Algunas pistas para valorar Sherlock Holmes en su justa medida:
1. Leerse, con paciencia y fruición, la Guía Holmesiana para Jóvenes Investigadores de Alvy Singer.
2. Crítica de John Tones en Cine 365, de Antonio Trashorras en Fotogramas y de Jordi Costa en El País.
3. Revisar, en la medida de lo posible y lo disponible, algún capítulo de la magnífica serie Meitantei Holmes de Hayao Miyazaki (entre otros). Este es un buen punto de inicio.
De postre, la crítica de turno de servidor. Que ustedes la disfruten:
Leer crítica completa en LaButaca.netSherlock Holmes explora con altísima fidelidad y religioso respeto el Holmes menos conocido, el hombre de acción que se destapa en algunas de las novelas del escritor escocés, el de la insolente y desarmante capacidad deductiva, pero también el vulnerable y desamparado, de reacciones ligeramente homo ante la inminente marcha de su compañero de fatigas junto a su prometida. Guy Ritchie, ese realizador siempre flirteante con el regodeo videoclipero pero fascinante retratista de los suburbios londinenses, ha encontrado en el universo holmesiano un personaje y un material inmejorables para conjugar su cine y, de paso, invitar a una renovación de la mirada hacia el detective residente en Baker Street: un Londres de finales del siglo XIX medidamente gótico y suburbano, en el simbólico momento de la construcción de Tower Bridge; y una fascinación latente por el celebérrimo método deductivo, aquí magníficamente procesado a través del brioso montaje como detallista repaso y reconstrucción de la secuencia de hechos que lleva hasta la resolución del misterio. La máxima admiración hacia el método se convierte, pues, en la primera y mayor virtud de Sherlock Holmes, pero no la única: cualquier buen indagador del personaje hallará complicidad en los detalles (con la misma fruición que el propio detective consultor), desde los desaires de Holmes al esforzado pero incompetente Lestrade a la referencia a sus conocimientos geológicos, pasando por la mención a Edgar Allan Poe que revela, de parte del equipo tras el guión, servidumbre no sólo hacia la obra literaria, sino también hacia sus imprescindibles antecedentes.
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