lunes, junio 09, 2008

Crónicas desde el desierto de Almería



Y el sueño se hizo realidad. Si hace unas semanas no veía el momento para encontrarme a mí mismo en el Rolling Roadshow Tour en su primera visita fuera de España, ahora puedo sonreír y decir que, tal cómo uno de los impulsores del cotarro se atrevió a pronunciar en su discurso final, tanto yo como el resto de los allí presentes compartimos uno de los momentos más grandes de nuestra existencia. Corrijo: un buen puñado de ellos. Tres noches de ensueño en las que lo que contaba era, más allá de la adoración que cada uno pudiera sentir por la trilogía del dólar, vivir una experiencia cinematográfica excepcional en unas coordenadas excepcionales. La oportunidad de escalofriarse ante tres de las obras más influyentes y poderosas del celuloide en el mismísimo lugar en que fueron engendradas no es algo que esté a tu alcance todos los días. Si la oportunidad es aprovechada, la experiencia queda grabada a fuego en la memoria y los "peros" atribuibles a la mejorable organización, eclipsados por los escalofríos que convulsionaron el cuerpo de un servidor al saberse chafando la misma arena o calles en las que Clint Eastwood y Lee Van Cleef dejaron de ser meros mortales para convertirse en mitos incandescentes de la pantalla.

A continuación doy cuenta, tan compacto y rápido como me es posible, de esos tres días de peregrinación cinéfila en la que caben alegrías, penurias, escalofríos, conversaciones, contradicciones y alguna que otra decepción. Y ante todo, una inolvidable revisión de la portentosa trilogía cumbre del spaghetti western y el más honroso homenaje al legado del gran Sergio Leone.

Día 6. Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari, 1964) en Cortijo El Sotillo: El primer día ya adelantaba que uno de los principales problemas del Rolling Roadshow Tour iba a ser las escasas indicaciones que la organización dispuso a todos aquellos que no conocíamos la zona (la gran mayoría) y que, en el peor de los casos (el mío), llevó a servidor a vagar durante media hora carretera arriba carretera abajo entre desierto e invernaderos hasta dar con el cortijo de marras. El lugar, reconvertido hoy en restaurante y hotel, se conserva esplendorosamente y dispuso un servicio de bar que, si no fuera por los precios, uno hubiera echado a faltar en las dos proyecciones siguientes. El patio del cortijo, repoblado con sillas, no tarda en llenarse de una curiosa mezcla de curiosos locales, fanáticos del spaghetti western y de todos los western que lucen camisetas de "The man with no name" o de 800 balas (Álex de la Iglesia, 2002), de fieles del Rolling Roadshow que han cruzado el charco para seguir sus pasos y de un puñado de periodistas. Todos, y especialmente estos últimos, se preguntaban si, tal como se había anunciado en la web, Quentin Tarantino aparecería para presentar la primera de las tres películas. Pero a medida pasaban los minutos uno no tardaba en intuir que al señor Tarantino ya no se le esperaba y que, sólo quedaba esperar más de una hora sobre el horario inicialmente anunciado por la organización (seguramente no contaron con que en Junio en Almería, el sol se pone algo más tarde) para descubrir que un factible sustituto. Eugenio Mira fue ese sustituto que, lejos de limitarse a traducir lo que el cabeza organizador del show, se empeñó en dar su propia versión de las palabras del mismo con un humor del todo desafortunado y nunca correspondido por el público. Tras una espera eterna pero que nos prepara para lo que nos depararán los dos días siguientes, por fin las primeras imágenes empiezan a ser proyectadas sobre la enorme pantalla hinchable. Como es tradición en el Rolling Roadshow Tour, primero asistimos a un par de tráileres de viejas películas olvidadas, pequeñas joyas redescubiertas o rarezas. Así que nos llevamos de regalo los deliciosos tráileres de Oeste Nevada Joe (Ignacio F. Iquino, 1964) y El desperado (Franco Rossetti, 1967).
Y por fin, Por un puñado de dólares empieza con sus artesanales y genuinos títulos de crédito, sin duda alguna los mejores de la trilogía. Lo que sigue después es la película más modesta en presupuesto e intenciones de las tres, y la carta de presentación del personaje configurado por Eastwood a lo largo de las mismas. El clásico poncho y el puro mordido entre los dientes acompañarían desde entonces a uno de los imborrables del western, aquí sacando provecho de una guerra entre las dos familias que ostentan el poder en una villa. De paso, Gian Maria Volonté empieza a hacerse su hueco de villano inolvidable el universo Leone con su papel como el despiadado Ramón Rojo. La escena más celebrada por el público, ovación incluida, es la que sigue:



