sábado, marzo 29, 2008

Los crímenes de Oxford



Si algo sigue demostrando Álex de la Iglesia es su enorme capacidad para saltar de un género a otro, su constante renovación temática, su atrevimiento al abordar nada menos que un western en 800 balas (2002), o una comedia negra emplazada en un vecindario compuesto de desquiciados psicópatas tras el dinero en La comunidad (2000). Ahora, tras Crimen ferpecto (2004) y La habitación del niño (2006), primera de una serie de películas para la televisión bajo el sugerente título de Películas para no dormir, el bilbaíno se atreve con la adaptación de Los crímenes de Oxford, novela homónima del argentino Guillermo Martínez que, como bien indica en su título, propone una trama de misterio y crímenes en la prestigiosa ciudad universitaria.

De paso, de la Iglesa se desquita de aquella negativa de Clint Eastwood a aparecer en las últimas escenas de 800 balas y se dado el gustazo de trabajar con el mismísimo hombre elefante, el veterano John Hurt que aquí desempeña el papel de Arthur Seldom, brillante profesor de la universidad británica a quien Martin, estudiante universitario (Elijah Wood) quiere pedir supervisión en su tesis. La historia toma el cuerpo de clásica historia de crímenes en cuanto la anciana Mrs. Eagleton, amiga de Seldom y casera de Martin, aparece asesinada y todo parece indicar que sólo es la primera de una serie que parece responder a una serie matemática, un acertijo con el que poner a prueba la cacareada e intocable inteligencia de Seldom, un juego de cárices tan intelectuales como macabros. Los crímenes de Oxford es una de esas historias en las que uno busca el asesino constantemente, sospecha de unos, otros y no es por casualidad que todos los personajes, en algún momento de la historia, le parezcan culpables. Es la intención de Guillermo Martínez via Álex de la Iglesia proponer una narrativa clásica de juegos detectivescos que dirija nuestra sospecha desde los primeros compases. En ese sentido y paradójicamente, Los crímenes de Oxford no engaña a nadie y no le preocupa disimular una excusa para iniciar su cadena de misterios que a los diez minutos ha sido olvidada por todos (incluso al mismo Martin se le ha olvidado lo de la tesis para entonces) o que sean ese profesor y alumno los que decidan, desde el primero de los crímenes y en voz alta, que es su responsabilidad resolver el macabro juego al que les ha sido invitados a jugar. Si queremos ser parte del mismo, debemos obviar ciertas licencias que a veces parecen venir de serie en películas como esta y limitar nuestra preocupación tanto a no perdernos en la marea filosófica-matemática que arrastra y, obviamente, como a encontrar al asesino de marras.



Lo que se esconde tras Los crímenes de Oxford es una sencilla trama ingeniosamente adornada aunque con defectos de forma. Los primeros minutos de la película, aquellos que corresponden al asentamiento de Martin en Oxford, están envueltos por un aura de anti naturalidad en sus encuentros y desencuentros, en unos diálogos de lo más improbables que pueden llegar a incomodar al espectador. Ejemplo: Martin juega al squash en una pista que ha llenado de cruces pintadas con la intención de calcular trayectorias y patrones de juego. La despampanante chica de gimnasio (despampanante Leonor Watling), entra curiosa y mantienen una conversación de lo más marciana que acaba resultando en una partida agotadora y ellos dos en el suelo de la pista a punto de comerse mutuamente. Después comprobaremos como la película de Álex de la Iglesia se preocupa por armarse de una buena retahíla de diálogos en los que poder citar a matemáticos, filósofos y teóricos varios con mayor o menor incumbencia, olvidando bajo una gruesa capa verbal el verdadero interés que reside en la película, este es, su clásica y sencilla pregunta de quién es el asesino. No faltan a la hora de despistar al espectador en ese juego los secundarios de importancia insignificante que luego resulta no serla tanto, personajes tangentes propios de un capítulo de Se ha escrito un crimen que vagan por Oxford, entremezclándose con los verdaderos protagonistas y difundiendo la duda entre la platea. Entre los mayores logros de la película de de la Iglesia, se encuentra el haber sabido integrarlos en un plano secuencia que precede al primer asesinato y en el que la cámara va fijándose en la trayectoria, acciones y gestos de varios de ellos por las calles de Oxford, cambiando de uno a otro a medida sus pasos se cruzan, entran o salen de la biblioteca o uno pasa en bicicleta por debajo del mismo puente que acaba de ser atravesado por el otro. El plano, ejemplo de planificación, finaliza en el momento la cámara entra por la ventana para descubrirnos el cadáver de Mrs. Eagleton. Esta, una de las mejores escenas que uno puede encontrar en la cinta, funciona no en menor parte por la acertada música de Roque Baños (perfectamente adecuada a los motivos de la película) y a su habilidad para conjugarse con el tono de la película, eminentemente clasicista, que sólo desemboca en un mayor dinamismo hacia el final de la película correspondiendo a la escena de más acción de la misma.

