandonado en una cabaña que pide que le ejecuten para no ofender a Dios con el suicidio.

Todos estos elementos, sumados a un gran trabajo de fotografía de Chris Menges, hacen de Los tres entierros de Melquíades Estrada una obra notable, con evidentes defectos en la composición de algunos personajes y la ligereza de algunos diálogos (el encuentro con el grupo de nómadas cerca de El Tostón) pero que en su conjunto supone un debut alentador, mejorable pero que no desentonaría ni mucho menos en la filmografía de un maestro como John Ford. Es de mención, por supuesto, no solo el buen trabajo de dirección de Tommy Lee Jones sino su actuación ante la cámara, merecedora de la Palma de Oro que le fue otorgada en Cannes. El papel de duro solitario y empecinado en cumplir el deseo de aquel amigo que le dio tanto, le viene al pelo y poco menos se puede decir que aumenta su espectro como uno de los grandes actores de la actualidad. Su actuación, uno de los pilares fundamentales de la película, es conmovedora y consigue poner al espectador de su lado generando una simpatía y un cariño inusuales por un personaje (este sí) perfectamente construido por Arriaga.

Los tres entierros... también demuestra que Tommy Lee Jones es un viejo zorro que ha sabido esperar el momento y la historia apropiada para probar sus aptitudes como realizador. Un recibo donde aparecen detallados su buena cabeza y madurez a la hora de abordar una historia como esta de un guionista como este. Una opera prima no exenta de sensibilidad, emoción y mensaje. Ingredientes que, combinados de manera inteligente, hacen lo que es posiblemente una de las mejores películas del año. Y un auténtico gustazo.
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The three burials of Melquiades Estrada. Estados Unidos y Francia. 2005. 116'.
Director: Tommy Lee Jones.
Guión: Guillermo Arriaga.
Música: Marco Beltrami.
Fotografía: Chris Menges.
Montaje: Roberto Silvi.
Diseño de producción: Merideth Boswell.
Dirección artística: Jeff Knipp.
Vestuario: Kathleen Kiatta.
Intérpretes: Tommy Lee Jones (Pete Perkins), Barry Pepper (Mike Norton), Julio César Cedillo (Melquiades Estrada), Dwight Yoakam (Belmont), January Jones (Lou Ann Norton), Melissa Leo (Rachel), Levon Helm (Anciano ciego), Mel Rodríguez (Capitán Gómez), Cecilia Suárez (Rosa), Ignacio Guadalupe (Lucio), Vanessa Bauche (Mariana).
Puntuación: 8
Para seguir desenterrando cosas de la peli...
http://www.critica.cl/html/cobos_02.htm (entrevista a Guillermo Arriaga)

sábado, abril 22, 2006

Plan oculto

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Spike Lee tiene un plan. Lo lleva mascando desde hace tiempo, nadie lo sabía y cuando lo ejecute la gente tendrá que quitarse el sombrero ante su maestría para bordar lo que, a todas luces, es un "golpe perfecto". Golpe perfecto y golpe de efecto, volantazo de 180º de los que llevan directo a la colisión o al asombro de la galería. El neoyorquino Shelton Jackson Lee, el pequeño "Spike" ("escarpia", apelativo que le puso su madre debido a su carácter tozudo) creció para convertirse en uno de esos tipos incómodos, un reivindicador de las causas más molestas y empeñado en proclamar las discriminaciones raciales en sus películas. Películas, vaya por delante, ahorrativas donde las haya: su debut en 1986, Nola Darling, se lo financió él solito con préstamos familiares y de amigos. Mucho han cambiado desde entonces las cosas para Spike desde aquella aventura en 16 mm filmada únicamente con actores negros. Su segundo proyecto ya fue financiado por la Columbia y, posteriormente Spike fundó su propia productora, 40 acres y una mula. Denzel Washington pasaría a ser su actor fetiche en Cuanto más mejor o Malcolm X, entre otras y, en 1990 sería nominado pero no vencedor del oscar a mejor guión original por Haz lo que debas. En esa misma ceremonia conoció al productor Brian Grazer, con el que entabló amistad prometiéndose ambos encontrar un proyecto para trabajar juntos. Proyecto que se presumía como el salto al cine comercial de Spike Lee, y que llega 16 años después...


