Uno no sabe muy bien cómo empezar un post cuyo objeto elegido le pueda venir grande, muy grande. El problema no es estar a la altura, ni pasar por no hacer un ridículo comparable al habitual desempeñado por España en el festival de Eurovisión, no. Lo verdaderamente complicado es aglutinar todas las sensaciones, impresiones, pensamientos y reflexiones que a uno se le quedan en cuerpo y alma después de volver del Olimpo del séptimo arte y haber asistido en palco vip a uno de sus mayores espectáculos divinos. Equivalencias mitológicas absurdas a parte, llega la hora de redundar el título de este post y decir que hablo de la que no es la obra maestra indiscutible de Coppola (ese título queda reservado al infierno de su Apocalypse) pero sí su obra de mayor envergadura y aquella que atesora la saga criminal más brillante jamás vista: El padrino.
En El padrino y por tanto primera parte, se nos hace la presentación formal de la familia. En un arranque en el que la familia se reúne para celebrar en Sicilia la boda de Connie, la hija mayor (la estructura se repetirá en las dos siguientes, iniciando cada entrega con una celebración conjunta de los Corleone), desfilan ante nosotros unos personajes a los que pronto conoceremos bien. Como pieza central aparece ante nuestros ojos la figura majestuosa de Marlon Brando dando una lección de interpretación desde el primer minuto. Don Vito Corleone es un hombre protector e implacable, fuerte pero sensible, poderosos y sencillo, capaz de ordenar una venganza cruel como pocas para acto seguido emocionarse con la llegada de uno de sus ahijados a la boda (Johnny Fontane). Brando es capaz de demostrar con sus gestos, con sus movimientos, que su presencia en la pantalla es gigante e inolvidable en cualquier caso, capaz de poner la piel de gallina con su rostro desencajado contemplando a un hijo asesinado fruto de la venganza. Brando y Vito, Vito y Brando son una perfecta simbiosis que acrecenta la magnitud de la película de Coppola y que por suerte no eclipsa a los demás partícipes de esta inmensa obra. Sonny Corleone (James Caan) es uno de ellos. El hijo violento e iracundo de los Corleone, el destinado a ser el nuevo padrino es un compendio de furia y cariño por sus allegados, un personaje explosivo en el que Caan roza la perfección, convirtiéndolo en uno de los pilares de la primera entrega de la saga. Michael (Al Pacino), sin embargo, entra sin hacer ruido y con su guapa esposa Kay (Diane Keaton): "Yo no soy como ellos, Kay", como sin saber que su personaje se va a convertir en el pilar fundamental de la mastodóntica obra de Coppola. Caprichos del cine que, de no ser por el empeño de este último, Pacino nunca se hubiera descubierto como el auténtico animal interpretativo que supo retratar la frialdad y mente calculadora de Michael. Con él crecieron en la trilogía Tom Hagen (Robert Duvall), il consigliere, el hombre tranquilo, el abogado de la familia, y Fredo Corleone (John Cazale), el hermano débil al que cuidar pero no respetar. Ellos son sólo la punta de un iceberg construido a base de sólidas interpretaciones de buenos secundarios.
Nunca tan excesiva longitud de párrafo dedicada al apartado interpretativo estuvo tan justificada. El padrino es una película que se construye desde sus actores. Son el punto de partida con el que Coppola compone su tragedia, metiéndolos de lleno en innumerables escenas de factura impecable en las que el gusto por el detalle precediendo al impacto del asesinato quedan registrados por siempre en la memoria del espectador. Nadie olvida el ataque a Don Vito cuando está comprando algo de fruta en un puesto ambulante, ni el frío y terrible primer asesinato de Michael tras recoger la pistola escondida en uno de los baños del restaurante. Momentos hipnóticos e irrepetibles, que a pesar de su calidad y trascendencia no se limitan a un clímax de la película sino que hacen que la película entera sea un clímax absoluto donde el decaimiento resulta imposible. La emoción, además, queda a flor de piel cuando en esos picos viene Nino Rota y pone la rúbrica con compases conmovedores, bellos y dignos de las imágenes que acompañan. La Rota es sin duda una de las mejores bandas sonoras de la historia y encaja perfectamente entre las legítimas pretensiones que Francis Ford Coppola deja claras en El Padrino: una desmedida ambición por pasar a la historia y filmar una leyenda, un deseo de hacer de su película un clásico... Y una vez has alcanzado la cumbre, dar un paso más.
