jueves, julio 31, 2008

Doble sesión de Roger Corman



Dice la leyenda que Roger Corman apostó a que era capaz de terminar una película en menos de tres días. Roger William Corman, aquel hombre que había estudiado ingeniería industrial y que había acabado como analista de historias y de ahí, a prolífico director de cine, era conocido en la industria por su capacidad para realizar películas a una gran velocidad y con los mínimos recursos posibles. Pero aquella apuesta parecía ir demasiado lejos...
Sin embargo, cuenta también la leyenda que, efectivamente, La Pequeña Tienda de los Horrores (The Little Shop of Horrors, 1960) se rodó en dos días y una noche. Los que recuerden el remake de esta misma película que Frank Oz realizó en 1986 con Rick Moranis a la cabeza de su reparto (y saltándonos el paso intermedio del musical de Howard Ashan en el que se basaba más directamente la película de Oz), se darán cuenta de hasta qué punto el cine que Roger Corman realizó desde las catacumbas de Hollywood entre 1955 y 1971 (fecha en la que, oficialmente, se retiró de la dirección pese a recuperarla esporádicamente y continuar su intensa labor como productor) tuvo gran influencia en el cine de posteriores grandes autores. Algunos de ellos, incluso, empezaron trabajando en producciones de Corman (Jack Nicholson en la mencionada La Pequeña Tienda de los Horrores, pero también Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, James Cameron o Joe Dante) o fueron impulsados por la feliz casualidad de encontrarse en el mismo patio de butacas que él (Peter Bogdanovich). Productor de más de 300 películas y director de unas 50, la extensa filmografía de Corman es hoy un patrimonio inestimable que demuestra, desde las más pequeñas intenciones, una máxima irreprochable: la magnitud del cine no corresponde a sus recursos ni sus presupuestos, sino a lo valioso de sus planteamientos y el amor y destreza con la que aquel que se encuentra tras la cámara convierte esos planteamientos en una ficción en la que merece la pena creer.
Y qué mejor homenaje podría merecer Corman que una doble sesión de estas historias que hoy siguen fascinando y no por baratas, sino por historias. Historias para no dormir, para encoger el corazón o conmover el alma. Historias que recogen la esencia de uno de los más puros y genuinos cineastas.



La primera película de la sesión es El péndulo de la muerte (Pit and the Pendulum, 1961) Pertenece al grupo de adaptaciones que Roger Corman realizó sobre relatos de Edgar Allan Poe con el inefable Vincent Price como protagonista en casi la totalidad de ellas y el no menos magnífico Richard Matheson al cargo de sus guiones: La caída de la casa Usher (House of Usher, 1960) o El Cuervo (The Raven, 1963) serían, junto a la mencionada, algunas de las más representativas de la serie. El relato en el que se basa El péndulo de la muerte se sitúa entre los mejores relatos del escritor norteamericano, un brevísimo pero angustioso cuento de terror ambientado en los últimos días de la Inquisición española en el que un prisionero es condenado a morir a manos del más terrible instrumento de tortura: un péndulo con una enorme cuchilla en su extremo que baja lenta y calculádamente hacia el corazón del prisionero, atado e impedido en sus movimientos. En definitiva, una terrorífica reflexión sobre la angustia que adviene al individuo ante la inevitabilidad de la muerte y el tiempo que transcurre hacia esa sola dirección. Tiempo y muerte son explícitamente representados en el relato de Poe con un instrumento de tortura, el más terrible que la mente humana pudiera idear.
La película de Corman no es la más fiel adaptación posible a ese relato. Bien al contrario, apenas toma como único elemento el péndulo para ubicarlo en el clímax que se alcanza en la conclusión. Matheson tomó ese objeto que aúna el sentido del relato de Poe y construyó a su alrededor una historia de almas atormentadas deambulando, en un castillo maldito de almas errantes que aún lloran las torturas y los crímenes a los que la Inquisición les sometió en las terribles cámaras que oculta la fortaleza. Nicholas (Vincent Price) es el señor del castillo, un hombre atormentado por el recuerdo de su mujer muerta en extrañas circunstancias y por una visión traumática de su infancia. Hasta el castillo llega el Doctor Kerr, su cuñado, dispuesto a averiguar toda la verdad sobre la muerte de su hermana, quien sigue, de alguna manera, presente en el opresivo y tenebroso ambiente de la fortaleza.
Aunque alejada de su original, El péndulo de la muerte es una reinvención del relato de Poe de la que el mismo Poe estaría orgulloso, pues se inscribe de lleno en su particular universo. Un fascinante relato de almas torturadas y susurrantes, con un Vincent Price que demuestra la magnificencia de su calidad como actor a cada desmayo, a cada transición hacia la locura, y a cada vuelta a la normalidad. En El péndulo de la muerte hay lugar al terror de lo desconocido habitando en nuestra morada, a la traición y la explícita tortura (y en vista al significado que ha tomado lo explícito en el género, entiéndase como visible), e incluso a la aventura y al romance (o a su insinuación). Todo ello empacado en apenas 80 minutos de añejo y maravilloso cine de terror, para sumo placer de aquel que sepa entender sus planteamientos y no menospreciar sus recursos.



En segundo lugar, una de las películas imprescindibles de la filmografía del director. El hombre con rayos X en los ojos (X, 1963) es saludada por muchos como la obra maestra de Roger Corman. Y no faltan razones para ello. La historia de un oftalmólogo que juega a ser Dios experimentando con una fórmula que le permite ver más allá de donde la vista alcanza, penetrar en el interior de los objetos, las personas, es un relato de tintes existencialistas y eminentemente trágico. Protagonizado por Ray Milland, el imborrable alcohólico de Días sin huella (Billy Wilder, 1945), El hombre con rayos X en los ojos nos descubre el horror que encuentra el hombre al explorar en su propio interior. Al placer puramente vouyerístico que le otorga en primera instancia su poder, la creciente capacidad de penetración de la visión del doctor James Xavier se convierte en su creciente tortura. Los horrores, las enfermedades que descubre en los interiores de los cuerpos le acaban convirtiendo en un hombre sometido a una condena de cáriz casi mitológico: ver más y más, hasta quedarse ciego. Condenado a huir mientras asiste al desvanecimiento del mundo superficial que antes rechazaba, El doctor Xavier se convierte en fugitivo de la justicia subyugado a un don que se ha convertido en su tortura, y que le lleva a proclamar, ciego ante un grupo de creyentes, el fatal destino reservado para aquellos que juegan a rebasar los límites de la naturaleza y a ser dioses.