En resumidas cuentas se trata de un producto que cumple plenamente sus expectativas y parcialmente las nuestras. Su reparto hace más atractiva una historia que ya de por sí lo es, aunque la película acaba ofreciendo resultados desiguales en ambos campos: mientras que John Hurt está excelente, Elijah Wood, aún cumpliendo, se encuentra ciertamente limitado para abordar el dramatismo que requieren algunas escenas. Mejor parada sale una Leonor Watling que no se empequeñece en un reparto de tal talla y que, por cierto, aparece exuberantemente atractiva, protagonizando un plano que bien podría servir las fantasías sexuales de más de un espectador. Álex de la Iglesia ha vuelto a demostrar su solvencia tras la cámara, aún abandonando su gusto por un humor negro que mira a crímenes de tonos amarillos, en favor de una historia de coordenadas más clásicas que mira los crímenes desde la distancia, que se inscribe en las convenciones del género y las cumple religiosamente para ofrecer cerca de dos horas de interesante, que no apasionante, cine de género.
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The Oxford murders. España y Francia. 2007. 110'.
Director: Álex de la Iglesia.
Guión: Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría; basado en la novela de Guillermo Martínez.
Fotografía: Kiko de la Rica.
Música: Roque Baños.
Montaje: Alejandro Lázaro.
Productor: Gerardo Herrero, Mariela Besuievsky, Alvaro Augustín, Kevin Loader, Frank Ribiere y Verane Frediani.
Intérpretes: Elijah Wood (Martin), John Hurt (Arthur Seldom), Leonor Watling (Lorna), Julie Cox (Beth), Anna Massey (Mrs. Eagleton).
Puntuación: 6
Sigue la pista...
http://www.clubcultura.com/clubcine/clubcineastas/delaiglesia/oxford/ (web oficial)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1388 (sobre Elijah Wood)
http://en.wikipedia.org/wiki/John_Hurt (sobre John Hurt, en inglés)
http://en.wikipedia.org/wiki/Leonor_Watling (sobre Leonor Watling, en inglés)
http://www.clubcultura.com/clubcine/clubcineastas/delaiglesia/ing/home.htm (web de Álex de la Iglesia)
http://www.youtube.com/watch?v=TFei3-I5Zcw&feature=related (reportaje sobre la película y entrevistas varias, en catalán [parte 1])
http://www.youtube.com/watch?v=a6RbGZzorbg&NR=1 (reportaje sobre la película y entrevistas varias, en catalán [parte 2])

jueves, marzo 20, 2008

Tu cara me suena (III): Peter Lorre



Pocos actores tienen tanta historia y tan merecedora de ser contada como Peter Lorre. Por si a alguien se le escapa, era aquel actor de extraño aspecto, teutón de cuerpo menudo y ojos saltones que en vida demostró ser uno de los actores de reparto más brillantes de su época. Y alguno me protestará que Lorre no siempre fue secundario y que no hay buen cinéfilo que le pueda olvidar tras verle en M, el vampiro de Dusseldorf (M, Fritz Lang, 1931). Y tendrá razón. Lorre fue uno de esos intérpretes cuya persona adquirió una envergadura tamaña a la de su calidad como actor. Poco menos se puede decir de un hombre que...

