domingo, mayo 28, 2006

El padrino: la trilogía

Posted by Picasa


Uno no sabe muy bien cómo empezar un post cuyo objeto elegido le pueda venir grande, muy grande. El problema no es estar a la altura, ni pasar por no hacer un ridículo comparable al habitual desempeñado por España en el festival de Eurovisión, no. Lo verdaderamente complicado es aglutinar todas las sensaciones, impresiones, pensamientos y reflexiones que a uno se le quedan en cuerpo y alma después de volver del Olimpo del séptimo arte y haber asistido en palco vip a uno de sus mayores espectáculos divinos. Equivalencias mitológicas absurdas a parte, llega la hora de redundar el título de este post y decir que hablo de la que no es la obra maestra indiscutible de Coppola (ese título queda reservado al infierno de su Apocalypse) pero sí su obra de mayor envergadura y aquella que atesora la saga criminal más brillante jamás vista: El padrino.

En El padrino y por tanto primera parte, se nos hace la presentación formal de la familia. En un arranque en el que la familia se reúne para celebrar en Sicilia la boda de Connie, la hija mayor (la estructura se repetirá en las dos siguientes, iniciando cada entrega con una celebración conjunta de los Corleone), desfilan ante nosotros unos personajes a los que pronto conoceremos bien. Como pieza central aparece ante nuestros ojos la figura majestuosa de Marlon Brando dando una lección de interpretación desde el primer minuto. Don Vito Corleone es un hombre protector e implacable, fuerte pero sensible, poderosos y sencillo, capaz de ordenar una venganza cruel como pocas para acto seguido emocionarse con la llegada de uno de sus ahijados a la boda (Johnny Fontane). Brando es capaz de demostrar con sus gestos, con sus movimientos, que su presencia en la pantalla es gigante e inolvidable en cualquier caso, capaz de poner la piel de gallina con su rostro desencajado contemplando a un hijo asesinado fruto de la venganza. Brando y Vito, Vito y Brando son una perfecta simbiosis que acrecenta la magnitud de la película de Coppola y que por suerte no eclipsa a los demás partícipes de esta inmensa obra. Sonny Corleone (James Caan) es uno de ellos. El hijo violento e iracundo de los Corleone, el destinado a ser el nuevo padrino es un compendio de furia y cariño por sus allegados, un personaje explosivo en el que Caan roza la perfección, convirtiéndolo en uno de los pilares de la primera entrega de la saga. Michael (Al Pacino), sin embargo, entra sin hacer ruido y con su guapa esposa Kay (Diane Keaton): "Yo no soy como ellos, Kay", como sin saber que su personaje se va a convertir en el pilar fundamental de la mastodóntica obra de Coppola. Caprichos del cine que, de no ser por el empeño de este último, Pacino nunca se hubiera descubierto como el auténtico animal interpretativo que supo retratar la frialdad y mente calculadora de Michael. Con él crecieron en la trilogía Tom Hagen (Robert Duvall), il consigliere, el hombre tranquilo, el abogado de la familia, y Fredo Corleone (John Cazale), el hermano débil al que cuidar pero no respetar. Ellos son sólo la punta de un iceberg construido a base de sólidas interpretaciones de buenos secundarios.

Nunca tan excesiva longitud de párrafo dedicada al apartado interpretativo estuvo tan justificada. El padrino es una película que se construye desde sus actores. Son el punto de partida con el que Coppola compone su tragedia, metiéndolos de lleno en innumerables escenas de factura impecable en las que el gusto por el detalle precediendo al impacto del asesinato quedan registrados por siempre en la memoria del espectador. Nadie olvida el ataque a Don Vito cuando está comprando algo de fruta en un puesto ambulante, ni el frío y terrible primer asesinato de Michael tras recoger la pistola escondida en uno de los baños del restaurante. Momentos hipnóticos e irrepetibles, que a pesar de su calidad y trascendencia no se limitan a un clímax de la película sino que hacen que la película entera sea un clímax absoluto donde el decaimiento resulta imposible. La emoción, además, queda a flor de piel cuando en esos picos viene Nino Rota y pone la rúbrica con compases conmovedores, bellos y dignos de las imágenes que acompañan. La Rota es sin duda una de las mejores bandas sonoras de la historia y encaja perfectamente entre las legítimas pretensiones que Francis Ford Coppola deja claras en El Padrino: una desmedida ambición por pasar a la historia y filmar una leyenda, un deseo de hacer de su película un clásico... Y una vez has alcanzado la cumbre, dar un paso más.

