martes, enero 12, 2010

Teniente corrupto


Malintencionada anomalía, francotiradora de toda normalidad dentro de su género, Teniente corrupto desecha el camino del mártir imposible que representaba el Harvey Keitel de Ferrara (su Teniente corrupto suponía la mejor película posible acerca de la redención o, mejor dicho, acerca de la imposibilidad de la redención) para ofrecer un thriller dislocado bajo engañoso envoltorio hollywoodiense. En sus primeros compases, las intenciones de Werner Herzog ya se presentan insólitas: el asentamiento del contexto de la Nueva Orleans post-apocalíptica, tras el paso del Katrina, ya supone una singularidad incluso dentro de su cine, desde el mismo momento en que el director que filmó algunos de los más grandes fracasos conquistadores y románticos del hombre frente a la naturaleza (Fitzcarraldo, Aguirre, la cólera de Dios), da por vencido a su particular antihéroe frente al paisaje. Así, el teniente Terence McDonagh (Nicolas Cage) se convierte en alternativa a la locura de la conquista, o al conquistador de lo inútil instalado en el delirio autodestructivo. Si alguna vez el protagonista herzogiano significó un alter ego distanciado, una suerte de doppelgänger (su desdoblamiento fantasmagórico, su reflejo ficticio y tremebundo) del propio director, en Teniente corrupto este adopta su versión más nihilista (e inaudita).
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