La idea de que su protagonista, Christine Brown (Alison Lohman), sufra su maldición como consecuencia de los avatares de la crisis económica, insufla a la cinta una cierta ironía que, aunque quizá no intencionada, no deja de ser una alentadora premisa hacia el desmelene gore. Y cuando este llega, uno sabe que Raimi ha puesto todo su empeño en restituir el espíritu Evil dead, dando con una demente sesión de espiritismo o un antológico cuerpo a cuerpo en el aparcamiento entre Alison y la zíngara que le maldijo. Hay, incluso, un impagable momento en el que irrumpe un elemento tan cartoon como un yunque, para resultar en la perfecta comunión entre el asco y la carcajada y alcanzar otra cumbre del estupendo trabajo de Gregory Nicotero. Pero, en fin, también hay cierta sensación de la pérdida del hallazgo, del descubrimiento del terror underground y bufo que aquí se sustituye por la serie B como imposición, no como condición.
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