Si 20 años ha tardado en dar ese salto del cine independiente a la gran superproducción, aquellos que temían lo peor pueden secarse el sudor de la frente y aquellos que esperaban algo grande, aplaudir ante lo que Plan Oculto ofrece: la película perfecta sobre el atraco perfecto. Muchos lo habían intentado ya con mayor o menor suerte. La lista es innumerable: Ben Affleck (obligado, pobrecito) ya quiso abrir la caja fuerte de un casino en Operación Reno, pero aquello no era ni la mitad de bestia que la que armaron los once de Ocean en el mismísimo corazón de Las Vegas. Que se lo pregunten también a De Niro y a Norton, tratando de ejecutar el golpe perfecto en la película póstuma de Marlon Brando, The Score. Pero ninguno es tan listo como Clive Owen. Ni de lejos. En Plan Oculto, su personaje Dalton Russell tiene la virtud de hacer sencillo lo aparentemente imposible, de descartar cualquier previsible parafernalia para llevar a cabo un atraco sorprendentemente medido al milímetro y a la vez, con una estrategia simple como pocas. El guión de Russell Gewirtz es compacto, sin fisuras, y con una estructura casi perfecta que hace que el atraco en sí también lo sea.


A medida que avanza en su metraje, Plan Oculto demuestra que es un thriller con cerebro, capaz de ocultar las claves sin engaños al espectador para desvelarlas en el momento exacto y dejarle con la boca abierta. A eso ayudan su elenco de actores que por lo general, cumplen y mucho. El duelo entre Denzel Washington y Clive Owen está a un altísimo nivel y resulta difícil acabar de verla decidiendo un ganador, pero además Christopher Plummer o Chiwetel Ejiofor les acompañan con también buenas actuaciones que hacen que Plan Oculto acabe ganando enteros. Y sí, me he dejado a Jodie Foster... con toda probabilidad y pese a la falsa condición de protagonista que le otorga el cartel promocional (en total no aparecerá más de 20 minutos), Foster es lo menos destacable de la película. Sosa y para olvidar. Sin más.


Spike Lee ha sabido superar todos los grandes robos en la pantalla que un servidor puede recordar a golpe de inteligencia, mostrando protagonistas confrontados que juegan una partida de ajedrez en la que hay vidas en juego y en la que el que tiene las blancas va una jugada por delante porque tenía la partida aprendida de memoria. Mantener esa partida durante 129 minutos sin un ápice de distracción o de aburrimiento no es fácil y Lee lo consigue mediante diálogos inteligentes ("Es demasiado listo para ser poli"), situaciones en las que maneja la tensión a la perfección (la escena del móvil) y un montaje dinámico con una cámara que nunca da la sensación de fijación pero tampoco de nerviosismo. Tampoco se olvida de dejar tintes de su particular humor (la conversación sobre el acertijo) y, por si quedaba algun acérrimo incapaz de aceptar la ausencia de toque político y/o social, también aparecen concesiones a la discriminación racial o la violencia en los videojuegos, entre otros temas. Si bien es cierto que quedan a años luz de su exposición en otras películas, es la bienvenida demostración de que Spike Lee ni puede ni quiere callarse la boca en ninguna de ellas.


Como siempre, hay escenas residuales, algún que otro tópico de sobra y también algún momento innecesario que añade minutos a lo que es un metraje excesivo que, sin embargo, pasa en un suspiro. Y eso siempre es buena señal. Plan Oculto es una jugada de esas que merecen un aplauso, una ecuación exacta entre cine de acción, inteligencia, buena dirección y mejores actuaciones. Una sorpresa que merece la pena aunque no sea sello de identidad de su autor. Y, sin duda, La mejor forma de entender el entretenimiento en el cine.
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Inside man. Estados Unidos. 2006. 129'.
Director: Spike Lee.
Guión: Russell Gewirtz.
Música: Terence Blanchard.
Fotografía: Mathew Libatique.
Montaje: Barry Alexander Brown.
Diseño de producción: Wynn Thomas.
Vestuario: Donna Berwick.
Intérpretes: Denzel Washington (Detective Keith Frazier), Clive Owen (Dalton Russell), Jodie Foster (Madeline White), Christopher Plummer (Arthur Case), Willem Dafoe (John Darius), Chiwetel Ejiofor (Detective Bill Mitchell), Kim Director (Stevie), James Ransone (Steve-O), Peter Gerety (Capitán Coughlin), Victor Colicchio (Sargento Collins), Peter Frechette (Peter).
Puntuación: 7,5
Pero aún quedan cosas ocultas en la red...
http://www.monografias.com/trabajos16/spike-lee/spike-lee.shtml (sobre Spike Lee)
http://www.labutaca.net/films/40/planoculto.htm (sobre la peli)
http://www.planoculto.uip.es/ (web en España)
http://www.theinsideman.net/ (web oficial)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1379.html (sobre Denzel Washington)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2284.html (sobre Clive Owen)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1455.html (sobre Jodie Foster)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1613.html (sobre Williem Dafoe)
http://planoculto.uip.es/viral/ (JUEGO sobre la peli)