Posted by Picasa


Y ese paso fue El Padrino, parte II. Obra maestra sin paliativos que valgan, es el insulto más proferido contra aquellos que recitan aquello de segundas partes nunca fueron buenas. Con los mismos ingredientes, la segunda parte de la saga va más allá de su predecesora y se vuelve trágica hasta lo indecible, lo indefinible... Marca con fuego a aquel que la contempla: más grande, más extensa, más dramática, más brutal... El padrino, parte II pone en escena la consolidación del imperio de Michael a la vez que echa la vista atrás para observar con ternura los orígenes de Vito, precisamente donde encontramos algunas de las mejores escenas de la trilogía. La historia del niño Vito que emigra a la tierra prometida es la historia de aquellos inmigrantes que pusieron su esperanza en un mundo mejor y que contemplaban absortos a su llegada la estatua de la libertad. Verlo cantar frente a esa ventana por la que entra un rayo de luz resulta tan enternecedor, tan emotivo como resulta ver al Vito adulto recoger al pequeño Michael entre sus brazos y decirle aquello de "Michael, tu padre te quiere muchísimo...", justo el momento que revela la fórmula perfecta de Coppola: una escena increíble por preciosa que sigue a un golpe de efecto violentísimo, directo al estómago como es el asesinato pistola en mano y mano envuelta en toalla del "padrino" local. Un contrapunto perfecto, un cuadro perfectamente pintado y en el que su protagonista, Robert de Niro, derrocha la asombrosa expresividad que le caracteriza. Es Vito, es Brando de joven, y eso bastaría para descargar de adjetivos su actuación. Por su lado, Pacino, junto con su historia, sigue agigantándose en poder y en interpretación. Michael descubre la traición y sigue manteniendo su escalofriante frialdad, impasible ante la amenaza evidente y dispuesto a sacrificar hasta el último de los seres, por próximos que sean, pretendientes de hacer daño a los suyos. En Cuba, el padrino asiste asombrado al fenómeno de la revolución y se convierte en el escenario ideal para desenmascarar a sus enemigos y protagonizar una mítica escena fin de año que culmina con ese beso nada exento de connotaciones. El tumulto, el caos, la historia en directo en Cuba da paso al cierre brillante de una segunda parte en la que vemos a Michael (para entonces Pacino en estado de gracia) perder a su familia a pesar de todos sus esfuerzos, a costa de un poder que se tambalea pero no se derrumba, y que finalmente sale reforzado con una redención pública y (patrón que también se repite en las tres películas) unos minutos finales donde se consuma la venganza de espectaculares asesinatos que quedan grabados en la retina. Poco antes de que acabe la película, Coppola nos recordará quien era antes Michael, y como fue la familia Corleone antes de su ruptura, su decadencia: una familia sentada a la mesa, el día de navidad, entrañable y donde los hermanos se pelean pero se quieren mientras esperan la llegada del padre. Un Vito que, sin atestiguarse con la presencia de Brando, mantiene su presencia entre ellos y lo hace también en nuestra memoria, mientras Michael permanece sentado y sumido en sus pensamientos, mientras Michael reflexiona aquello que le hace diferente de su familia, si lo hay...

Posted by Picasa


El padrino, parte III llegó en 1990 con muchas miradas puestas tanto en ella como en su creador. Huelga decir que las plumas se afilan y las lenguas viperinas se multiplican en un ambiente mucho más inquisidor al que se enfrentaron sus predecesoras. Con una presión mucho mayor, la tercera y última entrega cerró la saga con el listón bien alto si bien no al nivel casi imposible de sus dos hermanas. Coppola encontró en su mejor aliado a un Pacino en plena madurez interpretativa, reencarnado en el agotado Michael que ya solo desea una paz a todas luces imposible para su familia. La traición vuelve a aparecer en una película menos intensa y más marcada por determinadas escenas cumbres como la masacre en Atlantic City o un Michael desconsolado confesando sus pecados a un sacerdote. Michael busca la redención pero su entorno le obliga a volver a matar y entrar en ese círculo de violencia al que se lanza en picado Vincent (Andy Garcia). El destinado a nuevo padrino no destaca por su carácter propio, sino por la huella imborrable y la impronta del carácter de su padre Sonny. Ese es, lamentablemente, el principal lastre de García, buen actor pero que en esta ocasión resulta ser un contenedor donde desembocar toda la furia que se perdió con Sonny. La presencia de García marca la ausencia de Caan, y esa ausencia acompaña a otra inexcusable como resulta la de Duvall (un actor que, además, en su madurez ha ofrecido su mejor repertorio). Solo en El Padrino, parte III, es cuando nos damos cuenta de su importancia, cuando se echa en falta su aplomo y solidez como actor que queda compensada por el lado de una Diane Keaton espléndida.

