Dice la leyenda que Roger Corman apostó a que era capaz de terminar una película en menos de tres días. Roger William Corman, aquel hombre que había estudiado ingeniería industrial y que había acabado como analista de historias y de ahí, a prolífico director de cine, era conocido en la industria por su capacidad para realizar películas a una gran velocidad y con los mínimos recursos posibles. Pero aquella apuesta parecía ir demasiado lejos...
Sin embargo, cuenta también la leyenda que, efectivamente, La Pequeña Tienda de los Horrores (The Little Shop of Horrors, 1960) se rodó en dos días y una noche. Los que recuerden el remake de esta misma película que Frank Oz realizó en 1986 con Rick Moranis a la cabeza de su reparto (y saltándonos el paso intermedio del musical de Howard Ashan en el que se basaba más directamente la película de Oz), se darán cuenta de hasta qué punto el cine que Roger Corman realizó desde las catacumbas de Hollywood entre 1955 y 1971 (fecha en la que, oficialmente, se retiró de la dirección pese a recuperarla esporádicamente y continuar su intensa labor como productor) tuvo gran influencia en el cine de posteriores grandes autores. Algunos de ellos, incluso, empezaron trabajando en producciones de Corman (Jack Nicholson en la mencionada La Pequeña Tienda de los Horrores, pero también Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, James Cameron o Joe Dante) o fueron impulsados por la feliz casualidad de encontrarse en el mismo patio de butacas que él (Peter Bogdanovich). Productor de más de 300 películas y director de unas 50, la extensa filmografía de Corman es hoy un patrimonio inestimable que demuestra, desde las más pequeñas intenciones, una máxima irreprochable: la magnitud del cine no corresponde a sus recursos ni sus presupuestos, sino a lo valioso de sus planteamientos y el amor y destreza con la que aquel que se encuentra tras la cámara convierte esos planteamientos en una ficción en la que merece la pena creer.
Y qué mejor homenaje podría merecer Corman que una doble sesión de estas historias que hoy siguen fascinando y no por baratas, sino por historias. Historias para no dormir, para encoger el corazón o conmover el alma. Historias que recogen la esencia de uno de los más puros y genuinos cineastas.
La primera película de la sesión es El péndulo de la muerte (Pit and the Pendulum, 1961) Pertenece al grupo de adaptaciones que Roger Corman realizó sobre relatos de Edgar Allan Poe con el inefable Vincent Price como protagonista en casi la totalidad de ellas y el no menos magnífico Richard Matheson al cargo de sus guiones: La caída de la casa Usher (House of Usher, 1960) o El Cuervo (The Raven, 1963) serían, junto a la mencionada, algunas de las más representativas de la serie. El relato en el que se basa El péndulo de la muerte se sitúa entre los mejores relatos del escritor norteamericano, un brevísimo pero angustioso cuento de terror ambientado en los últimos días de la Inquisición española en el que un prisionero es condenado a morir a manos del más terrible instrumento de tortura: un péndulo con una enorme cuchilla en su extremo que baja lenta y calculádamente hacia el corazón del prisionero, atado e impedido en sus movimientos. En definitiva, una terrorífica reflexión sobre la angustia que adviene al individuo ante la inevitabilidad de la muerte y el tiempo que transcurre hacia esa sola dirección. Tiempo y muerte son explícitamente representados en el relato de Poe con un instrumento de tortura, el más terrible que la mente humana pudiera idear.
La película de Corman no es la más fiel adaptación posible a ese relato. Bien al contrario, apenas toma como único elemento el péndulo para ubicarlo en el clímax que se alcanza en la conclusión. Matheson tomó ese objeto que aúna el sentido del relato de Poe y construyó a su alrededor una historia de almas atormentadas deambulando, en un castillo maldito de almas errantes que aún lloran las torturas y los crímenes a los que la Inquisición les sometió en las terribles cámaras que oculta la fortaleza. Nicholas (Vincent Price) es el señor del castillo, un hombre atormentado por el recuerdo de su mujer muerta en extrañas circunstancias y por una visión traumática de su infancia. Hasta el castillo llega el Doctor Kerr, su cuñado, dispuesto a averiguar toda la verdad sobre la muerte de su hermana, quien sigue, de alguna manera, presente en el opresivo y tenebroso ambiente de la fortaleza.