Sacerdote: ¿Eres un pecador? ¿Quieres salvarte?.
Xavier: ¿Salvarme? ¡No!! Tan solo pretendo decir lo que veo... Una tiniebla fria... mas allá del mismo tiempo y mas allá de los humanos... Una luz que alumbra y abrasa... Y en el centro del Universo, el Ojo... que nos ve a todos. No. ¡No!!

Roger Corman, aquí inscrito entre la ciencia-ficción y el horror, impulsa este último de una manera más genuina que nunca, a través de cámaras subjetivas en los que la lente adopta la forma de una retina que es testigo de una paleta de colores cada vez más intensa y difusa que le ofreció a Corman la posibilidad de la experimentación. En las exploraciones de Xavier en el interior de los cuerpos, Corman incluso se permitió el filmar dibujos del interior humano que, lejos de caer en el recurso pobre, dotaron de un encanto añadido a esta magnífica película. Corman consiguió con El hombre con rayos X en los ojos una de sus películas más severas y existenciales, en la que el miedo que impone nos es incluso más cercano que en otras cintas de su filmografía y en la que nos deja un sabor horriblemente amargo una vez alcanzamos los créditos finales. En definitiva, una cinta que invita a la reflexión del espectador y lo hace superando cualquier estigma que la clasificación de serie B pueda representar para el mismo: como una de las más profundas e imprescindibles películas de su género.



-----------------------------------------------------------------------------------
http://elgabinete.blogspot.com/2007/04/roger-corman-el-rey-de-la-serie-b.html (sobre Roger Corman)
http://www.sensesofcinema.com/contents/directors/06/corman.html (sobre Roger Corman, en inglés)
http://blugosi.freeprohost.com/ojos_x.htm (sobre El hombre...)

domingo, julio 27, 2008

Tropa de élite



Tropa de élite se alzó el pasado invierno con el Oso de Oro que la acreditaba como mejor película de la Berlinale. Esto quizás pueda llamar la atención en dos direcciones opuestas. La primera: la premiación de una apuesta de irrevocables (y devastadores) tintes sociales; por otra, la falta de una mayor presencia de cine de primera fila, digamos, sobresaliente, en favor de predicar glamour y extender alfombras rojas en la capital alemana.

Y antes de que las presuposiciones del que lee afloren, diré que nos encontramos ante una película sin duda notable, un thriller de vocación social que se alza como una de las más notorias propuestas cinematográficas en lo que llevamos de 2008. Sin embargo, la otra cara de la moneda es, que una película como Tropa de élite, reiteradamente comparada con la imprescindible Ciudad de Dios (Cidade de Deus, Fernando Meirelles, 2002) pese a compartir pocas conexiones, queda uno o dos escalones por debajo del calado del emotivo mosaico narrativo y retrato social de la película de Meirelles. Por lo tanto, difícilmente se hubiera alzado Tropa de élite con el mayor galardón del Festival de Berlín en la irrealizable coincidencia de que ambas se hubieran presentado a la misma edición del certamen.

Centrándonos en Tropa de élite, la película de Padilha es un estruendoso impacto de bala en la conciencia social y política de la sociedad brasileña. Una violenta y jamás olvidable denuncia disfrazada de relato asiduo a las premisas estéticas de la modernidad, estas son, una voz narradora en primera persona que bien podría ser la de Renton en Trainspotting (Danny Boyle, 1996) o la alteración de la línea temporal así como personajes y narrativas tangentes propias del mismísimo Quentin Tarantino. Modeladas con un ritmo lo bastante elevado para que la película pueda ser señalada como un thriller (un incómodo thriller), las cualidades de Tropa de élite se hacen notar en su efecto demoledor sobre la conciencia de aquel que se sienta en su butaca ajeno a qué diablos es el BOPE (Batallón de Operaciones Especiales de la Policía) o hasta qué punto los narcos gobiernan junto con los policías corruptos la favela de Babilonia en Río de Janeiro. El mérito es mayor incluso cuando la película de Padilha consigue dicho efecto alejándose de los empecinados senderos del realismo social. Muy al contrario, los personajes son de lo más novelescos y específicamente configurados, hasta el punto de convertirse en el principal factor de detrimento de la película en favor de otras aspirantes al mismo calado social que pretende.



Sin embargo, es innegable la efectividad de sus planteamientos a la vista de su capacidad de llegar y conmocionar a audiencias más amplias por medio de estos caminos. No sólo nos encontramos ante un thriller que puede pasar ante la mirada más superficial como una mera película de acción brasileña, sino que por momentos roza el perfecto contexto de una película bélica, lo cuál certifica su éxito al retratar las favelas de Río de Janeiro como los auténticos campos de batalla que son. Tropa de élite se convierte en una auténtica Chaqueta Metálica en el momento que asistimos al inhumano proceso de entrenamiento al que se someten los aspirantes al BOPE. Este es liderado por la cabeza visible del triángulo protagonista, un capitán Nascimento (Wagner Moura) que vive entre la esperanza de encontrar a un sucesor que le permita dejar el infierno nocturno de las favelas para dedicarse a su familia, mientras ve como ese pequeño núcleo familiar se descompone y se aleja noche tras noche. Nascimento está ejecutado por Wagner Moura con una actuación irregularmente eficaz, convincente en su desesperación y su ansiedad creciente, pero subyugada a unos estadios de su personaje extremadamente polarizados entre los que apenas sí se presencia un desarrollo y/o desgaste psicológico.

