Montaje salvaje y rupturista, ausencia de guión salvo trazos argumentales básicos, improvisación, diálogos inventados sobre la marcha, planos imposibles, picados, contrapicados, Godard y sus cameos, homenajes varios a la Nouvelle Vague (Hiroshima, mon amour en un cine de París), desprecio infinito hacia los convencionalismos, rebeldía, inconformismo... Suma imposible en una película que rompió el miedo a alterar lo clásico, la construcción lineal que dictaban los manuales de cine, cine nuevo, único, irrepetible y su del mismo espíritu insultante y chulesco que su héroe, Michel Poicard.
Belmondo construye un mito dentro de otro mito, un personaje incomprensible, gamberro y nihilista ("entre la pena y la nada, elijo la nada...") que se ha enamorado. Motivos no le faltan: su Patricia es Jean Seberg, rubia americana de pelo corto y todos los honores para ser nombrada la más bella musa de la Nouvelle Vague. Su cara de ángel contrasta con el rostro curtido de Belmondo, hombre duro e imposible, amante enfermizo y delincuente de profesión. Un romance poco usual, en el filo de una escapada que tampoco es tal. Más bien la convicción de Godard de que un romance y una escapada no tienen por qué ser lo que nos hasta ahora habían sido. Y lo bien que le sale...
2 comentarios:
La verdad es que he visto pocas películas de la nouvelle vague, pero con permiso de los 400 golpes, esta es la mejor de todas, sin duda. Es una película que no ha perdido actualidad, con unas interpretaciones muy buenas (grande Belmondo), y con todos los ingredientes que han hecho de la nouvelle vague el movimiento más rupturista de la historia del cine.
Pues sí. Yo la disfruté incluso más la segunda vez, y creo que no será la última. Es una película impresionante por lo imperfecta que es, lo sorprendente... Y bueno, a mí Jean Seberg me tiene enamorado, pero eso ya es otra cosa...
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