Aunque alejada de su original, El péndulo de la muerte es una reinvención del relato de Poe de la que el mismo Poe estaría orgulloso, pues se inscribe de lleno en su particular universo. Un fascinante relato de almas torturadas y susurrantes, con un Vincent Price que demuestra la magnificencia de su calidad como actor a cada desmayo, a cada transición hacia la locura, y a cada vuelta a la normalidad. En El péndulo de la muerte hay lugar al terror de lo desconocido habitando en nuestra morada, a la traición y la explícita tortura (y en vista al significado que ha tomado lo explícito en el género, entiéndase como visible), e incluso a la aventura y al romance (o a su insinuación). Todo ello empacado en apenas 80 minutos de añejo y maravilloso cine de terror, para sumo placer de aquel que sepa entender sus planteamientos y no menospreciar sus recursos.
En segundo lugar, una de las películas imprescindibles de la filmografía del director. El hombre con rayos X en los ojos (X, 1963) es saludada por muchos como la obra maestra de Roger Corman. Y no faltan razones para ello. La historia de un oftalmólogo que juega a ser Dios experimentando con una fórmula que le permite ver más allá de donde la vista alcanza, penetrar en el interior de los objetos, las personas, es un relato de tintes existencialistas y eminentemente trágico. Protagonizado por Ray Milland, el imborrable alcohólico de Días sin huella (Billy Wilder, 1945), El hombre con rayos X en los ojos nos descubre el horror que encuentra el hombre al explorar en su propio interior. Al placer puramente vouyerístico que le otorga en primera instancia su poder, la creciente capacidad de penetración de la visión del doctor James Xavier se convierte en su creciente tortura. Los horrores, las enfermedades que descubre en los interiores de los cuerpos le acaban convirtiendo en un hombre sometido a una condena de cáriz casi mitológico: ver más y más, hasta quedarse ciego. Condenado a huir mientras asiste al desvanecimiento del mundo superficial que antes rechazaba, El doctor Xavier se convierte en fugitivo de la justicia subyugado a un don que se ha convertido en su tortura, y que le lleva a proclamar, ciego ante un grupo de creyentes, el fatal destino reservado para aquellos que juegan a rebasar los límites de la naturaleza y a ser dioses.
Sacerdote: ¿Eres un pecador? ¿Quieres salvarte?.
Xavier: ¿Salvarme? ¡No!! Tan solo pretendo decir lo que veo... Una tiniebla fria... mas allá del mismo tiempo y mas allá de los humanos... Una luz que alumbra y abrasa... Y en el centro del Universo, el Ojo... que nos ve a todos. No. ¡No!!
Roger Corman, aquí inscrito entre la ciencia-ficción y el horror, impulsa este último de una manera más genuina que nunca, a través de cámaras subjetivas en los que la lente adopta la forma de una retina que es testigo de una paleta de colores cada vez más intensa y difusa que le ofreció a Corman la posibilidad de la experimentación. En las exploraciones de Xavier en el interior de los cuerpos, Corman incluso se permitió el filmar dibujos del interior humano que, lejos de caer en el recurso pobre, dotaron de un encanto añadido a esta magnífica película. Corman consiguió con El hombre con rayos X en los ojos una de sus películas más severas y existenciales, en la que el miedo que impone nos es incluso más cercano que en otras cintas de su filmografía y en la que nos deja un sabor horriblemente amargo una vez alcanzamos los créditos finales. En definitiva, una cinta que invita a la reflexión del espectador y lo hace superando cualquier estigma que la clasificación de serie B pueda representar para el mismo: como una de las más profundas e imprescindibles películas de su género.