Día 7. La muerte tenía un precio (Per qualche dollaro in più, 1965) en Los Albaricoques: Los Albaricoques es un diminuto pueblo de blancas casas y apenas un puñado de calles en cuesta en las que podrías fácilmente imaginarte uno de esos tiroteos de las películas de Leone. No faltan las calles desiertas ni los arenales con algún que otro matorral de cactus. La proyección se celebra en la parte alta del pueblo, en una explanada con un incompleto círculo de piedra dentro del cuál el público rápidamente copa el escaso aforo que permiten las filas de sillas habilitadas frente a la pantalla. El que se queda sin silla, se sienta en el círculo de piedra, y pronto aquello se ha convertido en lo más parecido a un cine de verano con asientos improvisados, sillas desplegables traídas de casa por los vecinos y niños correteando de un lado a otro. Mientras esperamos la puesta del sol, encuentro entre la multitud a Nacho Vigalondo hablando con unos y otros. Si estaba allí, repito, es porque descubrí este Rolling Roadshow Tour a través de su blog, así que me acerco no sin cierto revoltijo en el estómago y se lo digo con el tenaz deseo de no parecer un desesperado caza autógrafos. Pese a los casi cinco años que han pasado de su 7:35 de la mañana (2003) y su vertiginosa nominación al Oscar, sigue siendo una de las figuras prominentes del cine español, con estreno pendiente pero ya muy próximo de su debut en largo, Los Cronocrímenes (2007). Hablamos del Rolling Roadshow, de la ausencia de Tarantino, le confieso cómo le descubrí en cierto curso de crítica de cine hace ya un lustro y cómo me reencontré con él en su blog años después, hablamos de Los Cronocrímenes y de Bárbara Goenaga. Mientras me despido, me maldigo por dejarme en el tintero una docena de cosas que me hubiera gustado incluir en esa conversación, pero me quedo con el consuelo de no haber parecido un fan desesperado. Eso sí, me permito la foto de rigor...



La muerte tenía un precio resulta un éxito masivo de audiencia. La proyección resulta la más emocionante en cuanto a que su último tercio transcurre enteramente en las calles de la población, y su apoteósico final en el mismo círculo de piedra en el que estamos todos sentados. La sensación es sencillamente escalofriante, brutal. Y la película se agiganta en mi memoria con ese duelo entre esos tres titanes que son Clint Eastwood, Lee Van Cleef y un inmenso Gian Maria Volonté que despide una maldad infinita en su papel de El Indio. Por cierto, dos tráilers más nos son regalados antes de la película, For a few dollars less (Per qualche dollaro in meno, Mario Mattoli, 1966), una casi inmediata parodia cuyo tráiler dejó perplejo a más de uno, e If You Meet Sartana Pray for Your Death (Se incontri Sartana prega per la tua morte, Gianfranco Parolini, 1968).



Día 8. El bueno, el feo y el malo (Il Buono, il brutto, il cattivo, 1966) en Cortijo de los Frailes: durante la mañana y aprovechando las espectaculares playas de Almería, nos acercamos hasta la playa del Mónsul, una playa perteneciente al Parque natural del Cabo de Gata y un paraje de aguas cristalinas, arena fina, y montañas que la flanquean. Y por si alguien cree que esto no tiene nada que ver con el cine...