Y ese paso fue El Padrino, parte II. Obra maestra sin paliativos que valgan, es el insulto más proferido contra aquellos que recitan aquello de segundas partes nunca fueron buenas. Con los mismos ingredientes, la segunda parte de la saga va más allá de su predecesora y se vuelve trágica hasta lo indecible, lo indefinible... Marca con fuego a aquel que la contempla: más grande, más extensa, más dramática, más brutal... El padrino, parte II pone en escena la consolidación del imperio de Michael a la vez que echa la vista atrás para observar con ternura los orígenes de Vito, precisamente donde encontramos algunas de las mejores escenas de la trilogía. La historia del niño Vito que emigra a la tierra prometida es la historia de aquellos inmigrantes que pusieron su esperanza en un mundo mejor y que contemplaban absortos a su llegada la estatua de la libertad. Verlo cantar frente a esa ventana por la que entra un rayo de luz resulta tan enternecedor, tan emotivo como resulta ver al Vito adulto recoger al pequeño Michael entre sus brazos y decirle aquello de "Michael, tu padre te quiere muchísimo...", justo el momento que revela la fórmula perfecta de Coppola: una escena increíble por preciosa que sigue a un golpe de efecto violentísimo, directo al estómago como es el asesinato pistola en mano y mano envuelta en toalla del "padrino" local. Un contrapunto perfecto, un cuadro perfectamente pintado y en el que su protagonista, Robert de Niro, derrocha la asombrosa expresividad que le caracteriza. Es Vito, es Brando de joven, y eso bastaría para descargar de adjetivos su actuación. Por su lado, Pacino, junto con su historia, sigue agigantándose en poder y en interpretación. Michael descubre la traición y sigue manteniendo su escalofriante frialdad, impasible ante la amenaza evidente y dispuesto a sacrificar hasta el último de los seres, por próximos que sean, pretendientes de hacer daño a los suyos. En Cuba, el padrino asiste asombrado al fenómeno de la revolución y se convierte en el escenario ideal para desenmascarar a sus enemigos y protagonizar una mítica escena fin de año que culmina con ese beso nada exento de connotaciones. El tumulto, el caos, la historia en directo en Cuba da paso al cierre brillante de una segunda parte en la que vemos a Michael (para entonces Pacino en estado de gracia) perder a su familia a pesar de todos sus esfuerzos, a costa de un poder que se tambalea pero no se derrumba, y que finalmente sale reforzado con una redención pública y (patrón que también se repite en las tres películas) unos minutos finales donde se consuma la venganza de espectaculares asesinatos que quedan grabados en la retina. Poco antes de que acabe la película, Coppola nos recordará quien era antes Michael, y como fue la familia Corleone antes de su ruptura, su decadencia: una familia sentada a la mesa, el día de navidad, entrañable y donde los hermanos se pelean pero se quieren mientras esperan la llegada del padre. Un Vito que, sin atestiguarse con la presencia de Brando, mantiene su presencia entre ellos y lo hace también en nuestra memoria, mientras Michael permanece sentado y sumido en sus pensamientos, mientras Michael reflexiona aquello que le hace diferente de su familia, si lo hay...
