lunes, septiembre 19, 2011

El árbol de la vida


Es inútil forzar el análisis en la tarea de ubicar El árbol de la vida en su lugar en el cine, en el arte. Ni siquiera es seguro que el tiempo llegue a emplazarla en el sitio que merezca o desmerezca. Llamaba la atención Adrian Martin, en su magnífico texto sobre la película, hacia el rasero que parte de la crítica se había encargado de aplicar para denostar la obra en cuestión: la prohibición presupuesta de escribir, en los mismos renglones, el origen del Universo y el microcosmos de una familia de Waco, Texas, en los años 50. No es difícil entender ese empeño del director por el contrapunto de lo micro a lo macro: en una Tierra donde la vida se manifiesta por primera vez, brota la piedad en el gesto de un dinosaurio que perdona la vida a su presa; millones de años después, la violencia implícita en la autoridad de un padre, da paso al arrepentimiento por no saber manifestar el cariño protector hacia su hijo, a la caricia forzada que sigue a la instrucción severa. Existe el camino de la naturaleza y el camino de lo divino, dice una temprana voz, y conviven en ambos momentos y en perfecta armonía, en la epifanía incontenible de una galaxia que nace majestuosa con la Lacrimosa de Zbigniew Preisner, en la vida que crece pletórica en el jardín de los O’Brien al compás del poema sinfónico y patrio de Smetana, en la danza de sombras en el porche bajo los cánticos fúnebres de Tavener y Thekla. Para Terrence Malick, existe la misma intimidad conmovedora en el ocaso de un planeta y en la pérdida de un hijo, en la luz que precede al comienzo de toda existencia y en el primer contacto de un niño con la muerte.
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En la imagen: Fotograma de El árbol de la vida, película distribuida en España por Tripictures © 2011 River Road Entertainment. Todos los derechos reservados.

1 comentario:

moonriver dijo...

Reconozco su belleza visual y sonora y como documental del National Geographic me parece que no tiene precio, pero yo fui a ver una película y me encontré con una sucesión sin orden ni concierto de imágenes relativas al origen del universo y de la vida en la Tierra entremezcladas con retazos de la vacía existencia de una típica familia americana. Lo siento, pero, como película, no me gustó nada. Como orgía para los sentidos, ya es otra cosa.