martes, abril 18, 2006

Brando en tres tiempos

La responsabilidad y el tiempo son la lacra del (ponga aquí su adjetivo) autor. La constancia es una virtud de la que siempre me fue difícil presumir y, hoy por hoy, esa sigue siendo una de las pocas cosas que no han cambiado en mí. Los días pasan y en el blog crecen telarañas que amenazan con hacer desaparecer un capricho que hace un año nació de una pasión desenfrenada de cine. Pero no. La luz se hizo y se publicó el texto, con mito recuperado incluído al que he visitado con cierta asiduidad en las últimas semanas. Un mito al que le sobran los elogios tanto como los insultos de los que le sufrieron, una divinidad terrible y tosca, áspera, que castigó con hirientes palabras e improperios a aquellos que no entienden sus excentricidades, el actor con mayúsculas, instalado en los anales, con el que coincidí en tres de los más grandes momentos de cine de mi vida como cinéfago: Brando.

El actor bandera del Actor's Studio forjó su leyenda a lo largo de una carrera en la que Marlon Brando mira atrás con penetrante mirada para descubrir un buen puñado de clásicos y cimas del cine del siglo XX. Su condición de monstruo de la pantalla ha conocido todas las fases de la metamorfosis en un actor que nació grande y talentoso para convertirse en leyenda del celuloide. El tiempo también pasó para él en forma de una decadente condición física que un día destruyó la belleza inmaculada e impresionante que desprendía en su debut como intérprete. La misma que envuelve y le pertenece en Un tranvía llamado deseo, pero Stanley Kowalski presume además de un carácter salvaje y animal enfundado en una camisa interior ajustada que le convirtió en icono sexual de los años 50 y revelación ante los ojos alucinados de los espectadores que le vieron comerse cualquiera de las escenas de la película de Elia Kazan con sólo su presencia. Tenesse Williams no podría haber encontrado una reencarnación más perfecta de su personaje y él no pudo encontrar mejor papel para su despertar como actor. El tranvía de Kazan es un inolvidable ensayo sobre la crueldad humana con un Brando que reivindica el protagonismo sin ser el personaje capital de la obra, inhumano e iracundo, lejos de la rebeldía de James Dean o la belleza serena de Newman, cerca del primitivismo y de los instintos más primarios. Así fue el primer Brando, el del rostro impenetrable, la bestia bella e indomable y destructora de todo lo que le rodea.

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El segundo encuentro fue perturbador. Poesía a la vez que instinto es lo que despide El último tango en París. La obra de Bertolucci es una película de entrañas, directa al interior del alma humana e inquietante como pocas. En la París bohemia, la de la nouvelle vague y del arte llamado a cambiar el mundo, una casa de habitaciones desnudas recibe la visita de dos desconocidos que renuncian a su amarga vida para abandonarse al sexo, al sudor de los días de cópula y la fornicación desenfrenada que les evade de sí mismos. París, el sexo, los instintos renaciendo y la penetración en el alma desconocida de la que se obvia cualquier signo de identidad, la carne envuelta en sábanas y Brando. El desconocido que intenta olvidar su vida anterior, que encuentra en esa pasión desenfrenada el sentimiento más cercano a su deseo de estar muerto, que se tapa los oídos al verse envuelto por los insoportables ruidos del mundo que odia... Baila su último tango en un piso del barrio latino con María Schneider y sabe de lo cercano de su final, del ocaso de una vida atormentada que destrozó su amor por una mujer.

