Una de las pequeñas veleidades que nos podemos permitir aquellos que devoramos cine hasta la saciedad es, de cuando en cuando, hacer algo de "turismo cinematográfico." No me refiero a coger un avión y cruzarte miles de kilómetros para plantarte en el Monument Valley y sentirte John (Ford o Wayne, a gusto de cada cuál) por un día; no me refiero a subirte los 102 pisos del Empire State y hacerte una foto a lo Cary Grant esperando a su cita que no llegará. Eso sería un auténtico acto de amor por el cine. Pero mientras no pueda permitirme tales insensateces, uno no permite que se le escapen otras más pequeñas que le brindan la suerte y la casualidad. Si uno visita Marsella, no puede dejar de pensar en que recorre las calles en las que Fernando Rey ultimaba sus negocios antes de enfrentarse a Gene Hackman en Brooklyn. French Connection. Contra el imperio de la droga (The French Connection, William Friedkin, 1971) no ha perdido ni una pizca de su poderoso atractivo, sus frenéticas persecuciones y la naturaleza astuta pero brutal de Popeye (Hackman). Y uno no puede dejar de sentir un pequeño escalofrío cuando vuelve a verla y se siente que, aun en una pequeña parte, él también estuvo allí.
Encontrarme en el comedor de Hogwarts nunca fue uno de mis sueños, y si quiera sabía que este estuviera en Oxford. Lo interesante de la foto aquí es que el comedor de marras (le llaman Dining Hall y se halla dentro de la Christ Church) es bastante menos largo y amplio de lo que parece a la hora de comer en las películas de Harry Potter. Aún así, no deja de tener cierto encanto.
Y no olvidemos Los crímenes de Oxford (The Oxford Murders, Álex de la Iglesia, 2008). El hecho de haber visitado la ciudad poco después de ver la película de Álex de la Iglesia me llevó a descubrir una decepcionante verdad: el plano secuencia que describía en su día y que precedía al primer asesinato no es un plano secuencia. Busqué las localizaciones claves de la escena (la librería Blackwell de la que sale Seldom, el puente que imita el Puente de los Suspiros en Venecia y por el que pasa Elijah Wood en bicicleta... ) y están demasiado lejanas las unas de las otras. Es más, ni siquiera fui capaz de encontrar la casa del asesinato y, cuando volvi a visualizar la escena en cuestión, confirmé mi sospecha y encontré los dos cortes en cuestión: uno, apenas imperceptible, sobre la ropa de Seldom. El otro, algo más visible, en una furgoneta que cubre el plano apenas un segundo. La que dejo es una foto de uno de los edificios contiguos a la biblioteca de Oxford, y la pongo junto a una imagen promocional de la película. Juro que tengo una foto del mismo lugar en posición casi idéntica a la de Elijah Wood y perjuro que esto es sólo fruto de la casualidad (la foto promocional en cuestión la he encontrado buscando imágenes para este post). Si no la pongo, es por razones obvias: las comparaciones son odiosas, y no sería yo el que saldría bien parado de esta.
Y al final todo esto venía porque quería anunciar que voy a intentar, con todas mis fuerzas, dar un paso más allá de ese "turismo cinematográfico." Hace unos días descubrí en el blog de Nacho Vigalondo que el cine y el destino han unido sus fuerzas para otorgarnos un regalo divino. Aleluya. El regalo en cuestión se llama Rolling Roadshow Tour, y se trata, en resumidas cuentas, de un circuito de películas proyectadas, a lo largo del globo, en el mismito lugar donde se parieron. Del 6 al 8 de Junio el Roadshow Tour llegará a España para proyectarnos, en medio del desierto de Almería, la trilogía del dólar de Sergio Leone. Cierro los ojos y sueño con encontrarme en una suerte de cine de verano en medio del desierto, bajo un cielo estrellado y rodeado de los decorados de un pueblo fantasma, con la mirada atónita depositada sobre el rostro de Clint Eastwood en pantalla gigante. Y disfrutar otra vez esas tres inmensas obras del Spaghetti Western que son Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari, 1964), La muerte tenía un precio (Per qualche dollaro in più, 1965) y El bueno, el feo y el malo (Il buono, il brutto, il cattivo, 1966). Removeré cielo y tierra con los dedos cruzados para estar allí.