1. Trabajó en sus comienzos teatrales con Bertol Bretch.
2. Emigró con Billy Wilder a los Estados Unidos cuando el régimen nazi utilizaba su imagen en el cartel de M para su campaña de odio antisemita.
3. Trabajó a las órdenes de cineastas como Alfred Hitchcock, Fritz Lang, Frank Capra, Michael Curtiz o John Huston mientras su nombre en el reparto iba detrás de los de Humphrey Bogart, Ingrid Bergman o Cary Grant
4. Fue el primer villano de James Bond bajo el apodo de "Le Chiffre" en una adaptación de Casino Royale para la televisión estadounidense en 1954.
5. Llegó a inspirar un personaje de dibujos animados que protagonizó algunos cortos animados junto a Bugs Bunny o el pato Lucas.
6. Fundó su propia productora (Lorre Incorporated) y rodó su propia película, El Desaparecido (Der Verlorene, 1951).
7. Murió de un ataque al corazón mientras trabajaba con Jerry Lewis, y fue el mismísimo Vincent Price, amigo y compañero de reparto en diversas películas, el insigne orador de su panegírico.



Nacido en el seno del Imperio Austro-Húngaro en 1904, Peter Lorre comenzó su carrera en el teatro alemán antes de pasar al cine y triunfar de la mano de Fritz Lang y su M. La fama de Lorre, ya por entonces respetado y popular (gracias a, entre otros, sus trabajos con Bretch) se disparó extendiendo su fama más allá de las fronteras germanas. M fue un éxito a nivel internacional que Lorre pudo aprovechar cuando tuvo que huir a Inglaterra en 1931 ante el ascenso del nazismo al poder. Allí Alfred Hitchcock le contrató para un papel en su primera versión de El hombre que sabía demasiado (The man who knew too much, 1934) pese a sus dificultades con el inglés. Fue el paso previo a su llegada a Hollywood, donde empezó interpretando una serie de papeles de villano a rebufo de su encarnación en M. En contraposición a estos papeles, también inició una serie de ocho películas en las que encarnó a Mr. Moto, un detective japonés metido en fregados occidentales que alcanzó popularidad entre el público estadounidense. En 1941 llega la película por la que servidor le rinde eternos honores. Su papel de Joel Cairo en El Halcón Maltés (The Maltese Falcon, John Huston, 1941) es uno de los más valiosos que el cine negro ha dado jamás. Lorre encarnó a un gangster aparentemente inofensivo y de ambigua sexualidad que suponía el contrapunto perfecto al personaje de Sam Spade de Bogart. Las escenas compartidas por ambos en aquella obra cumbre del noir demuestran que la química en el cine puede surgir de donde menos te lo esperas, y el valioso resultado de este encuentro se saldó con cuatro colaboraciones más de los dos actores.



Actor de reparto predilecto de la Warner Bros., una de esas colaboraciones sería en Casablanca (Michael Curtiz, 1942), donde Lorre interpretaba al delincuente Ugarte, papel breve pero siempre brillante en el que le oíamos preguntar aquello de:

Ugarte: Me desprecias, ¿verdad?
Rick: Probablemente lo haría... si pensara en ello.



Luego vinieron sus trabajos en Como ella sola (In this our life, John Huston, 1942), La ninfa constante (The constant nymph, Edmung Gouling, 1943), The Cross of Lorraine (Tay Garnett, 1943), y en 1944, otra de sus mejores papeles llegó de la mano de Frank Capra y su Arsénico por compasión (Arsenic and Old Lace, 1945), hilarante obra maestra en la que Lorre fue el Doctor Herman Einstein y de pasó demostró un insultante dominio de la comedia pese a hacerlo a la sombra de Cary Grant. Lorre también intervino en los repartos de The mask of Dimitros y Three Strangers, ambas de Jean Negulesco (1944 y 1946) y en Angel Negro (Black Angel, Roy William Neil, 1946). Tras la Segunda Guerra Mundial, su carrera como actor decayó, volviendo al teatro e interviniendo también en la radio. Fue entonces cuando volvió a Alemania y dirigió la que sería su única película, El Desaparecido, la cuál no tuvo demasiado éxito. En los 50 Lorre se prodigó más en la pequeña pantalla, aunque alternando con papeles en el cine que aún le reportaron algún otro papel para recordar, apareciendo en La burla del diablo (Beat the devil, John Huston, 1953), 20.000 leguas de viaje submarino (20.000 leagues under the sea, Richard Fleischer, 1954) en la que compartió cartel con Kirk Douglas y James Mason, y La bella de Moscú (Silk Stockings, Rouben Malmouilland, 1957).