- "En esta casa no hay nadie... tú no tienes nombre... yo no tengo nombre... tú y yo nos encontraermos aquí...venimos a olvidar todo... es bonito no saber nada el uno del otro".

...y uno observa los movimientos deprimidos de Brando como se mezclan irremediablemente con la excitación, la morbosidad de los encuentros salvajes, la mantequilla introduciéndose violentamente en el ano de María Schneider ("¡Santa familia, templo de los buenos ciudadanos: la libertad es asesinada ahora mismo por el egoísmo!) o la cordura desvaneciéndose en favor de la exorcización del dolor imposible de curar, de la soledad humana que apuñala lentamente el corazón. Todo eso es ÉL antes del final, la vida cayendo por el abismo en una habitación cualquiera de París, vida ahogada en líbido, vida olvidada sin más sentido que sentir si aún es posible... una última oportunidad en el interior de ELLA, su terapia y su perdición que igualmente le depara un trágico final.


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Y este es el fin, amigo. Te preguntabas qué forma tenía y ahora ya lo sabes. Es la forma del horror. HORROR con mayúsculas, tan cerca de tí como en el mismo corazón del infierno, en la jungla de Camboya donde el apocalipsis espera. En Apocalypse Now Brando vuelve a tener nombre y se llama Kurtz, y cuenta historias terribles de niños mutilados en las mañanas del napalm... Su mirada sumida en la oscuridad es tan expresiva que el miedo se apodera del que le contempla y pierde el aliento ante el encuentro de la demencia, de la psicosis desquiciada de lo que fue un ser humano. Es difícil imaginar unos minutos más tenebrosos ante tan perfecta expresión del horror en la calma, en la tranquilidad de sus gestos. El monstruo en el que se ha convertido es equiparable al monstruo que llegó a ser Brando en aquellos momentos de cine, sumido en las tinieblas y recitando versos de muerte a la espera de su ejecución...


- "No creo que existan palabras... para describir... todo lo que significa... a aquellos... que no saben... qué es... el horror... el horror... el horror tiene rostro... tienes que hacerte amigo del horror... el horror y el terror moral deben ser amigos. Si no lo son, se convierten en enemigos terribles... en auténticos enemigos".


Oscuro, demente, enloquecido... Kurtz fue para Brando la consumación de su leyenda, el último gran papel que escenificó como pocos la cúspide de un crecimiento meteórico como actor a la par con su absoluta deformación y decadencia física... el tiempo que le restaba, una cuenta atrás irremediable que no olvidó los momentos magistrales de actuaciones descarnadas y salvajes, de insoportable deprimencia vital dejada de la mano del sexo más instintivo, o encarnaciones brutales del lado oscuro del alma humana. Eso según en qué tiempo le conozcas...
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viernes, abril 07, 2006

Más cantidades ingentes...

Creo que es hora de volver a rescatar las películas perdidas. Me he dejado no pocas en el camino y son ya muchas horas de cine que se acumulan inútiles en mi memoria sin que hayan sufrido el proceso inquisidor de la crítica bloggeriana (toma ya). Hoy, en un impulso restaurador y repentino de salvarlas, paso por alto el imposible proceso de selección que me ha llevado de vuelta, finalmente, a la tormenta de la crítica múltiple...

Y es que no quiero dejar de lado algunos (no muchos) buenos momentos de cine de las últimas semanas. Alguno que otro me regaló la nueva obra de Miyazaki, El castillo ambulante. Con mayor prisma y visión empiezo a comprender el cine del maestro japonés, cargado y recargado de metáforas hasta lo indecible, repleto de mensajes que se filtran a la conciencia del espectador inteligente que ve más allá de simple cine de animación. Howl's moving castle es, de nuevo, una película adulta, más adulta si cabe que El viaje de Chihiro, que camufla en su línea argumental la inutilidad de las guerras, el miedo a envejecer o los abusos del poder totalitario. De nuevo la magia vuelve a envolver un derroche de imaginación que supera todos los límites y vuelve a elevar el anime a categoría de arte que, a estas alturas, ya no sorprende a nadie cuando viene de la mano del estudio Ghibli. Si bien esa adultez es de elogiar, no deja a Howl y a su castillo a la altura de la encandiladora niñez que ostentaba el mundo Chihiro. El castillo ambulante empieza con asomos de obra maestra, pero pierde fuerza en una segunda parte del metraje en la que el argumento se embarulla hasta perder al espectador. Los demás componentes de la obra de Miyazaki siguen intactos: unos personajes siempre bien definidos con personalidad más que marcada, emociones transmitidas en todo momento y un acabado y factura impecables que hacen de ella un nuevo logro en la carrera de este singular creador.
Puntuación: 7