Tropa de élite es una película tan brutal como necesaria. Un notable ejercicio de conciencia de frenético ritmo y conclusiones pesimistas: no hay lugar en las favelas para la humanidad o la esperanza. Sí lo hay para la espiral de violencia y muerte entre las clases más desfavorecidas y la hipocresía entre los burgueses más acomodados. En Tropa de élite, somos espectadores de una guerra en la que todos ellos, a su manera, son víctimas y verdugos. Verdugos y víctimas.
----------------------------------------------------------------------------------
Tropa de elite. Brasil. 2007. 115'.
Director: José Padilha.
Producción: Marcos Prado y José Padilha.
Música: Pedro Bromfman.
Fotografía: Lula Carvalho.
Montaje: Daniel Rezende.
Diseño de producción: Tulé Peake.
Vestuario: Cláudia Kopke.
Guión: José Padilha, Rodrigo Pimentel y Bráulio Mantovani.
Intérpretes: Wagner Moura (capitán Nascimento), André Ramiro (André Matias), Caio Junqueira (Neto), Milhem Cortaz (capitán Fábio), Fernanda Machado (Maria), Maria Ribeiro (Rosane), Paulo Vilela (Edu), Fernanda de Freitas (Roberta), André Mauro (Rodrigues), Fábio Lago (Baiano).
Puntuación: 7,8
Adéntrate en las favelas...
http://www.tropadeeliteofilme.com.br/(web oficial)
http://www.brasilelite.com/(web oficial España)
http://www.labutaca.net/films/61/tropadeelite.php (sobre la película)
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=63361 (entrevista a José Padilha)
http://www.blogdecine.com/2007/10/31-tropa-de-elite-sacude-brasil (noticia relacionada con la película)

martes, julio 22, 2008

Momentos de cine (XIII): Oldboy

El cine coreano ha demostrado en esta década ser una de las cinematografías con mejor salud en el panorama internacional. A la experiencia de realizadores de renombre y experiencia como Kim Ki-duk (Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera [Bom yeoreum gaeul gyeoul geurigo bom, 2003], Hierro 3 [Bin-jip, 2004] o El arco [Hwal, 2005]) se han sumado una generación de nuevos talentos que han conseguido poner Corea del Sur en el mapa cinematográfico y trascender más allá del mercado asiático al que normalmente se ven confinadas sus películas, desafiando de esta manera el Orientalismo cinematográfico que había limitado su expansión como productos válidos para las audiencias occidentales. Dos de las cabezas visibles de esa grupo de cineastas son Bong Joon-ho, autor de la inefable Memories of murder [Salinui chueok, 2003] y la monstruosa The Host [Gwoemul, 2006], y Park Chan-wook, autor de la imprescindible trilogía de la venganza.

Oldboy (2003) es la segunda de las películas que conforman la trilogía, posterior a la crudísima Sympathy for Mr. Vengeance (Boksuneun naui geot, 2002) y anterior a la perturbadora e imborrable (para bien y para mal) Sympathy for Lady Vengeance (Chinjeolhan geumjassi, 2005). Oldboy fue un éxito mayúsculo que traspasó las fronteras coreanas, pese a seguir llegando a algunos países más como película de culto que como propuesta mainstream del cine coreano. Probablemente sea la más comercial de la trilogía y probablemente la película de Park Chan-wook sea en ocasiones víctima de sus excesos y sus pretensiones. Pero sus imagenes quedan, una vez visualizadas, grabadas por siempre en la retina del espectador que entre de lleno en esta fábula sobre la venganza de crueldad desmesurada. Oldboy es un relato extremadamente violento pero de un lirismo excepcional; es una película donde las fronteras del héroe/antihéroe y el villano/víctima son desafiadas y transgredidas una y otra vez, una película en la que los valores morales del espectador son constantemente dinamitados, y una tragedia griega que concluye con uno de los finales más sádicos y perturbadores jamás contemplados. Rodada con una estética visual intachable, arrolladora, y rubricada con la inolvidable música compuesta por Jun-Seok Bang y Yeong-Wook Jo, que la eleva desde a un bello vals hasta épicos sonidos de venganza y muerte.

Su protagonista Oh Dae-su (Choi Min-sik) no es un héroe. Es un miserable, un despojo humano que recibe el castigo más desproporcionado posible por su extensa colección de pecados. Un antihéroe sometido a 15 años de encierro sin razón aparente. 15 años de rabia y sed de venganza que alimentan un alma ya de por sí perversa y cruel, y que explota en uno de los más excepcionales travellings del cine reciente:



jueves, julio 17, 2008

El increíble Hulk



Llega la enésima adaptación Marvel y lo hace como segundo intento para uno de sus superhéroes estandarte. Bruce Banner, alias Hulk o "La Masa" fue trasladado en 2003 a la pantalla por el director menos indicado posible para aquella película. El taiwanés Ang Lee trató de hacer poesía donde debía haber mamporros y aquella Hulk resultó tan inútil en su intento de profundizar en el complejo interior de su atormentado protagonista (entonces encarnado por Eric Bana) como en el posible entretenimiento que esta pudiera haber ofrecido. El increíble Hulk, de Louis Leterrier, es una película en las antípodas de aquella, un producto explícitamente destinado al entretenimiento y estrictamente ejecutado bajo las premisas Marvel.