Ya en la primera mitad de los 60 y últimos años de su vida, Lorre entró en ese micromundo de terror de serie B que constituían las películas de Roger Corman y Vincent Price, participando en varias de sus películas o segmentos de terror, entre las que destacó la conocida El cuervo (The Raven, Roger Corman, 1963). En 1964 un infarto detuvo el corazón y la carrera de uno de los secundarios más impecables y reconocibles que ha dado el celuloide. Su rostro y sus caracterizaciones han inspirado los rasgos de no pocos personajes (hasta una lámpara en La tostadora valiente) y ha desembocado en ríos de tinta que rinden merecido homenaje a un pequeño gran actor con una selecta galería de interpretaciones entre la que uno puede elegir para guardarle un honroso rincón de su memoria.
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http://www.imdb.com/name/nm0000048/ (ficha de Peter Lorre en imdb)
http://es.wikipedia.org/wiki/Peter_Lorre (artículo de Peter Lorre en la wikipedia)

viernes, marzo 14, 2008

Embriagado de amor



Dos películas tienen la culpa de que haya vuelto a creer en la comedia romántica en los últimos tiempos. Las dos son endiabladamente raras y las dos son endiabladamente preciosas. Las dos son pequeñas maravillas que se saltan todos las simplistas convenciones en las que ha acabado desembocando un género tan intoxicado como este. Las dos, curiosamente, están protagonizadas por actores que antaño servidor denostara convencido de su total incapacidad para la interpretación como son Jim Carrey y Adam Sandler. Bendito error. De Olvídate de mí (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Michael Gondry, 2004) ya hablé en este blog y lo hice, pese a alabarla, aún infravalorándola en el tamaño y significado que la película de Gondry iría tomando para mí en los últimos años. La otra película que me ha devuelto la fe es Embriagado de amor (Punch Drunk Love, Paul Thomas Anderson, 2002), película precedente en la filmografía de Anderson a Pozos de Ambición (There will be blood, Paul Thomas Anderson, 2007) y obra que merece el apelativo de exquisitez marciana.

Barry (Adam Sandler) es un hombre constantemente instalado en un frágil estado psicológico. Rehuye el contacto social más allá de su trabajo en una fábrica, se ve a sí mismo sobreprotegido por sus siete hermanas y su único objetivo vital es aprovecharse de un error de marketing por el que una marca de natillas regala millas de vuelo de más. Su hermético mundo se complica de sobremanera cuando una de sus hermanas pretende concertarle una cita con su amiga Lena (Emily Watson) y una llamada a una línea erótica le reporta más problemas de los esperados. Sin embargo, tras aceptar a regañadientes la cita con la amiga de su hermana, Barry encuentra en Lena un ser igualmente solitario y extrañamente comprensivo que parece ser la excepción que abre la puerta de sus sentimientos.

Paul Thomas Anderson sorprendió a propios y extraños con esta pequeña fábula surrealista que hizo las delicias de David Lynch en el Festival de Cannes de ese año (presidía el jurado que otorgó el premio a la Mejor Dirección a Anderson). Embriagado de Amor lleva el sello de un autor que adaptó su estilo a un género en el que nadie le esperaba tras su obra maestra Magnolia (1999), demostrando no sólo ser capaz de inscribir una obra notable en el mismo, sino de reinventarlo por completo. La comedia romántica nunca se había fijado (salvo la excepción antes mencionada de Olvídate de mí) en tipos como Barry: seres desamparados y al borde del colapso que tienen el mismo derecho a amar y ser amados. Aquí ese derecho les es concedido bajo las condiciones de una cámara que les define a través de planos que en su profundidad de campo los retratan vagando por larguísimos y recargados pasillos de supermercado o de enormes bloques de apartamentos de exasperante homogeneidad. Anderson lleva así al espectador a un extraño estado de empatía con su extraño protagonista, estado que es definitivamente ratificado e impulsado con la música de Jon Brion, desquiciante y exasperante hasta llevarnos al borde del colapso mental que Barry sufre cuando, en su fábrica, es atosigado por su hermana tratando de presentarle a Lena, sus empleados y las inoportunas y amenazantes llamadas de la chica de la línea erótica. La escena no sólo puede presumir de una brillante factura sino de un inusual poder de seducción empática para con el espectador.



