miércoles, octubre 28, 2009

Donnie Darko y la música tangente para el universo primario

Si Donnie Darko se ha consolidado como clásico de culto es por muchas razones largamente enumeradas y discutidas. Dejando a un lado tanto cuestiones estéticas y narrativas como ese enorme aluvión interpretativo propiciado a raíz de una trama pródiga en paradojas temporales y universos conectados por agujeros de gusano, una de las virtudes que la encumbraron en su condición cult fue un uso memorable de la música. Memorable porque la de Richard Kelly es una de esas películas que graban a fuego en la memoria asociaciones de sonidos e imágenes, firmadas con la privilegiada pericia de aquel que sabe escoger el motivo sonoro que termina por desbordar un sentimiento esquizofrénico, o aquel que traspasa el terreno de la emoción sin necesidad de impostura.



The killing moon de Echo and the Bunnymen abre ese inicio del que tanto y tanto se ha hablado. Donnie despierta en el camino de una montaña, junto a su bicicleta. Mira el paisaje, sonríe, y el título da paso a los primeros compases del clásico de los Echo. Nuestro protagonista llega hasta su casa en un vecindario de clase media-alta à la American beauty, y su familia nos es presentada a base de slow motion y dejando que música e imagen hablen, expresen per se algunos rasgos definitorios de cada personaje, desde un padre que bromea con su hija a una madre que lee It, de Stephen King.



Kelly vuelve a juguetear con música e imagen (aquí a distintos ritmos) en otra escena-presentación, en esta ocasión la del instituto de Donnie Darko. Brillante coreografía de los tipos a encontrar en la jungla de la high school, vemos niñas que ensayan un baile, el matón de turno que lanza una mueca amenazante y ridícula a Darko para luego prodigar su más falsa sonrisa a la estirada Kitty Farmer, o el vigilante rostro que el director pasea por los pasillos. El perfecto acompañamiento musical lo ponen Tears for fears y su Head over heels, otra delicia ochentera para la ocasión.



Menos perceptible pero extraordinariamente climático resulta el motivo sonoro de Manipulated living en la escena en la que Darko humilla al falso predicador interpretado por Patrick Swayze. Pese a que suena en más de una ocasión a lo largo del filme, el tema que compusiera Michael Andrews consigue ser aquí más desquiciante, nervioso y alienante que nunca.



El énfasis para la inquietante escena en el cine se llama Ave Maria y es obra de Giulio Caccini y Paul Pritchard. Un subrayado terrorífico y dramático a partes iguales, tejido con voces lúgubres que sugieren la cercanía del otro mundo (o, en este caso, del otro universo, representado en la aparición de Frank). Mientras Frank y Donnie hablan, los hitos ochenteros siguen frecuentando la pantalla, y comprobamos que una de las películas proyectadas en esa sesión de Halloween es nada menos que Posesión infernal.



La fiesta que supone el preludio a la conclusión disfruta de un momento en el que amor y tragedia se funden en un beso. Love will tear us apart de Joy Division es, sin duda, la puntuación que ese instante precisa. Para certificar la llegada del “día”, agujeros de gusano e indicaciones de Frank, Under the milky way, de The Church.



Mad world es el que pone la puntilla, la culminación del destino de Donnie Darko. Una versión que Gary Jules realizó sobre la canción de Tears for fears, balada cargada de emotividad para unos últimos minutos repletos de dudas y confusas paradojas espacio-temporales.

martes, octubre 27, 2009

After


Alberto Rodríguez (7 vírgenes) firma un tríptico que es un triple retrato de adultos desnortados, tratando de mitigar su dolor en una noche de verano que terminará poniéndolo más de relieve. Lejos de las superficiales visiones nocturnas de Alfonso Albacete y David Menkes en ese intrascendente pelotazo que era Mentiras y gordas, el sevillano propone viajes escapistas y hedonistas con conocimiento de causa y para remarcar fatalidades emocionales: Manuel (Tristán Ulloa) se ve asfixiado por las responsabilidades de la vida familiar, su nulidad como figura paterna; Julio (Guillermo Toledo) vive aterrorizado por su soledad, sólo aliviada con encuentros esporádicos concertados desde un chat; y Ana (Blanca Romero) desespera ante la ausencia de cariño en su vida y pese a su siempre aparente posición dominante. Rodríguez muestra sus ruinas y nunca les ofrece la salvación, favoreciendo planos crudos y ásperos en las mañanas (el que antecede a los créditos finales es demoledor), próximos en su inclemencia y desnudez a los de Alejandro González Iñárritu en la Trilogía del Dolor. Como en aquella, un nexo recorre los segmentos y además supone algún tipo de transferencia emocional, aquí en forma canina (la perra Ula) que puede significar la incompetencia paterna, la duda de la culpabilidad o la irrevocabilidad de la soledad.
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(500) días juntos