Lo mejor que se puede decir de este nuevo Hulk es que sí, ofrece dos horas de espectacular entretenimiento que a buen seguro son un más que recomendable pasatiempo para todo aquel que acuda al cine sin demasiadas pretensiones y buscando un mero divertimento. La película de Leterrier ofrece una incesante sucesión de escenas de acción estupendamente elaboradas que ofrecen tiempos muertos lo suficientemente llevaderos para que la acción no acabe resultando abrumadora. Desde la primera persecución del ejército de los Estados Unidos al fugitivo Bruce Banner (Edward Norton), ya sabemos que, al contrario que en su predecesora, esta película da por presentado a Banner y a su alter ego, y lo contextualiza en su constante huída y búsqueda de una cura que evite definitivamente sus transformaciones. En esa caza y captura dirigida por el general Thaddeus "Thunderbolt" Ross, la presa es Banner y el cazador aspira al poder de su presa: Emil Blonsky es un acertado antagonista a Bruce Banner, hábilmente interpretado por Tim Roth en un papel que le viene como un guante. El cuarteto protagonista se completa con una bella Liv Tyler que es la excusa para introducir una apenas desarrollada y casi inapreciable historia de amor en medio de una montaña rusa de emociones fuertes. Los cuatro actores cumplen sus cometidos pese a la escasa profundidad de sus personajes, apenas explorados, apenas con tiempo suficiente en la pantalla para exigir una identificación o una mayor implicación del espectador.



Así que si la cara de El increíble Hulk es su acción bien ejecutada y repartida a lo largo de la película, la cruz viene dada por el hecho de que, pese a ser un eficaz entretenimiento, no deja de ser más que eso. Y quiero decir con ello que esta podría ser la película definitiva de Hulk para aquellos que buscaran únicamente contemplar atónitos a Hulk en acción, pero no para aquellos que se sintieran fascinados por el personaje torturado que se encontraba tras él. Bruce Banner es, de largo, uno de los personajes más complejos de Marvel, un superhéroe heredero del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson en el que es difícil discernir la heroicidad y la monstruosidad de los instintos primarios de la bestia. Es por eso que, pese a la correcta actuación de Edward Norton, el personaje permanece desdibujado, vagando por la pantalla entre transformación y transformación sin que nos sintamos parte de su huída, de su desgracia ni de su deseo por volver a ser "normal".



Ajustándonos a sus intenciones, bien explícitas desde los primeros compases de la película, El increíble Hulk cumple como digno entretenimiento, sin caer en la ruinosa mediocridad en la que cayeron otras adaptaciones Marvel (Daredevil [Mark Steven Johnson, 2003], El Castigador[The Punisher, Jonathan Hensleigh, 2004]) pero sin alcanzar el perfecto equilibrio entre espectáculo y la profundidad del universo Marvel que logró Bryan Singer con su X-Men (2000). Aún así, no faltan las innecesarias e irritantes escenas ralentizadas y algún intercambio de frases rayano en lo cavernícola cuando Hulk y un cambiado Blonsky se vean las caras en el espectacular enfrentamiento final. Pese a todo, el sabor que queda es el de una inocua y entretenida película de acción que, a la vista de su sorprendente epílogo, no es más que un avance de lo que está por venir. Marvel, con la inclusión de sendos cameos en Iron Man (Jon Favreau, 2008) y en el El increíble Hulk, nos está diciendo que esto no ha sido más que el principio de una larga y fructífera franquicia.
------------------------------------------------------------------------------
The incredible Hulk. Estados Unidos. 2008. 114'.
Dirección: Louis Leterrier.
Guión: Zak Penn; basado en los personajes creados por Stan Lee y Jack Kirby.
Intérpretes: Edward Norton (Bruce Banner), Liv Tyler (Dra. Elizabeth "Betty" Ross), Tim Roth (Emil Blonsky), Tim Blake Nelson (Samuel Sterns), Ty Burrell (Leonard), William Hurt (general Thaddeus "Thunderbolt" Ross).
Fotografía: Peter Menzies Jr.
Música: Craig Armstrong.
Montaje: John Wright, Rick Shaine y Vincent Tabaillon.
Vestuario: Denise Cronenberg.
Diseño de producción: Kirk M. Petruccelli.
Producción: Avi Arad, Gale Anne Hurd y Kevin Feige.
Puntuación: 5,7
Siguiendo el rastro de Hulk...
http://incrediblehulk.marvel.com/(web oficial)
http://www.sonypicturesreleasing.es/sites/hulk/elincreiblehulk/(web oficial España)
http://www.labutaca.net/films/61/elincreiblehulk.php (sobre la película)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1387.html (sobre Edward Norton)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1598.html (sobre Tim Roth)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1498.html (sobre Liv Tyler)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article3577.html (sobre William Hurt)

viernes, julio 11, 2008

Funny Games



Dice Michael Haneke que si ha decidido hacer él mismo un remake de su propia película es porque desea que el mismo mensaje que aquella perturbadora Funny Games de hace una década, aquella patada en el estómago del espectador que fue bautizada por algunos como La naranja mecánica de los 90, tuviera un alcance mayor y llegara a un público más amplio. De este modo, surge la respuesta a la forzosa pregunta de por qué Haneke, diez años después de uno de sus más controvertidos triunfos, decide repetirlo con un reparto internacional y realiza una película idéntica a aquella, plano por plano. Nos encontramos ante la actualización de una obra, en la que Haneke, a diferencia de Gus Van Sant y su ya célebre fotocopia en color del clásico de Hitchcock Psicosis (Psycho, 1998), ostenta el derecho del autor a reeditar su propia obra con una mayor tirada y reevaluar el impacto de la misma en las audiencias de hoy día.

Porque ciertamente, lo que ha cambiado es la reacción del público y no la película de Haneke. La Funny Games de 1997 era una bofetada a la creciente insensibilización de una sociedad ante la violencia. Sin embargo, la condición de autor de Haneke no era un incentivo para que su Funny Games se convirtiera en un severo correctivo para las masas abocadas al creciente consumo de violencia vía televisión. Diez años después la nueva Funny Games, en su idéntico acabado, sigue teniendo esa capacidad de despedazar la seguridad y el bienestar del espectador, amén de su intacto desafío moral al mismo. La cuestión a plantear es si, atendiendo al modo en que las audiencias han continuado alimentándose de violencia gratuita, esta actualización de Haneke es capaz de ejercer sobre el gran público de hoy el mismo devastador efecto que tuvo sobre aquellos que, para bien y para mal, descubrimos su imprescindible obra original en su condición de cine de autor. Y sin quererlo (¿sin quererlo?) Funny Games se ha convertido en un experimento sociológico cuyos resultados probablemente queden en la incógnita.



