Muere Altman, y con él se va uno de los grandes maestros del cine. Altman el inconformista, el director siempre al márgen y a contracorriente de Hollywood, eterno crítico e incómodo creador de obras tan originales e hirientes como MASH, Nashville, Los vividores o El juego de Hollywood. Un legado de más de 30 películas que, por descontado, nunca contaron con el favor de la Academia hasta su tardía justificación con el oscar honorífico de 2005. Su carrera estuvo siempre llena de altibajos, películas de autor y alguna sorprendente incursión en el mundo del cartoon (Popeye) o el de la moda (Prêt-à-porter). Rarezas a parte, Altman será recordado por su particular maestría para retratar Vidas Cruzadas, manejarlas a su antojo en encuentros y desencuentros corales donde desnudaba hacia vulnerables a sus personajes ante el espectador. Altman, incansable trabajador, siguió haciéndolo hasta que su corazón dejó de latir el pasado lunes, dejando como testigo de su paso por el cine una de las filmografías más interesantes (y a la vez personales) de la segunda mitad de siglo XX. Este es, pues, un pequeño y merecido homenaje rendido en un pequeño rincón dedicado al cine. Descanse en paz.
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