La proyección de El bueno, el feo y el malo se realiza en un cortijo asentado en pleno desierto, en una nada rodeada de peladas montañas de western en el que el aire frío que sopla hace del visionado una dura prueba para los asistentes. Sin embargo, la última película de la trilogía del Dólar es su cumbre y bien lo merece. Cruento relato que no es sino una concatenación de géneros y de las influencias y virtudes atesoradas por Leone, aquí enfatizadas hasta la categoría de arte en estado puro. El bueno, el feo y el malo nunca deja de sorprender por su incansable épica, su contexto socio-político (la Guerra de Secesión), sus hipnóticos personajes o la música de Ennio Morricone que es alma de la película y que articula e incluso transforma cada gesto de esos personajes y cada acción que transcurre en escena (aplausos para Morricone cada vez que su nombre apareció en pantalla en cada proyección). Todo ello hace de esta conclusión a su trilogía el mayor triunfo de Leone, quien ajusta las proporciones y hace, con un presupuesto mayor que en sus dos anteriores incursiones, una película más grande en todos los sentidos. Esta vez es Nacho Vigalondo quien hace las funciones de traductor e introductor antes de la película y nos deja un pequeño discurso por cortesía del organizador. Vigalondo es breve pero contundente y recuerda al público la escena en la que Tuco ("el feo") entra en una tienda de armas para hacerse con un revólver y, en vez de elegir una de los deslumbrantes modelos que el armero le muestra, coge diferentes piezas de cada uno y monta la suya propia. Recuerda que eso, precisamente, es ni más ni menos lo que Leone hizo con sus películas. Juntar todas las piezas que bien conocía y hacer uno de los revólveres más bellos y eficaces jamás construidos. Y tras esto, en medio del hostil desierto, me reencuentro con una de las películas que más marcaron mi infancia y mi memoria cinéfaga. Y durante tres horas solo trato de parpadear lo menos posible y desear que ese sueño nunca acabe.



5 comentarios:

Anónimo dijo...

Te volviste a perder en Almeria??? jajajajajajajajajajja

Anónimo dijo...

Ahora ya lo tengo claro... ni me habia molestado en ver tu blog entero y al ver esa foto con Nacho Vigalondo... lo tengo claro TIO ERES UN PANOLI!
CRECE

Jordi Revert dijo...

Tienes 236 entradas más en las que seguir insultándome. Sírvete tú mismo.

Por cierto, pensaba que te daba igual mi blog...

Anónimo dijo...

Y me da igual... disfruto solo un poquito de como te picas.
Eres tan previsible
La gente como tu no cambia el mundo
La gente como tu lo hace aburrido
Y tranquilo que tu blog volvera a la calma y solo tu hablaras en él. No te piques tanto.
Y si me aceptas un unico consejo y no te volvere a decir nada mas, eres un pelin prepotente y por mucho cinemania, fotogramas, etc... que leas... chico me temo que te lo tomas todo muy a pecho y solo te escuchas a ti mismo. No te conozco y creeme no vamos conocernos pq nuestra animadversion el uno por el otro no va a cambiar.
Eres tu el que no acepta criticas y con esto un bizcocho me despido forever.
Ale a la Filmoteca!

Jordi Revert dijo...

Mira, ya te he dicho todo lo que tenía que decirte. Tampoco creo que sirviera de nada decirte que dejé de leer la "Cinemanía" hace casi seis años, porque la respuestas que reciba van a seguir siendo las mismas y el prepotente voy a seguir siendo yo. Así que por mi parte, doy esto por acabado. Puedes seguir haciendo tantas suposiciones sobre mi personalidad como quieras, puedes seguir insultándome tanto como quieras. Y si no quieres... pues mira, mejor.