En la cuerda floja andaron Joaquin Phoenix y Reese Witherspoon. Arriesgada vuelta del biopic en nuestros días, más cuando se trata de la forjada leyenda de Johnny Cash. Nacimiento, cumbre, excesos, decadencia y redención de un mito que, en los 50 y junto a un puñado de elegidos, dio luz a aquel profano y rebelde estilo de música llamado rock & roll. En el retrato de la figura, Phoenix da un paso adelante en su carrera y consigue una lograda metamorfosis en la que aporta incluso la voz en lugar de tirar mano de playback. Sus gestos hacen de él un más que creíble espectáculo interpretativo que nos lleva a pensar que, si Cash no fue así, debió parecerse mucho. Tampoco es menos la oscarizada June Carter de Witherspoon, que demuestra química y un sorprendente oficio en una muy creíble encarnación de la que fue la gran mujer que había tras Johnny Cash. Son por tanto esas actuaciones lo mejor de un biopic correcto pero no brillante, que arrastra alguno de los defectos que vician el género (elipsis excesivas o tratamiento de ciertos temas con cierta ligereza) pero bien compensados con buenas escenas capaces de inspirar alguna nostalgia de haber estado entre los presentes de aquel mítico recital en la prisión de Folsom un 13 de enero de 1968.
Puntuación: 6,5



También Jim Morrison fue dios y profeta y también encontró su merecido retrato en el celuloide. The Doors es ese retrato que, por cierto, le pertenece más a él que a la banda en su conjunto. Así lo quiso Oliver Stone en su particular y siempre polémica visión del personaje, líder y alma de una revolución, del nacimiento de una época y una sociedad en rebeldía con el amargo tiempo que les tocó vivir. "Creo en el largo y prolongado desorden de los sentidos para alcanzar lo desconocido", reza un reflexivo Kilmer en su más que convincente caracterización del que para unos significó la divinidad en la cual otros encontraron el legítimo hijo de Satán. Morrison fue la viva imagen de la decadencia y la autodestrucción, un intelectual eternamente instalado en el delirio, un amante de la muerte capaz de parir joyas como The end o Roadhouse blues. El rey lagarto encuentra en Kilmer un (a priori) extraño aliado que acaba consolidándose como un auténtico acierto de Stone en la elección de su protagonista. Su película es una biografía atípica y sensorial, como un viaje de ácido que a veces aturde al espectador con su repetida reiteración de alucinaciones y virtuosismos de montaje en pro de una atmósfera enrarecida y extrema. Sin embargo, el genio del hijo maldito Stone sale a relucir en escenas que conmocionan, marcan y agigantan el mito: el directo de The end en el Whiskey A-Go-Go de Los Ángeles es buena muestra del impacto que tuvo aquella figura en una época y una generación, tanto por los rostros alucinados y seguros de formar parte de una experiencia religiosa, como de los escandalizados y horrorizados por el alarido descarnado de Morrison proclamando deseos de follarse a su madre. La película de Stone fue injustamente acusada de dar una imagen negativa de la estrella de los Doors cuando, de alguna, manera, acrecenta su figura y la acaba haciendo tan grande que acaba por eclipsar el resto de los personajes. Su principal lacra fue, por contra, la cierta libertad con la que el director de Platoon completó algunos de los pasajes de la vida de Morrison. Ray Manzarek (tecladista) desmintió tras el estreno que escenas como la del pavo en acción de gracias, o la canción Light My Fire siendo utilizada para un anuncio nunca sucedieron, lo que la devalúa como biopic honesto que no como apasionante.
Puntuación: 6



