lunes, enero 18, 2010

A propósito de Sherlock Holmes

Algunas pistas para valorar Sherlock Holmes en su justa medida:

1. Leerse, con paciencia y fruición, la Guía Holmesiana para Jóvenes Investigadores de Alvy Singer.





3. Revisar, en la medida de lo posible y lo disponible, algún capítulo de la magnífica serie Meitantei Holmes de Hayao Miyazaki (entre otros). Este es un buen punto de inicio.



4. Y por supuesto, leer a Conan Doyle. He aquí el Canon de Sherlock Holmes al completo (en inglés).



De postre, la crítica de turno de servidor. Que ustedes la disfruten:


Sherlock Holmes explora con altísima fidelidad y religioso respeto el Holmes menos conocido, el hombre de acción que se destapa en algunas de las novelas del escritor escocés, el de la insolente y desarmante capacidad deductiva, pero también el vulnerable y desamparado, de reacciones ligeramente homo ante la inminente marcha de su compañero de fatigas junto a su prometida. Guy Ritchie, ese realizador siempre flirteante con el regodeo videoclipero pero fascinante retratista de los suburbios londinenses, ha encontrado en el universo holmesiano un personaje y un material inmejorables para conjugar su cine y, de paso, invitar a una renovación de la mirada hacia el detective residente en Baker Street: un Londres de finales del siglo XIX medidamente gótico y suburbano, en el simbólico momento de la construcción de Tower Bridge; y una fascinación latente por el celebérrimo método deductivo, aquí magníficamente procesado  a través del brioso montaje como detallista repaso y reconstrucción de la secuencia de hechos que lleva hasta la resolución del misterio. La máxima admiración hacia el método se convierte, pues, en la primera y mayor virtud de Sherlock Holmes, pero no la única: cualquier buen indagador del personaje hallará complicidad en los detalles (con la misma fruición que el propio detective consultor), desde los desaires de Holmes al esforzado pero incompetente Lestrade a la referencia a sus conocimientos geológicos, pasando por la mención a Edgar Allan Poe que revela, de parte del equipo tras el guión, servidumbre no sólo hacia la obra literaria, sino también hacia sus imprescindibles antecedentes.
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