En esta conclusión de la saga, se pueden señalar con el dedo tres o cuatro grandes escenas cargadas de espectáculo, venganza y emoción, cualidades elevadas en potencia en esta tercera parte pero que alternadas con otras mucho más insulsas dejan un resultado menos brillante y más irregular. La inclusión de los intereses del Vaticano y sus relaciones con la mafia resultan interesantes, pero no siempre bien llevadas durante todo su metraje, siendo con mucho El padrino, parte III la menos apasionante de la trilogía. A pesar de ese lastre de ser "la menos buena" y de los incompresibles ataques contínuos que en su día recibió (y sigue recibiendo) desde una parte de la crítica, la última es una película que gana muchos enteros con un final brillante, que remarca la tragedia de la familia con la tragedia de una ópera que protagoniza el hijo de Michael mientras en los pasillos del recinto se consuma una nueva venganza múltiple. El punto álgido, sin embargo, se alcanza en el grito desgarrador de un Michael Corleone que ve morir a un ser querido en sus brazos y cuyo rostro desencajado es consecuencia de un estallido de dolor incomparable e irrepetible, sórdido y capaz de dejarle a uno el cuerpo temblando...

Es el final glorioso que merece la saga de los Corleone, una despedida cinematográfica a la altura de tres grandes películas, dos de ellas magistrales. Queda mucho en el tintero y no pocos elogios para un verdadero mito que es parte de la historia del cine como lo intenta ser su narración de la de América. Un gran pedazo que se gusta, degusta y disfruta hasta el último segundo. Y que siempre apetece repetir...

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Una oferta que no podrás rechazar...
http://www.thegodfathertrilogy.com/ (página web de la trilogía)
http://www.imdb.com/title/tt0068646/ (sobre El Padrino, parte I)
http://www.imdb.com/title/tt0071562/ (sobre El Padrino, parte II)
http://www.imdb.com/title/tt0099674/ (sobre El Padrino, parte III)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1316 (sobre Al Pacino)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article231.html (sobre Marlon Brando)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1324 (sobre Andy García)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1875.html (sobre Robert Duvall)
http://www.imdb.com/name/nm0001001/ (sobre James Caan)
http://www.imdb.com/name/nm0000473/ (sobre Diane Keaton)
http://www.cinenganos.com/varios/MarioPuzo.php (sobre Mario Puzo)
http://www.elcultural.es/HTML/20040408/Musica/MUSICA9292.asp (sobre Nino Rota)
http://www.el-mundo.es/magazine/m83/textos/coppola1.html (sobre Coppola)

jueves, mayo 18, 2006

Misión Imposible III

Posted by Picasa


Misión Imposible III empieza con un maniatado Tom Cruise contemplando impotente como el villano de la película, Davian si no recuerdo mal (pero preferimos referirnos a él como Hoffman), apunta a la cabeza de la amada de Ethan Hunt mientras cuenta atrás con impasibilidad escalofriante. Cuando llegamos al momento crítico, la mecha se enciende y los créditos anuncian la tercera parte de una de las sagas más rentables y, por qué no decirlo, espectaculares del cine. Y también, por qué no decirlo, una de las más infieles.
Aunque esta observación deja de tener importancia a estas alturas, no está de más recordar y rescatar del olvido aquella mítica serie que contaba en su reparto a gente como Landau y cuya premisa era ofrecer en cada capítulo un apasionante rato donde un equipo de agentes secretos recurrían a mil y un ingenios, estratagemas, y engaños para rescatar a un prisionero, lograr un maletín de importancia suprema o evitar un complot inminente. Aquello, huelga decirlo, derrochaba encanto por los cuatro costados y se olvidaba de artificios y pirotecnias. Y sí, era muy entretenido.