Madeinusa no es, por una vez, denominación de origen, sino el nombre de una inocente adolescente peruana enclaustrada en la tradición de un pueblo que vive por y para la devoción. El debut de Claudia Llosa con esta producción hispano-peruana es un ataque consumado a la tradición en un contexto donde lo ancestral condiciona la vida de las personas hasta lidiar con lo absurdo. El aislamiento, la soledad y el choque violento e hipnótico de dos personas de mundos distintos son temas que aborda Madeinusa con sensibilidad y justa parsimonia. También la regiliosidad extrema envuelve al pueblo y a sus personajes hasta el punto de tornarse angustiosa, dolorosa, sentimiento que enlaza con la repulsa ante el incesto para luego acabar desembocando en la sorpresa cruel de su desenlace, incapaz de causar la indiferencia. Los planteamientos de Madeinusa son provocadores y hasta posiblemente exagerados, pero no ocultan en ningún momento una buena dirección que mima con cariño cada uno de los personajes e invita a la reflexión a la salida del cine. Su carácter serio y calmado lleva el sello del cine latinoamericano, pero se rebela como una película alejada de la vertiente más amable del cine argentino o de la vena más política del mexicano, quedando como un testigo solitario de la realidad más intrínseca y cercana al pasado de un país como Perú. No deja de ser un logro y una buena noticia su desembarco en las carteleras españolas.
Puntuación: 6,5


Mi gozo en un pozo, El pozo de Renpei Tsukamoto que no es sino la confirmación del fin, del ocaso, o cuanto menos del desgaste de la oleada de terror asiático que se iniciara hace unos años para acrecentarse con una sucesión de versiones, remakes y secuelas que en algún momento olvidaron cualquier asomo de calidad. El misterio y la originalidad que aportaran en su día productos como The eye han sido definitivamente dejados de lado y sustituidos por las recurrentes escenas de desagradable impacto acompañadas por insoportables subidones de volúmen, amén del fantasma infantil de turno y cabreado por un asesinato injusto que ahora paga consumando la muerte de inocentes. La cosa va más allá cuando se establecen paralelismos tan evidentes con películas como The Ring 2, ya no solo en su afán de relacionar la maldición con la tecnología (acá el móvil) sino también en cuanto a que como secuelas buscan los motivos de esa maldición que atormentó a los personajes en la primera parte y que no deja de incordiarles. Cuando además aparecen niñas con la cara cubierta por cabellos y un pozo de increíble intrascendencia en la trama, uno no puede sino levantar sospechas y pensar, una vez más, que los límites de la sobreexplotación de una fórmula que en su día funcionó han sido alcanzados. Si a eso le añadimos el pésimo trabajo de algunos de los actores japoneses participantes en el despropósito y fallos garrafales presentes por doquier en muchas de sus escenas, a uno solo le queda la nada difícil misión de olvidarla en cinco minutos y recordarse con alivio que, si la vio, fue porque esa noche le salía la entrada gratis.
Puntuación: 1'5


domingo, abril 02, 2006

Wallace & Gromit: La maldición de las verduras

Posted by Picasa


Comienzo a escribir estas líneas hablando de la factoría Aardman Animations con respeto y dosis considerables de cariño y simpatía. Es lo que me despierta esta compañía británica que no puede ser considerada sino un auténtico grupo de artesanos que a base de plastilina y esfuerzo se han ganado un renombre en el cine, un prestigio y sinonímia de calidad encadenada a la diversión garantizada por el humor inteligente. Todo eso son, ni más ni menos, Wallace & Gromit.

La fructífera relación de ese peculiar inventor amante del queso y su inteligente perro con la factoría se remonta a 1985. Fue entonces cuando Nick Park creó para ellos esa entrañable y rentable pareja y los puso en escena en A Grand Day Out, el cortometraje que les dio a conocer. Desde entonces Park contó sus proyectos por éxitos que le reportaron multitud de galardones que culminaron con el que fue The wrong trousers (Los pantalones equivocados), al que le siguió A close shave (Un afeitado apurado), ambos ganadores del oscar al mejor cortometraje de animación. Chicken Run (Evasión en la granja) significó el salto al largometraje de animación, un salto logrado y entretenido que adaptaba, a su manera, aquella gran evasión de McQueen. Pero el mayor logro estaba por llegar y, por fin, ha llegado. Wallace & Gromit: The curse of the were-rabbit, título libremente adaptado como La maldición de las verduras es, no solo el esperado debut de la pareja en un largo, sino una cumbre del cine de animación. Un triunfo de los artesanos.