Así que esta Funny Games sigue conservando los méritos que encumbraron a su predecesora. Sigue siendo el más angustioso retrato de la violencia posible en el que, paradójicamente, la violencia siempre tiene lugar fuera de campo. La brillantez de Haneke reside en su capacidad para crearnos un malestar por momentos insostenible sin mostrar las escenas de tortura y asesinato que tendrán lugar. En su lugar, encontraremos imagenes del sufrimiento del que mira, del espectador que asiste a la violencia (la cámara enfoca a Ann [Naomi Watts] mientras oímos los gritos de su marido George [Tim Roth], siendo acuchillado), planos en los que Haneke mantiene nuestra mirada sobre el dolor indecible que sucede al estallido de violencia, y la impasibilidad de aquellos que se retroalimentan de la violencia sin saber el por qué y la ejecutan con frialdad disfrazada de terrorífica amabilidad. La única excepción en la que la violencia entra dentro de campo es aquella escena en la que Ann toma la escopeta y dispara a Fred (Boyd Gaines), uno de los dos asaltantes. En ese momento su compañero Paul (Michael Pitt), toma el mando a distancia y rebobina la escena hasta el momento preciso en el que cambiar el curso de los acontecimientos. Esta subversiva genialidad con la que Haneke sorprendió a propios y extraños en 1997, entra de lleno en el discurso que domina Funny Games de principio a fin. Sólo basta recuperar la perturbadora imagen del televisor manchado de sangre para entender lo que Haneke trata de decirnos. Y es que diez años después, se puede decir que el proceso de retroalimentación de la violencia activo en la actual sociedad de la información no sólo ha aumentado, sino que se ha exponenciado de manera alarmante. Al alcance de un mando a distancia se encuentra nuestra vía para nutrirnos de ella y regodearnos simplemente dándole al botón de rebobinar o cambiando de canal. Y absorberla, casi inconscientemente, como espectáculo:

George (Tim Roth): ¿Por qué no nos matáis, y ya está?
Fred (Boyd Gaines): No hay que olvidar la importancia del espectáculo...

Ni nosotros, que somos cómplices del mismo. Paul (Michael Pitt) nos pregunta de qué lado estamos y, en más de una ocasión mira a la cámara y nos sonríe (sustituyendo al guiño de Arno Frisch en la anterior Funny Games). Y a propósito de Arno Frisch, destacar a Michael Pitt y su perturbadora interpretación como el frío asesino sin motivos ni objetivos aparentes. Como él, el resto del reparto está a la altura de las circunstancias y hace que, incluso en el apartado actoral, Funny Games se equipare a su predecesora, consiguiendo que ningún personaje pierda un ápice de tanto el terrorismo disfrazado de serenidad e impasibilidad caracterizado por los dos intrusos como el horror ante lo desconocido y lo impensable por parte de una familia modelo (todo sea dicho, servidor sigue prefiriendo la escalofriante calma de Arno Frisch a la extrañeza algo más repulsiva que posee el Paul de Michael Pitt).



Funny Games sigue siendo tan necesaria como en 1997, pero sin embargo el impacto es diferente cuando uno ya ha conocido las dos películas gemelas de Haneke. Uno no puede evitar sentirse anticipado a todo lo que viene por delante y, pese a que no ha perdido la fuerza de su mensaje, sí se hecha de menos el mismo espíritu de ruptura y subversión que podrían haber otorgado más ricos matices a esta nueva revisión.
-------------------------------------------------------------------------------
Funny Games. Estados Unidos. 2007. 111'.
Dirección: Michael Haneke.
Guión: Michael Haneke.
Fotografía: Darius Khondji.
Montaje: Monika Willi.
Producción: Chris Coen y Hamish McAlpine.
Diseño de producción: Kevin Thompson.
Vestuario: David Robinson.
Intérpretes: Naomi Watts (Ann), Tim Roth (George), Michael Pitt (Paul), Brady Corbet (Peter), Devon Gearhart (Georgie), Boyd Gaines (Fred), Siobhan Fallon Hogan (Betsy), Robert LuPone (Robert), Susanne Haneke (cuñada de Betsy), Linda Moran (Eva).
Puntuación: 7
Sigue jugando...
http://wip.warnerbros.com/funnygames/ (web oficial)
http://www.labutaca.net/films/60/funnygames.php (sobre la película)
http://es.wikipedia.org/wiki/Michael_Haneke (sobre Michael Haneke)
http://es.wikipedia.org/wiki/Michael_Pitt (sobre Michael Pitt)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1526.html (sobre Naomi Watts)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1598.html (sobre Tim Roth)

martes, julio 08, 2008

El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford



Nos encontramos ante una película única en su especie. Un western excepcional a todas luces y uno de los ejemplos más particulares del género por las coordenadas en las que se sitúa. No deja de ser una lástima que una película de una calidad tan extraordinaria haya pasado completamente desapercibida en nuestras pantallas y que haya resultado sólo parcialmente alabada por un sector de la crítica, aquel que no se ha limitado a atacar la película de Andrew Dominik fundamentándose en la longitud de su metraje y en el ritmo de su narración. Así que partamos de este punto y digamos que donde aquellos dijeron excesivo yo diré cautivador, y que donde aquellos dijeron parsimoniosa yo diré profunda e indagadora.

Hablo convencido de la excepcionalidad de El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford desde que no retengo en mi memoria, quizás desde el Río Rojo de Howard Hawks (1948), una obra del género capaz de realizar una exploración tan profunda y tan rica de los personajes que la pueblan, haciendo de esa inspección de su detenido estudio de los dos hombres que gobiernan en el título y en la película, eje central que se sitúa bien lejos de cualquier convención que la tildara de un western más. A través de una profunda, fascinante y sí, extensa exploración de los caminos paralelos, tangentes y divergentes del afamado asesino y ladrón Jesse James (Brad Pitt) y del joven miembro de su banda Robert Ford (Casey Affleck), Dominik ha conseguido crear una historia que va más allá de los personajes para retratar brillantemente un tiempo y un lugar específicos (las últimas décadas del siglo XIX) y de paso recoger un análisis de una sociedad americana que, pese a pertenecer a aquel contexto, representa un comportamiento perpetuado a través de los tiempos. Un comportamiento en el que una figura tan amoral pero tan carismática como la de Jesse James puede acabar siendo saludada como leyenda y honrada por la memoria de la gente mientras un héroe anónimo como Robert Ford es reprendido como cobarde y despreciado por su acto por el resto de su existencia. Y después, sumergido en el olvido.