Cuando Brian de Palma decidió retomar la historia para adaptarla a nuestros tiempos lo hizo convirtiendo esa premisa en una película de acción que, sin embargo, no renunciaba al suspense genuino que caracterizaba a aquella serie. Le salió bien. Misión Imposible era una película cargada de intriga que se sustentaba en un sólido guión construido por Steve Zaillian, David Koepp, y Robert Towne. Garantía de calidad. Pero ya entonces empezó a notarse una cierta intención / ansiedad por ofrecer el espectáculo con mayúsculas, de rendirse a los tiempos de los efectos especiales y a las imposiciones de las productoras. Hablo, lógicamente, de la increíble y absurda conclusión de aquella película, con un helicóptero enganchado a un tren de alta velocidad en el interior de un tunel, y el superagente Ethan Hunt dejándose de chiquitas y saltando de uno a otro como si nada. A pesar de aquel despropósito (lo narrado es lo menos increíble de la escena), la escena no acababa de estropear una más que decente rato de buen cine de espías.
En la segunda parte de Misión Imposible, de Palma ya se olvidó del asunto. Y es que debió verlas venir. John Woo, especialista en cine de acción sin paliativos se puso a la cabeza del proyecto y Tom volvió a ejercer el rol de productor con Paula Wagner. El chico de oro de Hollywood debió pensar que lo mejor de la primera era la escena del helicóptero y, esta vez sí, se dejó de guiones "complicados" y dejó que Woo y su tropa diera rienda suelta a su imaginación. Jugando al más difícil todavía rozaron el insulto al espectador y tiraron por tierra cualquier aportación positiva que hubiera podido legar la anterior.
Unos años después llega Misión Imposible III de la mano de J.J. Abrams, exitoso realizador de series como Felicity, Alias y recientemente Lost. Y ya que estamos, también escritor de infames guiones como Armageddon. Con de nuevo Tom Cruise en la producción haciendo de las suyas, el resultado de esta tercera y ¿última? entrega eran más que inciertos. Habían motivos para pensar en el desastre pero también los había para aventurar una buena cinta de acción: el malo en esta ocasión corría a cargo del reciente y merecidamente oscarizado Hoffman y podíamos ver en el reparto a gente como Rhys Meyers, el brillante protagonista de Match Point. Además, nos decían que no era tan inverosímil como la segunda y que volvía aquello del trabajo en equipo que tanto echábamos de menos desde la primera. Y sí, es cierto. Hasta cierto punto.

Misión Imposible III es mejor que la segunda. Pero eso no era difícil y, como era de temer, tampoco alcanza el nivel de la que abrió la saga. Si bien se ha recuperado el trabajo del equipo que caracterizaba a la serie, su importancia es más bien relativa ya que queda completamente eclipsado por un Tom Cruise que acapara el 90% de los minutos en pantalla. Su protagonismo es excesivo, como si no quisiera que le hicieran sombra. Y el chico no lo hace mal, cumple el papel que tiene que cumplir, es Hunt en estado puro para lo bueno y malo, para los momentos de tensión y para los de lucimiento de sonrisa blanqueada, pero habría que comprobar cuál hubiera sido el resultado de otorgarle más minutos a secundarios como Fishburne o Hoffman. Especialmente este último apenas tiene tiempo para vanagloriarse de esa insultante capacidad interpretativa que supera con creces a la de Cruise, con lo que acaba dando la impresión de ser un buen malo que iba camino de convertirse en un antológico antagonista, pero que no le dejaron. Así, con más de dos horas de Cruise en pantalla se puede decir que la primera hora de Misión Imposible III es la mejor y culmina en una buena escena con el rapto de Davian en el Vaticano que es, precisamente, aquella en la que no vemos ni explosiones y sí una buena dosis de ingenio (y dicho sea de paso, muy poco respeto por la arquitectura de las catacumbas de la ciudad papal). A partir de ahí la película de Abrams vuelve por los derroteros de la acción sin límite y sin apoyo en una historia sólida, aunque en esta ocasión el espectáculo no deje cometer las atrocidades que vieramos cuando Hunt buscaba la quimera. El último tramo de la película, el que debiera ser el más apasionante, decrece en calidad y tensión hasta desembocar en una conclusión en Shangai sin ningún interés. Con lo cual, el resultado son dos horas con buenos picos de entretenimiento y que pasan rápidas, como rápido se acaba el combo de palomitas, pero cuyo trasfondo es el vacío absoluto. Truco de magia: nada por aquí, nada por allá.