Progresivamente, el personaje de Barry es transformado bajo la bondadosa influencia de Lena. Seguimos sin ser permitidos en el acceso a su pasado, las razones de tal estado próximo a la locura, pues en cuanto hacemos las preguntas (im)pertinentes a través de los labios de Lena, Barry se levanta, va al baño y lo destroza en una inesperada explosión de ira. Sin embargo, el amor profesado por Lena, moldea pacientemente una personalidad que gana en confianza y poder a medida se sabe enamorada, hasta alcanzar el punto cumbre en su reunión en Hawaii. La escena muestra las sombras de la pareja besándose entre un río de gente que va y viene ante el marco de una puerta que da a una soleada playa de la isla. El contraste entre las sombras y la luz en el fondo del plano a la vez que el contorneo de las dos figuras entre la gente compone, sin lugar a duda, una de las escenas más bellas jamás filmadas y un momento memorable en la filmografía de ese autor mayúsculo llamado Paul Thomas Anderson. Es una celebración sincera del amor entre dos seres solitarios en un universo lleno de gente pero escaso en sentimientos francos, y esa celebración gana su credibilidad no sólo gracias a la mano de su creador sino también a la calidad de sus dos intérpretes, sólidos y convincentes en esta manifestación de amor extravagante.

Cierto es que la historia desarrolla una subtrama un tanto ligera y prescindible, la de ese chulo, colchonero y dueño de la línea caliente interpretado por Phillip Seymour Hoffman. La mayor justificación de la misma es que supone la ratificación, el convencimiento del poder que Barry ha ganado al enamorarse, pero quizás sea este aspecto y el a veces harto insistente empeño de Anderson de enrarecer la atmósfera lo que separe Embriagado de amor de ser una película redonda. Y sin embargo, seguirá siendo igual de gratificante saber que una pequeña joya como esta es capaz de entender el amor en la pantalla mejor que las cien comedias casi iguales que antes que ella lo intentaron.
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Punch Drunk Love. Estados Unidos. 2002. 90'.
Director: Paul Thomas Anderson.
Guión: Paul Thomas Anderson.
Música: Jon Brion.
Fotografía: Robert Elswit.
Vestuario: Mark Bridges.
Dirección artística: Sue Chan.
Montaje: Leslie Jones y Dylan Tichenor.
Diseño de producción: William Arnold.
Producción: Paul Thomas Anderson, Daniel Lupi y Joanne Sellar.
Intérpretes: Adam Sandler (Barry Egan), Emily Watson (Lena Leonard), Philip Seymour Hoffman (Dean Trumbell), Luis Guzmán (Lance), Mary Lynn Rajskub (Elizabeth), Ashley Clark (Latisha), Julie Hermelin (Kathleen), James Smooth (Jim Smooth), Lisa Spector (Susan), David Stevens (david), Nathan Stevens (Nate).
Puntuación: 8,5
Embriágate de amor...
http://www.labutaca.net/films/12/punch-drunklove.htm (sobre la película)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1040 (crítica de la película)
http://www.miradas.net/0204/criticas/2003/0303_punchdrunklove.html (crítica de la película)
http://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Thomas_Anderson (sobre P.T. Anderson)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1395.html (sobre Emily Watson)

lunes, marzo 10, 2008

Notas surrealistas

Reproducción no fidedigna de la conversación entre un profesor y sus alumnos durante el primer seminario de la asignatura "World Cinema." Les pongo en situación: el profesor se llama Richard Donne, lo cual le hace llamarse casi como el director de Superman. En un ejercicio propio de parvulario cinematográfico, escribe una columna en la pizarra con nombres de países europeos y nos pide que nombremos al vuelo movimientos relacionados con dichos países. Ya saben... Nouvelle Vague va con Francia, Expresionismo con Alemania, Neorrealismo con Italia... En un momento dado, la duda asalta la mente de Donne:

Profesor: ¿Y el Surrealismo?¿dónde iría? Ah, en Alemania -lo escribe.

El silencio del aula se rompe en un ligero murmullo. Pronto aparecen voces discrepantes alegando que el Surrealismo pertenece a Francia, mientras que otros abogan por España. Finalmente, Donne decide regalarnos a los españoles todo un movimiento, ahí es nada...