El padrino, parte III llegó en 1990 con muchas miradas puestas tanto en ella como en su creador. Huelga decir que las plumas se afilan y las lenguas viperinas se multiplican en un ambiente mucho más inquisidor al que se enfrentaron sus predecesoras. Con una presión mucho mayor, la tercera y última entrega cerró la saga con el listón bien alto si bien no al nivel casi imposible de sus dos hermanas. Coppola encontró en su mejor aliado a un Pacino en plena madurez interpretativa, reencarnado en el agotado Michael que ya solo desea una paz a todas luces imposible para su familia. La traición vuelve a aparecer en una película menos intensa y más marcada por determinadas escenas cumbres como la masacre en Atlantic City o un Michael desconsolado confesando sus pecados a un sacerdote. Michael busca la redención pero su entorno le obliga a volver a matar y entrar en ese círculo de violencia al que se lanza en picado Vincent (Andy Garcia). El destinado a nuevo padrino no destaca por su carácter propio, sino por la huella imborrable y la impronta del carácter de su padre Sonny. Ese es, lamentablemente, el principal lastre de García, buen actor pero que en esta ocasión resulta ser un contenedor donde desembocar toda la furia que se perdió con Sonny. La presencia de García marca la ausencia de Caan, y esa ausencia acompaña a otra inexcusable como resulta la de Duvall (un actor que, además, en su madurez ha ofrecido su mejor repertorio). Solo en El Padrino, parte III, es cuando nos damos cuenta de su importancia, cuando se echa en falta su aplomo y solidez como actor que queda compensada por el lado de una Diane Keaton espléndida.
En esta conclusión de la saga, se pueden señalar con el dedo tres o cuatro grandes escenas cargadas de espectáculo, venganza y emoción, cualidades elevadas en potencia en esta tercera parte pero que alternadas con otras mucho más insulsas dejan un resultado menos brillante y más irregular. La inclusión de los intereses del Vaticano y sus relaciones con la mafia resultan interesantes, pero no siempre bien llevadas durante todo su metraje, siendo con mucho El padrino, parte III la menos apasionante de la trilogía. A pesar de ese lastre de ser "la menos buena" y de los incompresibles ataques contínuos que en su día recibió (y sigue recibiendo) desde una parte de la crítica, la última es una película que gana muchos enteros con un final brillante, que remarca la tragedia de la familia con la tragedia de una ópera que protagoniza el hijo de Michael mientras en los pasillos del recinto se consuma una nueva venganza múltiple. El punto álgido, sin embargo, se alcanza en el grito desgarrador de un Michael Corleone que ve morir a un ser querido en sus brazos y cuyo rostro desencajado es consecuencia de un estallido de dolor incomparable e irrepetible, sórdido y capaz de dejarle a uno el cuerpo temblando...
Es el final glorioso que merece la saga de los Corleone, una despedida cinematográfica a la altura de tres grandes películas, dos de ellas magistrales. Queda mucho en el tintero y no pocos elogios para un verdadero mito que es parte de la historia del cine como lo intenta ser su narración de la de América. Un gran pedazo que se gusta, degusta y disfruta hasta el último segundo. Y que siempre apetece repetir...
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http://www.thegodfathertrilogy.com/ (página web de la trilogía)
http://www.imdb.com/title/tt0068646/ (sobre El Padrino, parte I)
http://www.imdb.com/title/tt0071562/ (sobre El Padrino, parte II)
http://www.imdb.com/title/tt0099674/ (sobre El Padrino, parte III)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1316 (sobre Al Pacino)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article231.html (sobre Marlon Brando)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1324 (sobre Andy García)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1875.html (sobre Robert Duvall)
http://www.imdb.com/name/nm0001001/ (sobre James Caan)
http://www.imdb.com/name/nm0000473/ (sobre Diane Keaton)
http://www.cinenganos.com/varios/MarioPuzo.php (sobre Mario Puzo)
http://www.elcultural.es/HTML/20040408/Musica/MUSICA9292.asp (sobre Nino Rota)
http://www.el-mundo.es/magazine/m83/textos/coppola1.html (sobre Coppola)