Como plus esta tercera entrega está adornada con una insulsa historia de amor en la que el único aliciente es la belleza de Keri Russell y en la que asistimos a una escena de casamiento tan ridícula como irrisoria (no hacía falta, de verdad). Es demasiado tarde para poner un pie dentro de la vida personal del agente Hunt, y demasiado tarde, también, para homenajear a la impecable serie de los años 60. Así que nada que reprochar: que empiece el espectáculo. Y con él, la sonrisa de Tom.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Mission: Impossible III. Estados Unidos. 2006. 126'.
Director: J.J. Abrams.
Guión: Alex Kurtzman, Roberto Orci y J.J. Abrams; basado en el guión de Bruce Geller para la serie de televisión "Misión imposible".
Música: Michael Giacchino.
Montaje: Maryann Brandon y Mary Jo Markey.
Fotografía: Dan Mindel.
Diseño de producción: Scott Chambliss.
Intérpretes: Tom Cruise (Ethan Hunt), Philip Seymour Hoffman (Owen Davian), Ving Rhames (Luther), Billy Crudup (Musgrave), Michelle Monaghan (Julia), Jonathan Rhys Meyers (Declan), Keri Russell (Lindsey), Maggie Q (Zhen), Laurence Fishburne (John Brassel).
Puntuación: 4
Más imposible todavía...
http://www.labutaca.net/films/40/misionimposible3.htm (sobre la peli)
http://www.missionimpossible.com/ (web oficial)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1600.html (sobre Tom Cruise)

viernes, mayo 12, 2006

Momentos de cine (II): Mulholland drive

Mulholland drive tiene todos los números para ser el clásico incomprendido de este siglo que empieza. David Lynch hizo de ella la más peligrosa incursión jamás realizada por el cine en el mundo de las pesadillas y la mente humana. Todo el que se enfrenta a ella corre el riesgo de una confrontación onírica en la que puede toparse con pesadillas que le asfixien y le hagan desear por momentos apretar el botón de Stop. La controversia generada por la película de Lynch no ha sido poca y seguirá siendo harto prolongada... ¿Obra maestra o bodrio infumable?¿Telaraña de elaboración exquisita o cúmulo de imágenes sin sentido? Si hay una película que se haya ganado casi la totalidad de los adjetivos existentes es esta. A los que nos fascina esta pesadilla devastadora que trasciende más allá del término película, hay un buen puñado de escenas, miradas y momentos que por suerte o castigo, se volvieron para un servidor imborrables desde su primer visionado . Como un instrumento de tortura que te marca y deja cicatriz es la cena en la que Diane observa horrizada y llora la realidad que le rodea. Insoportable y dolorosa, como una buena cantidad de las imágenes que plagan la película de Lynch.

Otras, sin embargo, pertenecen a un lado más oscuro, como nacidas del mismo subconsciente en el que Lynch parece aglutinar la depravación, el horror, y el miedo auténtico para luego sacarlos a la luz sin el menor asomo de remordimiento. Buena muestra de ello la encontramos cuando Adam Kesher (Justin Theoux), en una escena envuelta de un aura absoluta de surrealismo, tiene un extraño encuentro con un hombre amorfo, horrible, sentado en una especie de silla de ruedas y envuelto en una tenebrosa oscuridad. Esta escena, asfixiante como pocas, pertenece a ese lado más pesadillesco e inhumano de Mulholland drive, capaz de instalarnos en los miedos ocultos de la mente humana y de provocar la angustia permanente.
En ese superlativo temor inconsciente se encuentra también otra escena, la elegida para encabezar este post. Dos amigos en una cafetería, sentados y desayunando o comiendo. Uno de ellos, inquieto y alterado le narra al otro el sueño que ha tenido:

- Bueno… es la segunda vez que me ocurre, pero es el mismo sueño… Empieza con que estoy aquí, pero no es de día ni de noche, es… como medio de noche, pero… es igual que ahora, excepto por la luz. Y tengo un miedo que ni te puedes imaginar… Y precisamente tú, estás justo de pie allí, cerca del mostrador… Apareces en los dos sueños. Y estás asustado. Y yo me asusto aún más cuando veo lo asustado que estás tú y entonces… me doy cuenta de lo que es. Hay un hombre en la parte de atrás, es él lo que asusta… lo veo a través de la pared, veo su cara… espero no volver a ver nunca esa cara, no verla nunca fuera del sueño... Es todo.

