viernes, enero 22, 2010

Nine


Nine podría escudarse en la coartada de ser una adaptación del musical antes que del original felliniano, pero la repetición exacta de numerosos pasajes de aquel (la pelea conyugal en la habitación, el baile de la ‘Saraghina’) delatan las aspiraciones de los guionistas Michael Tolkin y Anthony Minghella de acercarse al genio italiano. Eso sí, con profundo amor y dosis de buen gusto: en el primer encuentro furtivo entre Guido (Daniel Day-Lewis) y su amante Carla (Penélope Cruz), éste le aplica el maquillaje para iniciar el juego erótico y dibuja en su cara una peca que es el homenaje exquisito a Sandra Milo; en otro pasaje, uno de los muchos aduladores de Guido apunta que el mundo mira a Roma como la ciudad que él ha construido en sus películas, en una apenas disimulada declaración de amor a Fellini que se completa con la elección de la Cinecittà como el lugar donde se prepara el rodaje (los estudios romanos fueron, durante buena parte de su carrera, los predilectos del riminés).
Sin embargo, dicha pleitesía parece condenada a reñirse con el respeto al escenario Broadway. Rob Marshall se ve obligado a incurrir al montaje paralelo (con ubicación geográfica y temporal inclusive) en el número Be Italian, alternando la función sobre las tablas con la fotocopia exacta de la escena en que el baile de la ‘Saraghina’ (entregadísima Fergie) abre los ojos infantiles ante el descubrimiento de la sexualidad, voluptuosa y animalesca y, por supuesto, moralmente punida. El recurso habla, una vez más, de la difícil reconciliación de las múltiples pretensiones del director, más lejos de saber gobernar una anarquía musical integrada que honre a Fellini, y más cerca de proporcionar una calculada sucesión de números cuyo deslizamiento en el terreno de esa autoficción (la que se escribe a sí misma mientras avanza) busca cada vez menos excusas.
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2 comentarios:

moonriver dijo...

Para mí, el problema del 90% de las películas de Hollywood, y ésta es un claro ejemplo de ello, es que, en lugar de contar historias y retratar personajes, se limitan a relacionar sin orden ni concierto un cúmulo de tópicos y estereotipos que hacen imposible que el espectador pueda llegar a conmoverse o interesarse mínimimamente por lo que está sucediendo en la pantalla. En esta ocasión, no sólo nos encontramos con un guión insulso y tedioso y unos personajes sin ningún tipo de individualidad; sino que, para más inri, casi todas las canciones del film son francamente mediocres. Sí, se salvan "Be italian", "Cinema italiano", "Take it all" y poco más; pero que un musical sea tan pobre musicalmente dice muy poco a favor de la calidad del último trabajo de Rob Marshall.

Jordi Revert dijo...

Rob Marhsall es un realizador artificioso. A mí la calidad de las canciones me puede parecer mejor o peor ("Cinema italiano", pese a lo divertidamente contagiosa que resulta, se carga sin piedad el espíritu original de "Fellini 8 y 1/2"), pero me cuesta más encontrar la justificación de "Nine", en general, más allá de su reparto de órdago y de la celebración de una Italia que nunca fue la de Fellini ("La dolce vita", malinterpretada hasta la saciedad).

¡Saludos!