Mi gran boda griega (Joel Zwick, 2002)
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Mamma mia!: La película (Phyllida Lloyd, 2008)
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Mi vida en ruinas (Donald Petrie, 2009)
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El blanco diáfano (blanco nupcial) como tono predominante, a ser posible adornado con hermosos motivos florales que se asoman para decorar un marco de piedra indicador del idílico contexto (Grecia). Y por supuesto, la presencia de un ramillete de personajes para señalar la coralidad de la película. Fíjense en los eslóganes: en
Mi gran boda griega ya es casi alegórico (desde el chiste, pero alegórico) de la familia y el matrimonio; el de
Mamma Mia! ni siquiera puede presumir del chiste e invita directamente al altar (sólo hay insinuación en el vestido de Amanda Seyfried); y en
Mi vida en ruinas se repite la jugada del doble sentido y es, de nuevo, una apenas disimulada proclama a favor de los votos nupciales. Imagen de marca para una especialización de la
romcom: la comedia romántica pro-nupcial (el matrimonio como salvación de cualquier vida sentimental "en ruinas"), de contextos preferiblemente helénicos y aires preferiblemente verbeneros.
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