El montaje tal como lo entendía Serguéi M. Eisenstein. Firme oposición al montaje clásico asentado por David W. Griffith: el montaje como una composición de elementos e imágenes no necesariamente vinculadas, no necesariamente respetuosas del raccord, no necesariamente claves para la trama, pero cuyo mosaico final ayudará a insuflar al espectador la emoción y pasión necesarias para hacer del espectador un sujeto plenamente involucrado y llevado hasta una finalidad ideológica y/o emotiva.
“(…) la tarea de todo tipo de teatro es la formación del espectador hacia una dirección deseada. Una atracción en el teatro es un momento agresivo; aquel que influye al espectador en sus sentidos y en su mente. A través de éstos, se intenta transmitir el contenido ideal de la obra en la percepción del espectador, entiéndanse éstos como contenidos netamente ideológicos.*”
Se basa en gestos, en signos mínimos o grandes ademanes, gritos de dolor que restallan en la tormenta, que intentan imponerse a una banda sonora que crece imperiosa. Todo con el difícil cometido de impactarnos e involucrarnos, de trascender más allá de lo que transcurre en la pantalla y dejarlo penetrar bajo la piel. Eisenstein ilustró su teoría del montaje cinematográfico en el fragmento La escalera de Odessa dentro de El acorazado Potemkin (1925), y desde entonces no pocos cineastas han imitado el espíritu del montaje ideológico. James McTeigue lo ejerció de nuevo para la mejor y más poderosa escena de V de Vendetta con magnífico resultado:
No hay comentarios:
Publicar un comentario