Pero tal es la complejidad que atesora la película de Dominik que hace que las últimas líneas escritas sigan, pese a todo, resultando enormemente tendenciosas. Y la razón es que la exploración psicológica de ambos personajes es de tal calado que nos es imposible situarnos en la posición de juez, un mérito que raramente han alcanzado pocos cineastas. Jesse James es el bandido despiadado y sanguinario que forja su leyenda a cada robo o asesinato perpetrado, cuyo carisma y capacidad para no ser atrapado a lo largo de su larga carrera delictiva ha inspirado la admiración de jóvenes que han crecido oyendo sus leyendas, entre ellos Robert Ford. Pero Jesse James también se nos presenta como un hombre profundamente desequilibrado, de un comportamiento impredecible que desvela su lucha interna y que le hace pasar de la afabilidad y el cariño que muestra para con su familia a la explosiva violencia con la que es capaz de golpear repetidamente a un niño para después romper a llorar. Un hombre que se ríe del extraño Ford ante los demás mientras que en solitario se sabe más común a él que a cualquier otro ser humano. Y él, Robert Ford, su más ferviente admirador, se presenta como un alma igualmente torturada por la cercanía a su héroe y el desprecio del mismo (“¿Quieres ser como yo o quieres ser yo?”). Joven vulnerable, de voz quebrada y tez pálida, es el habitual objeto de burla por su rara naturaleza, en constante fricción con sus ansias de leyenda, de suscribir su nombre junto al de James en la historia y cuyo castigo será el de asesinar al hombre que admiró para cumplir la posterior condena del eterno odio popular.



La riquísima construcción de ambos personajes se rubrica con sendas memorables actuaciones de Brad Pitt y Casey Affleck. Esta película sólo puede existir a través de sus personajes, y tanto Pitt como Affleck no sólo se limitan a cumplir su cometido, sino a revivirlos con la magnitud suficiente para inscribirlos en la memoria del espectador. Si bien sabíamos del talento de Pitt (galardonado con la Copa Volpi al mejor actor en el Festival de Venecia), Affleck toma aquí la oportunidad y la aprovecha para demostrar su calidad como intérprete, ya confirmada por encima de la de su hermano, pero llevada aquí hasta una inesperada enormidad que le llevó a una bien merecida nominación al Oscar como mejor actor secundario (pese a que este no pueda resultar secundario a Brad Pitt más allá de los títulos de crédito). A su alrededor, un conjunto de personajes, estos sí, secundarios, conforman la banda de Jesse James, todos ellos definidos y explorados con meticuloso esmero, en especial el hermano mayor de los James, Frank, interpretado por un siempre excepcional Sam Shepard.

Pero no sólo se condimenta de personajes la película de Andrew Dominik para construir una de las películas más destacadas del año. El cineasta deja claro que prefiere paisajes desolados tales como estepas nevadas y campos de trigo à la Gladiator, a áridos desiertos y poblados manufacturados. La cámara los contempla descubriendo en ellos su desnuda belleza con una sensibilidad digna del mismísimo Terrence Malick. Deja ver, Dominik, un particular toque de estilo cuando opta en los grandes planos generales, por dejar únicamente el centro del objetivo enfocando el paisaje mientras que el resto del plano permanece desenfocado. Tampoco faltan los homenajes a Centauros del Desierto (The Searchers, John Ford, 1956) ni incluso a los orígenes mismos del cine anclados en la fotografía y el teatro (el retrato fotográfico del cadáver de James, asistido por un numeroso público rememora, significantemente, los precedentes históricos del cine). Presentes están también las particulares obsesiones del cineasta (acá las botas sueltas, adelantando o significando la muerte de uno de los personajes o las sillas como señal de la pérdida, el abandono, o como lugar donde ambos protagonistas mecen sus guerras interiores), así como un meticuloso gusto por el detalle que se deja ver en esa cuchara removiendo el café que deja de moverse en el momento sabemos que Jesse James ha leído cierta noticia en el periódico. Se trata de un detallismo extremo que impregna toda la narración que, sin embargo, no oculta uno de los escasos “peros” que le pueden ser atribuida, este es, el uso de una voz narradora que vaga a la deriva por toda la película y se muestra demasiado inconstante, demasiado oportunista para ser tomada completamente en serio.