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http://elgabinete.blogspot.com/2007/04/roger-corman-el-rey-de-la-serie-b.html (sobre Roger Corman)
http://www.sensesofcinema.com/contents/directors/06/corman.html (sobre Roger Corman, en inglés)
http://blugosi.freeprohost.com/ojos_x.htm (sobre El hombre...)
Sin embargo, cuenta también la leyenda que, efectivamente, La Pequeña Tienda de los Horrores (The Little Shop of Horrors, 1960) se rodó en dos días y una noche. Los que recuerden el remake de esta misma película que Frank Oz realizó en 1986 con Rick Moranis a la cabeza de su reparto (y saltándonos el paso intermedio del musical de Howard Ashan en el que se basaba más directamente la película de Oz), se darán cuenta de hasta qué punto el cine que Roger Corman realizó desde las catacumbas de Hollywood entre 1955 y 1971 (fecha en la que, oficialmente, se retiró de la dirección pese a recuperarla esporádicamente y continuar su intensa labor como productor) tuvo gran influencia en el cine de posteriores grandes autores. Algunos de ellos, incluso, empezaron trabajando en producciones de Corman (Jack Nicholson en la mencionada La Pequeña Tienda de los Horrores, pero también Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, James Cameron o Joe Dante) o fueron impulsados por la feliz casualidad de encontrarse en el mismo patio de butacas que él (Peter Bogdanovich). Productor de más de 300 películas y director de unas 50, la extensa filmografía de Corman es hoy un patrimonio inestimable que demuestra, desde las más pequeñas intenciones, una máxima irreprochable: la magnitud del cine no corresponde a sus recursos ni sus presupuestos, sino a lo valioso de sus planteamientos y el amor y destreza con la que aquel que se encuentra tras la cámara convierte esos planteamientos en una ficción en la que merece la pena creer.
Y qué mejor homenaje podría merecer Corman que una doble sesión de estas historias que hoy siguen fascinando y no por baratas, sino por historias. Historias para no dormir, para encoger el corazón o conmover el alma. Historias que recogen la esencia de uno de los más puros y genuinos cineastas.
La primera película de la sesión es El péndulo de la muerte (Pit and the Pendulum, 1961) Pertenece al grupo de adaptaciones que Roger Corman realizó sobre relatos de Edgar Allan Poe con el inefable Vincent Price como protagonista en casi la totalidad de ellas y el no menos magnífico Richard Matheson al cargo de sus guiones: La caída de la casa Usher (House of Usher, 1960) o El Cuervo (The Raven, 1963) serían, junto a la mencionada, algunas de las más representativas de la serie. El relato en el que se basa El péndulo de la muerte se sitúa entre los mejores relatos del escritor norteamericano, un brevísimo pero angustioso cuento de terror ambientado en los últimos días de la Inquisición española en el que un prisionero es condenado a morir a manos del más terrible instrumento de tortura: un péndulo con una enorme cuchilla en su extremo que baja lenta y calculádamente hacia el corazón del prisionero, atado e impedido en sus movimientos. En definitiva, una terrorífica reflexión sobre la angustia que adviene al individuo ante la inevitabilidad de la muerte y el tiempo que transcurre hacia esa sola dirección. Tiempo y muerte son explícitamente representados en el relato de Poe con un instrumento de tortura, el más terrible que la mente humana pudiera idear.
La película de Corman no es la más fiel adaptación posible a ese relato. Bien al contrario, apenas toma como único elemento el péndulo para ubicarlo en el clímax que se alcanza en la conclusión. Matheson tomó ese objeto que aúna el sentido del relato de Poe y construyó a su alrededor una historia de almas atormentadas deambulando, en un castillo maldito de almas errantes que aún lloran las torturas y los crímenes a los que la Inquisición les sometió en las terribles cámaras que oculta la fortaleza. Nicholas (Vincent Price) es el señor del castillo, un hombre atormentado por el recuerdo de su mujer muerta en extrañas circunstancias y por una visión traumática de su infancia. Hasta el castillo llega el Doctor Kerr, su cuñado, dispuesto a averiguar toda la verdad sobre la muerte de su hermana, quien sigue, de alguna manera, presente en el opresivo y tenebroso ambiente de la fortaleza.