Profesor: Entonces lo ponemos en España -lo escribe.
Yo: Yo creo que el Surrealismo es francés, ¿eh?
Profesor (entre burlón y desafiante): ¿Estás seguro?
Yo: A ver, que Buñuel fuera español y surrealista vale, pero Un perro andaluz está hecha en Francia.
Profesor: Bueno, pues entonces lo ponemos entre España y Francia- lo escribe.

Y a otra cosa. No hubo tiempo para recordarle a Jean Cocteau ni a André Breton. El Surrealismo era definitivamente algo español y francés, a partes iguales. Tres o cuatro seminarios después y tras una doble sesión en la que pude disfrutar de nuevo Corre Lola Corre y descubrir esa maravilla llamada Fellini Ocho y Medio, la palabra "surrealista" volvió a surgir en una discusión:

Profesor: ¿Cómo describiríais Corre Lola Corre?
Alumno (duditativo): ¿Surrealista?
Profesor: ¿Surrealista?¿por qué?
Alumno: No sé, la película en sí, la manera de contar la historia... me parecieron en sí... eso, surrealista.
Profesor: Muy bien -lo escribe.

Y entonces la película de Tom Tykwer es aceptada como surrealista. Ahora veamos qué dicen la R.A.E. y la Wikipedia respecto al Surrealismo:

1. m. Movimiento literario y artístico, cuyo primer manifiesto fue realizado por André Breton en 1924, que intenta sobrepasar lo real impulsando con automatismo psíquico lo imaginario y lo irracional.

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Los términos surrealismo y surrealista proceden de Apollinaire, quien los acuñó en 1917. En el programa de mano que escribió para el musical Parade (mayo de 1917) afirma que sus autores han conseguido (...) La palabra surrealista aparece en el subtítulo de Las tetas de Tiresias (drama surrealista), en junio de 1917, para referirse a la reproducción creativa de un objeto, que lo transforma y enriquece. Como escribe Apollinaire en el prefacio al drama:
Cuando el hombre quiso imitar la acción de andar, creó la rueda, que no se parece a una pierna. Del mismo modo ha creado, inconscientemente, el surrealismo... Después de todo, el escenario no se parece a la vida que representa más que una rueda a una pierna.
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Así que no, Corre Lola Corre no es una película surrealista. Que innove visualmente y que su narrativa esté dividida en tres segmentos de diferentes desarrollos y desenlaces no implica que la realidad representada esté superada en ningún momento por lo psíquico, imaginario o irracional. Lo que sí parece claro es que el término de marras se usa cada vez más y con menos sentido. Hoy cualquiera se apunta una medalla intelectual tildando de surrealista cualquier pasaje que se le haya antojado "raro" en una película. Y eso que Lynch sigue ahí para recordarnos lo que es el Surrealismo, o que siempre podamos intentar de nuevo escrutar los 17 minutos endiabladamente surrealistas de Un perro andaluz. Pero la mayoría seguirá preferiendo cambiar un movimiento de enorme calado e influencia artística por un término de andar por casa. Surrealista, ¿verdad?
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http://es.wikipedia.org/wiki/Surrealismo (artículo completo de la Wikipedia)

miércoles, marzo 05, 2008

De tres en tres: Star Wars

Y aquí si que me la juego. No es lo mismo discutir con un fan de Indiana Jones cuál es tu entrega favorita que decir una palabra más alta que otra a propósito de la saga de Lucas y que una furiosa horda de devotos frikis aparezca para reclamar justicia ante la blasfemia perpetrada contra su religión. Pido permiso para ignorar los tres últimos episodios (o primeros, como cada cual prefiera) porque nadie en su sano juicio les daría un solo voto frente a las viejas glorias de Lucas, Kershner y Marquand (o sólo de Lucas, como cada cual prefiera) y porque si no el título de la sección de marras dejaría de tener sentido. En fin, inauguro la votación (si es que llega a tal) rompiendo una lanza a favor de El retorno del Jedi, porque si no es la mejor, al menos es con la que mejor me lo paso y por ende, mi favorita. Ya, ya sé que El imperio contraataca es más oscura, que es un perfecto alegato de ciencia-ficción contra los fascismos que asolan y asolaron la humanidad y blablabla... Pero es que en el Episodio VI salen Los Ewoks, el decrépito Palpatine y sus rayos, el Halcón Milenario penetrando en las entrañas de la Estrella de la Muerte, el bikini de Leia, Han Solo congelado en carbonita... ¿se puede pedir más? Yo creo que no.