jueves, septiembre 03, 2009

El ego valentino

Es una revista pequeña, pero también es una de las pocas cosas que hasta ahora he tenido la oportunidad de hacer en prensa escrita. Se llama El ojo valentino y la pueden encontrar en lugares diversos de la geografía de la Ribera Alta y algún sitio más, creo. La sección que me han reservado se llama La butaca del neófito y me han dejado inaugurarla con una recomendación que creía necesaria. Pocas cosas lo merecen tanto como el pagafantismo. Reproduzco el artículo:

La heroica de la derrota
Pagafantas conecta con toda una tradición y toda una generación. Y a esta última le sirve de terapia de choque.

La ópera prima de Borja Cobeaga (Vaya Semanita) bautiza para el lenguaje social un sentimiento nunca tan universal. Pagafantas para denominar al eterno perdedor, el enamorado al que la chica sólo querrá como amigo, y que Cobeaga entiende en toda su heroicidad (y en todo su patetismo). Que no les digan lo contrario: la sempiterna derrota del pagafantas tiene mucho de heroico. El antihéroe es, aquí más héroe que el héroe más indiscutible. Y todo el que se haya visto en las mismas tesituras que el protagonista y tenga la dignidad de reconocerlo, lo sabe muy bien.

Pero el triunfo de Pagafantas no se encuentra sólo en su complicidad ni en su humor como instrumento de exorcismos personales. Su verdadero triunfo reside en ser un compendio magnífico de comedias, un punto de encuentro en el que confluyen los greatest hits del renovado sketch televisivo (¿alguien dijo Muchachada Nui?), inspiradas escenas de sitcom, simpatía por el perdedor a lo Apatow (pero sin indulgencias) y crueldad para con él (una escalada de humillación propia de los hermanos Farrelly de Algo pasa con Mary). Pero Pagafantas también es Billy Wilder y es Richard Quine, y es pleitesía a la screwball comedy. Así lo delata el solapamiento del diálogo que busca la torpeza y el inoportunismo en una cita. Y así lo delata también el ciclónico personaje de Sabrina Garciarena, deudor del de Katherine Hepburn en La fiera de mi niña (Howard Hawks, 1938) o el de Barbara Stanwyck en Las tres noches de Eva (Preston Sturges, 1941), por poner sólo algunos ejemplos ilustres. En fin, señas ellas de un homenaje a la comedia clásica que casa, feliz y milagrosamente, con un personal homenaje a nuestros propios fracasos.


Si le gustó...
...no deje de ver El Apartamento, perfecto clásico del patetismo protagonizado por uno de sus máximos exponentes en la pantalla: Jack Lemmon (véase también La extraña pareja o En bandeja de plata). Tampoco se pierda otro clásico, éste de la gross comedy: Algo pasa con Mary es, al fin y al cabo, otra película de pagafantas con el aliciente de la extrema vejación física de su protagonista. Y para terminar, Virgen a los 40, película fundacional de la Generación Apatow e imprescindible para entender el momento actual de la comedia norteamericana.

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