sábado, diciembre 23, 2006

Retratos de la Nouvelle Vague (IV): Hiroshima, mon amour

Hiroshima o el amor imposible. El romance clandestino de dos amantes unidos por el azar en el más improbable jardín en que pudiese florecer el amor. Hiroshima, la ciudad levantada sobre las cenizas donde solo es posible rodar una película sobre la paz, donde ella es una actriz deseosa de aventura, de pasión, encontrada en el primer japonés de su vida (aunque no tan japonés, como dice ella)

La obertura es demoledoramente hermosa, cuerpos abrazados, brazos entrelazados de los amantes que recuerdan el desastre de la bomba. O eso hace ella, para que no lo olvidemos y Resnais no olvide su encargo de hacer una película sobre la bomba de Hiroshima. Él se limita a repetir que ella no sabe nada, no ha visto nada, no sabe nada... La noche es el éxtasis el amor sin límites condicionado a la despedida inminente de ella, al adiós inaplazable y el "desearía que siempre fuera de noche". Él se resiste a aceptarlo y le suplica quedarse, en nombre del amor imposible, amor con mayúsculas de una noche y para siempre.

Ante el 'no' insistente de ella, Hiroshima (él) extorsiona sentimentalmente a Nevers (ella) y fuerza la desgarradora confesión, el dolor arraigado en el pasado, el amor oculto a un soldado alemán en la segunda mundial, amor paralelo a la vida en Hiroshima, amor con el mismo fatal destino: el asesinato brutal y sin concesiones. La confesión de Nevers obliga a ella a vagar por las calles de Hiroshima huyendo del amor, de la vida incierta y prometida a la que se lanzaban los enamorados de Les amants, pero aquí extirpado por la razón y el trauma de Nevers.

Resnais y Duras son los nombres propios de Hiroshima, mon amour. Director y guionista, padres ambos de una historia romántica de difícil digestión y mal envejecimiento. Sí, existe un romanticismo implícito en la película de Resnais, pero queda eclipsado y subyacente al retrato de un trauma, el suyo (de ella) y el de Hiroshima (él). La tragedia pasada y presente que significa el fin del amor (y por consiguiente, de la vida) es el fantasma que deambula por la película perdido en largos (larguísimos) paseos acompañados de largos (larguísimos) monólogos que son la voz de Duras. Brillantes las palabras, versos, prosa que nace de los labios de Emmanuelle Riva, pero a la larga vaciados de la emoción que merece toda gran historia de amor y diluídos bajo las eternas divagaciones de su protagonista.




Y Resnais dice:

"...Recuerdo haber solicitado a Marguerite Duras una historia que se desarrollase a dos velocidades distintas. Yo la había situado en Lyon durante la Resistencia, pero ella sugirió Nevers que, realmente, posee una pronunciación más hermosa como sonido......

Yo mantengo que un film como Hiroshima, mon amour transcurre siempre en presente. Las escenas de Nevers son imágenes mentales de la protagonista, lo cual permite establecer la hipótesis de que sean falsas..."


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