jueves, marzo 15, 2007

Cabeza borradora



Cuando David Lynch consigue con Inland Empire el desconcierto absoluto es hora de entender que, para el director, la realidad en el cine ha capitulado ante el imperio de la mente. Es ahora cuando muchos han pasado a clamar contra el director, cuando traspasa la última barrera para sumergirse en la psique sin la mayor preocupación por si el espectador entiende y digiere aquello que está viendo. Lynch ha asumido la incomprensión y la alabanza en dosis desmedidas, con lo que quizá haya llegado el momento de volver sobre los pasos en su filmografía y advertir que quizá Inland Empire era el meandro lógico en el que iba a fluir la ilógica cinematografía del creador.

Pido permiso pues para volver al nacimiento cinematográfico de Lynch representado en la película que aquí nos ocupa. Cabeza borradora vio la luz en 1977 como la impresión en imágenes de una pesadilla. Una pesadilla terriblemente clarividente a los ojos del espectador y en la que se connotaba la futura paternidad de Lynch. Primero fue rareza, pero hizo que el apellido Lynch sonara y la gente se acordara de él, para bien o para mal. Luego fue película de culto. Hoy es objeto de estudio crítico y sujeta a interpretaciones de lo más variopintas. Inútil pedirle explicaciones al propio director cuando entiende su obra como la plasmación de un onanismo y recuerda la ausencia de cualquier sentido absoluto en dicho terreno.

Atreverse a realizar una breve sinopsis de Cabeza borradora es poco menos que una quimera. La sobreimpresión inicial de una masa cerebral con un torso humano cuya boca se abre para liberar una especie de espermatozoide puede indicar una turbación mental del que será el protagonista, el extraño Henry Spencer (Jack Nance, acreditado en los títulos como John Nance) anticipando ya la paternidad que le será revelada en una surrealista cena en casa de los padres de su novia Mary. La criatura que nace es prematura y amorfa, tanto que podría asimilarse al embrión de cualquier otro animal. Con el nacimiento del pequeño y literal monstruo la pareja se va a vivir al asfixiante apartamento de Henry, donde la primera noche los llantos del bebé irritan tanto a Mary que decide abandonarlos y volver con sus padres. A partir de ese momento Lynch da rienda suelta a un repertorio de pesadillas y pasajes alucinatorios de Henry que encuentran su súmmum en el escenario dentro de su radiador donde una mujer con mejillas de ardilla canta. Henry acaba tomando parte de una de esas pesadillas en la que pierde la cabeza (literalmente) y le nace una nueva, una cabeza borradora como la de los lápices que produce la fábrica en la que trabaja.



El primer largo de Lynch es una declaración de intenciones en la que ya nos avisa de que nos atormentará con sus tormentos y de lo dispuesto y capaz de trasladar a la pantalla lo sublimado tras las paredes de la mente humana. Si no es explícito, es evidente que Cabeza borradora nos habla de algunos tormentos concretos como son la paternidad, el aislamiento y el delirio. Otorgar una interpretación más o menos válida a cada una de las escenas integradas en una narración en cualquier caso lineal (un camino que llegará a abandonar durante su carrera) es tarea sesuda que, sin embargo, no es óbice para experimentar la fascinación visual y claustrofobia que desprenden. El blanco y negro va acorde a la puesta en escena mínima y básica, un encierro de la imagen en espacios semivacíos que inyecta el agobio a través de la percepción visual y a la que se le suma la auditiva con un siseo permanente como banda sonora que bien ayuda a lograr un estado avanzado de irritación.

Más allá de las significaciones y bien dentro del imperio de los sentidos, el David Lynch de Cabeza borradora asombró por mostrar imágenes tan inquietantes y perturbadoras como la del prematuro bebé gimiendo tras el contagio de una extraña enfermedad, la cabeza volcada en el suelo del escenario tras separarse del cuerpo, Henry estampando contra la pared los indefinibles espermatozoides que infestan las sábanas de su lecho, Henry y su extravagante peinado, Henry teniendo una aventura con la vecina de enfrente... y la cabeza borradora, que por fin nace para eliminar toda memoria malsana de una tortuosa existencia.
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Eraserhead. Estados Unidos. 1977. 90'.
Director: David Lynch.
Guión: David Lynch.
Música: Peter Ivers.
Fotografía: Frederick Elmes.
Producción: David Lynch, The American Film Institute for Advanced Film Studies.
Intérpretes: John Nance (Henry Spencer), Charlotte Stewart (Mary X.), Allen Joseph (Mr. X.), Jeanne Bates (Mrs. X.), Laurel Near (mujer en el radiador).
Puntuación: 9
Lynchs...
http://www.davidlynch.com/ (página web del director, no tiene desperdicio)
http://clientes.vianetworks.es/personal/garry98/lynch.htm (sobre la filmografía de Lynch)
http://www.cinecin.com/davidlynch.asp?cat=eraserhead (sobre la peli)
http://www.miradas.net/0204/estudios/2002/04_dlynch/cabeza.html (estudio sobre la peli)
http://www.elpais.com/articulo/cine/volvere/rodar/celuloide/elpporcul/20060908elpepicin_1/Tes (noticia y entrevista a David Lynch)
http://imdb.com/name/nm0620756/ (sobre Jack Nance)
http://imdb.com/name/nm0829270/ (sobre Charlotte Stewart)



2 comentarios:

Ctrl_Alt_Supr dijo...

Me parecio demasiado surrealista y bizarra como para que me gustara...

Si además le uno que me parecio demasiado agobiante tanto por lo que veia como por lo que oia (recuerdo que cuando la vi tenia un zumbido de fondo insoportable).

Demasiado para mi vamos...

Por cierto hay una leyenda urbana que el hijo amorfo no era ningun muñeco sino un ser vivo real... la verdad es que el niño daba bastante asquito... En el cole se hubieran cebado un tanto con él.

Jordi Revert dijo...

Y cuando coge la varicela ya ni te cuento...

A mí me pareció muy impactante. Yo la concibo como una de esas pesadillas que tienes y que te tiras el día entero tratando de darle una explicación (y, por otra parte, no me parece una película ininteligible). De hecho creo que la película es lo más parecidos a imágenes de pesadilla sacadas desde tu mismísima cabeza durante la fase REM, lo que me parece algo inédito para el año en el que se estrenó y de un mérito enorme: no creo que ningún cineasta se haya acercado al subconsciente tanto como Lynch.

Igual es que a mí sí me gusta demasiado lo surreal y bizarro, no sé si para bien o para mal...