Pese a ello, las mencionadas virtudes forman una triada perfecta con el magistral tratamiento de los personajes (e, implícitamente, la dirección que Dominik ha ejercido sobre sus actores) y con el virtuosismo y la excelencia del apartado técnico, en el que la fotografía de Roger Deakins se revela simplemente mayestática: basta prestar nuestra atención a la escena en la que la familia James abandona su hogar y la cámara se detiene a observar, en la vacía casa, como las luces que se proyectan desde el exterior van desvaneciéndose lentamente. Por último, la conmovedora y nunca solemne música compuesta a la par por Nick Cave y Warren Ellis otorga a la película de Dominik una partitura acorde a las intenciones y magnitud de la obra, alcanzando su momento más excelso en la escena en la que Ford deambula por la casa vacía de Jesse James siendo Jesse James: acostándose en su cama y probando el tacto de las sábanas, acariciando su ropa y probándose su sombrero, pretendiendo tener las dos heridas de bala que él tiene alojadas en su cuerpo… Una pretensión de unicidad que es el fracaso de Ford y es el triunfo de la película. Una obra compleja, única y solitaria que ojalá el tiempo ponga en el lugar que merece.
---------------------------------------------------------------------------------
The assassination of Jesse James by the coward Robert Ford. Estados Unidos. 2007. 160'.
Director: Andrew Dominik.
Guión: Andrew Dominik; basado en la novela de Ron Hansen.
Música: Nick Cave y Warren Ellis.
Fotografía: Roger Deakins.
Montaje: Dylan Tichenor y Curtiss Clayton.
Producción: Brad Pitt, Dede Gardner, Ridley Scott, Jules Daly, Brad Grey y David Valdes.
Diseño de producción: Patricia Norris.
Intérpretes: Brad Pitt (Jesse James), Casey Affleck (Robert Ford), Sam Shepard (Frank James), Mary-Louise Parker (Zee James), Paul Schneider (Dick Liddil), Jeremy Renner (Wood Hite), Zooey Deschanel (Dorothy), Sam Rockwell (Charley Ford), Garret Dillahunt (Ed Miller).
Puntuación: 8,5
Para saber más de la leyenda...
http://jessejamesmovie.warnerbros.com/ (web oficial)
http://wwws.warnerbros.es/assassinationofjessejames/ (web oficial España)
http://www.labutaca.net/films/56/theassassinationofjessejames.php (sobre la película)
http://www.septimovicio.com/criticon/15112007_el_asesinato_de_jesse_james_por_el_cobarde_robert_ford_por_carlos_polite/ (reseña en Séptimo Vicio)
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/modules.php?name=News&file=article&sid=1342 (sobre Brad Pitt)
http://en.wikipedia.org/wiki/Casey_Affleck (sobre Casey Affleck, en inglés)
http://es.wikipedia.org/wiki/Andrew_Dominik (sobre Andrew Dominik)

viernes, julio 04, 2008

Los Cronocrímenes



Alabo desde ya la intención llevada a cabo y a buen puerto que ha hecho de este debut uno de los más valientes vistos en años en el cine español. Antes de entrar a valorar Los Cronocrímenes, cabe decir que la opera prima de Nacho Vigalondo es una ráfaga de aire fresco que se ha colado por la puerta de atrás del cine español para ofrecer en la gran pantalla lo que rara vez vemos en nuestra cinematografía: una película de ciencia-ficción, crímenes y viajes en el tiempo. Así que sólo esa valentía y atrevimiento casi suicida bien merecen el precio de una entrada de cine en pleno verano. Los Cronocrímenes se suma, desde ya, a esa escasa y bendita estirpe de debuts que, contra viento y marea, luchan por sacar a la luz una idea renovadora y fuera de los senderos habituales del cine español (acuérdense de Tesis, de Alejandro Amenábar[1996]). Y Nacho Vigalondo lo ha conseguido con una historia que lleva rumiando media vida (y tiene 31 años). Una historia que, a pesar de la nominación al Oscar, no ha podido ver la luz hasta hace una semana y sólo después de: a) un ejercicio exhaustivo de promoción vía blog, el juego de Los Cronocrímenes en internet y su consecuente premio del preestreno en un avión; b) el triunfo de la película en su ronda de festivales, donde ha cosechado ovaciones y premios por doquier; c) el anuncio del remake, después de que Tom Cruise comprara los derechos de la película y Steve Zaillian fuera denominado su futuro productor.

Los Cronocrímenes parte de una idea brillante: un mínimo viaje en el tiempo (una hora) que, como todo viaje en el tiempo que se precie, genera sus inevitables controversias y sus complejas paradojas temporales. En este caso es de remarcar que Nacho Vigalondo ha dado un paso más allá para tratar la temática de los viajes en el tiempo desde una perspectiva renovada y original, lo cual hace de Los Cronocrímenes uno de los más sorprendentes debuts de un director español, marcado por el acto de libertad creativa que el mismo Vigalondo dice creer necesario para la primera propuesta de un cineasta. Esa libertad creativa se ha alimentado aquí de un cúmulo de influencias que abarcan desde el giallo hasta el vouyerismo Hitchockiano pasando por algún que otro guiño a Lost y una trama fantástica que no podría ser retratada con un realismo más austero. Todo ello integrado en un producto con limitaciones de serie B (y en cierto modo, con su espíritu) cuyos resultados técnicos rebasan la expectativa y revelan una cuidada cinematografía y un perfeccionismo técnico del que dan fe hasta los integrantes de Muchachada Nui.



Así pues, nos encontramos ante una película que busca la sorpresa del espectador pese a que, en su conclusión final, desvelará que todo se ha movido ante la sorprendente inevitabilidad de la falta de sorpresa. Una paradoja más que sumar a la lista. Pero el caso es que Nacho Vigalondo ha conseguido generar 88 minutos de un entretenimiento de ciencia-ficción tras el cual se esconde un sesudo ejercicio existencialista y un puzzle construido con cuidado y esmero durante años para que cada pieza encaje y optemos o no a entrar a cuestionar ese babilónico desafío de hechos coincidentes, tangentes, paralelos o cruzados que se esconde tras una aparentemente sencilla línea temporal en la que sólo están envueltos cuatro personajes: Héctor (Karra Elejalde) se muda con su mujer Clara (Candela Fernández) a una casa en las afueras y en las proximidades de un bosque. Cuando Clara deja la casa momentáneamente para hacer una compra, Héctor divisa con sus prismáticos a una chica (Bárbara Goenaga) desnudándose en medio del bosque. Ese ejercicio de vouyerismo le arrastra hasta el interior del bosque donde la encuentra desnuda y aparentemente muerta en medio de un claro. Cuando Héctor se acerca al cuerpo, un tipo con la cara cubierta por vendas rosas ("la momia rosa", se especifica en la película) ataca a Héctor clavándole unas tijeras en el brazo. En su huida en busca de ayuda, Héctor acaba llegando a una especie de estación científica cuyo único científico (Nacho Vigalondo) le pide que se meta en una especie de cubeta enorme para esconderse del asesino. Cuando despierta, Héctor ha viajado atrás en el tiempo una hora y comprueba atónito, a través de los prismáticos, que comparte el espacio-tiempo con su "yo" de hace una hora. El conflicto espacio-temporal ha sido creado, y su solución requerirá ciertas piruetas argumentales que quizás no cualquier espectador sea capaz de aceptar: malabarismos nunca infundados, pero quizás demasiado revolucionarios para cierto sector del público poco o nada acostumbrado a los viajes en el tiempo y las duplicaciones de personajes.