- ¿Entonces? Vayamos a ver si está ahí fuera.

- Así me libraré de esa horrible sensación…

- Vamos pues.

El amigo despreocupado se levanta y se coloca al lado del mostrador. El otro contempla aterrado la secuencia vivida en el sueño. Su faz manifiesta un indefectible pánico por lo venido o por venir. Terror. El amigo paga la cuenta y ambos salen al exterior de la cafetería…

- (Señalando) Estaba ahí detrás…

Un teléfono. Una puerta de la cafetería indicando que la entrada está por la otra puerta. Unas escaleras. Un muro y...


Se descubre durante un segundo el rostro del terror. Sangre helada. Sin aliento. El hombre que se enfrentaba a su miedo cae fulminado, paralizado de pánico. Silencio sepulcral. La figura desaparece tras el muro.
MIEDO, con todas las letras...

jueves, mayo 04, 2006

Un domingo cualquiera

Posted by Picasa


Toca confesarse. Es hora de escribir sin sorpresa y con un rato más de entusiasmo. A veces ante la avalancha de películas pendientes que van acumulando polvo en mi estantería o sumando gigas de forma indiscriminada en mi ordenador no te queda más remedio que dejar de decidir para darte el gustazo de volver a ver otra por la que no sientes más que debilidad. El título Un domingo cualquiera me sigue resultando atractivo aun obviando lo que sigue después, también escrito en una vieja cinta de VHS.

Poner a prueba a Un domingo cualquiera no es fácil. Se trata, desde el principio, una película mucho más grande de lo que aparenta, ocultando su importancia tras una máscara de espectáculo y derroche visual. El cine no se ha prodigado hasta la fecha por contar con grandes películas centradas en el mundo deportivo. Dejando de lado el boxeo, en el que sí han habido cumbres y buenas películas, los deportes de equipo no han encontrado, por lo general, una fórmula que aunara la calidad y el espectáculo con mayúsculas. Un domingo cualquiera es exactamente eso. Una película grande en metraje y con una ambición desmedida, partiendo de un director que siempre lo es (ambicioso), un Oliver Stone que aquí vuelve a su estado de gracia.

La historia nos lleva hasta Miami, donde los Sharks, dirigidos por Tony D'Amato (Al Pacino) desde hace casi tres décadas han encadenado una racha de malos resultados que les podría llevar a perderse los play-offs. Para colmo, su quarterback Cap Rooney (Dennis Quaid) se lesiona de gravedad a pocos partidos para la conclusión de la liga y su sustituto, Willy Beaven (Jamie Foxx) resulta ser un engreído rebelde que hace caso omiso de las ordenes de su entrenador y antepone su éxito al del equipo. Los problemas del equipo llegan, además, en el peor momento: Christina Pagniacci, co-propietaria y presidente de los Sharks (Cameron Díaz), descontenta con el rendimiento del equipo, pretende despedir a D'Amato la temporada que viene y, con él, algunas de las viejas glorias del equipo. Si bien estos son los personajes principales, la película de Oliver Stone se caracteriza por no olvidar ni uno solo de todos aquellos que envuelven el entorno de un club de fútbol americano, su afición o los medios de comunicación. Desde el médico sin escrúpulos interpretado solventemente por James Woods hasta el comentarista que se sienta domingo tras domingo en una cabina a retransmitir (Oliver Stone), pasando por la joven prostituta que ofrece sus servicios al viejo entrenador, el alcalde de la ciudad o el poderoso co-propietario de la franquicia interpretado por Charlton Heston. Uno de los méritos de Un domingo cualquiera es tratar a todos ellos como parte de un mosaico cuyo único objetivo es el de resaltar la pasión que rodea un domingo de fútbol, un deporte que para Stone es una guerra sobre el césped, Vietnam, diría él. Los pararelismos con la guerra son tan abundantes como con la vida misma "Todo por una pulgada", dice D'Amato a sus jugadores, a sus pupilos deseosos de salir al campo a dejarse la piel porque es lo que mejor saben hacer. Una horda de guerreros, de salvajes con vidas intoxicadas fuera del campo por la corrupción, el sexo y las drogas, pero convertidos en héroes durante el tiempo que corren esas yardas en busca del touchdown.