Wallace y Gromit, o Gromit y Wallace protagonizan una película que aglutina todos los ingredientes posibles. El coloso trabajo de realización y animación realizado viene acompañado de una historia que divierte, entretiene y ofrece todo un repertorio de guiños adultos y homenajes que le convierten en mucho más que un simple producto para niños. A eso se le suman los brillantes tintes de humor absurdo que la salpican (atención al libro de los monstruos) y unas cuantas escenas que quedan para el recuerdo. Habría que contar entre ellas ese final tan emocionante como delirante a lo King Kong o la no menos desternillante caza del monstruo a base de sofisticadas estrategias de seducción. No es la película de Merian C. Cooper la única que recibe unos segundos de tributo, también encontramos pedazos de Un hombre lobo americano en Londres, Ben-Hur e incluso un arrebato inesperado de Bugs Bunny.
Resulta además, sorprendente, la personalidad que Park y su ejército de animadores imprimen a esos personajes de plastilina, especialmente a su pareja protagonista. Gromit es, sin duda, uno de los mejores personajes paridos por el cine de animación, capaz de expresar sin boca (y por tanto), sin una palabra, más expresividad que algún que otro actor que circula por los taquillazos de turno.

La suma de todas esas virtudes hacen de La maldición de las verduras, una invitación a borrar cualquier prejuicio o identificación de cine de animación como estrictamente infantil. Su disfrute es absoluto de principio a fin y su escaso metraje se hace aún más efímero hasta el punto de echar de menos algún que otro minuto de más. Bien es cierto que si bien las referencias, dobles sentidos y demás ocupan los 85 minutos de la película de Wallace & Gromit, su trascendencia no va más allá ni aspira a alcanzar cuotas como las que alcanza, desde las antípodas mismas de su toque inglés, el cine de Miyazaki. No es ese su cometido. Su máxima es la de entretener con un producto por encima de la media, que levanta admiración por su titánica producción y que, valga el tópico, encandila a grandes y pequeños. Su sello de calidad debería prescindir por tanto, de reclamos innecesarios como supone el doblaje de Ralph Fiennes, pero se ve incrementado por la aparición en los créditos de un Hans Zimmer que olvida estridencias y pone el broche con una música emocionante, pegadiza y que se adapta perfectamente a las imágenes.


Un pequeño gran rato de cine que otorga los correspondientes galones a la animación stop-motion en tiempos postrados a la animación por ordenador. Solo queda agradecer en este punto de la carrera de Nick Park, la escasa explotación de esta pareja animada y brillante, y esperar del próximo trabajo de Aardman un producto a la altura o mejor que La maldición de las verduras. Pese a sus predecibles años de elaboración, la espera merece la pena.
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Wallace & Gromit: The curse of the were-rabbit. Reino Unido. 2005. 85'.
Dirección: Nick Park y Steve Box.
Guión: Steve Box, Nick Park, Bob Baker y Mark Burton.
Música: Hans Zimmer.
Fotografía: Dave Alex Riddett y Tristan Oliver.
Montaje: David McCormick y Gregory Perler.
Diseño de producción: Phil Lewis.
Doblaje original: Peter Sallis (Wallace), Ralph Fiennes (Victor Quartermaine), Helena Bonham Carter (Lady Tottington), Peter Kay (PC Mackintosh), Nicholas Smith (Reverendo Clement Hedges), Liz Smith (Sra. Mulch).
Puntuación: 7
Sigue el rastro de las verduras...
http://www.labutaca.net/films/35/wallaceygromit.htm (sobre la peli)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2820.html (crítica de la peli)
http://www.aticoezine.com/num6/num_sep_anim.html (sobre la trayectoria de Aardman y Nick Park)
www.aardman.com (página web de Aardman)
http://www.wallaceandgromit.com/fla/wg.html (página web de Wallace & Gromit)
http://www.elmundo.es/metropoli/2005/10/07/cine/1128636006.html (entrevista a Nick Park)