Precisamente en esa multiplicación consecuencia del viaje en el tiempo, Karra Elejalde realiza una estupenda actuación, dando a cada uno de sus Héctor los matices necesarios para inducirnos desde la confiabilidad hasta el miedo. No se puede hablar de la evolución de Héctor como personaje porque existe como varios personajes, pero se puede decir con toda certeza que el Karra Elejalde que vemos en pantalla va sufriendo una transformación dada a través de su deformación física, la cual no sólo le acaba otorgando tintes grotescos, sino que supone un reflejo de la deformación de la personalidad de Héctor como consecuencia de sus viajes en el tiempo y, por ende, distintos estadios que afloran de la psique humana cuando es sometida a situaciones límites. Elejalde eclipsa al resto del reparto, por minutos en pantalla y por calidad como actor. A su lado, el científico al que interpreta el propio Nacho Vigalondo se queda pequeño y por momentos resulta poco creíble. En cuanto a Bárbara Goenaga, la actriz vasca cumple con su papel pequeño pero decisivo en el curso de los acontecimientos, receptor de la mirada voyeur tanto de Héctor como del espectador (nos encontramos ante una película que constantemente dirige la mirada del espectador hacia parcelas concretas de una misma realidad). Por último, Candela Fernández apenas disfruta de minutos en la pantalla y poco se puede decir de ella.



Los Cronocrímenes es el debut nada presuntuoso de un autor que tiene ganas de cambiar las reglas y que tiene las armas para conseguirlo. Digamos que la película de Nacho Vigalondo ha abierto una brecha espacio-temporal en el cine español para demostrar que sí hay cabida a proyectos que se enmarcan en géneros tan poco aceptables en el sistema de financiación y distribución como la ciencia-ficción (género que, por cierto, dio hace poco más de una década una de las mejores cintas jamás realizadas en este ámbito como fue Abre los ojos [Alejandro Amenábar, 1997]). Si hay una esperanza para que esa brecha se expanda, esa esperanza es el director cántabro, quien pretende, en menos de cinco películas, hacer una de zombis, una de superhéroes y otra con invasión alienígena. Ojalá Los Cronocrímenes reciba el beneplácito de los números en taquilla y todas ellas sean posible en un lapso menor a los cinco años de gestación que ha requerido esta opera prima. Ojalá todas ellas, mejores o peores, permitan que esa brecha espacio-temporal sea tan grande como la puerta de Stargate y permita que Vigalondo haya cambiado algunas reglas. Pero de momento, toca viajar al pasado. Una hora. Suficiente, espero, para desencadenar todos los acontecimientos descritos en las últimas líneas. Ojalá.
------------------------------------------------------------------------------------
Los Cronocrímenes. España. 2007. 88'.
Director: Nacho Vigalondo.
Guión: Nacho Vigalondo.
Fotografía: Flavio Labiano.
Montaje: José Luis Romeu.
Música: Chucky Namanera.
Dirección artística: José Luis Arrizabalaga y Arturo García.
Vestuario: Estíbaliz Markiegi.
Producción: Esteban Ibarretxe, Javier Ibarretxe y Eduardo Carneros.
Intérpretes: Karra Elejalde (Héctor), Bárbara Goenaga (chica), Nacho Vigalondo (chico), Candela Fernández (Clara).
Puntuación: 6,8
Métete en la cubeta y viaja tú mismo...
http://www.loscronocrimenes.com/(página web de la película)
http://www.labutaca.net/films/57/loscronocrimenes.php (sobre la película)
http://img72.imageshack.us/img72/2333/cronologadeloscronocrmeyj7.jpg (cronograma de la película, por si queda alguna duda en el aire [SPOILER])
http://www.aullidos.com/pelicula.asp?id_pelicula=1391 (crítica en Aullidos)
http://www.elpais.com/articulo/cine/He/hecho/juguete/pelicula/elpepuculcin/20071012elpepicin_1/Tes (entrevista a Nacho Vigalondo)
http://www.cineando.com/entrevistas/barbara-goenaga-los-cronocrimenes-es-matematicamente-perfecta/ (entrevista a Bárbara Goenaga)

miércoles, julio 02, 2008

I Festival Internacional de Mediometrajes de Valencia: La Cabina

Un post brevísimo para hacer un poco de publicidad, que para el caso que nos ocupa nunca viene de más. Hoy se ha inaugurado la primera edición de La Cabina, I Festival Internacional de Mediometrajes de Valencia, que con el boca-oreja ha conseguido un buen puñado de curiosos, aficionados, invitados, amigos y amigos de amigos que al final han hecho que la sala de proyecciones del MuVIM lograra una más que decente asistencia. Hablamos del primer festival de este tipo en nuestra ciudad, así que bien merece la pena gastar un poquito de espacio de este blog para promocionarlo. Entre mañana y el sábado se podrán ver ocho mediometrajes (entre 30 y 60 minutos), entre los que destaca una abrumadora presencia alemana (la mitad de ellos son de dicha nacionalidad) y entre los que encontramos también presencia española, pues En los arrozales (Josep María Villageliu, 2008) competirá por alzarse como el mejor mediometraje. El elegido, por cierto, será proyectado de nuevo en la ceremonia de clausura, el domingo a las 19h. Para conocer todos los detalles y ver lo bien que pinta, un click aquí y listo.



Y tras esta semana festivalera en el blog, vuelvo a las críticas de antaño. Próxima parada: Los Cronocrímenes de Nacho Vigalondo (2007), película que, avanzo, va a dar mucho que hablar si no lo está dando ya.