lunes, septiembre 05, 2011

La piel que habito

Tarántula, de Thierry Jonquet, llevaba la herencia de esa ficción hasta extremos de insoslayable depravación: la ecuación monstruosa impulsada desde un relato de venganza salvaje y autodestrucción, con la vejación permanente y la cirugía transgenérica como vías para la tortura sistemática, pero también como caminos insospechados que llevan a la sumisión y, finalmente, a la pasión prohibida. Resulta llamativo que sea aquí, en su primer viraje al terreno del fantástico, donde Pedro Almodóvar haya encontrado el improbable equilibrio entre las pulsiones subterráneas de su cine, su a menudo mal digerida cinefilia y la intensidad melodramática siempre pasada por el filtro del género. La piel que habito es, en ese sentido, no una película redonda, pero sí la que mejor ha sabido reconciliar las virtudes de un realizador para consumar una tesis que ya apuntaba en Hable con ella (2001): la doble piel de la protagonista, la doble condición de epidermis indestructible pero sensible al mismo tiempo, habla también de que el horror y la belleza, el odio y el cariño pueden ser caras de la misma moneda, tactos sobre un mismo cuerpo.
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En la imagen: Fotograma de La piel que habito, película distribuida por Warner Bros. Pictures International España © 2011 El Deseo. Todos los derechos reservados.

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