En la secuencia inicial de Io sono l'amore (Yo soy el amor), la que se debe y honra a la cinta póstuma de John Huston, Dublineses: Los muertos (1987), Luca Guadagnino se adentra con barroquismo y opulencia en la celebración familiar de los Recchi. La cámara ya adopta entonces actitudes flotantes, distanciadas que filman a los personajes y a las frías pasiones que los envuelven, se persona como elemento externo (y extraño) que ejercita el voyeurismo, cuando no se convierte en agente activo que interrumpe la diégesis para arrebatar con escenificaciones del deseo y el renacimiento sexual de Emma Recchi (Tilda Swinton). Dos pasajes particularmente inspirados invocan ese rupturismo: en uno, silencioso y abandonado a los sonidos de la naturaleza, la matriarca vaga por un escenario bucólico, cuando la irrupción en escena de Antonio (Edoardo Gabbriellini) es la de las pasiones contenidas, justo antes de que Guadagnino las suspenda con un brusco plano en negro; en otro, la misma Swinton protagoniza un éxtasis gastronómico que trasciende los límites de la representación, logrando una admirable sinfonía de sabores degustados que también es del espectador.
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En la imagen: Imagen promocional de Io sono l'amore (Yo soy el amor) – Copyright © 2009 Mikado Film, First Sun, Rai Cinema, La Dolce Vita Productions y Pixel DNA. Distribuida en España por Alta Classics. Todos los derechos reservados.
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