"En un domingo cualquiera vas a ganar o a perder. La cuestión es: ... ¿puedes hacerlo como un hombre?"

¿Exaltación de la hombría? ¿Golpe de efecto? No es de extrañar que a la película de Stone se le haya tachado de pretenciosa, porque realmente lo es en buen trozo. Sin embargo cuando esa pretensión se corresponde con un resultado tan notable, no queda más que disfrutar de uno de los mejores trabajos del realizador. Ya no sólo por lograr una película emocionante como pocas, sólida e impresionante, sino por hacerla aún más grande dando una lección de montaje, iluminación y tratamiento de la cámara. El ojo que observa los jugadores impactar como trenes desbocados en el campo es tan nervioso, tan excitado como ellos mismos, es una cámara que nos lleva a una y otra punta del campo en cuestión de segundos, que ve a D'Amato rugir como un león para luego fijarse en uno de los espectadores peleándose con la mascota, o el recadito que le deja un jugador de los Sharks a uno de sus contrincantes con el juego detenido. Ese frenesí se corresponde con el tiempo del partido y lo hace apasionante, con ralentizaciones, primeros, primerísimos planos de los cuerpos chocando, el balón volando mientras las manos intentan alcanzarlo por la parte inferior del plano, o las miradas cruzándose y precediendo a una tormenta de sufrimiento. El apartado técnico también alcanza la perfección en los sonidos, en una iluminación cuyo trabajo se deja ver en la escena del partido bajo la lluvia o salpicándola de acertados detalles como el de dejar en pantalla el marcador o tiempo del partido mientras la película salta a una escena paralela.

A todo esto se le suman los habituales puntos de calidad que siempre da Pacino allí donde aparece, acompañado con un Jamie Foxx que ya dejaba ver lo buen actor que iba a ser o un Dennis Quaid que vuelve a demostrar que cuando quiere, puede. Cameron Díaz o Mathew Modine se encuentran, sin embargo, uno o dos escalones por debajo que sus compañeros de reparto, y es que no es fácil cuando entre ese elenco se encuentran secundarios de tanto peso como Ann-Magret (la madre borracha de Christina) o un Charlton Heston que recibe un justo homenaje en forma de Ben-Hur. Todos ellos aparecen introducidos en la historia, en la película de Stone, de forma explícita, sin preámbulos ni introducciones: desde el primer minuto nos da la impresión que D'Amato lleva ya una hora ante nosotros y ya le conocemos, y eso no se puede señalar sino como una virtud. Es inevitable descuidar algunos personajes más que otros, pero todos tienen un espectro mayor o menor en la película que acaba siendo fundamental para la visión global que Un domingo cualquiera nos da de la vida y el deporte. Una visión que, al final, resulta un poco menos interesante por culpa de una innecesaria (o cuanto menos, excesiva) moralina exaltando el trabajo en equipo por encima del individualismo. Ese abuso se hace patente en el algo forzado cambio de actitud final de Willy Beaven, pero no es suficiente para desmerecer Un domingo cualquiera, aunque sí para evitarle rozar un nivel sobresaliente.

Intensa, apasionante e hipnótica... Es en definitiva, una película genial que, incomprensiblemente, pasó desapercibida en los cines españoles y que cuenta, entre sus curiosidades, el haber recibido la negativa de la NFL a colaborar aduciendo el punto de vista negativo que su director proponía sobre este deporte. No son pocos los dolores de cabeza que (pese a su declarado patriotismo) Oliver Stone ha dado a América. Pero este, sin duda, es uno de los mejores.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Any Given Sunday. Estados Unidos. 2000. 162'.
Director: Oliver Stone.
Guión: Oliver Stone, Daniel Pyne y John Logan.
Música: Robbie Robertson, Paul Kelly y Richard Horowitz.
Fotografía: Salvatore Totino.
Montaje: Tom Nordberg, Keith Salmon, Stuart Warks y Stuart Levy.
Diseño de producción: Victor Kempster.
Puntuación: 8
Un día cualquiera te puedes pasar por estas webs...
http://www.filasiete.com/unsundaycual.htm (crítica de la peli, algo menos positiva)
http://futbolamericano.supaw.com/juego.htm (un cursillo rápido sobre fútbol americano)
http://www.zinema.com/pelicula/2000/undoming.htm (más información sobre la peli)