Es significativa la pareja propuesta: Joseph Gordon-Levitt representa al romántico desarmado, Zooey Deschanel a una evolución exquisita (y en ocasiones inescrutable) de la heroína screwball, ahora portavoz del descreimiento y el romanticismo disperso. Protagonizan ellos un romance naturalmente intermitente y de deliciosas sensibilidades culturales: (500) días juntos profesa amor a los Pixies desde una estridente interpretación de karaoke, pero también propone a los Smiths como un paso decisivo hacia el enamoramiento, o un descacharrante cruce entre el hard-boiled y Bergman en una pantalla de cine en la que Tom sólo puede proyectar su obsesión por Summer. La recopilación de los greatest hits de la pareja acaba insinuando al filme de Webb como un honroso descendiente de Annie Hall (Woody Allen, 1977): al fin y al cabo, ambas abordan sentidas disquisiciones acerca de las relaciones humanas, y ambas cuentan con un protagonista que repasa la suya rota preguntándose en qué fracasó.
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El Imaginario del Doctor Parnassus



Hay dos niveles, correspondientes a la concepción carrolliana de dos realidades articuladas en torno al espejo. En un primero, el director asocia un Londres de bajos fondos y ambientes lóbregos a una inmortalidad plúmbea y patética, la de un Doctor Parnassus malviviendo con un extraño vodevil ambulante que sólo parece llamar la atención de ebrios pendencieros. Un segundo, el que tiene lugar al otro lado del espejo y, por tanto, en el interior de la mente de Parnassus, ofrece carta blanca a Terry Gilliam para construir su propio Wonderland, establecer viajes iniciáticos a través de la imaginación o huidas dementes de los peligros de la realidad. Es aquí dentro donde éste se entrega sin reticencias a todos los excesos, donde la cinta se torna circo de tres pistas dispuesto a agotar al más incondicional de sus espectadores. Los viajes a través del espejo pertenecen a otra película, así que son articulados con mayor o menor maña para justificar los delirium tremens del realizador. Los pasajes son de una riqueza visual e inventiva desbordantes, sí. Pero son retazos aislados de la propia imaginación de Gilliam, de desigual interés y adecuados con dificultad a las necesidades de la trama.
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martes, octubre 20, 2009

Puesta al día

Lo sé. Soy consciente de que una cosa es prometer irregularidad y otra es pasarse de la raya. Lo cierto que las últimas tres semanas han sido intensas como poco, que octubre ha dado para mucho y nada para el blog. Pero en fin, aquí un repaso a cosas en las que hemos estado metido últimamente:

- Hemos estado en Sitges, ampliando la experiencia del año pasado. Entre el fulgor y los zombis, se han podido ver algunos títulos realmente interesantes. Pero el resultado en la mayoría de sesiones, ya les adelanto, estuvo entre la indiferencia y la decepción. Personalmente, yo tuve mi particular orgasmo festivalero en la proyección de Ghostbusters, con la presencia del mismo Ivan Reitman. La previa del festival aquí, y la crónica aquí. Más pronto o más tarde caerá una avalancha de críticas de las pelis vistas allí.



- Crítica de [Rec] 2, de lo mejorcito del mes (la película, digo) y de La cruda realidad, de lo peorcito. No llegué a tiempo a escribir una de Si la cosa funciona, pero diría que el balance hubiera sido bastante positivo.




- Con la dedicación mínima a la lectura a la que me he visto obligado este mes sólo he podido despacharme Wanted, de Mark Millar y J. G. Jones. La recomendación no es ningún misterio, sólo quería dejar constancia de que hay un antes y un después de Wanted en la vida de todo lector de cómics. Amoral, deshinibido, de una inventiva infinita (léase la composición de Shithead, sin ir más lejos) y lleno de diálogos que sólo te basta leer una vez para no olvidar nunca: "Me siento como si me acabara de follar a Marilyn Monroe sin condón". Más o menos.






- Mi lectura más ansiada, aquí. Están Alvy Singer, Nacho Vigalondo, John Tones y Raúl Minchinela. Sobran palabras.

Y también algún que otro proyecto del que ya daré cuenta si sale adelante. De momento, hemos entrado a formar parte del Cinefórum de la Universidad de Valencia, del que espero aprender en cantidades ingentes y del que iré contando más y mejor aquí.