Aunque alejada de su original, El péndulo de la muerte es una reinvención del relato de Poe de la que el mismo Poe estaría orgulloso, pues se inscribe de lleno en su particular universo. Un fascinante relato de almas torturadas y susurrantes, con un Vincent Price que demuestra la magnificencia de su calidad como actor a cada desmayo, a cada transición hacia la locura, y a cada vuelta a la normalidad. En El péndulo de la muerte hay lugar al terror de lo desconocido habitando en nuestra morada, a la traición y la explícita tortura (y en vista al significado que ha tomado lo explícito en el género, entiéndase como visible), e incluso a la aventura y al romance (o a su insinuación). Todo ello empacado en apenas 80 minutos de añejo y maravilloso cine de terror, para sumo placer de aquel que sepa entender sus planteamientos y no menospreciar sus recursos.
En segundo lugar, una de las películas imprescindibles de la filmografía del director. El hombre con rayos X en los ojos (X, 1963) es saludada por muchos como la obra maestra de Roger Corman. Y no faltan razones para ello. La historia de un oftalmólogo que juega a ser Dios experimentando con una fórmula que le permite ver más allá de donde la vista alcanza, penetrar en el interior de los objetos, las personas, es un relato de tintes existencialistas y eminentemente trágico. Protagonizado por Ray Milland, el imborrable alcohólico de Días sin huella (Billy Wilder, 1945), El hombre con rayos X en los ojos nos descubre el horror que encuentra el hombre al explorar en su propio interior. Al placer puramente vouyerístico que le otorga en primera instancia su poder, la creciente capacidad de penetración de la visión del doctor James Xavier se convierte en su creciente tortura. Los horrores, las enfermedades que descubre en los interiores de los cuerpos le acaban convirtiendo en un hombre sometido a una condena de cáriz casi mitológico: ver más y más, hasta quedarse ciego. Condenado a huir mientras asiste al desvanecimiento del mundo superficial que antes rechazaba, El doctor Xavier se convierte en fugitivo de la justicia subyugado a un don que se ha convertido en su tortura, y que le lleva a proclamar, ciego ante un grupo de creyentes, el fatal destino reservado para aquellos que juegan a rebasar los límites de la naturaleza y a ser dioses.
Sacerdote: ¿Eres un pecador? ¿Quieres salvarte?.
Xavier: ¿Salvarme? ¡No!! Tan solo pretendo decir lo que veo... Una tiniebla fria... mas allá del mismo tiempo y mas allá de los humanos... Una luz que alumbra y abrasa... Y en el centro del Universo, el Ojo... que nos ve a todos. No. ¡No!!
Roger Corman, aquí inscrito entre la ciencia-ficción y el horror, impulsa este último de una manera más genuina que nunca, a través de cámaras subjetivas en los que la lente adopta la forma de una retina que es testigo de una paleta de colores cada vez más intensa y difusa que le ofreció a Corman la posibilidad de la experimentación. En las exploraciones de Xavier en el interior de los cuerpos, Corman incluso se permitió el filmar dibujos del interior humano que, lejos de caer en el recurso pobre, dotaron de un encanto añadido a esta magnífica película. Corman consiguió con El hombre con rayos X en los ojos una de sus películas más severas y existenciales, en la que el miedo que impone nos es incluso más cercano que en otras cintas de su filmografía y en la que nos deja un sabor horriblemente amargo una vez alcanzamos los créditos finales. En definitiva, una cinta que invita a la reflexión del espectador y lo hace superando cualquier estigma que la clasificación de serie B pueda representar para el mismo: como una de las más profundas e imprescindibles películas de su género.
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http://elgabinete.blogspot.com/2007/04/roger-corman-el-rey-de-la-serie-b.html (sobre Roger Corman)
http://www.sensesofcinema.com/contents/directors/06/corman.html (sobre Roger Corman, en inglés)
http://blugosi.freeprohost.com/ojos_x.htm (sobre El hombre...)